Llevo ya dos meses escribiendo en este blog. Bien vale la pena, por lo mismo, hacer un balance y, a la vez, reflexionar sobre las características y el sentido de una bitácora virtual.

En principio, he sido fiel a uno de los principios del diario, es decir, el de consignar regularmente las opiniones, reflexiones, comentarios y producciones escritas que van emergiendo en el transcurso de la propia vida. A veces he “subido” más de cuatro escritos en una semana mezclando ensayos, cuentos, análisis o compartiendo relatos e imágenes relacionadas o bien con dimensiones autobiográficas, con mi gusto por la docencia o con mi pasión indeclinable por la literatura.

Dadas las distintas preocupaciones o intereses me vi en la necesidad de diversificar el blog en varias páginas, cada una de las cuales con un propósito determinado. Así, por ejemplo, la página titulada “Autobiografía” además de ser una carta de presentación a los lectores busca hacer un homenaje a las personas, situaciones o ambientes claves en mi itinerario existencial. Otras páginas, como “Del Trocadero”, tienen el propósito de recobrar algunos de los textos publicados en aquella revista que fue el sueño de un grupo de amigos por allá en los años 80. “Juegos del lenguaje” recupera una afición personal por las palabras cruzadas o –como le gustaba creer a Georges Perec y su grupo Oulipo– por las potencialidades creativas del lenguaje. La página de “Cursos” es una bitácora de algunos de los cursos que imparto o de mi tarea como formador de maestros. Otra de las entradas es la de “Lecturas” en la que tengo como objetivo participar a otros de mis lecturas, del plan lector que me he impuesto diariamente, para ello me he valido de mis propios subrayados. Está de igual modo la página “Libros” en la que muestro un ejemplo de mi producción intelectual; y la página “Galería” en la que recojo mis predilecciones por obras y autores del mundo de la imagen, la fotografía y la plástica. De igual modo, he dejado un lugar a otra página que he denominado “Del oficio” para mostrar ciertas experiencias de escritura en las que se dan indicios de mis propias búsquedas con la ficción o comparto carpetas de mi mesa de trabajo literaria.

Esta variedad de páginas –y otras que tengo en mente– además de diversificar los contenidos, es una manera de jugar con el lector para que descubra qué hay de nuevo en el blog o en cuál de los cajones de la bitácora puede haber alguna sorpresa escritural.

He de confesar que mantener tal regularidad en la escritura no me ha sido difícil puesto que ya desde hace muchos años he llevado un diario. Lo que ha cambiado es el formato y, desde luego, la interacción inmediata con los lectores. Este cuaderno de a bordo –a diferencia del anterior que muy excepcionalmente compartía– está puesto a los ojos de todos. Y aunque muchos no realizan los comentarios en el blog, o prefieren hacerlo más privadamente en mi correo, sé por las estadísticas que la herramienta me ofrece que hay lectores en México, España, Estados Unidos, Argentina, Canadá, Honduras, El Salvador, Bolivia, Chile, Guatemala, Venezuela, Ecuador y Perú, para mencionar algunos de los países que recuerdo en este momento. Creo que para llevar dos meses de existencia el contar con cerca de cinco mil visitas, parece un buen indicador de lo útil o interesantes que han resultado las diferentes entradas de este espacio virtual.

También he sido fiel a uno de los mandatos de tener un blog: el de responder a los comentarios de los lectores. No he dejado ninguno de ellos sin respuesta. Tal tarea no ha sido sólo un gesto de educación sino  una forma de continuar el flujo de la propia escritura. En cada comentario he podido apreciar las ramificaciones de mis ideas en los lectores y, así sea sucintamente, hacerles el contrapunto o las resonancias a esas voces. Dada la dificultad en responder con perspicacia y sentido cada mensaje, he llegado a pensar que escribir esos comentarios constituye un género especial muy cercano al aforismo, el apotegma o el epigrama.

Pero volvamos al ser mismo del blog, a su apariencia y propiedades. Es sabido que un blog guarda relación con la escritura de diarios y con los cuadernos de bitácora de los marineros en los que debían anotarse “los cambios de rumbo, las distancias navegadas, los cambios de tiempo” y otros detalles de la travesía a medida que iban sucediendo. Esta evocación a los diarios de a bordo pone en evidencia que el blog da cuenta de las peripecias y las situaciones por las que transcurre el viaje de nuestra vida. Es un testimonio de lo que nos acaece o de la manera como narramos todo lo que nos sucede en cada singladura o, lo que es lo mismo, desde un mediodía al día siguiente.

Cada entrada del blog, para seguir con la analogía, hace las veces del mensaje resguardado en una botella que los náufragos tiraban al mar para ver quién la recogía y daba alguna respuesta a tal llamado. Por supuesto, el mar en este caso corresponde al mar de la información y, a diferencia de los abandonados en esas islas desiertas, hay más probabilidades de recibir a vuelta de correo una frase o una contestación. Considero que el blog, desde esta perspectiva, es una especie de petición de diálogo a la siempre monologante labor de la escritura. Escribimos, esa es nuestra necesidad, pero anhelantes de tener en el presente o el inmediato futuro un alguien con el que sea posible –así sea con contadas palabras– hacer vívida la función conativa o apelativa del lenguaje. Cada entrada entonces, le dice al posible receptor: “esto es lo que yo pienso”, y “¿tú?, ¿compartes lo que digo?, ¿agregarías algo a lo expuesto?, ¿qué resonancia ha tenido esto en tu mente o en tu espíritu?”.

Pienso, de otra parte, que el blog en su conjunto se construye a la manera de teselas que van conformando una unidad. Las diversas entradas, los comentarios, las páginas, los enlaces, son fragmentos de un mosaico. Y al igual que lo propio de este arte pictórico, las piezas pueden ser regulares o irregulares, dejando eso sí pocos intersticios para que se aprecie mejor la figura o para que el color de las idea tengan mayor brillantez. Aunque el blog está hecho de partes o fragmentos aspira, poco a poco, a lograr armar una composición interesante o útil. Para decirlo de manera sentenciosa: en el blog las partes obedecen a una perspectiva de totalidad.

Cabe agregar que la manera como se escriba en un blog, el estilo o el tono empleados, va prefigurando un tipo de lector. Aquí se cumple la idea del lector modelo propuesto por Umberto Eco. Si el blog se elabora muy desde el comentario burdo o una escritura descomedida, lo más seguro es encontrar lectores que nos insulten o conviertan ese pequeño espacio virtual en un escenario para la ofensa y el escarnio. Si se usa el blog sólo para copiar y compartir páginas ajenas, pues el lector apenas si dejará oír su voz. Pero si el deseo es exponer las propias reflexiones o creaciones escriturales, el bloguero podrá aspirar a encontrar lectores que no sólo degusten sino que ansíen dejar consignado en dicho cuaderno de visitas lo que les produjo dicho bocado escritural. Desde luego –y eso es natural en las prácticas de lectura–, es probable que el lector del blog tome caminos diferentes a los previstos por el autor. Digamos que no sea un lector macho, sino un lector hembra de los que hablaba Cortázar; o que sea tan audaz como para asumir  el rol de un lector de indicios y logre descubrir asuntos que ni el mismo bloguero podría imaginar.

Quisiera cerrar este primer balance de mi blog agradeciendo a los lectores que se han tomado un tiempo para dejar consignadas sus opiniones o apreciaciones; algunos los conozco y otros, la mayoría, han dejado su impronta a la manera de un regalo anónimo. Deseo agradecer además a los colegas y amigos que me han ayudado a ir afinando esta herramienta tecnológica, ofreciéndome un consejo, una clave o un procedimiento que potencia las posibilidades de este cuaderno de a bordo, de este diario abierto al cambiante rumbo de los vientos… Sea como fuere, el viaje continúa.