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Fernando Vásquez Rodríguez

~ Escribir y pensar

Fernando Vásquez Rodríguez

Archivos mensuales: diciembre 2013

Cuidar el gusto por viajar

31 martes Dic 2013

Posted by fernandovasquezrodriguez in Ensayos

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Camino real Capira-Lomalarga, en Cundinamarca.

Camino real Capira-Lomalarga, en Cundinamarca.

¿Qué es viajar? ¿Cambiar de lugar?
No. Es cambiar de ilusiones y de prejuicios.
 Anatole France

Hablemos un tanto de los viajes y de su valor para ampliar los alcances de nuestra mirada y para acrecentar nuestro capital cultural. Reflexionemos por unos minutos sobre esta actividad que nos posibilita cambiar de miradores y, al mismo tiempo, redescubrirnos en nuestra identidad. Pensemos en el viajar y sus beneficios para nuestro espíritu.

Afirmemos, para empezar, que los viajes son hijos de la curiosidad y del deseo del ser humano por traspasar sus propios límites. Querer saber qué hay más allá de lo familiar, indagar en lo lejano, en lo que se esconde más allá de lo visible. Atreverse a salir y dejar lo seguro; atravesar los mares, dejarse habitar por los vientos de la imaginación.  El viajar habla de un aspecto esencialmente humano: ese impulso de libertad que lo lleva a romper cualquier tipo de cadenas, a inventar alas para sus pies y a mantenerse en permanente búsqueda de cualquier forma de misterio. Los viajes son un invento humano que imita o perpetúa esa otra travesía que es la propia existencia.

Rumbo a Lomalarga, en Cundinamarca.

Subiendo por los caminos de Lomalarga, en Cundinamarca.

Ver otras tierras, conocer otras gentes, nos renuevan la mirada y el espíritu. Ensanchan nuestros conocimientos y, al mismo tiempo, airean nuestro mundo cotidiano. Quien tiene el gusto por viajar descubre que muchas de sus más aceradas verdades son apenas opiniones para otras gentes y que lo que en su propio terruño es catalogado como inmoral o salido de tono, puede ser en otra cultura un comportamiento habitual o algo deseable. Por ende, cuando se tiene un espíritu viajero, se es menos dogmático y más flexible; se aprende a ser más tolerante y, especialmente, se cae menos en el sojuzgamiento. Como ya se cuenta con un repertorio de espejos de otros pueblos es más fácil comprender el porqué de un prejuicio o la caprichosa manera de proceder de una costumbre propia. Entonces, más que juzgar o criticar a la ligera, el viajero ha aprendido a tratar de comprender, a tener una mente abierta para apreciar la plural condición de los seres humanos.

Desde otra perspectiva, los viajes nos ayudan a reconocer nuestra propia manera de ser o de actuar. Cuando se está en otras tierras, cuando se convive con otras personas, por lo general lo que sucede es que nos damos cuenta de cómo somos o por qué actuamos de una particular manera. Los demás nos ayudan a descubrir nuestra diferencia: nos advierten que muchas de nuestras habituales costumbres  –vistas con otros ojos– son algo excepcional o raro. Uno sabe mucho más de su propia idiosincrasia cuando deja las fronteras de su país y camina por tierras extrañas. Allí, en ese peregrinaje, caemos en la cuenta del tipo de sazón que gobierna nuestro gusto, de una manera de vestir que refleja cierto modo de ver la vida, de algunas formas de creer que reorganizan una comunidad. Los otros extraños nos evidencian. Nos sirven de contraste para sopesar lo que somos. Al viajar no sólo conocemos; también es una travesía útil para nuestro reconocimiento.

Amanecer en La Laguna, Cundinamarca.

Amanecer en La Laguna, Cundinamarca.

Sumemos a los anteriores beneficios, una condición o un consejo útil para aprender a viajar: aquello de mantener la maleta liviana. Si nuestras valijas son demasiado pesadas, si están muy llenas, es muy probable que no viajemos o que nos cueste demasiado desplazarnos de un sitio a otro. Si queremos trastear –cada vez que salimos– lo conocido, no tendremos posibilidad de acceder a lo desconocido. Por eso es importante, cuando partimos, llevar muy pocas cosas en nuestras maletas; eso nos garantiza que, cuando regresemos, podamos traerlas repletas de evidencias de esos otros mundos lejanos. El que viaja debe acostumbrar su espíritu a la levedad. Tal vez el viajar sea cosa de tener dentro del cuerpo mucho más aire que carne, mucho más viento que peso. Es probable que buena parte de nuestros sedentarismos vitales provenga de tener excesivo lastre en el corazón o demasiadas amarras por nuestros apegos. Así las cosas, si queremos viajar tenemos que habituarnos a desocupar nuestros maletines de todo ese sobrepeso hecho de miedos y atavismos de variada índole.

No debemos olvidar incluir, en nuestra agenda vital, tiempos para viajar, espacios hábiles para el peregrinaje. Y no es sólo cuestión de planear las vacaciones. Se trata más bien de permitirnos o provocar –en la vida cotidiana– fisuras para que entre la extrañeza, momentos para aprender de lo desconocido, períodos para disfrutar de la buena nueva que trae el forastero. Si estamos aclimatados en el viajar constante, más fácilmente asumiremos ese movimiento propio del vivir entre las partidas y los retornos.

(De mi libro Custodiar al vida. Reflexiones sobre el cuidado de la cotidianidad,  Kimpres, Bogotá, 2009, pp. 105-108).

Estar de vacaciones

24 martes Dic 2013

Posted by fernandovasquezrodriguez in Ensayos

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Gallineros con cabellos de ángel, en el parque "Gallineral", San Gil.

Gallineros con cabellos de ángel, en el parque «Gallineral», San Gil.

Es indudable que las vacaciones son un tiempo de ruptura con las tareas cotidianas; una fractura al orden regular del trabajo y las ocupaciones frecuentes. Son, por decirlo así, la irrupción de otra temporalidad en el normal acaecer al que estamos habituados.

Por ser las vacaciones una fractura a la rutina producen un desacomodamiento existencial; una extrañeza de la que puede dar cuenta nuestro cuerpo o los rígidos esquemas de la costumbre. Las vacaciones nos obligan a asumir otros roles, a aprender otros lenguajes de los ya conocidos, a descubrir el encanto de dejarse habitar por la sorpresa y la aventura. Si no somos capaces o no tenemos la disposición para entrar en esta nueva zona, perderemos su magia, su fascinación, su fuerza renovadora.

Por lo mismo, si no se tiene la disposición para afrontar lo inesperado, si lo que ansiamos es replicar en las vacaciones el orden al que venimos acostumbrados, perderemos la ocasión de disfrutar lo inédito y continuaremos la interminable letanía de lo ya sabido y conocido. No podemos, entonces, pedir que en las vacaciones los alimentos tengan la misma sazón de la de nuestro hogar; o que el lecho sea tan confortable como el de nuestra alcoba; ni que los contextos y las personas sean un calco de nuestros ambientes habituales. Las vacaciones consisten en convertirnos en extranjeros; en proveernos de una ciudadanía de viajeros o caminantes. Si no tenemos espíritu de exploradores, las vacaciones no expandirán su verdadero olor u ocultarán sus riquezas insospechadas.

Camino real Barichara-Guane, reconstruido por Geo von Lengerke, 1864.

Camino real Barichara-Guane, reconstruido por Geo von Lengerke, 1864.

De otra parte, las vacaciones nos enfrentan al ocio y al tiempo libre. Por unos días, la seriedad del negocio cede su lugar al juego y la entretención. Es como si al ser humano se le diera la oportunidad de disponer de su tiempo, de no pensar en las obligaciones laborales o estar bajo la imposición de jefes, sino en disponer de sus horas a la manera de un pequeño dios que crea su propio génesis.  Y cada día de vacaciones se asemeja a crear el universo, a ordenarlo según su capricho o intereses. El qué está de vacaciones –no sobra repetirlo– es dueño de su tiempo. Esa es la magia de esos días. No se obedece sino al mandato de nuestra libertad. Aquí veo una relación profunda entre las vacaciones y la dinámica del carnaval o la fiesta. En dichos eventos se anulan las presiones sociales, se es menos severo con lo prohibido y se permite que lo lúdico deambule a sus anchas tanto en el interior de las personas como en sus relaciones sociales. Las vacaciones son la estación del tiempo apropiado y malgastado a nuestro antojo.

Tal vez por lo anterior, a las vacaciones se las espera con ansia, en especial cuando el exceso de trabajo desgasta nuestro ánimo. Son como una válvula de escape a la caldera de nuestros compromisos laborales. Esperamos las vacaciones para no reventar, para no explotar o fundir nuestro organismo. Pero, extrañamente, ya entrados en las vacaciones, le pedimos a nuestro organismo que se exija al máximo en una larga caminata, o que dé hasta el último aliento para aprovechar todas las horas del día. No es que anhelemos las vacaciones para inmovilizarnos o no hacer nada. Más bien queremos las vacaciones para renunciar al trabajo, para ocuparnos de otros asuntos ya no ajenos sino propios. Y aunque nuestro cuerpo esté agotado al finalizar cada día de vacaciones, al siguiente parece recobrar todos sus bríos para responder a la pregunta, “y hoy, ¿qué vamos a hacer?”.

El cañón del Chicamocha, en Santander.

El cañón del Chicamocha, en Santander.

Decía atrás que las vacaciones participan de la lógica de la aventura. En este sentido, cada cosa que acaece en este tiempo tiene la posibilidad de convertirse en acontecimiento. Las eventualidades de un viaje, el descubrimiento de una ciudad, el consumo de un alimento desconocido, albergan en sí mismos una semilla para volverse relato, historia o fabulación. Son esas peripecias las que se cuentan después a familiares y amigos, son esas pequeñas odiseas las que se relatan a los compañeros de oficina cuando se retorna al sitio habitual de trabajo. Las vacaciones irradian material narrativo originado de los pequeños heroísmos al enfrentar algunos desafíos o de las anécdotas al haber sorteado alegremente un miedo.  

Por supuesto, las vacaciones tienen una fecha de vencimiento. Y aunque nos parezcan insuficientes, aunque deseemos una semana de más, lo cierto es que su valor radica en su corta duración. Hay un momento de las vacaciones en que nuestro cuerpo y nuestra mente reclaman el retorno, el reencuentro con lo conocido, la vuelta a las tareas cotidianas. A los seres humanos nos hace falta también lo habitual, lo repetitivo. Esos otros ritmos –tan cercanos al latido de nuestro corazón– son los que tallan un proyecto de vida o regulan el desarrollo de una existencia. De no ser así, si no contáramos con el ritmo de nuestras rutinas, andaríamos todos los días empezando de cero. El retorno de las vacaciones es lo que le otorga a esos días de descanso su magia e importancia: es un tiempo para la renovación, para recuperar energías, para aceitar el engranaje de lo cotidiano. Las vacaciones son ese tiempo excepcional que ayuda a reavivar el tiempo de lo acostumbrado y rutinario.

Cuidar el dar a otros felicidad

17 martes Dic 2013

Posted by fernandovasquezrodriguez in Ensayos

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Si cada uno buscara hacer feliz
al que vive a su lado,
el mundo sería un paraíso.
Goethe

De las muchas cosas   que podemos hacer por los demás, hay una en particular que engrandece nuestro espíritu: es aquella de producir o provocar en otros alguna felicidad. Además de darnos enormes satisfacciones esta es una de las actividades cotidianas que podemos llevar a cabo para mejorar nuestro entorno familiar y nuestra convivencia en el trabajo o en la vida social.

Por supuesto, para lograr este cometido tenemos que orientar nuestra voluntad hacia tal fin. Hay que disponer el corazón y el entendimiento hacia una preocupación o una atención suprema por nuestro hermano o por nuestro compañero. Mirar y detallar cuáles son sus necesidades más urgentes, cuáles sus demandas más acuciantes, cuáles sus clamores más dignos de solicitud. Es necesario tomarnos un tiempo para leer con cuidado esas carencias o esas llamadas que otro ser humano lanza explícita o tácitamente. Porque no siempre los demás dicen tales cosas a pleno pulmón; muy por el contrario, apenas lo sugieren o lo señalan con cierto ademán o alguna palabra indirecta. De allí por qué debamos tener enfilado nuestro espíritu hacia esos “auxilios” lanzados en baja frecuencia o hacia esos “apóyenme” expresados a través del mutismo de una mirada.

Una vez localizadas esas franjas o esos puntos donde un otro se manifiesta como “necesitado” podemos sorprenderlo con un acto gratuito, una voz de aliento, un detalle a manera de regalo. En tal voluntad para la sorpresa podemos generar felicidad. Y no hablamos aquí de costosos bienes o de extraordinarias actitudes, no se trata de celebrar fiestas especiales o de realizar acontecimientos memorables; de lo que hablamos es de asuntos más sencillos y cotidianos, de hechos o situaciones discretas que porten en sí mismas banderas de felicidad. A veces basta un abrazo, en otros casos es un pequeño texto dejado al lado del lecho o encima de la mesa del comedor; puede tratarse de una llamada hecha sin motivo aparente, o de una visita originada por la simple razón de ver a alguien, o la invitación a una sencilla comida. Son muchas las maneras de llevar felicidad a otro ser humano: la disposición para la escucha, el abrazo y la mano abierta, un plato de comida caliente, la búsqueda de un medicamento, la ternura tan cercana al juego.

También es posible generar felicidad en nuestros semejantes creando condiciones o escenarios para que nazca o crezca esa semilla. Hay felicidades que dan su fruto de manera inmediata y hay otras que surten su efecto sólo con el pasar de los años. Estas últimas, que operan de manera invisible y no ruidosa, consisten especialmente en disponer mundos futuros para que otros sean felices o, si se prefiere, sufran menos o tengan pocas dificultades. Ese es el caso de muchos padres y madres que labran, trabajan y abonan ciertas tierras para que sus hijos puedan disfrutar la cosecha y obtener los mayores beneficios. Esa es la situación de personas que apoyan y favorecen las iniciativas de un colega o un empleado para que esa persona alcance, a veces sin reconocer exactamente quién fue el mentor o el nombre de su padrino, la concreción de un sueño o la realización de un proyecto. Digamos que hay también maneras “en diferido” de llevar felicidad a otros. Tanto la forma directa e inmediata, como esta otra que es más lenta y no siempre con rostro identificable, se asemejan en poner en alto relieve a otro ser humano, en convertirlo en objeto digno de nuestra preocupación. Cuando tenemos en mente ser agentes de felicidad es porque nuestro semejante ocupa el lugar más alto de nuestro interés; es porque nuestro hermano es objeto de toda nuestra atención.

Tratemos, al menos por unos momentos, de encapsular nuestro egoísmo. Procuremos, así sea de manera esporádica, dejar en salmuera muchos de nuestros más avaros intereses. Démonos la oportunidad de saborear otro tipo de felicidad que no es el que proviene de nuestro beneficio. Dispongamos nuestra alma y nuestra voluntad hacia los demás; escuchemos atentos sus mayores reclamos; detengámonos a mirar qué cosas o qué actos les son imprescindibles; compartamos alguna parte de nuestras arcas… Ya veremos cómo tales comportamientos pueden enseñarnos otra forma de felicidad desconocida hasta entonces por la indiferencia de nuestro individualismo.

(De mi libro Custodiar la vida. Reflexiones sobre el cuidado de la cotidianidad, Kimpres, Bogotá, 2009, pp.65-68).

El noctámbulo José Arroyo

13 viernes Dic 2013

Posted by fernandovasquezrodriguez in Homenajes

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A la voz de Joe Arroyo le debo buena parte de mi juventud fiestera. Me veo en varias de las “rumbas” tarareando “El caminante” a la par que mi cuerpo y mis piernas iban al ritmo de la salsa de Fruko y sus Tesos. Tenía todos los discos de Fruko, y llegaba con esos acetatos, acompañado de mis primas, para prender las fiestas. Tengo en mi memoria el impacto que producía el momento en que la aguja del equipo llegaba al tema de “Tania” y todos los asistentes cobraban nuevos bríos para llenar las salas de aquellas casas de familia. Pero, el sentido de compartir este video, fruto de la oportuna curiosidad del cronista del caribe, Ernesto McCausland, es la manera como “El Joe” entendía los procesos de composición musical, sus técnicas, su conciencia del oyente bailador. Este video, entonces, puede ser un ejemplo del proceso creativo, de sus intentos y búsquedas; un testimonio cabal de los creadores persistentes y dedicados a su oficio. Álvaro José Arroyo González, el fundador de la orquesta La Verdad, murió en el 2011; pero su música sigue vibrando en mi memoria. En la memoria parrandera de mi juventud.

Reconciliarse con el monstruo

08 domingo Dic 2013

Posted by fernandovasquezrodriguez in Del diario

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"Perseo" de Benvenuto Cellini

«Perseo con la cabeza de Medusa» de Benvenuto Cellini

Para conocerse, para poder reconciliarse con nuestro «monstruo» necesitamos ir al mundo de los hiperbóreos (bien lejos, bien lejos…). Pero no lo podemos hacer de frente; tenemos que hacerlo de manera indirecta. Por eso necesitamos el escudo de Perseo, el escudo que había recibido de Atenea o Minerva (la diosa de la sabiduría; la protectora de sabios y artistas; la inventora de la escritura, la pintura y el bordado). Es mediante esa «terceridad» del escudo como logramos salir del hechizo de una de las Gorgonas… Sigamos con el cuento: Medusa al despertar, presa del reflejo del brillante escudo, recibe la muerte por parte de Perseo (advirtamos de una vez el valor del reflejo: el escudo se convierte en espejo… El espejo como escenario para la introspección, como símbolo del sí mismo). Una vez cortada la cabeza de nuestro monstruo tenemos que cargar con ella (reconocerse no es «despojarse de», sino «asumirse como»), meterla en una bolsa y retornar a nuestro ambiente cotidiano… Volvamos al relato, porque el mito posee una fuerza reveladora de lo que somos en verdad: en el mismo momento en que Perseo corta la cabeza de Medusa, e su sangre, nace Pegaso. O para decirlo simbólicamente, sólo asumiéndonos como somos, podremos conquistar nuestra libertad. En otras palabras: nadie puede conquistar la zona de su deseo si antes no ha pasado la aduana de bajar a su propio subsuelo. En síntesis: conocerse implica reconocimiento de esos otros que también somos y que no necesariamente nos parecen aceptables, buenos o mostrables.

Ahora entreveo otros elementos adicionales que me parecen significativos: Para ir hacia el encuentro de lo otro tenemos que ir a diferentes sitios, tenemos que salir de nuestros habituales espacios (de los espacios conocidos). Necesitamos cierta astucia, cierta «metis» para hallar la información requerida. No se llega con facilidad a nuestro yo (pienso ahora en la idea de Nietzsche de la falsa conciencia y de las trampas del conocimiento cuando tiene como objetivo el sí mismo). Para conocerse hay que ir como en un juego de postas: de un lado a otro, hallando pistas, indicios. También hay que contar con ciertos atributos mágicos; quiero entender tales atributos como unas armas idóneas… Una vez uno mata a su monstruo debe cargar con él, para que así se convierta en amuleto, en arma personal: cada vez que saco mi monstruo petrifico a los demás. Aceptación de lo que se es; superación del querer siempre otra cosa a lo que se es. Autenticidad. Quizá el viaje o la aventura de Perseo sea una odisea hacia la autenticidad del ser. 

(De mi libro Ser viento y no veleta. Pistas de sabiduría cotidiana, Kimpres, Bogotá, 2010, pp. 175-176).

El maestrísimo Lucho Bermúdez

02 lunes Dic 2013

Posted by fernandovasquezrodriguez in Homenajes

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Como preámbulo a estas fiestas navideñas me ha parecido conveniente compartir un documental, realizado por Señal Colombia, dedicado a homenajear la vida y obra de Lucho Bermúdez. Un prolífico compositor de por lo menos 300 canciones en diversos géneros como porros, gaitas, cumbias, mapalés, merecumbés, pasillos, boleros y bambucos. Lucho Bermúdez el gran exponente de los ritmos tropicales colombianos que, según José Portaccio Fontalvo, “vistió de frac la música costeña” y que la hizo conocer en Argentina, México, Cuba y otros países de América. Lucho Bermúdez, el excelente clarinetista, émulo de las bandas de jazz, como las de Benny Goodman; Lucho Bermúdez, sus orquestas, y una cantante unida íntima y artísticamente a su vida: Matilde Díaz. Luis Eduardo Bermúdez Acosta, el creador del himno íntimo de los colombianos: “Colombia tierra querida”. 

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