Además de los argumentos de autoridad, en un ensayo se puede echar mano de las analogías para respaldar o reforzar una tesis. Partiendo de esta forma de pensamiento relacional lograremos que la tesis gane en profundidad o, por lo menos, logre desarrollarse frente a los ojos del lector.
Sabemos que la manera como la analogía logra tal efecto es presentando una similitud entre la tesis y otra realidad que, por ser más conocida, irradia con mayor convencimiento o con más evidencia lo que el ensayista desea presentar. Gracias a esta segunda relación (que los retóricos llaman diana o foro) se logra transferir elementos claves de la argumentación a la tesis (la base o fuente). Desde luego, para que la comparación sea consistente o tenga fuerza argumentativa debe atender al mayor número de características posibles. No es un mero símil sino un razonamiento que saca provecho de las propiedades compartidas por los dos sistemas comparados.
Sirva de ejemplo lo que sigue. Si mi tesis es: la tarea del maestro consiste básicamente en eliminar en su alumno información superflua e innecesaria, podríamos recurrir a la analogía del escultor. Sabemos que el escultor, especialmente el de la madera, lo que hace es quitar el excedente, desbastar lo que sobra o no deja ver limpia la figura tallada. Dicho esto, podríamos construir así el argumento por analogía: Esa tarea del maestro es semejante a la del escultor; él también debe eliminar lo innecesario, lo que sobra. Cada golpe de formón o cada muesca de la gubia lo que hace es liberar a la figura de un lastre que no la deja mostrarse en plenitud, la libera de sus nudos irregulares. Bien podríamos seguir desarrollando en paralelo la analogía: el maestro desbasta las opiniones equívocas, los comportamientos inadecuados; el maestro usa también herramientas pero, al igual que el escultor, necesita buen pulso para no ir a fracturar o mutilar la figura que le interesa; el maestro al emplear ciertos útiles debe tener cuidado para no rayar o perforar demasiado la materia que le sirve de base. La labor del maestro y del escultor son oficios del tacto… Y entre más conozcamos o nos adentremos en la talla de madera, en la medida en que ampliemos el campo semántico de esta artesanía, más fácil será establecer las correspondencias con la tesis establecida.
Como puede verse en el caso anterior, la analogía saca provecho de esa realidad de la artesanía (más conocida, más general) para emparentarla con la tesis de la tarea formativa del maestro. Esas similitudes harán que el objetivo argumental del ensayista cuente con un terreno abonado para desarrollar su propuesta. El últimas, lo que el ensayista hace es transferir cualidades de la segunda relación (la diana o el foro) a la primera (la base o fuente). Con ello sustenta o argumenta su tesis. Es decir, valiéndose de la labor de desbaste del tallador de madera se logra apuntalar lo relacionado con eliminar la información superflua del estudiante.
Sobra aclarar que las características de esa segunda relación tienen que ser las más relevantes, las más apropiadas para la lógica argumentativa del ensayista. Recuérdese que la analogía, para ser fieles a la idea de Quintiliano, “es un razonamiento en que lo desconocido se deduce de lo conocido”. Mal haría el escritor en traer a colación sutilezas o minucias poco sabidas o demasiado abstractas. Su manera de proceder es totalmente opuesta: es desde lo familiar como convence o persuade al lector de su tesis. Digamos que es el peso de lo evidente de la segunda relación la que termina aclarando la fuente o tesis de su ensayo. Por eso es esencial saber elegir bien la diana de la cual va a hacerse el traspaso o trasbordo de dichas cualidades.
Un segundo ejemplo podrá servirnos de refuerzo y concreción a lo aquí señalado. Pongamos en la mesa esta segunda tesis: La escritura de un ensayo es una tarea en la que poco a poco se doblega el tema para alcanzar una tesis. La similitud de esta brega con la escritura podríamos analogarla con la lidia, con la tauromaquia. Con esto en mente, entonces, esbocemos el argumento: Así como en una lidia todo gira alrededor del toro, en un ensayo todo debe girar alrededor de la tesis. La tesis es la fiesta del ensayo. Si no hay toro no hay lidia, dicen los sabidos en tauromaquia; sin tesis no hay ensayo, decimos los que andamos en la brega del ensayo. O si deseamos ahondar un poco más en el asunto: No hay que dejar que el tema se nos “raje” desde el inicio, que no se nos vaya a las tablas o a los “chiqueros”. Hay que lograr que el tema no tenga “querencias” muy marcadas por las tablas, que podamos abrirlo hacia el centro de la plaza… Los términos puestos entre comillas son característicos de la segunda relación (la diana) y los que nos interesa relacionar con nuestra tesis. Esta analogía, en consecuencia, emparenta el escribir con el torear; ve en el toro el tema que a punta de muleta el ensayista debe convertir en tesis; y asimila los párrafos con los diferentes pases de la lidia. Ese lenguaje de la corrida de toros al transferirlo a la escritura ensayística constituye el quid de la argumentación.
En todo caso, cuando se usa la analogía como medio de argumentación en un ensayo debemos procurar ampliar o enriquecer el sistema de semejanzas seleccionado. No es suficiente con mencionar una afinidad o un parecido. Recuérdese que la analogía es uno de los recursos fecundos de la invención y, como tal, nos obliga a explorar prolongadamente en las relaciones o las correspondencias entre realidades heterogéneas.
Referencias básicas
Chaïm Perelman y Lucie Olbrechts-Tyteca, Tratado de la argumentación, Gredos, Madrid, 1989.
Chaïm Perelman, El imperio retórico, Norma, Bogotá, 1997.
Luis Vega y Reñón y Paula Olmos Gómez (editores), Compendio de lógica, argumentación y retórica, Trotta, Madrid, 2011.