• Autobiografía
  • Conferencias
  • Cursos
  • Del «Trocadero»
  • Del oficio
  • Galería
  • Juegos de lenguaje
  • Lecturas
  • Libros

Fernando Vásquez Rodríguez

~ Escribir y pensar

Fernando Vásquez Rodríguez

Archivos mensuales: abril 2015

Sobre el silencio

26 domingo Abr 2015

Posted by fernandovasquezrodriguez in Aforismos

≈ 14 comentarios

Ilustración de Zdzislaw Beksinski.

Ilustración de Zdzislaw Beksinski.

A pesar de que intentamos comunicarnos con la divinidad mediante oraciones, el verdadero diálogo se produce en el silencio.

*

En un mundo gobernado por el ruido permanente y el bullicio comercial, el silencio es –en sí mismo– amenazante. La masa vocinglera teme a la soledad ensimismada.

*

El silencio, en la muerte, se transforma en ausencia. La pérdida es el silencio perfecto.

*

En algunos casos, especialmente en el amor apasionado, el silencio puede ser el lenguaje del anhelo supremo o la evidencia del desinterés.

*

Dos perros fieros encarcelan el silencio: el orgullo y la soberbia. Dos aves mansas lo dejan libre: la prudencia y la compasión.

*

En el carcaj de Cupido hay flechas untadas de palabras y otras envenenadas con silencio. Esa es la razón por la cual los recién enamorados hablan demasiado o no saben qué decir.

*

Los místicos han cancelado las demandas de su lengua para que broten los dones de la escucha.

*

La ciencia es el empleo riguroso e indiscutible de las palabras; la sabiduría, el cuidadoso y oportuno uso de los silencios.

*

En las discusiones deberíamos recordar que los silencios tienen el mismo impacto que las palabras. No decir o responder es tan efectivo como acusar o inquirir.

*

El bullicioso y enardecido griterío de las masas puede ser aplacado por un minuto de silencio.

*

Por ser las ondas del pensamiento de baja frecuencia es que necesitamos de la concentración para captar en plenitud sus mensajes susurrantes.

*

Es bueno, a veces, imponernos el castigo de escuchar en silencio. La escuela de la escucha empieza con el aprendizaje de morderse la lengua.

*

El silencio es para el secreto su razón y garantía. La confesión y el misterio pierden su esencia cuando andan de boca  en boca.

*

Hay amores que se apagan por la ausencia de palabras y, otros, que aumentan su brío cuanto más permanecen en silencio.

*

La discreción es la etiqueta del silencio.

*

Para estar cerca del diablo se requiere invocar ciertas palabras; para acercarse a Dios es necesario el silencio.

*

Por saber tan poco de las formas comunicativas del silencio es que resulta ambiguo descifrar su rostro. A veces, el mutismo que parece decir no es un flagrante y necesitado sí.

*

La alusión o los sobreentendidos son, en la comunicación, la presencia recatada del silencio.

*

La palabra es un puente suspendido entre dos silencios.

*

Las mafias, más que ser expertas en la ley del silencio, son hábiles administradoras del silenciador.

*

No siempre el que calla, otorga. A veces, el silencio es nuestra mayor demanda.

*

Bien analizadas las cosas, los lapsos sin hablar en una charla muestran que el continuum de la conversación no está en las palabras sino en el silencio.

*

Los muros del silencio están hechos para aguantar el peso abrumador de las lamentaciones o las confesiones desesperadas.

*

Los pactos de silencio son actos sagrados. De allí el valor del juramento y las advertencias condenatorias al infligirlos.

*

La fuerza del silencio estriba en su variada consistencia: puede ser impenetrable o arrollador, pero también clamoroso o elocuente. A veces toma la forma de los fantasmas y, en otras ocasiones, la densidad de los aceites.

*

Algunos silencios hieren tanto como las espadas. Especialmente cuando nuestro abandono o nuestra desventura son los que claman una palabra compasiva.

*

En las bibliotecas reina el silencio. Así debe ser: el saber de los libros se comunica levemente a través del murmullo de las hojas.

*

Las marchas en silencio combinan bien con el ondear pacífico de las banderas blancas.

*

Aunque el sentido del oído es el mejor preparado para captar los secretos, en el amor es la mirada la que mejor interpreta los silencios.

*

Cuando, súbitamente, interrumpimos lo que venimos diciendo en una conversación es porque comprendemos la necesidad de dejar hablar al silencio.

El mini ensayo

18 sábado Abr 2015

Posted by fernandovasquezrodriguez in Ensayos

≈ 121 comentarios

Obra del artista húngaro Cerkahegyzo.

Obra del artista húngaro Cerkahegyzo.

No obstante la terquedad de algunos profesores de educación media y superior por solicitar en sus clases ensayos de larga extensión (más de 10 páginas), puede resultar interesante explorar en las posibilidades de elaborar este tipo de escritos en una página. Tal opción, además de permitir la evaluación detallada y personalizada de la escritura, es un excelente recurso didáctico para aprender las particularidades de un texto argumentativo.

En esta perspectiva, he invitado a mis estudiantes de primer semestre de la Maestría en Docencia de la Universidad de La Salle a escribir un ensayo de cuatro párrafos. El tema, en esta ocasión, debe estar relacionado con algún aspecto del proyecto de investigación en curso. El contenido de cada uno de los párrafos es el siguiente:

En el primero se expone de manera sucinta y directa la tesis. Es decir, la postura personal del ensayista frente al tema en cuestión. La tesis, hay que recordarlo, es una proposición o afirmación en la que, de manera novedosa, se toma una posición, un punto de vista o una crítica a determinada temática. Desde luego, para lograr una tesis de calidad es necesario reflexionar y meditar el motivo de nuestro interés. En determinadas ocasiones es útil documentarse, leer fuentes especializadas o someter el tema a un profundo análisis. Dos o tres líneas pueden ser suficientes para lograr este objetivo.

El segundo párrafo da inicio a la argumentación del ensayo. Ahora toca buscar razones que avalen, soporten o refuercen nuestra tesis. Y dentro de las variadas formas de persuadir, una de las más socorridas es la de utilizar los argumentos de autoridad. Se trata de buscar fuentes o autores de alto reconocimiento (validados en un campo del saber) que puedan respaldar nuestra tesis. Así que no son referencias indiscriminadas; más bien es la pesquisa minuciosa de una frase, una cita, un fragmento de un libro o una investigación que esté en sintonía con nuestro planteamiento. Dicho aval se entrecomillará y será referenciado según el sistema de citación elegido (para el caso nuestro, seguiremos las orientaciones de la APA). Pero no basta con transcribir la cita en nuestro segundo párrafo. Es importante engarzarla o glosarla para que se articule con la tesis enunciada. Aquí vale la pena decir que los argumentos de autoridad hay que irlos tejiendo con la tesis; apropiarlos, darles el tono adecuado con el fin de que armonicen con nuestro planteamiento.

Para el siguiente párrafo podemos echar mano de varias alternativas: usar argumentos basados en ejemplos, deducciones, inducciones o analogías. En esta oportunidad, recurriremos a la última estrategia mencionada. Es sabido que la analogía es una forma de razonamiento en la que, valiéndonos de comparar realidades diferentes, notamos semejanzas entre ellas, útiles para nuestro propósito argumentativo. Desde luego, no basta con enunciar una comparación; cuando se utiliza la analogía debe desarrollarse, mostrando de qué manera cada rasgo o aspecto de la relación establecida contribuye a fortalecer la propuesta vertebral de nuestro ensayo. Las analogías no son símiles gratuitos sino comparaciones enfocadas a un fin determinado.

Finalmente nos queda el último párrafo. Un apartado para cerrar nuestro escrito. No es cuestión de hacer una conclusión, sino de rubricar o fortalecer la tesis que traíamos entre manos. Aquí es el momento para ofrecerle al lector otras razones inobjetables o señalar otras posibles vías argumentativas. Y una característica adicional: el último párrafo debe tener la misma contundencia del primero.

Esa es la estructura básica de un mini-ensayo. Esos cuatro párrafos –si se elaboran con cuidado– pueden dar cuenta de las particularidades de un texto argumentativo. No sobra recordar que son igualmente importantes las conexiones lógicas empleadas, para darle cohesión y coherencia al escrito. Los conectores son como los hilos que van zurciendo las ideas; las bisagras que articulan interna y estructuralmente los cuatro párrafos antes mencionados. También será importante prestarle atención al título del ensayo. Hay que buscar un título sugestivo y relacionado con la tesis. El título debe orientar al lector; servirle de provocación o incitación a la lectura.

Sirvan las anteriores ideas de referencia y estímulo para los aprendices de escritura argumentativa en esta modalidad reducida. La apuesta, en consecuencia, no aboga por la cantidad de páginas sino por la concentración y calidad de las ideas. Si meditamos y tenemos clara una tesis y sabemos articularla con los diversos tipos de argumentos seguramente el resultado será provechoso. El mini-ensayo puede ser una buena estrategia didáctica de escritura para foguear a los estudiantes en los vericuetos de la argumentación antes de lanzarlos a producir un texto de más largo aliento o con una mayor complejidad.

Filigrana con palabras

13 lunes Abr 2015

Posted by fernandovasquezrodriguez in Diálogos

≈ 4 comentarios

Obra del artista japonés Akinobu Izumi.

Obra del artista japonés Akinobu Izumi.

Colega: ¿Y cómo va en ese posgrado?

Maestrante: Leyendo y escribiendo, todos los días.

Colega: Como exigente esa Universidad, ¿no?

Maestrante: Sí. Aunque eso es precisamente lo que me gusta. Hay que trabajar duro pero son muchas las ganancias.

Colega: ¿Y en qué anda esta semana?

Maestrante: Escribiendo tres aforismos.

Colega: ¿Y eso qué es?

Maestrante: Según entendí, el aforismo es un escrito corto sobre un tema, pero meditado y pulido en cada palabra.

Colega: Corto pero sustancioso…

Maestrante: Sí. Pero lo interesante fue lo que nos dijo el maestro sobre esta tarea. Que era para ejercitar el pensar. Que uno no pensaba de manera natural. Por el contrario, había que aprender a hacerlo.

Colega: Pues raro eso, porque yo no he escrito esos aforismos y hasta donde sé no estoy loco.

Maestrante: No. El asunto no es estar cuerdo o loco, sino ejercitar los procesos propios del pensamiento.

Colega: ¿Cuáles?, si se puede saber…

Maestrante: Me acuerdo de tres en los que insistió el profesor: el contraste, la inferencia, la deducción.

Colega: Eso está bien raro… A mí me parece que uno nace con uso de razón.

Maestrante: Más bien, uno poco usa la razón.

Colega: Pero así, y todo, uno ha sobrevivido.

Maestrante: Yo creo que la clave la dio el maestro hacia el final de la clase. Dijo algo sobre producir ideas; que se trataba de crear cosas con nuestro pensamiento.

Colega: No entiendo…

Maestrante: Por ejemplo, qué ideas tenemos nosotros sobre el miedo, por qué sentimos miedo, a qué se debe eso, será que todos sufrimos los mismos temores…  Desde cuándo empieza una persona a tener miedo; uno nace con miedo o eso se aprende…

Colega: Como quien dice se trata de hacer hartas preguntas.

Maestrante: Más bien de dar unas respuestas. Que uno, ejercitando el pensamiento, diga en pocas palabras algo original sobre lo que piensa de ese tema o asunto.

Colega: ¿No se vale, entonces, mirar en internet?

Maestrante: Esa parece no ser la finalidad de la tarea. El maestro fue enfático: lo importante es que cada uno medite y reflexione sobre el tema y, luego, escriba tres aforismos.

Colega: Yo lo veo como difícil. ¿Y ya tiene alguno?

Maestrante: Estoy en eso. El profesor nos mostró un ejemplo hecho por él en el que mediante muchas versiones, logró escribir uno sobre la escritura. Mostró como siete intentos. En una versión le cambiaba una palabra; en otra, reacomodaba el orden de los términos; en uno más, variaba la puntuación.

Colega: ¿Y todo ese trabajo para producir tres liniecitas?

Maestrante: Sí. Pero viera lo bonito que al final quedaron expresadas. Es como si fuera un texto cincelado. Ni sobraba ni faltaba nada. Estaban las palabras necesarias. Además, lo que ahí se decía lo ponía a uno a reflexionar.

Colega: Entonces, eso es como escribir frases célebres…

Maestrante: Más o menos. Hay que organizar bien las ideas y elegir las palabras precisas, para después tejerlas como si fuera una filigrana…

Colega: Ah, al igual que hacen los joyeros con los aretes…

Maestrante: Sí. Con mucho cuidado; tejiendo hilo por hilo hasta lograr una joya.

Colega: O sea que además de magister usted va a volverse joyero…

Maestrante: Póngase serio y ayúdeme a pensar.

Colega: Bueno. ¿Ya tiene alguno en mente?

Maestrante: Vengo pensando en un aforismo sobre el silencio, que fue el tema elegido por el maestro…

Colega: Eso sí me parece interesante… Por fin usted va a aprender a mantener la boca callada.

Maestrante: Deje la tomadera de pelo… A ver, ¿usted qué piensa del silencio?

Colega: Es quedarse callado. No decir nada…

Maestrante: ¿Y cuando uno está solo en la casa, sin música ni televisión?

Colega: Pues es porque la familia se fue de vacaciones…

Maestrante: Yo he pensado que el silencio no es solo no hablar. También hay lugares silenciosos y espíritus silenciosos…

Colega: Como mi tía Purificación, que era una alma de Dios.

Maestrante: Y hablando con un amigo, que es profesor de música, me dijo que el silencio era una de las claves de la composición…

Colega: Y yo leí hace poco en la prensa que a varios testigos de un delito sobre dineros calientes los silenciaron…

Maestrante: O sea que el silencio puede ser una búsqueda o un castigo. Algo querido o algo no deseado.

Colega: Yo he descubierto que, cuando tenemos discusiones con mi mujer, la mejor estrategia es no contestarle nada. La dejo que hable y hable hasta que se canse.

Maestrante: Analice, entonces, que el silencio puede ser un arma de defensa…

Colega: O una técnica para enamorar… A veces uno haciendo silencio busca hacerse interesante o misterioso para otra persona.

Maestrante: Sabe que sí. Y fíjese que hoy en día casi no hay tiempo ni espacios para el silencio. Toda la gente vive en perpetua algarabía. Es como si le tuviéramos miedo a quedarnos en silencio.

Colega: Yo me acuerdo, cuando hice unos retiros espirituales, lo que me costó estar esos tres días en silencio.

Maestrante: Sí. Cuesta en esta época enfrentarse al silencio. Desconectarse, como dicen.

Colega: O de pronto es porque como la gente ya poco cree en Dios pues parece innecesario el silencio.

Maestrante: O porque las personas temen estar solas y no quieren encontrarse consigo mismas…

Colega: Nos estamos volviendo como filósofos, ¿no? ¿De eso se trata el ejercicio de escribir aforismos?

Maestrante: Yo creo que en cierta forma sí. En pensar y meditar sobre un asunto. En dejar de ser obvios o quedarnos con lo que todo el mundo dice o cree. Es buscar, como insistió el maestro, relaciones no evidentes.

Colega: Romperse la cabeza. Mejor dicho, hacer un sudoku con palabras…

Maestrante: Así parece. Yo llevo ya varios días dándole vueltas al tema. Mirándolo de un lado y del otro; analizando los pros y contras. Y escribiendo esas ideas así todavía estén muy en borrador. Porque después viene el trabajo con la elección de los términos.

Colega: No le siento envidia, aunque me parece retadora esa tarea.

Maestrante: Y me he obligado a no mirar nada en internet ni buscar libros al respecto. Cómo no voy a ser capaz de producir algo yo mismo, usando mis propias neuronas.

Colega: Vergüenza le diera. ¿Y cuántos aforismos tiene que hacer?

Maestrante: Tres, ya le había dicho.

Colega: Venga le dicto uno, para que no diga que no le colaboro: “el silencio es bueno para concentrarse”. ¿Qué le parece?

Maestrante: Pues es un enunciado poco novedoso. Es una afirmación a la que le falta sabor y profundidad…

Colega: Era apenas calentando motores. Va esta: “En donde más hay silencio es en las iglesias”. Profundo, ¿no?

Maestrante: Como igual al anterior. Yo lo cambiaría un poco… “En donde hay más silencio es cerca de Dios”.

Colega: O qué tal: “Para estar cerca de Dios se necesita silencio”. Apunte ese para que lo presente como propio. Hoy me cogió inspirado.

Maestrante: Pero sigue faltando algo. Ya tenemos como la primera parte del aforismo. Nos falta la segunda. O este podría ser el final y nos faltaría el inicio…

Colega: Yo, mejor, lo dejo. Tengo que ir a recoger los hijos que salen del colegio. Los dos niños que, usted sabe, no son ángeles sino un par de demonios.

Maestrante: ¡Eso es! Ahí está la clave. Gracias por la ayuda.

Colega: ¿Qué pasó?

Maestrante: No. Es que me parece que por ahí puede ir el aforismo. En contrastar lo de Dios con el demonio… Algo así como: “Para estar cerca del diablo se requieren palabras pero para acercarse a Dios se necesita silencio”.

Colega: ¿Y ya está?

Maestrante: Falta pulirlo y ver si la puntuación es la correcta.

Colega: Bueno. Me debe una. Cuando presente la tarea deme los créditos, ¿no?

Maestrante: Se le tendrá en cuenta para los cumpleaños o para la Navidad…

Colega: Promesas de cumbiambera, hojas que se lleva el viento… Chao, lo dejo….

Maestrante: Saludos a los dos demonios… Y a la diabla mayor.

«Maestro de maestros»

05 domingo Abr 2015

Posted by fernandovasquezrodriguez in Ensayos

≈ 94 comentarios

Estatuilla en reconocimiento a mi labor de "Maestro de maestros"

Estatuilla en reconocimiento a mi labor de «Maestro de maestros».

La escuela de Educación y Pedagogía de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín organiza desde 2005 el reconocimiento Maestro de maestros con el fin de exaltar a los educadores formadores de maestros. La postulación establece dentro de sus condiciones que los candidatos deben: “ser o haber sido maestro de maestros, con una trayectoria igual o superior a 20 años de experiencia; tener una producción investigativa o reflexiva considerable que evidencie el impacto en la comunidad educativa (no inferior a 5 años); ser postulado por una comunidad educativa conformada por estudiantes, docentes y egresados que demuestren el impacto del candidato en la vida de sus estudiantes a través de los años”. De otra parte, se exige que “cada candidatura debe estar apoyada mínimamente por seis personas y no se aceptan candidatos que se postulen a sí mismos”; igualmente se debe “anexar las evidencias de la producción académica bien sea a través del CvLac o en su defecto, publicaciones”. Los que han sido ganadores hasta ahora son: Manuel Ángel Muñoz (2005), Marta Arango Montoya (2006), Juan Manuel Serna Urrea (2008), Eloísa Vasco Montoya (2009) y Jesús Alberto Echeverri Sánchez en el 2011.

Para la sexta versión del 2015 se sumó la Universidad de Granada concediendo al ganador un viaje y estadía por una semana en la ciudad homónima y, además, el privilegio de impartir unas conferencias pagas en dicha institución. 

Gracias a la postulación hecha por la Normal de Guadalupe, Santander, en cabeza de su rectora Gloria Arbeláez y el testimonio de varios de mis discípulos de diversas partes del país, el jurado evaluador consideró que era merecedor de tal reconocimiento. En el acta del jurado evaluador consta que tal merecimiento está soportado en los siguientes argumentos: “por su trayectoria como formador de formadores, con más de 30 años de labores. Por la calidad humana, la vocación, la disciplina, la convicción y la pasión por aprender, construir y reconstruir saberes. Por los aportes didácticos que han contribuido a la formación de formadores y de profesionales. Por su impacto en la vida de los estudiantes en varias regiones de Colombia”.  

Desde luego esta distinción me enorgullece y me alegra. Pero más me anima el saber que dicho reconocimiento contribuye a restaurar la dignidad de ser maestro. Considero oportuno hacer públicas las palabras que dije el 27 de marzo al recibir la estatuilla y el diploma respectivo, entregado por el rector de la Universidad, presbítero Julio Jairo Ceballos.

Repensar la importancia de la profesión docente

Deseo agradecer, en principio, a las autoridades de la Universidad Pontificia Bolivariana y a las propias de la Universidad de Granada, a los miembros del jurado calificador, a las directivas de la Facultad de Educación y Pedagogía de la Universidad Pontificia Bolivariana y, por supuesto, a la Escuela Normal Superior María Auxiliadora de Guadalupe-Santander, especialmente a su rectora Gloria María Arbeláez Hoyos, como a los alumnos y profesores que me postularon. A todos y a cada uno mi sincera gratitud por este reconocimiento que recibo no solo como una distinción personal sino también como un símbolo de dignificación a la profesión docente.

Permítanme, ahora, darle resonancia a este premio reflexionando sobre la importancia de nuestra profesión. Los invito, entonces, a repensar por unos minutos determinados rasgos distintivos del maestro.

Una cosa que somos y de la cual nos sentimos orgullosos es la de ser promotores de la curiosidad. No cabe duda de que buena parte de nuestra labor educativa es ayudarles a los estudiantes a que no pierdan o dejen de interrogarse sobre los seres vivos, la sociedad o el universo. Podemos decir que nos preciamos de cultivar la perspicacia, el seguimiento de indicios, la incertidumbre retadora y la exploración permanente. Los docentes creemos que la curiosidad es la mayor motivación intrínseca para el aprendiz.  De igual modo, los maestros, desde el antiquísimo Sócrates, aguijoneamos con la pregunta oportuna, con el cuestionamiento afilado. Algunos llaman a eso el “espíritu crítico”; otros, el no “tragar entero” o dejar de ser incautos o crédulos sin criterio. Lo cierto es que los maestros buscamos por todos los medios proveer a nuestros estudiantes de otros lentes para mirar la vida y la cultura, de otros miradores para apreciar un evento o una situación. Sin que nos lo hayamos propuesto, los educadores hacemos parte de una escuela de la sospecha. 

Pero, además, los maestros tenemos la misión de ser descubridores de talentos. A pesar de los grupos numerosos, más allá de las dificultades propias de los afanes y las múltiples tareas de la escuela, los maestros somos detectores de particularidades expresivas, de iniciativas novedosas, de talentos incipientes. Nuestra labor consiste precisamente en saber cuándo hay que apoyarlas o prestarles la suficiente atención para que logren echar raíces, o crear condiciones para que sean reconocidas y logren un mayor radio de acción. Sé que esa tarea a veces parece no ser tan importante en los logros académicos pero sigo considerando que mucho de lo que en verdad somos al final de nuestra vida o aquello con lo cual nos sentimos más plenos y realizados, dependió del grado de atención y el tacto que algún maestro nos prestó en cierto momento de nuestra vida escolar. Sin esa mano amiga, sin ese consejo oportuno, sin ese espaldarazo afectivo, muy seguramente hubiéramos desistido de los primeros cuentos, de los proyectos en borrador, de las diversas exploraciones artísticas o las invenciones embrionarias. 

De otra parte, los maestros somos productores de conocimiento. Creo que nuestra función no acaba en la mera transmisión de saberes. Los maestros somos más que replicantes de ideas foráneas. Ya hemos superado la etapa de las dependencias y los colonialismos. Ya tenemos, por decirlo así, una palabra fuerte o por lo menos envalentonada. Escribir, por lo mismo, es un acto de mayoría de edad de nuestro pensamiento, una manera de decirnos, de tomar la palabra para dotarla de nuestros contextos y nuestras preocupaciones. La escritura, lo sabemos, logra disociar nuestro yo para lograr tomar distancia comprensiva de una actividad o un fenómeno. Afirmo que los maestros somos productores de conocimiento porque nos tomamos en serio lo que hacemos, porque investigamos sobre nuestra propia práctica, porque superamos el anecdotismo o el activismo sin norte. Y al producir conocimiento, al ir tejiendo de manera ordenada y sistemática determinadas experiencias, vamos descifrando mejor lo que hacemos, adquirimos la perspectiva suficiente para dotar de sentido esta profesión de enseñar. Al ser productores de conocimiento contribuimos a delinear las coordenadas de una disciplina social.

Considero que los maestros somos o continuamos siendo puntos de referencia moral para las nuevas generaciones. Nuestros comportamientos –por acción u omisión– son un lugar de orientación para nuestros estudiantes. En la forma como evaluamos, como generamos un vínculo formativo, en la manera de relacionarnos con nuestros colegas y discípulos, en la actitud que mostramos frente a la vida, en cada una de esas circunstancias, enseñamos unos valores, mostramos unas virtudes, rubricamos una forma de ser y de actuar. Y en momentos históricos como los actuales, en los que todo está impregnado de corrupción, o cuando poco se promulga la honestidad y las conductas iluminadas por la ética, es cuando los maestros debemos servir de contraste, de testimonio positivo, de alternativa axiológica y ejemplo de entereza, probidad y acato a las normas y las leyes. Digámoslo fuerte: nuestros comportamientos deben ser ejemplo para los más jóvenes de la recta actuación y la libertad responsable.

En este sentido, los maestros de igual modo somos custodios de la convivencia. Hoy más que nunca, aunque siempre ha sido una tarea de nuestro oficio de formadores, es vital ocuparnos del cuidado del otro. A pesar de que se nos trate de “cantaletudos” y parezcamos profetas de épocas extintas, tenemos la obligación de ejercitar el trato cordial, el respeto entre compañeros, el diálogo en búsqueda de acuerdos y consensos, la resolución pacífica de conflictos. Cuánto necesitamos hablar y crear condiciones educativas para que la dignidad no se pisotee o se preserve la vida privada de las personas. Estoy convencido de que esta custodia del convivir necesita del apoyo incondicional de la familia y de otros actores de la sociedad; pero, en nuestra aula podemos volver motivo de enseñanza y deliberación los problemas y las alternativas del ser con otros. La educación ciudadana, la formación política –en el sentido de la antiguos griegos– empieza en la pequeña ágora del salón de clases. Desde luego, custodiar no es solo vigilar; también es proteger y salvaguardar lo esencial de cada ser humano.

Finalmente, los maestros somos animadores de lo imposible. Innovar, abrir campos de posibilidad, volver habitual el apasionarse por utopías, es asunto que a todos los educadores nos compete y nos apasiona. Se es maestro porque de alguna forma se crean escenarios de posibilidad para que otro sea en plenitud. Por supuesto que es importante desarrollar habilidades y saberes necesarios para sobrevivir, ofrecer conocimientos adecuados para el mundo laboral; pero si queremos no seguir educando hacia el pasado debemos ser más arriesgados, más propositivos, más encendidos por la creatividad, para avizorar mundos más inclusivos y participativos, menos atenazados por las desigualdades y la desesperanza. Porque esa es, precisamente, la mayor de las tareas que le ha sido encomendada a los maestros: la de mantener viva la esperanza. No podemos agregarle a las desigualdades económicas una orfandad de futuro. Si los niños o los jóvenes maltratados y escépticos logran salir de nuestras clases con una pequeña luz de posibilidad, mucho habremos hecho por el porvenir. Quizá una escuela de lo imposible tenga como insignia a la esperanza.

Vistas así las cosas, bien sea como promotores de la curiosidad o descubridores de talentos; así nos asumamos como productores de conocimiento, puntos de referencia moral, custodios de la convivencia o animadores de lo imposible, lo cierto es que tenemos una enorme responsabilidad con las nuevas generaciones. No podemos, por lo mismo, ni claudicar ni asumir de cualquier manera nuestra labor docente. Tal vez sea todo lo contrario. Si dignificamos lo que hacemos todos los días, si nos preparamos mejor académicamente, si hay mayor coherencia entre nuestro decir y nuestro actuar, si indagamos con juicio sobre nuestro quehacer, más alto será nuestro prestigio de maestros y más altas también las posibilidades que tendrán los niños y jóvenes de nuestro país.

Entradas recientes

  • Las homófonas y los parónimos en tono narrativo
  • Las guacharacas incendiarias
  • Fábulas para reflexionar
  • Nuevos relatos cortos
  • Relatos cortos

Archivos

  • febrero 2023
  • enero 2023
  • diciembre 2022
  • noviembre 2022
  • octubre 2022
  • septiembre 2022
  • agosto 2022
  • julio 2022
  • junio 2022
  • mayo 2022
  • abril 2022
  • marzo 2022
  • febrero 2022
  • enero 2022
  • diciembre 2021
  • noviembre 2021
  • octubre 2021
  • septiembre 2021
  • agosto 2021
  • julio 2021
  • junio 2021
  • mayo 2021
  • abril 2021
  • marzo 2021
  • febrero 2021
  • enero 2021
  • diciembre 2020
  • noviembre 2020
  • octubre 2020
  • septiembre 2020
  • agosto 2020
  • julio 2020
  • junio 2020
  • mayo 2020
  • abril 2020
  • marzo 2020
  • febrero 2020
  • enero 2020
  • diciembre 2019
  • noviembre 2019
  • octubre 2019
  • septiembre 2019
  • agosto 2019
  • julio 2019
  • junio 2019
  • mayo 2019
  • abril 2019
  • marzo 2019
  • febrero 2019
  • enero 2019
  • diciembre 2018
  • noviembre 2018
  • octubre 2018
  • septiembre 2018
  • agosto 2018
  • julio 2018
  • junio 2018
  • mayo 2018
  • abril 2018
  • marzo 2018
  • febrero 2018
  • enero 2018
  • diciembre 2017
  • noviembre 2017
  • octubre 2017
  • septiembre 2017
  • agosto 2017
  • julio 2017
  • junio 2017
  • mayo 2017
  • abril 2017
  • marzo 2017
  • febrero 2017
  • enero 2017
  • diciembre 2016
  • noviembre 2016
  • octubre 2016
  • septiembre 2016
  • agosto 2016
  • julio 2016
  • junio 2016
  • mayo 2016
  • abril 2016
  • marzo 2016
  • febrero 2016
  • enero 2016
  • diciembre 2015
  • noviembre 2015
  • octubre 2015
  • septiembre 2015
  • agosto 2015
  • julio 2015
  • junio 2015
  • mayo 2015
  • abril 2015
  • marzo 2015
  • febrero 2015
  • enero 2015
  • diciembre 2014
  • noviembre 2014
  • octubre 2014
  • septiembre 2014
  • agosto 2014
  • julio 2014
  • junio 2014
  • mayo 2014
  • abril 2014
  • marzo 2014
  • febrero 2014
  • enero 2014
  • diciembre 2013
  • noviembre 2013
  • octubre 2013
  • septiembre 2013
  • agosto 2013
  • julio 2013
  • junio 2013
  • mayo 2013
  • abril 2013
  • marzo 2013
  • febrero 2013
  • enero 2013
  • diciembre 2012
  • noviembre 2012
  • octubre 2012
  • septiembre 2012

Categorías

  • Aforismos
  • Alegorías
  • Apólogos
  • Cartas
  • Comentarios
  • Conferencias
  • Crónicas
  • Cuentos
  • Del diario
  • Del Nivelatorio
  • Diálogos
  • Ensayos
  • Entrevistas
  • Fábulas
  • Homenajes
  • Investigaciones
  • Libretos
  • Libros
  • Novelas
  • Pasatiempos
  • Poemas
  • Reseñas
  • Semiótica
  • Soliloquios

Enlaces

  • "Citizen semiotic: aproximaciones a una poética del espacio"
  • "Navegar en el río con saber de marinero"
  • "El significado preciso"
  • "Didáctica del ensayo"
  • "Modos de leer literatura: el cuento".
  • "Tensiones en el cuidado de la palabra"
  • "La escritura y su utilidad en la docencia"
  • "Avatares. Analogías en búsqueda de la comprensión del ser maestro"
  • ADQUIRIR MIS LIBROS
  • "!El lobo!, !viene el lobo!: alcances de la narrativa en la educación"
  • "Elementos para una lectura del libro álbum"
  • "La didáctica de la oralidad"
  • "El oficio de escribir visto desde adentro"

Suscríbete al blog por correo electrónico

Introduce tu correo electrónico para suscribirte a este blog y recibir avisos de nuevas entradas.

Únete a otros 951 suscriptores

Tema: Chateau por Ignacio Ricci.

Ir a la versión móvil
 

Cargando comentarios...