El hábito es una especie de segunda naturaleza.
Cicerón
Mucho de lo que somos es producto de nuestros hábitos. Para bien o para mal, somos el resultado de los hábitos que marcaron nuestra crianza y nuestra educación. Pero, a la par, también somos responsables de los hábitos perjudiciales que tenemos que desarraigar de nuestra personalidad y de esos otros que necesitamos incluir en nuestra vida cotidiana para alcanzar las metas que más anhelamos.
Al ser una especie de otra piel, los hábitos tienen una fuerza descomunal en nuestro temperamento o en nuestra forma de actuar o de pensar. Los hábitos trabajan a la manera de otra estructura ósea o cierta mecánica muscular. Ellos nos soportan, nos dan piso, nos mantienen en una determinada posición. Por los hábitos respondemos de una especial manera a ciertos estímulos; por los hábitos –llámense de alimentación, de aseo, de economía o de estudio– hacemos o dejamos de hacer ciertas cosas. Es la fuerza de los hábitos la que nos impulsa a tener, por ejemplo, un cuidado diario en el aseo de nuestro cuerpo o tener la precaución de lavarnos las manos antes de comer, o dedicar unos minutos a la lectura, o sacar una parte de nuestros ingresos para un ahorro, o disponer nuestra voluntad y nuestra mente al aprendizaje cotidiano y así poder alimentar nuestro espíritu cada día. Son los hábitos, esos patrones o modelos de comportamiento y de pensamiento, los que en verdad gobiernan o capitanean buena parte de nuestro vivir cotidiano.
Es importante por lo mismo, aprender a desaprender viejos hábitos y, especialmente, conquistar otros nuevos. Dada la fuerza que los hábitos poseen –mucho más fuerte cuando asumen el rostro de la costumbre o la rutina– debemos estar vigilantes a sus alcances y sus limitaciones. Para nadie es un secreto que buena parte de la crianza consiste en aprender determinados hábitos: la higiene, la buena educación, el alimentarse, el vestirse, el interactuar con otros. Cada uno de estos comportamientos o de estas maneras de interrelacionarnos forma parte de las “lecciones” cotidianas que los padres o los maestros van troquelando en los niños hasta convertirlas en parte de su carne. Y más tarde, es la misma sociedad la que va modelando otros hábitos capaces de regular la convivencia, el tránsito, el comercio, la comunicación. El conjunto de esos hábitos, de alguna manera, definen y especifican a pueblo o a una particular cultura. Precisamente por ser el fruto de un largo proceso de socialización o de enculturación es que los hábitos son tan difíciles de cambiar o de modificar. Por eso, aunque intelectualmente sabemos lo perjudicial de alguno de ellos, no lo desalojamos de manera inmediata de nuestra persona. Digamos que los hábitos ya están “arraigados” en nosotros; tienen adherencias y ramificaciones. Entonces, cuando uno decide en verdad eliminar algún hábito que lo está perjudicando, hay un momento “doloroso” que, casi siempre, imposibilita dar el salto o asumir plenamente la nueva condición. Por eso reincidimos o caemos en la situación anterior, por eso volvemos a lo mismo: porque los vetustos hábitos irradian un campo de fuerzas tranquilizador, mientras los nuevos provocan el sufrimiento o cierta desazón en nuestro espíritu.
Es acá en donde es necesario echar mano de los brazos vigorosos de nuestra voluntad. Sacar a relucir la casta de nuestro carácter. No hay otra manera. No hay secretos ni fórmulas que mágicamente nos lleven a asumir nuevos hábitos o a extirpar añejas prácticas. Sólo con la tenacidad y la persistencia de nuestra voluntad podemos, poco a poco, conquistar esos nuevos comportamientos. Cabe decir ahora que esa puede ser una buena estrategia o un buen consejo: a los hábitos se los cambia paulatinamente, haciendo ligeras variaciones a una vieja actitud, provocando pequeñas modificaciones en una rutina, dejando que entren leves alteraciones en una costumbre. Lo peor es querer cambiar los hábitos de manera tajante o abrupta. Hay que aplicar el mismo principio de su origen: paso a paso, voz a voz, día a día. Primero, convenciendo a nuestra cabeza, para luego ir persuadiendo, sosegadamente, a nuestro cuerpo.
Los hábitos, en la medida en que ya son aptitudes o formas de ser interiorizadas, operan como reguladores poderosos de nuestra existencia. Tal es su importancia. Los mismos hábitos hacen ley en nuestra interioridad; crean dinámicas en nuestra conducta que ni siquiera reflexionamos; promueven rutinas que se convierten en patrones de acción. Cuidar estos hábitos, saber cuándo nos están encasillando o cuándo necesitamos incorporar otros diferentes, es una de las tareas a las cuales debemos invertirles reflexión y tiempo. Pensemos, de vez en cuando, qué hábitos nos están imposibilitando progresar en algún aspecto de nuestra vida o cuál otro de ellos está desmoronando nuestra salud. Meditemos sobre qué mal hábito puede ser el causante de nuestra pobreza moral o intelectual, o cuál hábito es el que nos sigue esclavizando hasta el punto de condenarnos a la desesperanza o la sin salida existencial.
(De mi libro Custodiar la vida. Reflexiones sobre el cuidado de la cotidianidad, Kimpres, Bogotá, 2009, pp. 133-136).
LAYDI YAEL SANABRIA BUITRAGO dijo:
Maestro que importante este escrito reflexivo, para este tiempo en el que no nos dedicamos tiempo como seres humanos por el corrre corre que se tiene diariamente, porque se ha vuelto mejor tener cosas materiales que revisarnos como seres humanos y que estamos entregando a la sociedad:
“Somos el resultado de los habitos que marcaron nuestra crianza y nuestra educación”: que buena reflexión a partir de esta cabe resaltar que es a partir de estos mismos que logramos ser mejores seres humanos, que es en realidad cuando hacemos verdaderos actos de conciencia que decidimos cambiar aquello que no nos permite ir en mejora de nuestra calidad de vida, es necesario reconocer que los hábitos son como un conjunto de partes independientes o fragmentadas que están en armonía con el conocimiento, nos proporcionan un enfoque gradual y secuencial para el desarrollo de la efectividad personal e interpersonal, nos mueva de la dependencia a la independencia para finalmente llevarnos a la interdependencia, como los niños que dependemos de los padres o de un adulto para sobrevivir así con el paso del tiempo gradualmente nos convertimos en independientes tanto física, mental, emocional y económicamente hasta ser autosuficientes.
Es necesario entonces reflexionar de manera personal sobre que es aquello en lo que se debe mejorar a nivel personal, intelectual, y en cada una de las dimensiones del ser humano para lograr el tan anhelado exito.
fernandovasquezrodriguez dijo:
Laydi Yael, gracias por tu comentario. Comparto contigo la idea de que “es en realidad cuando hacemos verdaderos actos de conciencia como decidimos cambiar aquello que no nos permite ir en mejora de nuestra calidad de vida”.
Marisol Avellaneda R. dijo:
Respetado Saludo.
Los hábitos dicen lo que somos nos hacen grandes o esclavos de ellos, se convierten en rutina y en parte de nuestra vida diaria, ellos son la cara de la zona de confort.
Cambia el comportamiento y la actitud, es el querer decir no cuando hay algo nuevo, es como si fuéramos zurdos y nos obligaran a trabajar con el lado derecho, es pretender que el cuerpo y la mente sean esquivos a aceptar una nueva programación. El hábito es una costumbre que es trabajada paulatinamente, poco a poco, para no sentirse frustrado e incómodo.
Hay que reflexionar y hacer un alto en el camino, porque cuando un mal hábito nos posee empobrece nuestro ser, nuestra autoestima y lo mejor es sacar de un hábito el mejor provecho de él.
fernandovasquezrodriguez dijo:
Marisol, gracias por tu comentario.
Richar Adrián Rojas Alfonso dijo:
Cuidar nuestros hábitos…es la transformación por asumir lo edificante para nuestra vida, permitiendo adquirir sanas costumbres que nos proyecten a conservar la esencia de la bondad, la generosidad, la amabilidad, construyendo así bases sólidas en un esfuerzo que nos aleje de la indiferencia. Amable saludo.
Gracias.
fernandovasquezrodriguez dijo:
Richar Adrián, gracias por tu comentario.
Alba Ruth Gómez Osses dijo:
Maestro Fernando
Buena noche, primero que todo quiero agradecer por el espacio compartido en dìas pasados en el Colegio La Salle de Bucaramanga, fue un tiempo de mucho aprendizaje y lo felicito.
Y segundo ayer hicimos lectura de este escrito, y es muy interesante lo que se dice.
Muchas gracias,
fernandovasquezrodriguez dijo:
Alba Ruth, gracias por tu comentario.
Aleksei Giraldo Gaviria Tapia dijo:
Doctor Fernando, interesante descripción sobre los hábitos. Definitivamente los buenos hábitos conducen a alcanzar metas muy valiosas en la vida.
fernandovasquezrodriguez dijo:
Aleksei, gracias por tu comentario.
Fabián Pulido dijo:
Cierto es profe, esos malos hábitos tambien se combaten con disciplina y un cara a cara con Dios.
fernandovasquezrodriguez dijo:
Fabián, gracias por tu comentario.
ROBERTO CARLOS BARRAGAN dijo:
Fernando como puedo acceder a tu libro Custodiar la vida, hace rato no te veo por Cali, CUANDO VIENES??
fernandovasquezrodriguez dijo:
Roberto Carlos, gracias por tu comentario. El libro lo puedes conseguir en la librería Panamericana. Si no lo consigues allí puedes intentar con la librería de la U… Si hay alguna conferencia próxima en Cali te lo haré saber.
FANNY MORENO dijo:
Si profe, yo agregaría a su escrito que la voluntad requiere otro ingrediente que se llama decisión, cuando se toma una decisión y le agrega voluntad se logra erradicar un mal habito.
fernandovasquezrodriguez dijo:
Fanny, gracias por tu comentario.
Gestión Educativa dijo:
Maestro Fernando
Buen día, reciba un fraternal saludo. Mañana en el Laboratorio Pedagógico con los maestros Lasallistas de Bucaramanga, compartiré el escrito y lo repensaremos …
Gracias
*Coordinación Académica *[image: Mafalda 03.gif]
*”Jóvenes, juéguense la vida por grandes ideales!.” Papa Francisco*
fernandovasquezrodriguez dijo:
Gestión educativa, gracias por tu comentario. Me alegra la iniciativa. Ojalá los estudiantes hagan sus comentarios en el blog. Un abrazo.