"La creación de Adán" (detalle) de Miguel Ángel.

«La creación de Adán» (detalle) de Miguel Ángel.

Lograr que mi voz dialogue con las voces del pasado: ese es el objetivo principal de los argumentos de autoridad. Hallar esas citas-puente con la tradición, convocarlas para que resuenen en el salón de nuestra apuesta argumentativa es lo fundamental y lo más difícil cuando las traemos a nuestro ensayo.

Suele pasar que esas voces no son fáciles de encontrar. Pueden estar escondidas bien adentro de un libro o dispersas en múltiples fuentes de una biblioteca o una base de datos. A veces, ayuda leer con cuidado las tablas de contenido de las obras, porque en los subtítulos es posible que asome su cabeza un asunto relacionado con nuestra tesis. Así se ahorra tiempo, aunque no siempre el resultado sea exitoso. De igual modo, y esa es una ayuda de los tiempos de internet, si sabemos usar los motores de búsqueda (si al tema de nuestro interés le sumamos la partícula PDF, por ejemplo), es probable que descubramos una cita o una frase que esté en consonancia con nuestro planteamiento. Desde luego, hay que leer muchos de esos artículos, de esas otras referencias para encontrar una “pepita de oro” que cobrará su valía en el ensayo. Y si la búsqueda es fallida, podemos aún capitalizar la bibliografía utilizada por el autor o mencionada en el artículo. La clave, en consecuencia, es no dejarse derrotar o claudicar a la primera pesquisa malograda.

Es claro que ubicar un argumento de autoridad requiere aumentar nuestro capital cultural. Si poco leemos, si no somos inquietos y curiosos, si apenas nos enfocamos en un área del conocimiento, lo más seguro es que andemos a tientas o totalmente apabullados, como si estuviéramos buscando una aguja en un pajar, al decir de los dichos populares. Así que, si el tema objeto de nuestro ensayo es relativamente nuevo para nosotros, mayor deberá ser la persistencia y más amplio el campo de detección de nuestra mirada. Las citas más útiles son visibles únicamente para los que ya han habitado o transitado un tema.

Un problema posterior, cuando ya tenemos en las manos esa voz que nos respalda, es la de saberla ubicar en nuestro ensayo. Ese acople no puede ser atropellado o sin precaución. A la voz que hemos conseguido debemos prepararle un lugar en nuestro espacio discursivo. En algunas ocasiones, un conector es la mejor forma de recibirla o de darle la bienvenida; en otros casos, resulta eficaz redactar un contexto o un encuadre para que la frase seleccionada entre en consonancia con las otras ideas que la preceden. Y siempre será necesario, una vez incluida la cita, apropiarla o retomar lo medular que ella nos aporta para nuestro escrito. En cortas palabras: la cita no puede quedar huérfana o solitaria dentro del párrafo.

Hay que decir acá que dependiendo del escenario de nuestro párrafo, así será la dimensión de la cita de autoridad encontrada. En ciertas ocasiones, ella podrá retomarse tal y como la descubrimos en un texto; en otras, será necesario omitir alguna parte, para que encaje mejor con nuestros planteamientos. Y cuando no sea posible que la cita entre cabalmente en nuestro ensayo, será conveniente parafrasear la idea allí expuesta, dando –por supuesto– crédito al autor. El parafraseo es un recurso extremo cuando la cita de autoridad es muy valiosa para nuestro texto pero la forma como está construida no armoniza con la línea melódica de nuestra escritura.

Resulta oportuno subrayar la utilidad de los conectores lógicos para que las citas no queden desarticuladas o desconectadas dentro de un párrafo. Pero no es un asunto de incluir cualquier marcador textual, no todas las bisagras sirven para cualquier puerta. Hay que mirar bien el lineamiento de nuestra argumentación para saber cuál conector es el más adecuado para la cita seleccionada. Digamos que dependiendo del propósito argumentativo así tendremos que elegir un conector específico. Las conexiones lógicas son el lubricante que permite la articulación entre las ideas de otros y nuestras propias ideas.

Lo dicho hasta aquí pone en evidencia el trabajo artesanal y minucioso al manipular las citas de autoridad y, a la vez, muestra la necesidad de conocer algunas técnicas de empleo para que esas voces traídas a nuestros escritos no queden fracturadas o perdidas, sino que, al combinarse con la propia voz, constituyan una verdadera polifonía argumentativa.