Velero paso a paso

Son muchas las horas y los esfuerzos de los docentes de distintos niveles educativos calificando los ensayos escritos por sus estudiantes. Y es todavía más dispendioso este trabajo si los profesores no tienen una didáctica clara sobre cómo construir este tipo de textos. Es decir, si confían en la suerte de los temas libres y en unas someras recomendaciones dichas de afán, hacia el final de la clase. Precisamente, por ello, es que he venido proponiendo elaborar ensayos en una página, en los que cada uno de los cuatro párrafos tenga un objetivo determinado.

El haber concentrado la extensión del escrito, al menos para empezar a escribir esta tipología textual, comporta dos ventajas: la primera de ellas, es que obliga al educador a enseñar a escribir; no sólo a mandar a hacer las tareas. Cuando el campo de trabajo está circunscrito a una actividad focalizada se hace más visible la enseñanza y, por supuesto, la parcela de aprendizaje. El otro beneficio de proceder así está vinculado con la evaluación de la escritura; si se revisa con cuidado una página, y más concretamente un párrafo, la retroalimentación será más precisa, más llena de sentido y con altas posibilidades de que haya un aprendizaje concreto.

Piénsese no más en la importancia de explicar bien el primer párrafo de un ensayo. Sabemos que en él, por lo general, se presenta la tesis. Esto nos obliga a los maestros a explicar bien en qué consiste la tesis, en ayudarles a los aprendices a que distingan tema de tesis y a que se obliguen a “rumiar” o “meditar” bien el tema antes de lanzarse a redactar. Tan importante es el primer párrafo que, dependiendo de su consideración y factura, así será la suerte positiva o negativa del resto del ensayo. Tal vez por la premura con que se pone la tarea, se dejan de lado estas cosas o se dan por hecho, suponiendo falsamente que eso ya lo conoce el estudiante.

Sucede también que en muchas ocasiones, por no conocer bien de qué se trata una tesis y cómo guarda relación con el resto de los párrafos, el estudiante pone en el primer párrafo cualquier cosa y luego no sabe dónde o cómo argumentarla. Entonces, cuando se redacta la tesis el aprendiz de ensayista debe haber previsto o revisado alguna bibliografía que le pueda servir de ayuda o soporte, vislumbrar algunos ejemplos, establecer algunas relaciones con otras realidades o situaciones y tener bastante “caldeado” el tema en cuestión. Para decirlo de otra manera: a la tesis se va llegando a partir de la manipulación del tema, del trasegar un asunto. Además, hay que estar dispuestos a arriesgar cierta originalidad o, al menos, una novedad en la forma de presentar la tesis.

De otra parte, corregir un ensayo párrafo por párrafo garantiza que el aprendiz vea en detalle lo que revisado de manera general no observa o le parece secundario. La corrección puntual obliga a la enmienda específica. Por lo demás, al proceder así, he ido descubriendo que no se puede aprender todo a la vez; es necesario enseñar discriminando cada logro: empezar con la presentación de la tesis, luego mostrarle al estudiante que hay una falla en determinado signo de puntuación (tampoco se aprenden todos los usos de estos signos a la vez), enseguida centrar el interés en los conectores lógicos. Y las diversas versiones que se hacen, a partir de una corrección, son en verdad el verdadero aprendizaje de escribir. Desde luego, esto demanda un mayor compromiso del docente pero es más efectivo desde el punto de vista del aprendizaje.

He notado, por lo demás, que al ser la escritura una labor artesanal, resulta conveniente ver en un “texto-cultivo pequeño” cómo es que entra a jugar la elección o cambio de la sintaxis, la selección o precisión de un término, la pertinencia de uno u otro conector, la ganancia o pérdida de comprensión al poner en un sitio u otro un signo de puntuación. Al tomar el párrafo como unidad de referencia es más legible un acierto o un flagrante error. En consecuencia, el uso didáctico de esta lupa le da al estudiante un mejor panorama de lo que redacta sin pensar muy bien y de los juegos de lenguaje en que entra cuando utiliza determinado término.

Concluyamos diciendo que escribir un ensayo en cuatro párrafos parece, a simple vista, una tarea sencilla. Pero si se hace de manera intencionada, explicando qué y cómo se confecciona un párrafo, si se comprende bien el uso particular de argumentos específicos o se presta todo el valor a la cohesión y la coherencia entre las ideas, pues resultará un ejercicio de gran complejidad. Si así se trabaja la redacción de ensayos, el aprendizaje para los estudiantes tendrá raíces profundas y la labor correctiva de los maestros recuperará su sentido formativo.