“Eros y Psique” de Antonio Canova.
Psique: ¿Y por qué no puedo ver tu rostro?, ¿por qué debo aceptar solo palparte en la oscuridad?
Eros: ¿Y por qué es tan importante verme a la luz del sol? ¿Te haría más feliz de lo que eres?
Psique: Creo que sí. Me gustaría no solo adivinarte sino reconocerte en verdad. ¿Eres un hombre, un dios, una bestia?
Eros: ¿No te ha dicho tu corazón lo que soy?, ¿y tus manos y tus labios no han entrevisto mis facciones? Yo aún sin verte conozco el brillo de tu mirada y la grandiosidad de tu sonrisa.
Psique: Sí, yo también te percibo. Pero no sé por qué no puedo estar contigo todo el tiempo; ¿por qué debo conformarme con estos encuentros nocturnos? Odio el amanecer que te aleja de mis brazos.
Eros: Yo siento, en cambio, que sigues en mí, que el día es una eterna noche. No dejo de adorarte, así no te tenga cerca o no pueda oler tu piel.
Psique: A mí, por el contrario, me gustaría compartir esta felicidad con todo el mundo, que estos peñascos, que el viento mismo, los pájaros y los bosques supieran la alegría que me producen tus palabras, tus besos, tu ternura, tus manos cariñosas.
Eros: ¿Para qué?, ¿qué ganarías con ello? ¿Aumentaría lo que sientes?, ¿cambiaría la intensidad de tus sentimientos?
Psique: No sé. Además, ¿por qué mis hermanas no pueden conocerte? Qué bueno sería que mis padres y toda mi familia supieran de ti. Me encantaría decirles a todos que soy infinitamente feliz…
Eros: ¿Lo necesitas en verdad? ¿Tan importante son los demás para rubricar lo que tu cuerpo sabe?
Psique: Es un dilema: cuando llegas, cuando me abrazas, cuando me confundo con tu ser nada importa. Eso parece suficiente. Me colmas, me llenas. Soy como una diosa del Olimpo. Pero apenas te vas, apenas presiento tu partida, todo ese espacio que llenabas se convierte en un hueco, en un vacío que me entristece. Entonces, lo que era plenitud ya no es más que ansiedad, lo que me colmaba se transforma en carencia dolorosa. Ese es mi drama, la tragedia que desde la cuna me anunciaron los dioses. ¿Puedes ayudarme?
Eros: No tengo sino la certeza de lo que siento por ti. Bendigo el día en que con mis propias flechas herí mis manos. Yo que era tu victimario me convertí en tu cuidador.
Psique: A veces creo que lo que me duele son tus constantes ausencias. ¿No puedes quedarte todo el tiempo conmigo, ¿por qué ese afán de huir de mí cuando viene la aurora?
Eros: ¿Y si no te gustara mi rostro a plena luz, ¿si la claridad develara mi monstruosidad? En muchas ocasiones el exceso de resplandor nos enceguece. Mi forma genuina es ésta: aparecer y desaparecer, al menos para tus ojos exteriores, porque si has escuchado mis palabras, siempre estaré ahí, en tu mente, en tus recuerdos, en tu memoria.
Psique: Recordarte es hermoso pero por momentos no es suficiente. Yo creo que mi condición me lleva a tener la certeza total de lo que eres. Me urge que la penumbra se complete con la claridad.
Eros: ¿Te gusta la rotundidad, los absolutos, la perfección?
Psique: Sí.
Eros: Yo, a diferencia de ti, convierto cada instante en toda la eternidad. Y tus recuerdos, en lugar de dolerme, acrecientan mi amor y mi deseo por volver a verte. Entre más me alejo más te añoro, entre más me distancio de tu lado más presente estás en mis pensamientos.
Psique: Quizá eso sea así porque eres un ser alado. He palpado con mis manos la suavidad de tus alas. Al inicio no supe bien qué eran, pero comprendí que son tu protección. Tal vez por eso no necesitas como yo la permanente presencia. Yo soy alguien condenada al temor de la soledad. Tu ausencia es una cárcel así esté en este hermoso palacio.
Eros: Puedes tener razón. Aunque yo pienso que tú, aun teniéndolo todo, siempre encontrarás algo que te falte.
Psique: ¿Eso es un reproche?
Eros: No. Señalo que tus pensamientos son más ambiciosos que tu propia piel.
Psique: Soy mujer…
Eros: ¿Un hijo colmaría ese vacío infinito?
Psique: Es probable.
Eros: Pues has de saber que dentro de ti ya hay una semilla bienhechora.
Psique: Lo sabes, antes que yo, ¡imposible! Pero, si eso es cierto, con mayor razón deberían conocerlo mis hermanas. ¿Cómo privar a los demás de esta futura felicidad?
Eros: Ahora soy yo quien no te entiende. ¿Para qué ese afán de que los otros confirmen tu dicha?
Psique: ¿Pero a ti no te parece necesario compartir toda esta alegría?
Eros: No. Eso es invocar la envidia de los hombres. Cuando los demás perciben un exceso de felicidad en alguien, inmediatamente traman ardides para traerle la tristeza.
Psique: ¿Debo, entonces, conformarme con una felicidad de manera secreta?
Eros: Íntima.
Psique: Pero al actuar así, bien pareciera que estoy haciendo algo prohibido. Es como si me sintiera culpable de mi propia felicidad.
Eros: Piensas de esa manera porque tienes la eternidad como meta. Yo, a diferencia de ti, hago eternas las horas que paso contigo.
Psique: Ahora que lo dices, creo que es verdad. A mí si me importa mucho saber o tener la claridad de los finales.
Eros: Ese es un misterio que ni mi padre puede saberlo. Fíjate en tus hermanas, aunque ya están casadas y gozan de una presunta felicidad, lo cierto es que añoran lo que tú tienes. Por eso no debes escucharlas, ¿para qué dejar indefenso tu corazón a las consejas y los pareceres ajenos?
Psique: ¿A ti no te importa el punto de llegada?
Eros: Quizá lo importante es el mapa… Eso es lo que garantiza el viaje, la aventura…
Psique: Pero el mapa es importante si uno quiere ir a un lugar específico…
Eros: El mapa orienta, pero nunca sabremos bien lo que acaecerá en la travesía.
Psique: No sé…, tal vez yo vivo de imposibles.
Eros: O te privas de lo posible por añorar esos imposibles.
Psique: Así soy, ¿será que esa es mi tragedia?
Eros: Solo los que no se conforman con las imperfecciones que la vida les regala andan en la permanente búsqueda de lo perfecto.
Psique: Según eso, ¿debo conformarme con las pocas horas que nos quedan antes de que el sol te ahuyente de mi lado?
Eros: Conformarse parece poca cosa, si no entendemos la gratuidad de lo que la vida nos ofrece. La diosa fortuna dispensa favores que algunos leen como sus desgracias. Pienso ahora en la suerte que tuve al ser elegido por mi madre para provocarte un castigo. Fíjate, yo que debía ser tu verdugo ahora soy tu cautivo. Entonces, conformarme contigo es saborear la dicha de ese azar bienaventurado. Nunca quise tenerte, pero al recibir ese regalo lo tomo como si fuera otra ambrosía celestial.
Psique: Tus palabras me confunden. Sí, soy feliz, no puedo negarlo, pero el solo pensar en que el alba me quitará tu voz, me llena de infinita tristeza.
Eros: Quieres la claridad y la temes a la vez, ¿te has dado cuenta?
Psique: Tal vez yo sea una contradicción. Pero, ¿aun así te gusto?
Eros: Íntegra, toda. La belleza que veo en ti no necesita claridades; mis sentidos te pintan mejor que mi inteligencia. Aun en esta penumbra, al tocarte, mis manos crean un espejo y puedo contemplarte. ¡Eres hermosa!
Psique: Calla. Cúbreme con tus alas y procura que todas mis dudas caigan en un profundo sueño. Al menos por hoy, has que los minutos que nos restan sean una eterna noche.
Eros: Así sea, mi mariposa. Deja que la ensoñación te permita gozar del milagro de este amor.
Psique: ¡No te vayas!
Eros: Todavía sigo aquí…