
Ilustración de Alessandra Olanow.
Joaquín: ¿Y ese milagro de ver a su reverencia?
Óscar: Para que vea, yo soy la prueba de que los milagros existen.
Joaquín: No, en serio, casi no podemos sacar el tiempo para tomarnos un cafecito…
Óscar: En algo ayudó el bajón de la pandemia, y que ya acabé de dictar un Seminario con monjitas, en Fusagasugá.
Joaquín: Tú siempre andando entre sacerdotes y monjas… ya casi eres un cura.
Óscar: Ofertas me hicieron, pero yo no sirvo para estar encerrado en un convento.
Joaquín: Además, con ese espíritu tuyo tan poco obediente…
Óscar: Joaquito, digamos más bien, con un espíritu libre como el viento…
Joaquín: ¿Y sobre qué era el Seminario? Si se puede saber…
Óscar: Sobre las bondades del diálogo…
Joaquín: ¿Y por qué no invitó? Me hubiera apuntado; y de paso me hubiera echado una calentadita.
Óscar: Era un evento cerrado. No para pecadores como tú…
Joaquín: Pues cuando soy débil, entonces es cuando soy fuerte…
Óscar: ¿Y dónde estás aprendiendo ahora esas citas bíblicas?
Joaquín: No sólo los que hablan con monjas son los que echan mano de San Pablo…
Óscar: Sorpresas nos dejó esta pandemia… Mi querido Joaco ahora leyendo la Biblia…
Joaquín: Sólo me gloriaré de mis flaquezas… Bueno, pero no me envolates lo que te pregunté: ¿sobre qué trataba el Seminario?
Óscar: Pues del significado que tiene el diálogo y su importancia para todos aquellos que se sienten llamados a servir o aconsejar a otros.
Joaquín: ¿Y eso fue por qué?, ¿cuál era el motivo de ese encuentro?
Óscar: Hacía parte de una lectura atenta de la encíclica del Papa Francisco Fratelli tutti…
Joaquín: ¿Es decir?
Óscar: “Hermanos todos”.
Joaquín: Interesante. ¿Y tú eras el único invitado?
Óscar: Había otros conferencistas, varios sacerdotes jesuitas. Yo era el único laico…
Joaquín: ¿Comprometido?
Óscar: Sí, señor, con Marilyn, la que tú conoces…
Joaquín: Pero dejando la broma a un lado, yo sí creo que lo del diálogo es un asunto de gran importancia para los seres humanos. Fíjate, todos estos meses, casi años, encerrados, sin la posibilidad de reencontrarnos, de darnos un abrazo, de sentir a nuestros amigos o seres más queridos al lado, no fue una cosa de menor importancia. No creo que las pantallas o las breves reuniones por un monitor suplan el calor y la emoción de estar frente a frente con quienes más queremos o más necesitamos.
Óscar: De acuerdo. Parte de los cuadros depresivos de muchos conocidos tiene que ver con eso, precisamente. La falta de contacto entre los seres humanos fue como un retroceso en nuestro avance de socialización.
Joaquín: Y no sé si te has percatado de lo que ha venido después: una especie de reacción agresiva ante cualquier contacto, un desfogue en la violencia, una furia interior difícil de explicar.
Óscar: Sí, puede ser una consecuencia de haber estado enclaustrados a la fuerza. Como las calderas, pero sin ese desfogue por donde sale el vapor que evita la explosión.
Joaquín: Basta analizar el caso nuestro. Aunque contábamos con celular, WhatsApp y zoom, y nos hablábamos con frecuencia, pues añorábamos estar compartiendo este café, aquí juntos, uno al lado del otro. No sé a ti, pero dialogar contigo es una manera de reiterar el afecto, la amistad de tantos años, la certeza de la fraternidad.
Óscar: Igual pienso. El diálogo es el modo como se gesta y se reafirma la cultura del encuentro, que entre otras cosas es una idea del Papa Francisco en su encíclica.
Joaquín: El encuentro, sí señor. Pero mucho más fuerte es en el reencuentro; reencontrarse es una especie de alegría, como cuando uno se topa de pronto con algún dinero que dejó olvidado en un pantalón… Es una manera de ratificar cosas, de subrayar los vínculos o de actualizar el pasado para darle sentido al presente.
Óscar: Insisto en que la pandemia te dejó secuelas teológicas y filosóficas.
Joaquín: Aunque se burle, y usted sabe que me gusta la filosofía, lo cierto es que el aislamiento va minando el espíritu, lo va opacando o quitándole la luz que proviene de un otro que está fuera de ti.
Óscar: El Papa habla de encuentros reales, de que dialogar es “darle tiempo” a otro; de tomarnos en serio a los demás…
Joaquín: ¿Lo del prójimo?
Óscar: Lo del próximo, como le gusta decir a él. Dialogar es romper lejanías de toda índole, es abrir el corazón o, para recordar algo de lo que dije en el Seminario, es una capacidad para “trascenderse en una apertura a los otros”.
Joaquín: Me gusta esa idea de la trascendencia vertida hacia lo humano.
Óscar: Es que, para dialogar, hay que salir de uno mismo, en el sentido de dejar en remojo las propias creencias, las propias ideas, para que sea posible escuchar lo que otra persona trata de decirnos. Porque a veces no dialogamos, sino que monologamos o queremos imponer a los demás lo que pensamos. Trascenderse es romper el cascarón del propio mundo para dejar abierta la posibilidad de lo inédito o lo inesperado…
Joaquín: Además, al otro ser humano debo considerarlo valioso; considerarlo importante, digno, para sentarme a dialogar con él.
Óscar: Así es… y por eso el Papa habla de hospitalidad, de ese don para encontrarse con la humanidad de otro o de otros…
Joaquín: Me gusta esa idea, así no haya leído la encíclica, eso de que dialogar es como ser capaz de hospedar la palabra del otro.
Óscar: Tú, siempre sacando provecho de tus buenas lecturas de poesía…
Joaquín: Para algo deben servir los años que he releído a Pedro Salinas, el gran conocedor de las minucias del tú y el yo…
Óscar: Ilumíname, querido amigo, con algunos de esos versos que cargas en tu mente como si fueran un equipaje lírico.
Joaquín: “Ven a mi desde ti, no desde tu cansancio de ti…” “Que hay otro ser por el que miro el mundo porque me está queriendo con sus ojos…” “Mundo, verdad de dos, fruto de dos…”
Óscar: “La vida es el arte del encuentro, aunque haya tanto desencuentro por la vida”.
Joaquín: Pues parece que el religioso también tuvo su conversión por la poesía…
Óscar: No, Joaquito, es un verso de Vinicius de Moraes que trae a colación el Papa cuando habla de la nueva cultura del poliedro…
Joaquín: Ahora sí tienes que explicarme eso con plastilina, y despacito.
Óscar: Lo que sucede es que el Papa echa mano de esta figura para hablar del modo como debemos hoy entendernos, sin en verdad nos interesa la convivencia pacífica. Se trata de comprender que el mundo o la sociedad actual tiene multitud de caras, puntos de vista diferentes y que, si lo miramos bien, se iluminan recíprocamente. No es que haya unos lados más importantes que otros. Él lo expresa, si mal no recuerdo, así: “nadie es inservible, nadie es prescindible”. Entonces, dialogar es ser capaces de reconocer esas diferentes caras del poliedro, reconocer al distinto, permitirse cambiar de perspectiva.
Joaquín: Y la luz de una cara puede iluminar la sombra de otro rostro.
Óscar: Sí, ese es como el sentido. La riqueza está ahí: hay que permitirle a nuestro oído que resuenen distintas voces… Detrás del poliedro está una crítica a los fundamentalismos excluyentes y los fanatismos de todo tipo.
Joaquín: Pero para eso se requiere ser flexible, ¿no crees?
Óscar: Sí, y de eso también habla el Papa en su encíclica… Es difícil dialogar con alguien que tiene duro el espíritu, calcificado el pensamiento de solo mirar por una cara del poliedro… ¿Y sabes de qué otra condición para dialogar habla Francisco?
Joaquín: ¿De cuál?
Óscar: De la amabilidad. “La amabilidad como liberación de la crueldad…” La amabilidad que no solo permite, sino que estimula el afecto entre las personas, el nacimiento de los vínculos.
Joaquín: Yo creo que esa amabilidad de igual modo crea las condiciones para que se cree la confianza. Sin confianza es casi imposible que un diálogo sea genuino o que alcance la hondura de lo humano.
Óscar: De acuerdo. Cada vez me convenzo más de una cosa: para alcanzar el umbral de la confianza se requiere tiempo compartido con la otra persona, es vital acceder a los itinerarios de su historia y eso demanda sentarse tranquilamente a conversar, dejando que fluyan las palabras, pero también dándole espacio a los silencios…
Joaquín: Y ni qué decir de la discreción, que es como el ángel guardián de las confesiones y los secretos compartidos. Hay muchos diálogos fracturados precisamente por eso, porque la confianza fue desmoronada por la imprudencia, por no frenar la lengua o por la falta de cuidado de ese otro ser.
Óscar: La confianza es una manera de entregarle a otro nuestra fragilidad, y crece en la medida en que salvaguardamos sus secretos, su vida privada.
Joaquín: Asunto que en nuestra época parece en contravía de lo ventilado a diario como trofeo por los medios masivos de información y lo que, con saña y venganza, se divulga en las redes sociales.
Óscar: Hemos ido dejando que lo privado sea secuestrado por el afán de notoriedad.
Joaquín: Asocio lo que dices con otro ambiente propicio para el diálogo, me refiero al respeto. Un valor que cada día nos está resultando difícil de practicar o testimoniar.
Óscar: Pienso que somos irrespetuosos porque, muy en el fondo, el otro no nos importa, porque es alguien que no merece nuestra consideración. Se ha ido perdiendo esa dimensión sagrada de lo que es una persona. No nos importa ni su edad, ni su experiencia, ni sus sueños, ni sus problemas.
Joaquín: Para respetar a otro se requiere sentirnos corresponsables de su existencia, de su historia. Y al no respetarlo, rompemos su autoestima y, con ello, generamos el resentimiento, el odio.
Óscar: De pronto esta época de la prisa y del consumo masivo en que vivimos nos ha vuelto sordos para escuchar la singularidad de las personas…
Joaquín: Sabes que sí, ya nadie quiere ni tiene el tiempo para escuchar a otro, llámese colega, familiar o vecino.
Óscar: El Papa advierte que, por esa falta de escucha, es que hemos ido perdiendo la sabiduría. Tengo acá en mi agenda de notas del celular, una de las frases que usé durante la presentación. ¿Te interesa escucharla?
Joaquín: Sólo oídos…
Óscar: “La sabiduría no se fabrica con búsquedas ansiosas por internet, ni es una sumatoria de información cuya veracidad no está asegurada. De ese modo no se madura en el encuentro con la verdad”. Y el Papa afirma que esa verdad brota, precisamente, del diálogo, “entre espíritus libres y dispuestos al encuentro”.
Joaquín: No sé dónde leí, pero me acuerdo de un filósofo que dijo que “se aspira a la sabiduría frotando y limando el cerebro propio con el de otro”.
Óscar: Sí, esa fue también la apuesta del viejo Sócrates, ¿no?
Joaquín: Y fue mediante diálogos como Platón nos enseñó a buscar la sabiduría.
Óscar: ¿Sabes otra idea que trabajé con las monjitas? La del diálogo como síntesis superadora…
Joaquín: De nuevo la plastilina, por favor…
Óscar: Que dialogar no es sumar diversas opiniones, sino llegar a un punto en que las diferencias se enriquecen iluminándose recíprocamente, en que la complementación es superior a mis ideas o las tuyas. “El todo es más que la mera suma de las partes”. La síntesis superadora es el nosotros.
Joaquín: ¿Y cómo respondieron las monjitas a tus reflexiones?
Óscar: Receptivas, propositivas, con excelente escucha…
Joaquín: Mi tía Purificación, que fue educada por monjas, decía que las monjitas eran las que le ponían la carne al espíritu del evangelio.
Óscar: Yo he comprobado en ellas su vocación de servicio, su dedicación a curar las heridas de su prójimo… Y ahora que lo recuerdo, el Papa Francisco dice eso en la encíclica, “el servicio es, en gran parte, cuidar la fragilidad”.
Joaquín: Bueno, como sé que tienes otros compromisos, y ya hemos repetido la dosis de café, qué tal si me compartes algunas de esas otras frases que sirvieron de motivo inspirador para tu Seminario.
Óscar: Mi estimado Joaco, se nota que me conoces bien… Te las voy a leer para que las rumies mientras vuelves a tu apartamento o para que sirvan de aperitivo a nuestro próximo “reencuentro…”
Joaquín: Aceptada de una vez la invitación.
Óscar: Va la primera: “El diálogo persistente y corajudo no es noticia como los desencuentros y los conflictos, pero ayuda discretamente al mundo a vivir mejor, mucho más de lo que podamos darnos cuenta”.
Joaquín: Qué cierto. El diálogo no es noticia; sube más la audiencia cuando se habla del conflicto y de la polarización.
Óscar: Sigo, con mis frases destacadas…
Joaquín: Ay, sí, qué pena, vuestra reverencia.
Óscar: “Nos hemos empachado de conexiones y hemos perdido el sabor de la fraternidad”.
Joaquín: Como quien dice, mucha información, pero poca comunicación.
Óscar: Y la última, que bien parece un homenaje a nuestro diálogo de esta tarde: “La vida no es tiempo que pasa, sino tiempo de encuentros”.