Josef Thorak: “Leda y el cisne”.
I
Que se alargue tu cuello
que cubras mi desnudez con tus alas enormes
que tu calor me queme
que te pegues a mí
como si fueras una sábana leve y blanca
que aletees clamando entre mis piernas
que no dejes de susurrarme tu feroz salvajismo.
Que levantes tu vuelo en mi vientre dormido
para cantar en el aire tu libertad soñada.
II
Sube despacio,
haz de tu largo cuello una serpiente
y en detenidos meandros
ve nombrando mi piel entre tus alas.
No te levantes,
calienta con tu levedad mi ardor de agua
déjame sentir tu corazón
con mi palpitar de oscuras ansias.
Acomódate entre mis muslos
convierte mi noche en tu nido esperado,
juntemos la fragancia de las plumas.
Pero no descanses,
quiero sentir tu vuelo desde adentro
como si el aire que tienes en tu ser
entrara a mi corazón con tus graznidos.
Levanta el vuelo con este cuerpo abandonado
llévame al cielo en tu fugaz ascenso.
III
¿Te gusta así?
¿Disfrutas el saberte aprisionado?
¿Amas esta cárcel de piel que has elegido?
¿Soy el nido ideal para el cansancio de tus alas?
No dices nada.
Solo sé que has bajado de los cielos
a reposar tu lucha contra el viento enemigo.
Aquí tengo el agua que calma tus ardores,
aquí los peces que desde el aire viste,
aquí el calor para alejar el hielo de las nubes.
¿Me estoy quieta o te arrullo?
¿En verdad descansas?
Porque tu cuello, inquieto y victorioso,
sigue alerta en mi noche con su incansable movimiento.
IV
Nadie como yo para entender tu voz
tus sonidos guturales y antiquísimos,
nadie como yo para escuchar tus lamentos nocturnos
y tus parloteos de ansias primitivas.
Voy a cerrar mis ojos para no distraerme.
Háblame como si fuera otro animal…
Hazme tu hermana de brincos y estertores.
Chilla tan fuerte como tu sangre te lo pida
desbócate en sonidos, reclama tus urgencias,
aquí estoy complacida con tu historia de bestia.
O susurra como si fueras una borrasca contenida,
el murmullo ancestral de las tormentas…
sé oír el silencio de las melodías misteriosas,
esas que solo se oyen cuando estamos desnudos.
Ahora lo sé, mi cuerpo lo adivina:
te vistes de plumas para ocultar tus manos
y tus gritos salvajes son seductores sortilegios.
Eres la encarnación de mis aladas fantasías.
V
Cuánto gozo al saber que me buscas incesante
con tu cuello,
cómo enardeces mi vientre, mi senos y mis manos.
Pasas con tu roce de plumas
y toda mi piel queda herida de tu suavidad,
de tu tersura en rítmico bamboleo,
de tu serpenteante descubrirme por pedazos.
Tus alas me provocan un temblor infinito,
tu calor exacerba el fuego que me nutre,
tus patas cubren mis frutas más guardadas…
Con mis piernas abiertas disfruto tu vuelo detenido
mientras espero ansiosa tu irte hacia las nubes.
VI
Enrédate en mis senos
palpa mi desnudez por todas partes,
cúbreme con tus alas victoriosas.
No dejes nada de mí sin tu mirada inquieta,
llena mis cavidades con tu aletear caliente,
pon un poco de sol en mis muslos tan fríos.
Deslízate en mis brazos,
vuela sobre el extenso paisaje de mi espalda,
anida en el abismo blando de mis amplias caderas,
sumérgete, bien hondo, en este lago que te acoge.
Soy sólo agua para tu nadar incesante de ave migratoria.