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Fernando Vásquez Rodríguez

~ Escribir y pensar

Fernando Vásquez Rodríguez

Archivos mensuales: junio 2023

Una “entrevista-mosaico” con el Papa Francisco sobre comunicación, medios y redes sociales

26 lunes Jun 2023

Posted by Fernando Vásquez in Entrevistas

≈ 2 comentarios

Ilustración del peruano Pancho Cajas.

Mosaico: “trabajo artístico hecho acoplando trozos de piedra, vidrio, cerámica, de distintos colores, de modo que formen una figura”.

Es indudable que muchos de los mensajes del Papa Francisco tienen una riqueza de pensamiento o son reflexiones útiles para todo tipo de personas, y no únicamente para religiosos o con algún vínculo eclesial. Este magisterio intelectual y pastoral del Papa se puede apreciar muy bien en sus encíclicas y en los mensajes que regularmente escribe para diferentes públicos: los enfermos, los emigrantes, los jóvenes, los misioneros, los pobres, los abuelos y los mayores. En esta perspectiva, me ha parecido conveniente “adaptar” o “convertir” un conjunto de textos expositivos (aquellos preparados para las Jornadas mundiales de las comunicaciones sociales) en un formato de entrevista. Todas las respuestas de la siguiente “entrevista-mosaico”, por lo mismo, son citas textuales tomadas de los mensajes 48 a 54, aunque no necesariamente en ese orden. Mi objetivo, por lo mismo, además de entresacar o poner en limpio algunos puntos vertebrales sobre la comunicación, los medios y las redes sociales, es invitar a los lectores de este blog a conocer y profundizar en las consideraciones y propuestas del Papa Francisco contenidas en tales documentos.

Usted ha hablado en varias ocasiones de la proximidad, ¿cómo se manifiesta en el uso de los medios de comunicación y en los nuevos ambientes digitales?

Descubro una respuesta en la parábola del buen samaritano, que es también una parábola del comunicador.

¿Podría ampliarnos el sentido de esa parábola?

En efecto, quien comunica se hace prójimo, cercano. El buen samaritano no sólo se acerca, sino que se hace cargo del hombre medio muerto que encuentra al borde del camino. Jesús invierte la perspectiva: no se trata de reconocer al otro como mi semejante, sino de ser capaz de hacerme semejante al otro. Comunicar significa, por tanto, tomar conciencia de que somos humanos, hijos de Dios. Me gusta definir este poder de la comunicación como «proximidad».

¿La comunicación como una forma de solidaridad?

Sí. Hoy corremos el riesgo de que algunos medios nos condicionen hasta el punto de hacernos ignorar a nuestro prójimo real. El mundo de los medios de comunicación no puede ser ajeno de la preocupación por la humanidad, sino que está llamado a expresar también ternura. La red digital puede ser un lugar rico en humanidad: no una red de cables, sino de personas humanas.

¿Y esas afirmaciones de que los medios son neutrales?

La neutralidad de los medios de comunicación es aparente: sólo quien comunica poniéndose en juego a sí mismo puede representar un punto de referencia. El compromiso personal es la raíz misma de la fiabilidad de un comunicador. Precisamente por eso el testimonio cristiano, gracias a la red, puede alcanzar las periferias existenciales.

Una comunicación real, de doble vía…

Recuerdo que el papa Benedicto XVI, en uno de sus mensajes para la Jornada Mundial de las Comunicaciones decía, precisamente, que no se ofrece un testimonio cristiano bombardeando mensajes religiosos, sino con la voluntad de donarse a los demás.

Quizá la verdadera comunicación consista en crear las condiciones para escuchar al otro, a los otros…

Es necesario saber entrar en diálogo con los hombres y las mujeres de hoy para entender sus expectativas, sus dudas, sus esperanzas, y poder ofrecerles el Evangelio, es decir Jesucristo, Dios hecho hombre, muerto y resucitado para liberarnos del pecado y de la muerte. Este desafío requiere profundidad, atención a la vida, sensibilidad espiritual. Dialogar significa estar convencidos de que el otro tiene algo bueno que decir, acoger su punto de vista, sus propuestas. Dialogar no significa renunciar a las propias ideas y tradiciones, sino a la pretensión de que sean únicas y absolutas.

Háblenos un poco más de la escucha.

Comunicar significa compartir, y para compartir se necesita escuchar, acoger. Escuchar es mucho más que oír. Oír hace referencia al ámbito de la información; escuchar, sin embargo, evoca la comunicación, y necesita cercanía. La escucha nos permite asumir la actitud justa, dejando atrás la tranquila condición de espectadores, usuarios, consumidores. Escuchar significa también ser capaces de compartir preguntas y dudas, de recorrer un camino al lado del otro, de liberarse de cualquier presunción de omnipotencia y de poner humildemente las propias capacidades y los propios dones al servicio del bien común.

¿El diálogo como una intencionada manera de establecer un vínculo?

Así es. La comunicación tiene el poder de crear puentes, de favorecer el encuentro y la inclusión, enriqueciendo de este modo la sociedad.

Comunicación en búsqueda de la proximidad…

Lo que es verdaderamente la comunicación como descubrimiento y construcción de proximidad es la capacidad de abrazarse, sostenerse, acompañarse, descifrar las miradas y los silencios, reír y llorar juntos, entre personas que no se han elegido y que, sin embargo, son tan importantes las unas para las otras.

¿Eso supone ir más allá del mero transmitir información?

El desafío que hoy se nos propone es, por tanto, volver a aprender a narrar, no simplemente a producir y consumir información. Esta es la dirección hacia la que nos empujan los potentes y valiosos medios de la comunicación contemporánea. La información es importante pero no basta, porque a menudo simplifica, contrapone las diferencias y las visiones distintas, invitando a ponerse de una u otra parte, en lugar de favorecer una visión de conjunto.

Me parece que sobre las bondades de la narración para la pastoral o la evangelización es algo en lo que ha insistido usted en varios de sus textos y alocuciones.

Y lo hago porque narrar significa comprender que nuestras vidas están entrelazadas en una trama unitaria, que las voces son múltiples y que cada una es insustituible.

Usted ha dicho que la narración es el modo como la vida se hace historia, ¿verdad?

El hombre es un ser narrador porque es un ser en realización, que se descubre y se enriquece en las tramas de sus días.

Casi que estamos necesitados de buenos relatos, para enfrentar esta ola actual de pesimismos y desesperanza.

Creo que para no perdernos necesitamos respirar la verdad de las buenas historias: historias que construyan, no que destruyan; historias que ayuden a reencontrar las raíces y la fuerza para avanzar juntos. En medio de la confusión de las voces y de los mensajes que nos rodean, necesitamos una narración humana, que nos hable de nosotros y de la belleza que poseemos. Una narración que sepa mirar al mundo y a los acontecimientos con ternura; que cuente que somos parte de un tejido vivo; que revele el entretejido de los hilos con los que estamos unidos unos con otros.

¿Todas las historias son buenas?

No todas. Cuántas historias nos narcotizan, convenciéndonos de que necesitamos continuamente tener, poseer, consumir para ser felices. Casi no nos damos cuenta de cómo nos volvemos ávidos de chismes y de habladurías, de cuánta violencia y falsedad consumimos. A menudo, en los telares de la comunicación, en lugar de relatos constructivos, que son un aglutinante de los lazos sociales y del tejido cultural, se fabrican historias destructivas y provocadoras, que desgastan y rompen los hilos frágiles de la convivencia. Recopilando información no contrastada, repitiendo discursos triviales y falsamente persuasivos, hostigando con proclamas de odio, no se teje la historia humana, sino que se despoja al hombre de la dignidad.

Como quien dice, pasar de lo instrumental a lo trascendente….

Mientras que las historias sean utilizadas con fines instrumentales y de poder tienen una vida breve, una buena historia es capaz de trascender los límites del espacio y del tiempo.

Recuerdo ahora mis lecciones de historia sagrada, aquellos relatos, esas parábolas.

Es cierto. El mismo Jesús hablaba de Dios no con discursos abstractos, sino con parábolas, narraciones breves, tomadas de la vida cotidiana. Aquí la vida se hace historia y luego, para el que la escucha, la historia se hace vida: esa narración entra en la vida de quien la escucha y la transforma. No es casualidad que también los Evangelios sean relatos.

Esos relatos tienen el poder de encarnarse en nuestro corazón y nuestra memoria.

Sí, porque en todo gran relato entra en juego el nuestro. Mientras leemos la Escritura, las historias de los santos, y también esos textos que han sabido leer el alma del hombre y sacar a la luz su belleza, el Espíritu Santo es libre de escribir en nuestro corazón, renovando en nosotros la memoria de lo que somos a los ojos de Dios. Cuando rememoramos el amor que nos creó y nos salvó, cuando ponemos amor en nuestras historias diarias, cuando tejemos de misericordia las tramas de nuestros días, entonces pasamos página. Ya no estamos anudados a los recuerdos y a las tristezas, enlazados a una memoria enferma que nos aprisiona el corazón, sino que abriéndonos a los demás, nos abrimos a la visión misma del Narrador. Contarle a Dios nuestra historia nunca es inútil; aunque la crónica de los acontecimientos permanezca inalterada, cambian el sentido y la perspectiva. Contarle al Señor es entrar en su mirada de amor compasivo hacia nosotros y hacia los demás. A Él podemos narrarle las historias que vivimos, llevarle a las personas, confiarle las situaciones. Con Él podemos anudar el tejido de la vida, remendando los rotos y los jirones.

Cambiando de tema, ¿cómo ve usted lo de las redes sociales?

Hay que reconocer que, por un lado, las redes sociales sirven para que estemos más en contacto, nos encontremos y ayudemos los unos a los otros; pero por otro, se prestan también a un uso manipulador de los datos personales con la finalidad de obtener ventajas políticas y económicas, sin el respeto debido a la persona y a sus derechos.

Pienso que esas redes sociales se comportan más como guetos excluyentes que como verdaderos espacios integradores.

Es evidente que, en el escenario actual, la social network community no es automáticamente sinónimo de comunidad. En el mejor de los casos, las comunidades de las redes sociales consiguen dar prueba de cohesión y solidaridad; pero a menudo se quedan solamente en agregaciones de individuos que se agrupan en torno a intereses o temas caracterizados por vínculos débiles. Además, la identidad en las redes sociales se basa demasiadas veces en la contraposición frente al otro, frente al que no pertenece al grupo: este se define a partir de lo que divide en lugar de lo que une, dejando espacio a la sospecha y a la explosión de todo tipo de prejuicios (étnicos, sexuales, religiosos y otros). Esta tendencia alimenta grupos que excluyen la heterogeneidad, que favorecen, también en el ambiente digital, un individualismo desenfrenado, terminando a veces por fomentar espirales de odio. Lo que debería ser una ventana abierta al mundo se convierte así en un escaparate en el que exhibir el propio narcisismo.

Es como una paradoja: lo que se pensó para unir, ahora se convirtió en un medio para separar a las personas.

De acuerdo. La red constituye una ocasión para favorecer el encuentro con los demás, pero puede también potenciar nuestro autoaislamiento, como una telaraña que atrapa.

Y, entonces, ¿qué debemos hacer los comunicadores?

Está claro que no basta con multiplicar las conexiones para que aumente la comprensión recíproca. Se puede esbozar una posible respuesta a partir de una tercera metáfora, la del cuerpo y los miembros, que san Pablo usa para hablar de la relación de reciprocidad entre las personas, fundada en un organismo que las une. «Por lo tanto, dejaos de mentiras, y hable cada uno con verdad a su prójimo, que somos miembros unos de otros». El ser miembros unos de otros es la motivación profunda con la que el Apóstol exhorta a abandonar la mentira y a decir la verdad: la obligación de custodiar la verdad nace de la exigencia de no desmentir la recíproca relación de comunión. De hecho, la verdad se revela en la comunión. En cambio, la mentira es el rechazo egoísta del reconocimiento de la propia pertenencia al cuerpo; es el no querer donarse a los demás, perdiendo así la única vía para encontrarse a uno mismo.

Me queda resonando eso de que los periodistas deben ser custodios de la verdad, tarea nada fácil en épocas de tanta mentira propagada en las redes sociales.

Esa imagen del cuerpo y de los miembros, de la que hablaba hace unos momentos, nos recuerda que el uso de las redes sociales es complementario al encuentro en carne y hueso, que se da a través del cuerpo, el corazón, los ojos, la mirada, la respiración del otro. Si se usa la red como prolongación o como espera de ese encuentro, entonces no se traiciona a sí misma y sigue siendo un recurso para la comunión. Si una familia usa la red para estar más conectada y luego se encuentra en la mesa y se mira a los ojos, entonces es un recurso. Si una comunidad eclesial coordina sus actividades a través de la red, para luego celebrar la Eucaristía juntos, entonces es un recurso. Si la red me proporciona la ocasión para acercarme a historias y experiencias de belleza o de sufrimiento físicamente lejanas de mí, para rezar juntos y buscar juntos el bien en el redescubrimiento de lo que nos une, entonces es un recurso.

No usar las redes para apartarnos, sino para intentar hermanarnos…

Queremos redes abriendo el camino al diálogo, al encuentro, a la sonrisa, a la caricia… Esta es la red que queremos. Una red hecha no para atrapar, sino para liberar, para custodiar una comunión de personas libres. La Iglesia misma es una red tejida por la comunión eucarística, en la que la unión no se funda sobre los “like” sino sobre la verdad, sobre el “amén” con el que cada uno se adhiere al Cuerpo de Cristo acogiendo a los demás.

¿Y cuáles serían los límites de los comunicadores?

Si somos en verdad comunicadores cristianos, la misericordia puede ayudarnos a nunca expresar el orgullo soberbio del triunfo sobre el enemigo, ni humillar a quienes la mentalidad del mundo considera perdedores y material de desecho. Nuestra primordial tarea es afirmar la verdad con amor, como se afirma en la Carta a los Efesios. Sólo palabras pronunciadas con amor y acompañadas de mansedumbre y misericordia tocan los corazones de quienes somos pecadores. Palabras y gestos duros y moralistas corren el riesgo hundir más a quienes querríamos conducir a la conversión y a la libertad, reforzando su sentido de negación y de defensa.

Un excelente consejo para los comunicadores en estos tiempos de agresiones en los medios, en las redes sociales…

El encuentro entre la comunicación y la misericordia es fecundo en la medida en que genera una proximidad que se hace cargo, consuela, cura, acompaña y celebra. En un mundo dividido, fragmentado, polarizado, comunicar con misericordia significa contribuir a la buena, libre y solidaria cercanía entre los hijos de Dios y los hermanos en humanidad.

¿Se inscribiría en su propuesta de una cultura del encuentro?

Efectivamente. Y aprovecho esta entrevista para exhortar a todos a una comunicación constructiva que, rechazando los prejuicios contra los demás, fomente una cultura del encuentro que ayude a mirar la realidad con auténtica confianza.

Por lo que oigo o veo en la radio, en los noticieros televisivos o en ciertas revistas sensacionalistas, más que buscar una cultura del encuentro lo que hacen es propagar el odio, incendiar los espíritus, regodearse con el miedo de la gente…

Creo que es necesario romper el círculo vicioso de la angustia y frenar la espiral del miedo, fruto de esa costumbre de centrarse en las «malas noticias» (guerras, terrorismo, escándalos y cualquier tipo de frustración en el acontecer humano). Ciertamente, no se trata de favorecer una desinformación en la que se ignore el drama del sufrimiento, ni de caer en un optimismo ingenuo que no se deja afectar por el escándalo del mal. Quisiera, por el contrario, que todos tratemos de superar ese sentimiento de disgusto y de resignación que con frecuencia se apodera de nosotros, arrojándonos en la apatía, generando miedos o dándonos la impresión de que no se puede frenar el mal. Además, en un sistema comunicativo donde reina la lógica según la cual para que una noticia sea buena ha de causar un impacto, y donde fácilmente se hace espectáculo del drama del dolor y del misterio del mal, se puede caer en la tentación de adormecer la propia conciencia o de caer en la desesperación.

¿Y cómo sería ese estilo comunicativo?

Quisiera contribuir a la búsqueda de un estilo comunicativo abierto y creativo, que no dé todo el protagonismo al mal, sino que trate de mostrar las posibles soluciones, favoreciendo una actitud activa y responsable en las personas a las cuales va dirigida la noticia. Invito a todos a ofrecer a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo narraciones marcadas por la lógica de la «buena noticia». No debemos olvidar que en el lugar donde la vida experimenta la amargura del fracaso, nace una esperanza al alcance de todos.

¿Una comunicación que subraye la esperanza?

Se trata de una esperanza que no defrauda ―porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones, como afirma Pablo en la Carta a los Romanos―y que hace que la vida nueva brote como la planta que crece de la semilla enterrada. Bajo esta luz, cada nuevo drama que sucede en la historia del mundo se convierte también en el escenario para una posible buena noticia, desde el momento en que el amor logra encontrar siempre el camino de la proximidad y suscita corazones capaces de conmoverse, rostros capaces de no desmoronarse, manos listas para construir.

Hermosa tarea…

Sin lugar a dudas. La esperanza es la más humilde de las virtudes, porque permanece escondida en los pliegues de la vida, pero es similar a la levadura que hace fermentar toda la masa.

Aunque no es fácil, y más en esta época en que todo parece estar contaminado por las falsas noticias…

La eficacia de las fake news se debe, en primer lugar, a su naturaleza mimética, es decir, a su capacidad de aparecer como plausibles. En segundo lugar, estas noticias, falsas pero verosímiles, son capciosas, en el sentido de que son hábiles para capturar la atención de los destinatarios poniendo el acento en estereotipos y prejuicios extendidos dentro de un tejido social, y se apoyan en emociones fáciles de suscitar, como el ansia, el desprecio, la rabia y la frustración. Su difusión puede contar con el uso manipulador de las redes sociales y de las lógicas que garantizan su funcionamiento. De este modo, los contenidos, a pesar de carecer de fundamento, obtienen una visibilidad tal que incluso los desmentidos oficiales difícilmente consiguen contener los daños que producen.

Cuánto cuesta, por desidia o calentura emocional, distinguir la cizaña del trigo verdadero…

La dificultad para desenmascarar y erradicar las fake news se debe asimismo al hecho de que las personas a menudo interactúan dentro de ambientes digitales homogéneos e impermeables a perspectivas y opiniones divergentes. El resultado de esta lógica de la desinformación es que, en lugar de realizar una sana comparación con otras fuentes de información, lo que podría poner en discusión positivamente los prejuicios y abrir un diálogo constructivo, se corre el riesgo de convertirse en actores involuntarios de la difusión de opiniones sectarias e infundadas. El drama de la desinformación es el desacreditar al otro, el presentarlo como enemigo, hasta llegar a la demonización que favorece los conflictos. Las noticias falsas revelan así la presencia de actitudes intolerantes e hipersensibles al mismo tiempo, con el único resultado de extender el peligro de la arrogancia y el odio. A esto conduce, en último análisis, la falsedad.

Los periodistas se olvidan de su responsabilidad social…

Tienen la tarea, en el frenesí de las noticias y en el torbellino de las primicias, de recordar que en el centro de la noticia no está la velocidad en darla y el impacto sobre las cifras de audiencia, sino las personas. Informar es formar, es involucrarse en la vida de las personas. Por eso la verificación de las fuentes y la custodia de la comunicación son verdaderos y propios procesos de desarrollo del bien que generan confianza y abren caminos de comunión y de paz.

Además de agradecerle por este largo diálogo, quisiera cerrarlo pidiéndole algunos consejos para orientar el trabajo periodístico, ¿le parece?

Más que consejos es un anhelo: deseo dirigir un llamamiento a promover un periodismo de paz, sin entender con esta expresión un periodismo «buenista» que niegue la existencia de problemas graves y asuma tonos empalagosos. Me refiero, por el contrario, a un periodismo sin fingimientos, hostil a las falsedades, a eslóganes efectistas y a declaraciones altisonantes; un periodismo hecho por personas para personas, y que se comprende como servicio a todos, especialmente a aquellos –y son la mayoría en el mundo– que no tienen voz; un periodismo que no queme las noticias, sino que se esfuerce en buscar las causas reales de los conflictos, para favorecer la comprensión de sus raíces y su superación a través de la puesta en marcha de procesos virtuosos; un periodismo empeñado en indicar soluciones alternativas a la escalada del clamor y de la violencia verbal.

TEXTOS DE REFERENCIA

https://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/communications/documents/papa-francesco_20140124_messaggio-comunicazioni-sociali.html

https://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/communications/documents/papa-francesco_20150123_messaggio-comunicazioni-sociali.html

https://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/communications/documents/papa-francesco_20160124_messaggio-comunicazioni-sociali.html

https://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/communications/documents/papa-francesco_20170124_messaggio-comunicazioni-sociali.html

https://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/communications/documents/papa-francesco_20180124_messaggio-comunicazioni-sociali.html

https://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/communications/documents/papa-francesco_20190124_messaggio-comunicazioni-sociali.html

https://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/communications/documents/papa-francesco_20200124_messaggio-comunicazioni-sociali.html

Feria del libro y libros álbum

18 domingo Jun 2023

Posted by Fernando Vásquez in Comentarios

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En la pasada Feria del libro de Bogotá (35 años), que tuvo a México como país invitado de honor, busqué y encontré varios libros álbum que no sólo me cautivaron por su propuesta gráfica, sino por la manera de abordar diferentes temáticas. Comparto algunos de ellos por dos motivos: en principio, por un deseo de contagiar a otros lectores de mi experiencia estética al disfrutar de estas obras en las que se conjugan magistralmente la imagen y el texto y, en segunda medida, porque el uso recurrente de libros álbum debería ser una de las consignas de animación a la lectura de todas las instituciones educativas, en general, y muy especialmente por parte de los docentes de todas las disciplinas.

LA VOZ CIEGA

He elegido La voz ciega de la ilustradora mexicana Mariana Alcántara (Fondo de Cultura Económica, 2022) como mi primer libro álbum recomendado. Además de la propuesta gráfica en azul, con incorporación de tipografías que sirven de texturas o formas de objetos, es una obra extraordinaria para mostrar el tema de la pérdida de visión. Tanto el texto como la imagen van dando cuenta de la progresiva ilegibilidad del mundo de ese” hombre de letras” llamado Emilio. El personaje que jugaba y coleccionaba palabras, que consideraba su diccionario como “la única cosa para llevar a una isla desierta”, poco a poco va dándose cuenta de que sus amadas palabras empiezan a “esconderse y desaparecer”. El hombre de letras ya no puede leer, ya no hay amarillos ni rojos para apreciar por la ventana; la oscuridad lo abruma. No obstante, una noche escuchó “un ligero golpeteo que lo llamaba”. Abrió la puerta de sus oídos y sintió de nuevo el árbol de la ventana que le “susurraba gotas, viento, brisa, hojas”… Ya no era a través de sus ojos como le llegaba el mundo, ahora retornaba a través de sus oídos. El libro álbum se cierra con una afirmación esperanzadora: “y como una tormenta, nacieron nuevas palabras que cubrieron la ciudad”. Las guardas de este libro ofrecen pistas de lectura muy interesantes: al inicio se ven con claridad letras y formas determinadas, al final sombras y manchas en medio de un fondo brumoso. La propuesta gráfica de esta obra permite, además, una lectura en muchos niveles de signos, de su rico simbolismo, de las marcas expresivas de aquellas emociones que nacen cuando alguien siente que se va diluyendo ante sus ojos la luz, las cosas, las personas y, al mismo tiempo, el cambio personal que necesita para aprender a “leerlas” con otro sentido diferente a la vista.

UN VACÍO

El segundo libro álbum que he elegido es Un vacío (lamaleta ediciones, 2022). Los textos son de Azam Mahdavi y las ilustraciones de Maryam Tahmasebi, ambas artistas de origen iraní. Esta obra tiene como motivo la pérdida de un ser querido y el proceso de duelo para sanar el corazón. La propuesta ilustrativa, con planos de picado y una paleta de colores de grises, armoniza bien con la historia de una niña que experimenta la muerte de su madre y quien, durante todo el texto, siente y transforma ese vacío en un enorme globo de compañía. Lo interesante del libro-álbum es que ese vacío, que toma el lugar de la madre, se torna en “su único amigo”, “la acompaña todo el tiempo”, “la lleva a casa desde el cole” y se queda “cerca, muy cerca de ella”. Hacia la mitad de la obra hay un cambio: la maceta que habían plantado la niña y la madre comienza a florecer. Los grises empiezan a mermar y el amarillo y el azul renacen. Los signos de la vida comienzan a cobrar otra vez importancia: un gato, la lectura del padre, el juego, la cena compartida, los espectáculos callejeros. Este magnífico libro álbum representa muy bien el ciclo de la vida: comienza con la última foto de la madre y la niña, con la última flor que sembraron juntas, y termina mostrando en las últimas páginas una nueva foto en la que el padre, la niña, el gato y el vacío están sembrando “una primera flor”.

HAY RECUERDOS QUE LLEGAN VOLANDO

Un tercer libro álbum que me ha parecido de gran calidad es Hay recuerdos que llegan volando (Fondo de Cultura Económica, 2022) del colombiano Julián Ariza. La obra fue ganadora del Premio Distrital del Libro infantil ilustrado 2021, proyecto fomentado por el Instituto Distrital de las Artes – Idartes. El eje de este libro son los recuerdos, su manera de aparecer y desaparecer; de esos recuerdos “tan pequeños que apenas sientes un leve aleteo a tu alrededor”, de su dinámica tan cálida que parece una brisa o de su avasalladora presencia que se asemeja a una “tormenta que todo lo inunda”. Los recuerdos y la manera de impactarnos; los recuerdos que, a pesar de nuestra voluntad por dejarlos atrás, logran alcanzarnos. Sí, hay recuerdos que quisiéramos olvidar. Pero, de igual manera, la obra emplea las últimas páginas en mostrarnos que existen determinados momentos en nuestra vida, ciertas experiencias transformadoras que “nunca se van a olvidar”. Sabemos que es propio de los recuerdos venir y partir cual un ave migratoria; sin embargo, hay unos recuerdos que se asemejan a un cachorro de perro frágil que, al acogerlos y protegerlos cariñosamente en nuestra alma, cambian la forma de nuestro corazón, hacen parte de nosotros. Esos son los recuerdos que deseamos volver inolvidables. A lo largo del libro álbum se emplean diversidad de recursos ilustrativos: la microhistorias dentro de la gran historia, el juego de sombras, las viñetas del cómic, los planos de secuencia de imágenes. Como afirma el autor “no existen fórmulas para el olvido”, pero hay experiencias o personas que calan tan hondo en nuestro pecho que se encarnan para siempre en el ave del recuerdo.

ESPERANDO EL AMANECER

Me centro ahora en Esperando el amanecer (Kalandraka, 2022) , de la peruana Fabiola Anchorena. Se trata de un libro álbum centrado en la amenaza de los incendios forestales, desde la perspectiva emocional de los animales. La obra fue ganadora del XV Premio internacional Compostela para ábumes ilustrados 2022 y, como afirma la autora, “nació del miedo, la incertidumbre y la angustia que sentí en 2019 cuando la Amazonía ardía a causa de los peores incendios de los últimos años”. El detonante de la historia está en que los animales “hace mucho no ven el amanecer” y parece que “el sol se hubiese ido muy lejos”. Todos en el bosque están a la expectativa, todos andan en “búsqueda de la luz de la mañana”. Entonces, aparece una luz demasiado fuerte, con un intenso calor, pero ese “no es el amanecer que estaban esperando”. La luz que llega, quema, produce miedo y genera la huída. Afortunadamente aparece la lluvia trayendo la calma. Ahora sí, aparece de nuevo la ansiada luz que ofrece tranquilidad al hogar: el bosque ha revivido. Lo interesante de la historia es el contrapunteo armonioso que hace la imagen. De los tonos oscuros a la pinceladadas incandescentes y de éstas a los matices verdes y amarillos, pletóricos de abundante colorido. Y si en las primeras guardas está la oscuridad, en las últimas resplandece las gamas del verde esplendoroso. Este es un libro ábum que cumple bien el propósito de la ilustradora de “amar los animales”, de apoyar a las organizaciones que se preocupan por conservar los bosques de la Amazonía, pero es a la vez una excelente manera de advertirnos la responsabilidad que tenemos todos de cuidar estos “pulmones de la tierra”.

Inquietudes sobre cómo escribir ensayos (III)

13 martes Jun 2023

Posted by Fernando Vásquez in Ensayos

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Ilustración de Andrea De Santis.

Esta es la última entrega de respuestas a los interrogantes que me formularon los estudiantes de diferentes carreras de la Pontificia Universidad Bolivariana, sede de Montería, relacionados con la escritura de ensayos. Sirva este espacio para agradecerles su escucha y su nutrida participación.

¿Qué tiempo puede tardar un ensayista a la hora de escribir un ensayo? (José Alejandro Santamaría Escobar – Ingeniería civil).

Los tiempos dependen de la complejidad del tema, de si se ha meditado a fondo un asunto, de la poca o mucha familiaridad con la escritura, del grado de interés con que se enfrente la escritura del ensayo. Lo cierto es que un ensayo de calidad supone contar con unos días para meditar, investigar o descubrir una tesis y otros más para buscar los argumentos de autoridad pertinentes, recopilar los ejemplos e idear los otros tipos de avales o garantías. A eso habría que sumarle las horas de redacción, revisión y elaboración de por lo menos dos borradores. Puede suceder que un escritor experto condense esos tiempos en tres días, mientras que un novato necesite más de una semana para cubrir esas etapas.

¿Sobre qué se debe escribir el ensayo?  (Valeria Páez Espitia – Psicología).

Los temas son infinitos. Sin embargo, hay asuntos más difíciles de tratar o para los cuales se necesita una pesquisa de largo aliento. En algunos casos será mejor escribir sobre temas más cotidianos, pero también es posible que asuntos no tan conocidos reten al ensayista a profundizar en ellos. Ahora, si se desea cumplir la premisa de que en un buen ensayo lo fundamental es presentar una tesis personal, pues lo más aconsejable será que el escritor “medite” lo suficiente sobre aquellas temáticas consideradas cercanas o profundice con ojo crítico en las problemáticas más alejadas. Por ser el ensayo un texto que implica moverse con argumentos y no con opiniones gratuitas, exige que se limiten o determinen, en gran medida, los temas que podrían abordarse.

¿Cómo organizo mis ideas? (Juan Ignacio Acosta David – Comunicación social y periodismo). ¿Cómo organizar mis ideas para empezar? (Sofía Elena Canchila Barrios – Arquitectura).

La organización de las ideas hace parte del primer momento de la escritura de un ensayo. Me refiero a la pre-escritura. Entonces, hay que acudir a recursos como el mapa de ideas, los cuadros sinópticos o esquema de llaves, a una tabla de contenido con ideas principales e ideas secundarias, a los agrupamientos asociativos… Si se quiere profundizar en estos y otros recursos, vale la pena revisar dos libros de María Teresa Serafini, Cómo redactar un tema y Cómo se escribe, publicados por la editorial Paidós. Sea como fuere, la organización de las ideas debe tener como fin la elaboración del esbozo del futuro ensayo.

¿Cómo adquiero una buena redacción? (Juan Diego Vellojin – Derecho). ¿Cómo debe estar bien redactado un ensayo? (Fernando Tirado Suárez- Ingeniería civil). ¿De qué manera se puede mejorar la redacción en los ensayos? (Jesús David Oyola – Ingeniería civil).

La redacción se adquiere escribiendo de manera habitual, leyendo muchísimo, imitando a los grandes ensayistas, cuidando el uso del lenguaje, oyendo cómo armonizan entre sí las palabras. La redacción se mejora produciendo un primer texto y luego volviéndolo a leer con atención para corregirlo, enmendarlo o para eliminar palabras o apartados. La redacción se mejora haciendo varias versiones de un mismo texto; destilando la prosa que primero se nos viene a la cabeza; dejando en remojo o tomando distancia para apreciar repeticiones innecesarias, incoherencias flagrantes, desarticulaciones en el discurso. La redacción se mejora puliendo, afinando el sentido, observando la puntuación y la precisión semántica. Porque la redacción es más una labor de tipo artesanal que una súbita obra de la genialidad o la inspiración.

¿Cómo mantener la continuidad después de un tiempo? (Marco Antonio Bohórquez – Derecho).

Lo vertebral en un ensayo es la tesis. En consecuencia, no hay que perderla de vista a lo largo de los distintos párrafos. Ella es como el eje que articula las diferentes partes, los variados argumentos. La tesis debe retomarse, referenciarse o tenerla presente en la medida en que avanza la argumentación. Lo otro que ayuda mucho para mantener la continuidad de la tesis en el ensayo son los conectores lógicos. Gracias a los marcadores textuales el lector sabe cómo se va desplegando la argumentación, por qué el autor desea insistir en algo, con qué fin emplea determinado argumento, o cuándo un ejemplo o una analogía hacen las veces de ilustraciones o testigos irrebatibles. La continuidad supone una relectura permanente del escritor de lo que vaya produciendo, y con mayor razón si el ensayo tiene más de dos páginas. La continuidad se logra avanzando en el texto para redactar unos párrafos y, al mismo tiempo, volviendo atrás para revisar los ya escritos.

¿Cómo se hace la introducción de la tesis? (Orlando Junior Benítez Arteaga- Administración de empresas). ¿Cómo podemos desarrollar una buena introducción? (Yolaira Arcia Vidal – Ingeniería industrial). ¿Cómo puedo estar segura de que mi introducción está bien redactada? (Valentina Padilla García – Arquitectura).

En sentido estricto, el ensayo empieza con la presentación de la tesis. Esto ayuda a que el lector sepa, sin rodeos, qué es lo que el ensayista desea plantearle desde el comienzo. A veces por hacer demasiados circunloquios o explicaciones, lo que resulta es la confusión o que no se sepa bien cuál es el foco del autor. No obstante, a veces algunos ensayos requieren un párrafo de encuadre o uno introductorio que permita ubicar o señalar el contexto en el que se va a inscribir el texto. Lo que no debe confundirse es que ese párrafo introductorio sea la tesis del ensayo. Ahora, si es estrictamente necesario hacerlo, la introducción no puede ser extensa, ni convertirse en un adelanto de los argumentos que luego van a desarrollarse, ni ser un listado de preguntas.

¿Qué es lo más importante al seleccionar la población a la que se dirige el ensayo? (Samuel David Fong Ramos – Ingeniería mecánica).

Desde luego, cuando alguien escribe un ensayo debe pensar en el tipo de lector para el cual redacta el texto. Y si bien el ensayo casi siempre tiene un destinatario académico; es decir, se presenta a un docente en particular, lo mejor es pensar en un público más amplio. Eso ayuda a darle un campo de radiación comunicativa que supere los límites del salón de clase. También es factible pensar que el público para el que se escribe el ensayo sean otros compañeros de carrera o colegas de otras profesiones. En todo caso, una vez se ubica quién es el grupo de público, el ensayo tendrá que adaptarse a tal población y, luego, si se piensa mostrar dicho texto a un sector diferente, tendrá que sufrir ciertos ajustes, especialmente en la elección de las palabras, en las exigencias formales y en el uso o no de subtítulos. No sobra advertir aquí un punto que demanda un esfuerzo adicional a muchos ensayistas: me refiero al tipo de artículos fijados por una publicación periódica y al cumplimiento de unas normas de presentación exigidas por revistas indexadas que, de alguna manera, prefiguran la comunidad para la cual se está escribiendo. Tales revistas ya han seleccionado previamente el público y, en esa medida, delimitan también el tipo de ensayo que reciben para ser publicado.

¿Cómo es el lenguaje en un ensayo? (María Valeria González Rivero – Psicología).

El lenguaje utilizado en el ensayo es el propio de los textos argumentativos. Es decir, un lenguaje meditado, lógico, vigilante de su cohesión y su coherencia. Un lenguaje que evita demasiado las digresiones y que debe ser altamente interpelativo para lograr su función persuasiva. En esta perspectiva, no puede ser tan abstruso o rebuscado que termine fracturando la comunicación con el lector, ni tan descuidado o impreciso que debilite la consistencia interna de los argumentos o el rigor en la defensa de una tesis. En más de una ocasión el ensayista tendrá que ser preciso en el uso de determinados términos y ser muy cuidadoso si va emplear expresiones soeces, injuriosas o abiertamente ofensivas. Además de utilizar un lenguaje organizado y de tono conceptual, también podrá echar mano de imágenes, metáforas u otro tipo de lenguaje figurado, siempre y cuando esté en función del propósito argumentativo. Por supuesto, cada ensayista tiene o está en la búsqueda de un “estilo personal”, pero no por ello puede terminar confundiendo el lenguaje de este tipo de texto con aquellos otros usados para hacer un comentario, un relato o una simple anécdota.

¿Cómo convencer a la gente? (Sophie Pretelt Guzmán – Comunicación social y periodismo).

La persuasión depende, en principio, de la calidad de los argumentos escogidos y de la manera como se los desarrolla en el ensayo. En segunda medida, la persuasión se logra siendo coherentes a lo largo del escrito, manteniendo el hilo lógico de la argumentación del primero al último párrafo. Y, por último, la persuasión se conquista sabiendo utilizar los conectores lógicos, usándolos como heraldos o guías de lo que se desea defender en el ensayo. De igual modo, la persuasión supone tener conciencia del contexto en el que se inscribe el escrito y conocer bien el tipo de público al que va dirigido. Recordando a Umberto Eco, una buena parte de la persuasión reside en el “lector modelo” que el autor prefigura mientras elabora su texto.

¿Cuáles son las observaciones que debemos realizar para hacer un ensayo? (Luisa Fernanda Barrios Negrete – Derecho).

Entiendo la pregunta desde el punto de vista de las acciones previas antes de redactar el ensayo. Siendo así, cuando el tema no es tan conocido o reviste gran complejidad, lo primero que habrá que hacer es ponerse a investigar sobre dicho asunto. La indagación documental, el contraste de fuentes, el cotejo de diversas miradas teóricas o experienciales, será fundamental para lograr formular la tesis. En esta misma vía, y ya pensando en los argumentos, será indispensable revisar textos, materiales o documentos que puedan servir de avales para nuestra tarea argumentativa. Una mirada crítica al problema que nos convoca y un buen tiempo para “meditar” en él, resultan fundamentales antes de ponerse a redactar. Siempre es importante recordar que el ensayo nace después de “rumiar” largo rato una temática, de ver sus pros y sus contras, de aquilatar las ideas ajenas en el crisol de nuestra mente.

¿Cómo hago para mejorar la lluvia de ideas durante el proceso de creación del ensayo? (Fredy Estrada Sáenz – Ingeniería mecánica).

Para mejorar la lluvia de ideas hay que soltar la imaginación, evitar ser tan lógicos, lanzarse a dejar libres las conexiones de nuestra cognición. No evaluar, ni ser tan esquemáticos. Cuando se entra en esta etapa de la pre-escritura lo fundamental es favorecer las conexiones, las “intuiciones”, las ideas derivadas que van saliendo en la medida en que no les prohibamos su emerger sinuoso, intermitente o contradictorio. El acopio de pensamientos dispersos, la reunión de elementos heterogéneos o de diversas disciplinas, la tranquilidad para albergar enunciados disparatados o ambiguos, es consustancial a este recurso de la creatividad. Una vez más las propuestas de María Teresa Serafini, en los dos libros arriba mencionados, pueden ofrecer otras luces sobre tal inquietud.

¿Cómo saber en qué momento empezar a redactar los argumentos? (Connie Castillo Zabala – Comunicación social y periodismo).

Si la pregunta se refiere a cuándo empezar a redactar los argumentos en el proceso de escribir un ensayo, la respuesta es hacerlo después de tener definida la tesis; entre otras cosas, porque sin ese norte, no se sabría cómo elegirlos o hacia dónde dirigirlos. Ahora, si la inquietud apunta a cuándo presentar los argumentos en la organización del texto, habría que responder de esta forma: una vez se plantee la tesis en el primer párrafo, de manera inmediata se comienzan a redactar los argumentos. Después, se continuarán presentando uno a uno hasta terminar el ensayo. En todo caso, no es bueno dilatar la exposición de los argumentos, ofreciendo explicaciones o haciendo digresiones justificadoras. Por supuesto, hay que elegir bien cuál argumento se lanza primero y cuál servirá de cierre. Los argumentos deben encadenarse de tal manera que vayan provocando en el lector un convencimiento paulatino, un crescendo hacia la adhesión de nuestra tesis.

¿Cómo darle inicio a un ensayo sobre un libro? (Aleida María Madera Almario – Ingeniería civil).

Lo fundamental es haber leído el libro más de una vez, ojalá subrayándolo y tomando abundantes notas. De igual modo, a la par que se lee la obra es indispensable ir mirando las recurrencias, las ideas fuerza que vertebran el texto, el modo de organizar el discurso. Terminado ese momento, luego de un meditado análisis, la tarea consiste en hallar la tesis desde la cual se desea elaborar el ensayo. No hablo de la tesis del autor (si fuera un libro de ensayos), sino de la tesis que el ensayista quiere plantear a propósito de la lectura de ese libro. Y serán las notas que tomó, las citas que subrayó, las que servirán como argumentos para avalar su lectura.

¿Cuál es la forma correcta de abordar un tema? (Samuel David Otero Arango – Ingeniería civil).

Los temas se empiezan a abordar desde un acto continuo de reflexión. Meditar en el tema es el primer mandato de cualquier ensayista: hacerle preguntas al tema, ver sus fisuras, contrastarlo; ponerlo en la mesa de disección para ver sus partes, sus interrelaciones con otros temas, su densidad epistemológica. Eso es lo esencial. Posterior o a la par de este momento es conveniente leer sobre el tema, documentarse, abrir la mente a diversas aproximaciones sobre el asunto o problema que nos interesa. Hay que “caminar el tema”, hablar de él con los más cercanos, dejarlo habitar en los actos cotidianos. Se pueden ir tomando notas o apuntes de lo que se vaya encontrando, de esas ideas sueltas que van apareciendo o de “ocurrencias” asociadas con el tema que nacen mientras hacemos otras labores. Todo lo anterior sirve para rubricar un consejo a los novatos ensayistas: si no se ha “rumiado” o cavilado de manera suficiente en un tema, será difícil que se les ocurra una tesis y, menos aún, que encuentren buenos argumentos.  

¿Cuáles son los errores más frecuentes al escribir un ensayo? (Arianna Alemán Jaramillo – Comunicación social y periodismo).

Los más frecuentes errores son los siguientes: a) confundir un ensayo con un comentario o confundir un ensayo con el resumen de un tema, b) ponerse a hablar generalidades sobre un tema, pero sin tener una tesis, c) presentar una tesis en el primer párrafo, pero luego abandonarla en los siguientes apartados; o no mantener el hilo de la tesis a lo largo de todo el ensayo, d) acopiar argumentos de autoridad, pero sin vincularlos directamente con la tesis objeto del ensayo, e) redacción fragmentada tanto en la inclusión de las ideas como en la construcción de los párrafos; o uso de un estilo farragoso, acumulativo, en el que predomina el uso reiterativo de comas y la ausencia del punto seguido, f) poco empleo de conectores lógicos que contribuyan a darle cohesión y coherencia a las ideas, g) títulos de los ensayos que no están conectados con la tesis del ensayo, sino con un tema genérico, h) exceso de párrafos demasiado cortos que podrían agruparse en uno solo; o abundancia de párrafos demasiado extensos en los que se incluyen muchos aspectos diferentes de un mismo asunto, i) dificultad para utilizar otro tipo de argumentos, distintos a los de autoridad, j) poco dominio en una forma de citación o de referencia bibliográfica determinada, k) ausencia notoria del uso de notas a pie de página, como estrategia para ampliar o profundizar información, l) debilidad en la macroestructura del texto, entre otras cosas porque no se elabora previamente un esbozo del ensayo, m) gran dificultad en la elaboración de analogías, como medio para argumentar a partir del pensamiento relacional, n) poco hábito en los procesos mentales de la deducción y la inducción; o fallas en el modo de sacar inferencias, ñ) desánimo para elaborar una segunda versión a partir de la correcciones del docente, o) mínima lectura de textos ensayísticos que sirvan de referente para la elaboración de los textos personales, p) creencia en que la escritura es el resultado de un “chispazo de genialidad o de suerte” y no una labor artesanal de pulimento y trabajo continuado.

Alfabetizarnos en semiótica: una cartilla educativa y un escudo personal

05 lunes Jun 2023

Posted by Fernando Vásquez in Ensayos

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Ilustración de Aristides Hernández -ARES.

Considero que la semiótica es antes que nada una manera particular de leer. Una mirada ante el mundo y la vida mediante la cual sospechamos de los mensajes o las actuaciones que saltan rápidamente a nuestros ojos o interpelan nuestros sentidos. Un modo de pensar que sabe que los datos inmediatos nos engañan, que detrás de todo eso que calificamos de “natural” se esconde un fino entramado simbólico, un tejido complejo de significados. Y esto es así, porque estamos inmersos entre signos, porque somos consumidores y productores de mensajes, porque nos socializamos y nos educamos a partir de sistemas de códigos. Es decir, el mundo que habitamos ya es de por sí un mundo signado. Entonces, la semiótica viene siendo como una especie de alfabetismo para poder leer esa maleza sígnica que nos circunda, una habilidad para descifrar ese enorme texto de la cultura. O, para ser más precisos, la semiótica es un abecedario, una cartilla con la cual podemos leer o descifrar gran parte de los mensajes que circulan en la vida cotidiana.

Parte de esa alfabetización supone convertirse en extranjero de la misma parcela de realidad que se busca descifrar. Ser extranjero demanda una capacidad de lectura en donde hay que rebasar los límites de lo obvio, de lo natural, de lo dado por hecho. Leer semióticamente es aprender a sospechar. Y sospechar es tomar distancia de los hechos, los eventos, las informaciones, de los emisores que las enuncian. Esa toma de distancia ayuda a comprender asuntos que, por estar inmersos en ellos, no podemos apreciarlos a cabalidad. Sospechar es poner entre paréntesis lo que escuchamos o nos dicen para no ser incautos o tan crédulos como para aceptar sin cuestionamiento o tamiz las “verdades” que parecen comunicársenos con tono aséptico o desinteresado. La sospecha ha sido, vale reiterarlo, una de las claves de la filosofía y un detonante para la investigación científica. Piénsese no más, en todos los “maestros de la sospecha”: Freud, Nietzsche, Marx, y cómo lograron leer en profundidad los signos de su época, fisurar los sistemas, excavar dentro de las cosmovisiones vigentes de su mundo. El semiotista, por eso mismo, cuestiona, pregunta, entrevé, intuye, conjetura, olfatea su entorno como si fuera un explorador en tierra ajena.

De otro lado, nos alfabetizamos en semiótica exacerbando los sentidos, así como pedía Arthur Rimbaud a los poetas; mirando con cuidado, escuchando con atención, tocando el mundo, oliscando todos esos indicios que desfilan ante nuestras narices, pero que la mayoría de las veces pasan desapercibidos. Lo otro, es estar atentos, alertas a la realidad circundante. Los semiotistas son vigías de los textos y los contextos, de los intertextos y los paratextos. Instalados en la atalaya del entendimiento, los alfabetizados en semiótica perciben relaciones, ven diferencias, aprecian los matices. De igual modo, los semiotistas adquirieren ciertos criterios, unas categorías de juicio, un método de análisis para investigar o dar cuenta de un problema, un asunto noticioso o un acontecimiento social.  Tener un método es contar con una especie de lógica para ordenar la cabeza. Tal esquema de pensamiento no se basa en las opiniones emocionales o en el rumor maledicente, sino en un pausado y plural examen de las cosas que contribuye a tener un mejor diagnóstico de cualquier situación. Digamos que el proceder del semiotista puede sintetizarse en un axioma de hondas raíces artísticas: mirar lo que todos los demás dan por visto.

Precisamente por ello, creo que los maestros y maestras, más allá de impartir conocimientos, tenemos la función de proveerles a los estudiantes unos “miradores” para leer la realidad, unos lentes para hacer legible el mundo que les toca en suerte. Necesitamos alfabetizar a las nuevas generaciones en semiótica. Y especialmente en esta época, cuando hay tal avalancha de información, que no es fácil diferenciar una cosa de otra; una época en donde los mensajes circulan a gran velocidad, pero en la que las personas no tienen el juicio formado para aquilatar lo valioso de la basura insustancial. La lectura semiótica sería una habilidad desarrollada por los educadores de todas las áreas. Esa lectura semiótica ayudaría a que los estudiantes aprendan a poner en relación los detalles en la perspectiva del conjunto, a cotejar cada texto con los contextos en que se producen, a aquilatar diversos puntos de vista antes de emitir un juicio, a entrever las intenciones soterradas de las ideologías ocultas que manejan los emisores. Porque no podemos olvidar que, por ejemplo, los medios masivos de información “fabrican” una idea del mundo y de las personas; editan el entorno para dárnoslo organizado de una particular manera. En consecuencia, los aprendices de semiótica irán aprendiendo poco a poco a “desmontar” la puesta en escena en que se produce la información para descubrir qué se ha omitido, qué se ha sobredimensionado hasta la exageración o cuáles son las intenciones implícitas que se fraguan detrás de cámaras. Como se ve, la semiótica es un buen laboratorio para apreciar cómo se producen, circulan y recepcionan los mensajes.  Ya sea frente a una pantalla, en actitud de escucha o de cara a un “espectáculo informativo” la semiótica descubre las redes y las constelaciones de signos que los grandes medios tejen en su función de crear audiencias, reforzar cosmovisiones hegemónicas, reconducir la opinión pública o elaborar un relato persuasivo de la realidad.

Desde luego, las bondades no solo se circunscriben al sector educativo. Pienso que todo ciudadano debería también alfabetizarse en semiótica por dos razones principales: La primera, porque la semiótica era y sigue siendo una poderosa herramienta conceptual para leer la sociedad que habitamos; una especie de metalenguaje traductor mediante el cual es posible desenredar los sendos hilos con que están tejidas las relaciones humanas, los conflictos de intereses, los juegos de poder. La segunda, porque al ser lectores hábiles de signos nos hacemos más aptos para aceptar la pluralidad de opiniones y la diversidad de otras maneras de entender el mundo y la vida y, lo más importante, se crea un espíritu tolerante para ser menos fanáticos y menos sectarios. Con esos útiles cívicos de la semiótica nos entenderemos mejor con el diferente, sin tener que entrar a violentarlo o destituirlo porque no lo aceptamos o, lo más grave, porque no logramos comprenderlo.

Agregaría, en esta misma perspectiva, que alfabetizarnos en semiótica es un buen recurso de protección ante el odio propagado en las redes sociales y es un buen catalizador para romper la estratagema de las falsas noticias. A lo mejor, si en esta época de mentiras a la mano y de redes engatusadoras nos proveemos de elementos de lectura semiótica, lograremos descifrar el truco del mago o lo que astutamente se esconde detrás de celadas con apariencia de verdad. Con esas herramientas conceptuales de la semiótica aprenderemos a develar lo que está sistemáticamente clausurado o vedado por el poder; adquiriremos un espíritu crítico que nos saque del marasmo de ser sólo consumidores de información; y ampliaremos nuestra comprensión de los credos, las ideologías y las mentalidades con el fin de prevenirnos de fundamentalismos sectarios. En suma, tendremos una “protección cognitiva” para no sucumbir como borregos a las demandas irracionales de la masa, a las manipulaciones de la ladina politiquería que, como se sabe, le interesa sobre todo el beneficio personal más que favorecer a la mayoría. Necesitamos proteger nuestra salud mental para no alimentar esa actitud cotidiana de “todos contra todos”, tan aumentada en nuestros días por los grandes medios masivos de información que se regodean con su contagio estridente de odio, desesperanza y crisis generalizada.  

Concluyo invitando a todos los que tienen una labor formativa, llámense maestros o padres de familia, “influenciadores” o” “líderes de opinión” a acoger algunos de los rasgos de la lectura semiótica que aquí he señalado. O si se prefiere, los convoco a poner en práctica diez principios de actuación comunicativa que, en cierto sentido, son enunciados éticos:  1) Mejor tardarse en comprender que apresurarse apasionadamente a enjuiciar, 2) Ver siempre las ramas en relación con el conjunto del árbol que las sostiene, 3) Tener una mirada plural, antes que un único punto de vista, 4) Anteponer la duda y la pregunta a todo aquello que pida la sumisión sin argumentos, 5) Desconfiar de las verdades a medias, porque en realidad son mentiras disfrazadas de certidumbre, 6) Estar prevenidos con los mensajes que prefieren destacar los adjetivos y los epítetos que los sustantivos y los verbos, 7) Entender que cada persona filtra la información que recibe y, según sus intereses, edita la información que comunica, 8) Comprender que sin un horizonte histórico las opiniones fácilmente se convierten en prejuicios, 9) Descubrir que en la relectura o la revisión está la clave para hacer aflorar el submundo escondido de los mensajes, 10) Reconocer que la ambigüedad de los signos es la que motiva la perspicacia y exige un esfuerzo intelectivo para interpretarlos.

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