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Fernando Vásquez Rodríguez

~ Escribir y pensar

Fernando Vásquez Rodríguez

Publicaciones de la categoría: Diálogos

Hospedar la palabra del otro

02 miércoles Nov 2022

Posted by Fernando Vásquez Rodríguez in Diálogos

≈ 4 comentarios

Ilustración de Alessandra Olanow.

Joaquín: ¿Y ese milagro de ver a su reverencia?

Óscar: Para que vea, yo soy la prueba de que los milagros existen.

Joaquín: No, en serio, casi no podemos sacar el tiempo para tomarnos un cafecito…

Óscar: En algo ayudó el bajón de la pandemia, y que ya acabé de dictar un Seminario con monjitas, en Fusagasugá.

Joaquín: Tú siempre andando entre sacerdotes y monjas… ya casi eres un cura.

Óscar: Ofertas me hicieron, pero yo no sirvo para estar encerrado en un convento.

Joaquín: Además, con ese espíritu tuyo tan poco obediente…

Óscar: Joaquito, digamos más bien, con un espíritu libre como el viento…

Joaquín: ¿Y sobre qué era el Seminario? Si se puede saber…

Óscar: Sobre las bondades del diálogo…

Joaquín: ¿Y por qué no invitó? Me hubiera apuntado; y de paso me hubiera echado una calentadita.

Óscar: Era un evento cerrado. No para pecadores como tú…

Joaquín: Pues cuando soy débil, entonces es cuando soy fuerte…

Óscar: ¿Y dónde estás aprendiendo ahora esas citas bíblicas?

Joaquín: No sólo los que hablan con monjas son los que echan mano de San Pablo…

Óscar: Sorpresas nos dejó esta pandemia… Mi querido Joaco ahora leyendo la Biblia…

Joaquín: Sólo me gloriaré de mis flaquezas… Bueno, pero no me envolates lo que te pregunté: ¿sobre qué trataba el Seminario?

Óscar: Pues del significado que tiene el diálogo y su importancia para todos aquellos que se sienten llamados a servir o aconsejar a otros.

Joaquín: ¿Y eso fue por qué?, ¿cuál era el motivo de ese encuentro?

Óscar: Hacía parte de una lectura atenta de la encíclica del Papa Francisco Fratelli tutti…

Joaquín: ¿Es decir?

Óscar: “Hermanos todos”.

Joaquín: Interesante. ¿Y tú eras el único invitado?

Óscar: Había otros conferencistas, varios sacerdotes jesuitas. Yo era el único laico…

Joaquín: ¿Comprometido?

Óscar: Sí, señor, con Marilyn, la que tú conoces…

Joaquín: Pero dejando la broma a un lado, yo sí creo que lo del diálogo es un asunto de gran importancia para los seres humanos. Fíjate, todos estos meses, casi años, encerrados, sin la posibilidad de reencontrarnos, de darnos un abrazo, de sentir a nuestros amigos o seres más queridos al lado, no fue una cosa de menor importancia. No creo que las pantallas o las breves reuniones por un monitor suplan el calor y la emoción de estar frente a frente con quienes más queremos o más necesitamos.

Óscar: De acuerdo. Parte de los cuadros depresivos de muchos conocidos tiene que ver con eso, precisamente. La falta de contacto entre los seres humanos fue como un retroceso en nuestro avance de socialización.

Joaquín: Y no sé si te has percatado de lo que ha venido después: una especie de reacción agresiva ante cualquier contacto, un desfogue en la violencia, una furia interior difícil de explicar.

Óscar: Sí, puede ser una consecuencia de haber estado enclaustrados a la fuerza. Como las calderas, pero sin ese desfogue por donde sale el vapor que evita la explosión.

Joaquín: Basta analizar el caso nuestro. Aunque contábamos con celular, WhatsApp y zoom, y nos hablábamos con frecuencia, pues añorábamos estar compartiendo este café, aquí juntos, uno al lado del otro. No sé a ti, pero dialogar contigo es una manera de reiterar el afecto, la amistad de tantos años, la certeza de la fraternidad.

Óscar: Igual pienso. El diálogo es el modo como se gesta y se reafirma la cultura del encuentro, que entre otras cosas es una idea del Papa Francisco en su encíclica.

Joaquín: El encuentro, sí señor. Pero mucho más fuerte es en el reencuentro; reencontrarse es una especie de alegría, como cuando uno se topa de pronto con algún dinero que dejó olvidado en un pantalón… Es una manera de ratificar cosas, de subrayar los vínculos o de actualizar el pasado para darle sentido al presente.

Óscar: Insisto en que la pandemia te dejó secuelas teológicas y filosóficas.  

Joaquín: Aunque se burle, y usted sabe que me gusta la filosofía, lo cierto es que el aislamiento va minando el espíritu, lo va opacando o quitándole la luz que proviene de un otro que está fuera de ti.

Óscar: El Papa habla de encuentros reales, de que dialogar es “darle tiempo” a otro; de tomarnos en serio a los demás…

Joaquín: ¿Lo del prójimo?

Óscar: Lo del próximo, como le gusta decir a él. Dialogar es romper lejanías de toda índole, es abrir el corazón o, para recordar algo de lo que dije en el Seminario, es una capacidad para “trascenderse en una apertura a los otros”.

Joaquín: Me gusta esa idea de la trascendencia vertida hacia lo humano.

Óscar: Es que, para dialogar, hay que salir de uno mismo, en el sentido de dejar en remojo las propias creencias, las propias ideas, para que sea posible escuchar lo que otra persona trata de decirnos. Porque a veces no dialogamos, sino que monologamos o queremos imponer a los demás lo que pensamos. Trascenderse es romper el cascarón del propio mundo para dejar abierta la posibilidad de lo inédito o lo inesperado…

Joaquín: Además, al otro ser humano debo considerarlo valioso; considerarlo importante, digno, para sentarme a dialogar con él.

Óscar: Así es… y por eso el Papa habla de hospitalidad, de ese don para encontrarse con la humanidad de otro o de otros…

Joaquín: Me gusta esa idea, así no haya leído la encíclica, eso de que dialogar es como ser capaz de hospedar la palabra del otro.

Óscar: Tú, siempre sacando provecho de tus buenas lecturas de poesía…

Joaquín: Para algo deben servir los años que he releído a Pedro Salinas, el gran conocedor de las minucias del tú y el yo…

Óscar: Ilumíname, querido amigo, con algunos de esos versos que cargas en tu mente como si fueran un equipaje lírico.

Joaquín: “Ven a mi desde ti, no desde tu cansancio de ti…” “Que hay otro ser por el que miro el mundo porque me está queriendo con sus ojos…” “Mundo, verdad de dos, fruto de dos…”

Óscar: “La vida es el arte del encuentro, aunque haya tanto desencuentro por la vida”.

Joaquín: Pues parece que el religioso también tuvo su conversión por la poesía…

Óscar: No, Joaquito, es un verso de Vinicius de Moraes que trae a colación el Papa cuando habla de la nueva cultura del poliedro…

Joaquín: Ahora sí tienes que explicarme eso con plastilina, y despacito.

Óscar: Lo que sucede es que el Papa echa mano de esta figura para hablar del modo como debemos hoy entendernos, sin en verdad nos interesa la convivencia pacífica. Se trata de comprender que el mundo o la sociedad actual tiene multitud de caras, puntos de vista diferentes y que, si lo miramos bien, se iluminan recíprocamente. No es que haya unos lados más importantes que otros. Él lo expresa, si mal no recuerdo, así: “nadie es inservible, nadie es prescindible”. Entonces, dialogar es ser capaces de reconocer esas diferentes caras del poliedro, reconocer al distinto, permitirse cambiar de perspectiva.

Joaquín: Y la luz de una cara puede iluminar la sombra de otro rostro.

Óscar: Sí, ese es como el sentido. La riqueza está ahí: hay que permitirle a nuestro oído que resuenen distintas voces… Detrás del poliedro está una crítica a los fundamentalismos excluyentes y los fanatismos de todo tipo.

Joaquín: Pero para eso se requiere ser flexible, ¿no crees?

Óscar: Sí, y de eso también habla el Papa en su encíclica… Es difícil dialogar con alguien que tiene duro el espíritu, calcificado el pensamiento de solo mirar por una cara del poliedro… ¿Y sabes de qué otra condición para dialogar habla Francisco?

Joaquín: ¿De cuál?

Óscar: De la amabilidad. “La amabilidad como liberación de la crueldad…” La amabilidad que no solo permite, sino que estimula el afecto entre las personas, el nacimiento de los vínculos.

Joaquín: Yo creo que esa amabilidad de igual modo crea las condiciones para que se cree la confianza. Sin confianza es casi imposible que un diálogo sea genuino o que alcance la hondura de lo humano.

Óscar: De acuerdo. Cada vez me convenzo más de una cosa: para alcanzar el umbral de la confianza se requiere tiempo compartido con la otra persona, es vital acceder a los itinerarios de su historia y eso demanda sentarse tranquilamente a conversar, dejando que fluyan las palabras, pero también dándole espacio a los silencios…

Joaquín: Y ni qué decir de la discreción, que es como el ángel guardián de las confesiones y los secretos compartidos. Hay muchos diálogos fracturados precisamente por eso, porque la confianza fue desmoronada por la imprudencia, por no frenar la lengua o por la falta de cuidado de ese otro ser.

Óscar: La confianza es una manera de entregarle a otro nuestra fragilidad, y crece en la medida en que salvaguardamos sus secretos, su vida privada.

Joaquín: Asunto que en nuestra época parece en contravía de lo ventilado a diario como trofeo por los medios masivos de información y lo que, con saña y venganza, se divulga en las redes sociales. 

Óscar: Hemos ido dejando que lo privado sea secuestrado por el afán de notoriedad.

Joaquín: Asocio lo que dices con otro ambiente propicio para el diálogo, me refiero al respeto. Un valor que cada día nos está resultando difícil de practicar o testimoniar.

Óscar: Pienso que somos irrespetuosos porque, muy en el fondo, el otro no nos importa, porque es alguien que no merece nuestra consideración. Se ha ido perdiendo esa dimensión sagrada de lo que es una persona. No nos importa ni su edad, ni su experiencia, ni sus sueños, ni sus problemas. 

Joaquín: Para respetar a otro se requiere sentirnos corresponsables de su existencia, de su historia. Y al no respetarlo, rompemos su autoestima y, con ello, generamos el resentimiento, el odio.

Óscar: De pronto esta época de la prisa y del consumo masivo en que vivimos nos ha vuelto sordos para escuchar la singularidad de las personas…

Joaquín: Sabes que sí, ya nadie quiere ni tiene el tiempo para escuchar a otro, llámese colega, familiar o vecino.

Óscar: El Papa advierte que, por esa falta de escucha, es que hemos ido perdiendo la sabiduría. Tengo acá en mi agenda de notas del celular, una de las frases que usé durante la presentación. ¿Te interesa escucharla?

Joaquín: Sólo oídos…

Óscar: “La sabiduría no se fabrica con búsquedas ansiosas por internet, ni es una sumatoria de información cuya veracidad no está asegurada. De ese modo no se madura en el encuentro con la verdad”. Y el Papa afirma que esa verdad brota, precisamente, del diálogo, “entre espíritus libres y dispuestos al encuentro”.

Joaquín: No sé dónde leí, pero me acuerdo de un filósofo que dijo que “se aspira a la sabiduría frotando y limando el cerebro propio con el de otro”.

Óscar: Sí, esa fue también la apuesta del viejo Sócrates, ¿no?

Joaquín: Y fue mediante diálogos como Platón nos enseñó a buscar la sabiduría.

Óscar: ¿Sabes otra idea que trabajé con las monjitas? La del diálogo como síntesis superadora…

Joaquín: De nuevo la plastilina, por favor…

Óscar: Que dialogar no es sumar diversas opiniones, sino llegar a un punto en que las diferencias se enriquecen iluminándose recíprocamente, en que la complementación es superior a mis ideas o las tuyas. “El todo es más que la mera suma de las partes”. La síntesis superadora es el nosotros.

Joaquín: ¿Y cómo respondieron las monjitas a tus reflexiones?

Óscar: Receptivas, propositivas, con excelente escucha…

Joaquín: Mi tía Purificación, que fue educada por monjas, decía que las monjitas eran las que le ponían la carne al espíritu del evangelio.

Óscar: Yo he comprobado en ellas su vocación de servicio, su dedicación a curar las heridas de su prójimo… Y ahora que lo recuerdo, el Papa Francisco dice eso en la encíclica, “el servicio es, en gran parte, cuidar la fragilidad”.

Joaquín: Bueno, como sé que tienes otros compromisos, y ya hemos repetido la dosis de café, qué tal si me compartes algunas de esas otras frases que sirvieron de motivo inspirador para tu Seminario.  

Óscar: Mi estimado Joaco, se nota que me conoces bien… Te las voy a leer para que las rumies mientras vuelves a tu apartamento o para que sirvan de aperitivo a nuestro próximo “reencuentro…”

Joaquín: Aceptada de una vez la invitación.

Óscar: Va la primera: “El diálogo persistente y corajudo no es noticia como los desencuentros y los conflictos, pero ayuda discretamente al mundo a vivir mejor, mucho más de lo que podamos darnos cuenta”.

Joaquín: Qué cierto. El diálogo no es noticia; sube más la audiencia cuando se habla del conflicto y de la polarización.

Óscar: Sigo, con mis frases destacadas…

Joaquín: Ay, sí, qué pena, vuestra reverencia.

Óscar: “Nos hemos empachado de conexiones y hemos perdido el sabor de la fraternidad”.

Joaquín: Como quien dice, mucha información, pero poca comunicación.

Óscar: Y la última, que bien parece un homenaje a nuestro diálogo de esta tarde: “La vida no es tiempo que pasa, sino tiempo de encuentros”.

Diálogo entre la emoción y la razón

30 lunes May 2022

Posted by Fernando Vásquez Rodríguez in Diálogos

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Ilustración de Jim Tsinganos.

Razón: Debes estar feliz con el resultado de las pasadas elecciones presidenciales, ¿no?

Emoción: Pues, para hablar con sinceridad, te diré que sí. Logré que un buen número de personas expresaran su rabia, su inconformismo, su resentimiento, su odio…

Razón: Eso noté, aún en las declaraciones de algunos candidatos perdedores…

Emoción: Sí, sabes bien que yo convoco a más personas que tú… soy el dinamismo de las masas.

Razón: Eso parece en un primer momento, tú eres la que está más a la mano… yo, en cambio, obligo a detenerse, a sopesar, a no responder al primer impulso, a medir las consecuencias de lo que se dice o de lo que se hace…

Emoción: Hoy en día eso no es tan importante. Lo que la gente quiere, y muy especialmente la juventud, es expresar su inconformismo, sea como sea, empleando cualquier tipo de medios…

Razón: Me preocupa mucho eso de que no importen los medios…

Emoción: A mí no, si se logran los fines; con el tiempo las personas olvidan los medios empleados.

Razón: A mí me parece que no todos los medios tienen el mismo valor o el mismo rasero moral…

Emoción: Ese término es tan relativo hoy… ya no estamos en un mundo de una única moral, con un único credo.

Razón: Pero, precisamente por ello, es necesario respetar algunas normas, unos mínimos, una ética que termine jerarquizando lo que consideramos valioso para una familia, una comunidad, un país… Si realmente nos interesa convivir con otros no podemos predicar aquello de que todo vale lo mismo.

Emoción: Te noto algo vieja para el mundo que vivimos, o quizá muy intelectualizada… como con exceso de lecturas y presa de tus mismos argumentos.

Razón: Tal vez sea eso lo que más te molesta, que, a diferencia de ti, reconozca el legado cultural que nos ha permitido avanzar como especie…

Emoción: Yo me siento más genuina; digo lo que siento, hago lo que quiero, me considero libre…

Razón: Ese es el problema: que detrás de tu presunta libertad se esconde una flagrante irresponsabilidad… lo que cuenta es tu mundo, tu entorno, tus preferencias, tus opiniones… el resto, o no te importa o no haces nada para considerarlo relevante.

Emoción: Bueno, así está el mundo hoy, y hay que estar a la moda, o si no terminamos como tú, desconectada de la gente, de la algarabía de las masas, del disfrute del presente.

Razón: Prefiero no quedarme solo en el inmediatismo del presente, siempre procuro entenderlo en esa tensión entre el pasado y el porvenir…

Emoción: Pero te privas del disfrute… hay que gozarse la vida tal y como venga, sin complicarla demasiado ni pensar tanto en los resultados…

Razón: No digo que no haya que gozar en el hoy… sin embargo, me sé más previsiva que impulsiva, más cuidadosa que derrochadora, más serena que impaciente. Soy como el dios Jano, que tengo una cara mirando hacia el pasado y otra avizorando el porvenir…

Emoción: Yo no soy así, lo que pasó ya pasó y de lo que pueda pasar, como no sabemos nada, lo  mejor es abandonarse al estallido del ahora…

Razón: Tal forma de actuar lleva a demasiados equívocos y en ello puedes arriesgar tu vida y la de muchos otros.

Emoción: Mis errores son sinceros, me salen sin demasiadas arandelas; además, como digo frecuentemente, que cada quien asuma sus riesgos como pueda…

Razón: Hay una sinceridad que se parece mucho al irrespeto, a la intolerancia, a la poca o nula importancia de los demás… Si estuvieras tú sola, no habría problema, pero vives y actúas con otros, construyes sociedad con los demás… y eso te pone en la dinámica de aquilatar tus derechos con tus deberes, tus libertades con tus responsabilidades…

Emoción: Creo que le das muchas vueltas al asunto, lo mío es más directo…

Razón: Porque le doy muchas vueltas a los asuntos es que puedo prever, juzgar, analizar y saber elegir el mejor camino, la mejor opción… Lo que tú ves como un defecto es, en realidad, mi ventaja sobre ti.

Emoción: Ojalá las personas actuaran así, pero en muchos asuntos cotidianos lo que mueve a la gente es el impulso emocional, que le atraiga o no una persona, que esté a gusto o no en determinada situación.

Razón: Y allí precisamente es donde aparece el papel de la crianza, de la educación para romper ese narcisismo de estar sometidos al capricho… Si no fuera por mí llevarías a las personas hacia los precipicios, si no te ofreciera algunas riendas andarías desbocada a todo momento y lanzando coces a diestra y siniestra…

Emoción: Tal vez por eso no me ha gustado ir a la escuela y por eso detesto los protocolos y por eso rompo cualquier tipo de ley…

Razón: Yo, en cambio, procuro por todos los medios recordarte los acuerdos, las normas de convivencia, los referentes axiológicos, el buen juicio para tomar una decisión, la prudencia, el bien común….

Emoción: Tú sabes que cuando llego a mi punto límite, todo eso queda como en lejanía… Soy alguien que prefiere el torbellino del carnaval… mañana será otro día.

Razón: Después de la borrachera de la fiesta, viene la resaca y, con ella, el remordimiento, la desazón, el reencuentro con la propia conciencia…

Emoción:  A lo mejor me dolerá la cabeza, pero, como dicen, nadie me quitará lo bailado…

Razón: Es un modo demasiado corto de actuar y justificarte…

Emoción: La vida es tan breve…

Razón: Y, por eso mismo, hay que tener cierta sabiduría para sacarle el mejor provecho…

Emoción: Creo que te pierdes muchas cosas por hacerlas depender de la bendita sabiduría…

Razón: Por el contrario, es gracias a esa sabiduría como he ido aprendiendo a gozar la vida. Se disfruta mucho más lo que podemos comprender.

Emoción: Bueno, pero volviendo a nuestro asunto inicial, dime si yo no soy definitiva al momento de elegir a un candidato…

Razón: Ya lo creo… Y eso lo saben bien los publicistas o estrategas de comunicación de masas…

Emoción: ¿Ves? ¿de qué sirves tú y tus propuestas tan elaboradas si en últimas lo que prima en la gente es el impulso de mis motivos…?

Razón: Lo has dicho bien, el momento del impulso… pero, ¿después?, ¿qué hacer con las consecuencias de ese impulso?

Emoción: Eso ya será otro asunto…

Razón: No, pienso que ese es el punto de fondo que nos diferencia… A mí sí me preocupa lo que viene después de ese impulso gobernado por tu mano; a mí me parece demasiado riesgoso, para ti misma y para las personas incendiadas por tu voz, decidir asuntos esenciales guiándose solamente por el caudal exaltado y repleto de tu agitación. 

Emoción: Qué culpa tengo yo, así son los seres humanos…

Razón: Así nacemos, pero ese no es un determinismo de lo que debemos ser… Al hombre le está permitido formarse, desarrollarse, afinar sus sentidos… convertir tu fuerza en una genuina experiencia transformadora.

Emoción: O sea que alguna importancia tengo…

Razón: Claro que sí, qué sería del arte sin tu caldo de cultivo, que sería de las interrelaciones humanas sin tu atracción vinculante, qué sería de la existencia sin tu paleta de colores….

Emoción: Ya decía yo que no era cualquier cosa…

Razón: No niego tu importancia… Lo que afirmo es que no siempre eres la más idónea consejera, especialmente cuando se trata de la toma de decisiones, y que muchas veces por obedecer a tus fugaces lancetazos las personas terminan eligiendo aquello que menos les favorece o echan a pique lo que con tanto esfuerzo han construido.

Emoción: Te pusiste fatalista.

Razón: Más bien, realista.

Emoción: En todo caso, tú sin mí no logras calar en el corazón de la gente…

Razón: Y tú, sin mi discernimiento, erizarás su piel, pero poco o casi nada su inteligencia.

Emoción: Con tal de conmover sus entrañas, ¡qué otra cosa se puede pedir!

Razón: Yo aspiro a algo más: a poner en armonía el fuego de su corazón con el ininflamable brasero del juicio crítico.

La biografía y sus alcances formativos

21 domingo Nov 2021

Posted by Fernando Vásquez Rodríguez in Diálogos

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Fotografía de Klaus Enrique Gerdes, recreando al pintor Arcimboldo.

Diego: Casi que la pandemia no nos permite reencontrarnos. Gracias por aceptar la invitación a este cafecito.

Emilio: Gracias a ti, por la invitación. Está comprobado que no es lo mismo conectarnos por zoom que estar cuerpo a cuerpo dialogando con los amigos…

Diego: Eso es cierto. Además el encierro como que a uno le merma las fuentes expresivas y se requiere el calor de la presencia para que renazca la viveza y la espontaneidad de las palabras.

Emilio: No cabe duda. 

Diego: Y tu familia, ¿todo bien?

Emilio: Afortunadamente sí. Mi madre sigue con los achaques propios de su edad, pero ya con sus dos dosis de la vacuna, se siente más tranquila.

Diego: Qué bueno. Mi hermana, Azucena, es la que estuvo contagiada hace como seis meses; sin embargo, no le dio tan duro como a otras personas.

Emilio: Me alegra. Bueno, y qué era lo que deseabas compartirme o sobre lo cual puedo echarte una mano.

Diego: Es sobre la maestría que estoy haciendo virtualmente.

Emilio: ¿La de literatura?

Diego: Sí. Es sobre el proyecto de grado en que ando metido. Y como sé que tú has trabajado ese tema, se me ocurrió que podrías darme algunas pistas o sugerencias al respecto.

Emilio: Desde que pueda, claro que sí. ¿Y sobre qué estás trabajando?

Diego: Sobre la biografía.

Emilio: Interesante tópico. ¿Y cuál es el foco de tu biografía?

Diego: Tengo varias opciones, pero dependiendo de lo que hablemos esta tarde, tomaré uno u otro camino.

Emilio: ¡Qué responsabilidad! Confiemos en que sea la misma conversación la que te vaya dando las mejores respuestas.

Diego: He preparado un repertorio de preguntas, que fue una de las sugerencias de mi directora de tesis. Así que, en este momento, te nombro uno de mis informantes-clave.

Emilio: Honor que me haces, estimado Diego. Aunque si hubiera sabido el motivo específico de nuestra charla, me habría preparado.

Diego: Tú no necesitas prepararte, porque hasta donde sé, has dado cursos y has realizado investigaciones sobre este tópico.

Emilio: Algo hemos hecho. Sin embargo…

Diego: Dejemos a un lado la modestia y empecemos. ¿Te parece?

Emilio: Bueno, listo…

Diego: ¿Qué es para ti la biografía?

Emilio: Es la narración pormenorizada de una vida… O como decía Dilthey, del “curso de vida” de un individuo.

Diego: ¿De toda la vida?

Emilio: Eso sería imposible. Yo diría que el biógrafo selecciona los eventos más significativos. Y si bien su horizonte es el tiempo entre el nacimiento y la muerte de una persona, lo que hace es enfatizar en aquellos pormenores o detalles que, vistos en su conjunto, tienen una importancia relevante.

Diego: Estuve leyendo sobre eso, sobre la imposibilidad de relatar toda la vida de una persona, dada la complejidad que alberga un ser humano y las múltiples interacciones de las cuales participa.

Emilio: Por eso pienso que el biógrafo en realidad reconstruye el periplo vital de una persona, a la manera de alguien que arma un mosaico con diversas teselas…

Diego: ¿Y cómo logra pegar todos esos pedazos?

Emilio: En algunos casos será documentándose, investigando, hablando con informantes cercanos al personaje, y, en otras ocasiones, usando su imaginación.

Diego: Ese es otro problema con el que me he encontrado: la tensión entre verdad y ficción; entre los rasgos o situaciones por las que realmente pasó un individuo y esos otros atributos o eventos exaltados por la imaginación del biógrafo… No es fácil saber dónde termina una frontera y dónde comienza la otra…

Emilio: De allí que autores como Michel de Certeau, si la memoria no me falla, consideraba que la biografía era un género híbrido… híbrido porque pone en comunión los aspectos exteriores de una persona con esa otra dimensión interior, psicológica, a la cual es muy difícil acceder si no se acude a la intuición o la creatividad.

Diego: Siempre queda uno con la duda, cuando lee una biografía, si esa persona era como nos la pintan o si es más bien el retrato imaginado por el biógrafo.

Emilio: Me acuerdo de lo que decía André Maurois en un largo ensayo que te recomiendo, “Aspectos de la biografía”; un texto que recoge las conferencias que dictó en Cambridge, por allá en 1928. Maurois afirmaba que la biografía debía combinar la verdad con la personalidad; los hechos con el carácter; eso implicaba, según él, exponer los acontecimientos sin olvidarse de que se está relatando la “evolución de un alma humana”, con sus contradicciones.

Diego: He estado buscando ese libro y no me ha sido fácil ubicarlo. ¿En dónde lo conseguiste?

Emilio: Hace parte de las Obras completas publicadas por Plaza Y Janés…

Diego: Ya. Ojalá me lo pudieras prestar…

Emilio: Siguiente pregunta…

Diego: Me había olvidado que no te gusta prestar tus libros…

Emilio: Ese podría ser un rasgo de mi personalidad, una de mis manías; si algún día te da por hacer mi biografía.

Diego: Ganas no me han faltado… pero, por ahora, vamos con la siguiente pregunta. Dice así: ¿cuáles son los aspectos fundamentales o las características principales de una biografía?

Emilio: Por supuesto que eso cambia según el modelo o la concepción que se tenga para hacer biografías. Pero, sin querer parecer conclusivo, diría que en una biografía son importantes tres cosas: primero, el orden cronológico o el trasfondo temporal de la persona que nos interesa biografiar; segundo, un repertorio de pormenores, detalles o anécdotas que definan o tipifiquen a la persona en cuestión; y tercero, un tratamiento especial de esa información para que sea interesante, genere emociones o, por lo menos, despierte la curiosidad.

Diego: Entiendo que lo último es lo más difícil, ¿no?

Emilio: Así, es. Maurois consideraba que ese aspecto era lo que convertía a la biografía en un arte. Los buenos biógrafos, afirmaba, son los que tejen los pormenores de la vida de una persona manteniendo siempre en vilo la “espera del futuro”.

Diego: A mí me parece que lo más difícil de hacer una biografía es saber elegir esos pormenores, para no terminar contando lo obvio o repitiendo hasta la saciedad lo que cualquier ser humano hace habitualmente a lo largo de su existencia.

Emilio: Los detalles importantes, me parece, son los que dotan de singularidad al personaje; los que delinean mejor su carácter, su temperamento. Creo que todos nos cepillamos los dientes cada día, pero hay otros hechos que se convierten en incidentes críticos, en eventos que marcan particulares direcciones de una vida.

Diego: ¿Incidentes críticos?

Emilio: Sí, aquellos hitos que se presentan en la trayectoria de una vida como epifanías, como rupturas, como virajes en el curso de una vida…

Diego: Según dices, elaborar una biografía es más que un recuento cronológico.

Emilio: Pienso que se trata más bien de una reconstrucción, de un montaje, en el sentido cinematográfico. Esa reconstrucción supone seleccionar las diferentes escenas, eliminar otras que pueden resultar insustanciales, ambientar; además de saber cambiar los planos para darle dramatismo a la narración…

Diego: ¿Y la tarea de documentación?

Emilio: Resulta fundamental para darle validez a la biografía. Eso hace parte del contrato de verdad que el biógrafo establece con el lector. Y es también lo que diferencia la biografía de la novela. El biógrafo está limitado por los datos, por los lugares, por las actividades realizadas por su biografiado; el novelista, en cambio, tiene un mayor radio de acción para fabular o salirse de esos límites. Documentarse en ahondar en las minucias de una vida, en traspasar las fronteras de lo privado, es acceder a otros materiales que van más allá del rumor o los comentarios generales. Como también es importante, y seguramente lo tienes previsto, la entrevista a personas cercanas o a informantes cualificados que hayan conocido o compartido momentos de vida del sujeto en cuestión.

Diego: Eso es seguro. Aunque me asalta la duda de si todos los que entreviste coincidan en los rasgos distintivos de mi biografiado.

Emilio: Lo más seguro es que no. Entre otras cosas porque cada persona es plural en su ser y en su manera de ser percibido por los demás.  ¿Te acuerdas de aquel poema de Neruda sobre ese punto?

Diego: No. ¿Cuál?

Emilio: “Muchos somos”.

Diego: Ah, sí, algo recuerdo… del inteligente que lleva un tonto escondido y del valiente que lleva un cobarde que no conoce…

Emilio: Ese, sí. Neruda dice en ese poema algo con lo que seguramente te encontrarás cuando entrevistes a informantes para tu trabajo sobre la biografía. Unos dirán cosas sobre tu biografiado que seguramente entrarán en contradicción con lo que otros afirman. Es inevitable. Lo que ve o sabe la madre del personaje, no es igual a lo que conoce el compañero con el que trabaja o lo que opina su pareja amorosa. Precisamente, el trabajo del biógrafo es percatarse de esas recurrencias, de esos acentos; al igual que captar esas excepcionalidades, esas “rarezas” que perfilan una singularidad.

Diego: Buen consejo. Como te noto entusiasmado con el tema, va otra pregunta, ¿cuáles son los grandes referentes de hacer biografía, al menos en Occidente?

Emilio: Esa pregunta requiere conocer a estudiosos del tema como François Dosse. Yo lo leí para un seminario que dicté ya hace unos años. La apuesta biográfica, se titula uno de sus libros. A pesar de no tener mis apuntes a la mano, pienso que son referentes importantes en el modo de hacer biografía por lo menos estos cinco. Empezaría con Plutarco en sus Vidas paralelas, un ejemplo de biografías centradas en el carácter moral de los personajes. A Plutarco le interesan los personajes en la medida en que puedan, por presencia u omisión, dar lecciones de ética, de comportamiento social. Son biografías ejemplarizantes sobre los vicios o las virtudes de la conducta humana. Otro modo de hacer biografía lo vería tipificado en Santiago de la Vorágine, el autor de La leyenda dorada. Se trata de vida de santos, narraciones piadosas en las que se fusionan la historia y la leyenda. Son biografías con intenciones edificantes, hagiografías.

Diego: Desconocía ese autor.

Emilio: Es un dominico italiano del siglo XIII. Son vidas de santos concebidas para la predicación y la devoción popular.

Diego: ¿Hay traducción al español?

Emilio: Sí, tengo la que publicó Alianza, en dos volúmenes con unas xilografías de las primeras ediciones venecianas.

Diego: ¡Qué envidia!. Bueno, pero te interrumpí. Continúa.

Emilio: Incluiría también a Boccaccio y La vida de Dante o Vasari con su obra Las vidas de grandes artistas, porque son pioneras en la manera de presentar la figura del artista: a la par que ofrecen datos biográficos, se combinan con juicios sobre su obra. Son biografías que hacen las veces de retratos de una época. No podría dejar de mencionar a James Boswell con su monumental obra Vida de Samuel Johnson, entre otras cosas porque en esta biografía se combinan de manera armoniosa la crónica con la conversación; porque conjuga el acopio y cotejo de documentos con la inclusión de “citas” o expresiones del personaje objeto de su interés. Este es un ejemplo de hacer biografía, durante 21 años, con libreta de apuntes a la mano.

Diego: ¿Tanto tiempo para hacer una biografía?

Emilio: Lo que pasa es que Boswell no quería perderse nada del personaje que le interesaba. Algo semejante hizo Bioy Casares, quien recopiló a la manera de un diario biografía, infinidad de anécdotas, de enseñanzas, de conversaciones sostenidas por más de cuarenta años con su amigo Jorge Luis Borges.

Diego: Bien parece que la amistad y el trato frecuente con el biografiado es otra de las claves para realizar una buena biografía.

Emilio: Si se cuenta con la fortuna de que esté vivo, ese parece ser el mejor recurso. De lo contrario hay que rastrear indicios, huellas, documentos, así como nos lo enseñó Carlo Ginzburg… Pero, déjame termino mi respuesta mencionando a Emil Ludwig, Stefan Zweig o André Maurois como ejemplos de la biografía en la que la narración es parte fundamental del recuento cronológico de la vida del personaje; modelos de biografía “artística” en los cuales los hechos se mezclan estéticamente con la interpretación psicológica elaborada por el biógrafo.

Diego: Por lo que veo nos va tocar concertar otra cita…

Emilio: Será un gusto. Pero la próxima vez que nos encontremos vendré con mi bolsa de joyas bibliográficas… al menos para que puedas tenerlas a la mano y no en un PDF.

Diego: Entonces, que sea pronto. Pero antes de despedirnos me quedan dos preguntas.

Emilio: Que no sean tan difíciles como la anterior.

Diego: Esta es más cercana, porque tiene que ver con nuestra pasión común por la docencia: ¿cuál crees que es el valor formativo de la biografía?, ¿por qué es importante trabajar con la lectura o elaboración de biografías en el aula?

Emilio: Esa pregunta me parece muy importante. Considero que la lectura de biografías sigue siendo una buena manera de acceder a “vidas ejemplares” o a “historias de vida dignas de emular”. Y no me refiero solo a vidas heroicas o a historias de santos, sino a personas que se tornan representativas para un grupo social o una comunidad porque encarnan un conjunto de virtudes o un conglomerado de valores, y que, por eso mismo, pueden ser ejemplos significativos para las generaciones futuras. El valor formativo está ahí, precisamente, en ser “ejemplos de vida” para otros.

Diego: Y harta falta que nos hacen en esta época esos “ejemplos de vida” positivos, íntegros, virtuosos, en medio de una sociedad del espectáculo que exalta desvergonzadamente los modelos de vida corruptos, inmorales, dañinos para la sociedad.

Emilio: De otra parte, la lectura de biografías resulta útil en el aula porque contribuye a que nuestros estudiantes aprendan de esas historias de vida lecciones de sabiduría. Es decir, que saquen de las diversas peripecias de vida de esos personajes un provecho para sus propias vidas.

Diego: Como quien dice, que las vidas ajenas den luces para enfrentar los problemas o los dilemas personales.

Emilio: De acuerdo. Agregaría otra bondad de las historias de vida, en la que trabajé durante varios años. Me refiero a la autobiografía. Un medio ideal para que nuestros estudiantes se reconozcan, para que hallen esas marcas que los constituyen, para que descubran los rasgos que los tipifican y comprendan el sentido de tener un proyecto de vida.

Diego: Yo lo he intentado, pero mis estudiantes son reacios a escribir.

Emilio: Existen diferentes medios de hacer la autobiografía: usando las fotografías y agregando al pie, como si fueran pie de fotos, pequeños textos que den cuenta de lo que la imagen suscita o convoca; utilizando el recurso de la música, de aquellos temas que siguen vivos en nuestra memoria, a la par que se consignan o se cuentan pequeñas historias asociadas a dichas melodías. Me ha dado resultado también invítalos a hacer un “Diccionario autobiográfico” en el que los estudiantes van organizando su vida a partir de términos que les son particularísimos; vocablos que dan cuenta de su historia privada, de su mundo familiar, de sus gustos, o de los términos claves que han ido singularizando su relación con el mundo.

Diego: Qué variedad de alternativas para usar en el aula.

Emilio: O se puede llevar, aún con los más pequeños, un cuaderno  de anécdotas, o, con los más grandes, un cuaderno de incidentes críticos, recursos que ayudan a que los estudiantes comprendan que la vida, su vida, no es una línea recta, sino un viaje sinuoso, con altibajos, en el que estamos sometidos al vaivén de lo inesperado pero, de igual modo, contamos con el timón de nuestra voluntad.

Diego: Me hiciste acordar de mi querido Barba Jacob… “Hay días en que somos tan móviles, tan móviles, / como las leves briznas al viento y al azar…”

Emilio: Extraño fuera que perdieras la ocasión para citarlo.

Diego: “Tal vez bajo otro cielo la Gloria nos sonríe. / La vida es clara, undívaga y abierta como un mar”.

Emilio: Por lo que veo, la otra pregunta tocó dejarla para nuestro próximo encuentro.

Diego: Sí, porque como decía mi papá, al amigo y al caballo no hay que cansarlo.

Emilio: Ha sido un gusto enorme volver a verte y, más aún, encontrarnos para conversar.

Diego: Gracias por todas esas pistas que me regalaste en esta tarde…

Emilio: Espero que te hayan servido para aclarar tu camino investigativo, aunque, como les decía a mis estudiantes, lo mejor es atender las sugerencias de su tutor de proyecto.

Diego: Por el contrario, me he afirmado en algo que venía pensando… Gracias, una vez más. Y que la incertidumbre del cuarto pico de la pandemia no nos lleve a vernos dentro de dos años.

Emilio: Espero que no sea así. Cuídate mucho.

Un diálogo entre la verdad y la mentira

21 lunes Jun 2021

Posted by Fernando Vásquez Rodríguez in Diálogos

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Ilustración de John Jude Palencar.

Verdad: Observo que en estos tiempos andas de boca en boca…

Mentira: Hay cierto tono de envidia en tus palabras…

Verdad: Más que envidia es asombro… Debes sentirte feliz de ser tan solicitada, ¿no?

Mentira: De alguna manera sí, porque esto comprueba que soy de gran ayuda para los hombres, o que sirvo más a ellos que tú…

Verdad: Puede ser… tú estás más a la mano.

Mentira: Sí, pero eso no significa que quienes me invocan sea solo para resolver su presente. Conozco a más de uno que me llama cuando desea cubrir los errores de un pasado lejano o cuando anhela amueblar su futuro.

Verdad: ¿Hablas de los políticos?

Mentira: No solo de ellos…

Verdad: En todo caso, tu piel es proclive a la entrega sin requisitos o condiciones. Y perdona, si parezco demasiado sincera.

Mentira: Estoy acostumbrada a esos reclamos. Los hombres se quejan de mí, me censuran, en actos públicos o protocolarios; pero en privado me tratan como a una amante consentida.

Verdad: En eso nos parecemos, pero con una diferencia: en público todos dicen que yo soy lo más importante, lo primero, el objetivo más alto; pero, en privado, me rechazan como la peor de sus enemigas o la criatura más infecta y dañina.

Mentira: Así es la vida de los hombres, en particular cuando los gobiernan intereses económicos y ambiciones de poder…

Verdad: Cada vez me convenzo más de que a mí todos me buscan, pero al encontrarme, les resulto incómoda y mala compañía.

Mentira: Tal vez se deba a que poco conoces a los seres humanos.

Verdad: ¿Cómo así?

Mentira: Los hombres no soportan verse como son. Prefieren los espejismos a los espejos. Eso es una evidencia comprobada a lo largo de la historia. Yo, por el contrario, les resulto útil para mostrarse mejor de lo que parecen, más sabios de lo que en realidad son, más desinteresados de lo que persiguen con intencionada utilidad.

Verdad: En eso coincido contigo: a los hombres les gusta engañarse; son simuladores, inauténticos, falsarios… usan siempre máscaras porque temen aceptar la forma y los rasgos de su rostro.

Mentira: ¡Para qué tener una sola cara cuando es tan divertido usar varias máscara!

Verdad: ¿Y si de tanto usar máscaras empiezan a confundirse con ellas? ¿Si la máscara termina adhiriéndose a su piel?

Mentira: No creo… hay cierta astucia en los hombres para evitar que se les pegue la máscara al rostro. Y también hay cosméticos.

Verdad: ¿Cosméticos?

Mentira: Claro. A veces un rumor bien acicalado, por ejemplo, contribuye a que la gente reciba gato por liebre; en otras ocasiones, maquillar cierta información permite que…

Verdad: A mí me gusta tener la cara sin afeites. Limpia.

Mentira: Así no es fácil seducir…

Verdad: Quizá ese sea el problema de los hombres: su afán por seducir, por recibir el elogio desmedido de los demás; su búsqueda desenfrenada de fama, poder o dinero les ha convertido el alma en un escenario de apariencias y simulacros.

Mentira: ¿Y qué? El espectáculo nos libra de las penas del mundo o el doloroso peso de lo inevitable. 

Verdad: Lo que ayuda a entender el drama de la vida es aceptar, precisamente, que estamos hechos tanto de tragedia como de comedia. No todo son risas en esta vida. No se puede vivir siempre en función del espectáculo.

Mentira: Yo también puedo poner cara de solemnidad… o no has visto a las figuras públicas cuando son detenidas por algún ilícito cómo asumen un rostro de circunstancia al dar declaraciones por televisión. Quien busque mi ayuda debe saber esto: no hay forma más efectiva de mentir que asumiendo los ademanes tuyos…

Verdad: No obstante, si uno observa bien percibirá la inautenticidad de quien así procede o se comporta…

Mentira: Si supieras cuántos personajes conozco, y no son pocos, que han sabido, con absoluta compostura y seriedad, mantener conmigo un amancebamiento de muchos años.

Verdad: Con el tiempo se develará esa otra vida, ese otro mundo ocultado bajo esa impostura de solemnidad.

Mentira: Pero ya no importará. Tú sabes lo que decía uno de mis mayores devotos: así no sea cierto lo que afirmemos de alguien, alguna cosa quedará resonando en la mente de las personas…

Verdad: Puede que no seas develada de manera inmediata, pero tarde que temprano caerán al piso tus triquiñuelas, tus embustes, tus calumnias…

Mentira: Te equivocas: los seres humanos son desmemoriados… pronto olvidarán determinado suceso y estarán dispuestas de nuevo a caer en mis encantos. Su desmemoria me ha ayudado mucho, desde hace siglos.

Verdad: ¿Pero de qué le sirve al hombre vivir engañado?

Mentira: Yo creo que para soportar la espinosa realidad…

Verdad: ¿Y para qué escabullirse o esconderse de la realidad si al abrir los ojos está de nuevo al frente nuestro?

Mentira: Yo soy un relax a sus angustias, un bálsamo a sus problemas más agobiantes, una tabla de salvación en medio de su naufragio existencial.

Verdad: Aferrarse a ti es estar siempre a la deriva…

Mentira: Entonces, ¿lo aconsejable es ahogarse?

Verdad: No. Nadar, buscar la tierra firme. Con fuerza, con convicción, con tenacidad. Mi esencia está en eso, en no renunciar a salir de la incertidumbre, la duda, el engaño… en nadar para sortear todas esas aguas caóticas que tanto te fascinan.

Mentira: Eso es para titanes o dioses… en los humanos las fuerzan se agotan, el ánimo se merma…

Verdad:  No digo que sea fácil estar conmigo o convertirme en mentora de los hombres. Sin embargo, lo que ofrezco es más consistente y duradero que tus eventuales paraísos.

Mentira: Eso está por verse… mi prole de engaño y simulación tiene más hijos que tu estirpe.

Verdad: Sin querer ofenderte, esa propagación que consideras tu mayor orgullo es, sin embargo, una evidencia de tu promiscuidad.

Mentira: En las masas desbordadas o en la confusión no se notan los orígenes… Créeme.

Verdad: Eso también hace parte de tus estrategias: envolver a la gente en la barahúnda de sus emociones, obcecarlas hasta el punto de perder la razón.

Mentira: Hay cierto gusto en esto de abandonarse al frenesí de las multitudes.

Verdad: No lo dudo. En medio del fragor de la muchedumbre cualquiera de tus infundios parece creíble.

Mentira: Tú sabes que mi tiempo es el de la rapidez. Tengo pies ligeros…

Verdad: Yo, en cambio, prefiero el tiempo lento, el que permite observar con cuidado lo que dicen y hacen las personas. Soy una rumiante de lo que veo o lo que escucho.

Mentira: A mí me gusta la comida rápida. Tengo acelerada digestión. Todo lo que consumo en esa misma proporción lo elimino.

Verdad: Me parece que no logras nutrir a nadie… apenas entretienes, como esas golosinas que son dulces por fuera, pero vacías por dentro.

Mentira: A veces pienso que eres demasiado amarga. Y por eso los hombres no gustan mucho de ti.

Verdad: Puede ser. Pero, si las personas se habitúan a mi sabor, descubrirán que mi almendra deja un sabor agradable en su boca y los provee de energía para fortificar las fibras de su espíritu.

Mentira: ¿Cuántos meses o años para hacer efecto? Porque mis golosinas, como las calificas, actúan de manera inmediata.

Verdad: Aunque no te pueda precisar el tiempo exacto en que logro ser asimilada por el organismo de los hombres, lo que sí sé es que no es en cuestión de segundos. Me precio de masticar bien y reposar lo que consumo.

Mentira: No sé por qué, pero me pareces de otra época. El mundo ha cambiado. Este es el tiempo de lo instantáneo… Ya suenas anticuada.

Verdad: No me avergüenzo de ello, si así lo percibes. Me considero menos novelera que tú y más prudente con la caprichosa e inconstante opinión de la mayoría.

Mentira: Lo dicho, estás chapada a la antigua.

Verdad: Pues, si este mundo está como está por tu abundante presencia, por el desmedido empleo de tus servicios falaces, lo mejor parece ser portarse como un veterano Quijote que sale a defender lo que a nadie parece importarle o considerarlo motivo de recordación…

Mentira: Un Quijote luchando de nuevo contra los molinos de viento de la indiferencia y la insolidaridad… Te vaticino más de una caída.

Verdad: Sé que a veces produce risa pensar y actuar así. Pero prefiero soportar los escarnios o las burlas, que entregarme al autoengaño o la falta de escrúpulos. Qué pena, si te parezco anticuada, pero yo conservo como insignia en mi escudo las formas áureas de la ética y los valores…

Mentira: Todo es relativo, querida amiga… todo es relativo…

Verdad: Yo creo que no. Siempre se necesita de alguna jerarquía moral que nos permita priorizar unas acciones sobre otras. Y por eso doto de responsabilidades a quien me invoca o me coloca como su estrella orientadora.

Mentira: Por si no lo sabes, hoy es el interés personal el que gobierna al mundo y las acciones de las personas… Tu forma de ser y pensar no ha hecho más que crear mártires.

Verdad: Lo sé. Pero la sangre de esos mártires ha ayudado a resarcir muchas de las injusticias o ignominias que tú misma has infectado con tu lengua o tus celadas ponzoñosas.

Mentira: No me culpes a mí. Es la maldad de los hombres la que ve en mí su aliada o su defensa.

Verdad: Más bien te aprovechas de sus pasiones para exacerbar con tus exageraciones e inquinas infundadas su maldad. Pienso que en el fondo lo que más te satisface es ver a los seres humanos infelices y desorientados… Tu mayor placer consiste en incentivar a destruir.

Mentira: Todo lo contrario, lo que pretendo en agregar un poco de felicidad a ese impulso destructivo que ya está en sus genes.

Verdad: Cínica… indolente…

Mentira: Mejor tener esos atributos y no los de ingenua e idealista, por no decir romántica. Como te habrás dado cuenta, mi reino prevalecerá. El futuro estará aún más manchado por mis labios.

Verdad: Porque he visto la abundancia de tus obras, porque estás tan frecuente en la boca de los fanáticos, porque eres la moneda de cambio de los políticos, porque andas de manera desvergonzada en los medios masivos de comunicación, por todo ello es que he sentido que no puedo quedarme callada. Creo que por mi falta de valor es que has ido ampliando tus dominios. Sé que la cobardía de la mayoría de las personas multiplica tus fuerzas y tu campo de influencia.

Mentira: Te deseo suerte en esa aventura. ¿Ya tienes escudero?

Verdad: Sí, no uno, sino muchos… todos los que tengan en su corazón una reserva de sinceridad, todos los auténticos, todos los entusiastas de la franqueza, todos ellos irán conmigo. Y se unirán a mí, también, todas aquellas personas que luchan para que las nuevas generaciones descubran en mí la mejor vía para entender su pasado y el modo más real de construir su futuro.

Mentira: No creo que sean muchos los que te sigan…

Verdad: No importa. Aunque no sean legiones como tus adeptos, mis escuderos podrán mostrar su rostro a plena luz del día y pregonar con dignidad nuestro propósito.

Ver con el corazón

07 lunes Dic 2020

Posted by Fernando Vásquez Rodríguez in Diálogos

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“El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante”. Ilustración de Federico Avella.

Ana Luisa: Por lo que noto, andas muy ocupada en este mes…

Karen: Sí, no te imaginas cuánto. Esto de la pandemia nos ha duplicado el trabajo a los maestros. Estoy, lo que se dice, agotada.

Ana Luisa: Pues yo ando lo mismo. Haciendo mi trabajo secretarial desde la casa. Y en hogar…

Karen: Igual yo. Y como tuvimos que prescindir de la muchacha que venía los tres días a ayudarme, me ha tocado repicar y andar en la procesión.

Ana Luisa: Ojalá el otro año podamos volver a la normalidad… aunque, por lo que he visto en la televisión, lo único cierto es la incertidumbre. ¿Y a ti ya te confirmaron tu trabajo en el colegio para el próximo año?

Karen: No. Es la primera vez que estamos a la expectativa. Hasta el otro año lo sabré, dependiendo de cuántos estudiantes se matriculen. Pero, confiando en Dios, lo más seguro es que siga allí…

Ana Luisa: Eso espero. Yo sé que tú eres una maestra excepcional, y no te dejarán ir por nada del mundo.

Karen: Confío en que sea así, pero con esta pandemia uno tiene que estar dispuesto para lo inesperado…

Ana Luisa: ¿Ya hiciste el arbolito?

Karen: Con ganas. Me dedicaré a eso el próximo domingo. Lo hago por los dos pequeños que ya me han preguntado si este año habrá niño Dios…  

Ana Luisa: Ni que se hubieran puesto de acuerdo con mi hija. Por ahí la vi escribiendo una carta para Papá Noel. Ha estado como triste por momentos, y no es para menos. Aquí encerrada la mayor parte del tiempo, sin poder salir a jugar cuando ella quiera, metida en el computador tantas horas… Y ni qué decir de Juliana, que ha estado con un genio de los mil demonios… irritable, deprimida, enconchada. Y quién no va a estar así, si no ha podido salir a rumbear, a verse con su amado tormento, ni andar de centro comercial con su grupo de amigas…

Karen: No ha sido fácil para los niños y los adolescentes estos nuevos comportamientos que trajo el covid-19. Pero, como decía mi madre, al mal tiempo buena cara.

Ana Luisa: No hay de otra… Y por eso es que te llamo, para que me des una manita con lo de los regalos…

Karen: En lo que pueda, con el mayor de los gustos. Aunque si es para cosa de ropa, lo mejor es preguntarles a ellos…

Ana Luisa: No, es sobre un consejito para unos libros… porque, quién mejor que tú, la experta en español y literatura, para recomendarme unas cuantas obras… Pero, te advierto que el presupuesto está muy limitado…

Karen: No tienes que recordármelo. Hoy, más que nunca, es necesario saber invertir los pocos pesos…

Ana Luisa: Yo quiero darle a Nelly un libro que, además de ser entretenido, le sirva para su propia vida… Y que esté dentro de mi presupuesto…

Karen: ¿Y ya tienes alguno en mente?

Ana Luisa: Mi hermana Inés me habló de uno, que es ilustrado, El Principito, de un autor todo raro de escribir y pronunciar…

Karen: Antoine de Saint-Exupéry.

Ana Luisa: Ese, sí. Que era un aviador…

Karen: Un aviador filósofo… Me parece una excelente elección…

Ana Luisa: ¿Y por qué crees que le va a gustar a mi chiquita?

Karen: Por muchas cosas, apreciada Luisa… Porque además de estar escrito en un lenguaje claro, cercano, directo, habla de cosas profundas como el sentido de la amistad, el para qué de la existencia y es un canto a no perder ese niño interior que está dentro de nuestro corazón y que, por este afán o este estrés con el que vivimos, lo vamos sepultando o relegando.

Ana Luisa: ¿Pero es un libro sólo para niños?

Karen: Fíjate que ese es otro de los encantos de esta obra. Puede ser leída por un niño y también por un joven o un adulto. A todos les interesará porque lo que late en el fondo del libro son esas preguntas esenciales sobre la comprensión de la vida… 

Ana Luisa: ¿Tú lo has trabajado con tus alumnos?

Karen: Siempre. Es uno de esos libros “clásicos”. Me gusta contagiar a los niñas y niñas del valor de hacerse preguntas, de no renunciar como El principito a interrogar, a indagar a todos aquellos que los rodean… Y me fascina que ellos, a la par que van leyendo el libro, se pregunten si tienen una flor a quien cuidar, un cordero a quien proteger, un zorro para “domesticar…”

Ana Luisa: ¿Todo eso contiene ese libro?

Karen: Lo que pasa es que está dicho con sutileza, con un lenguaje aparentemente infantil; pero si uno se adentra en el contenido de la obra descubrirá lecciones profundas sobre la importancia de aprender a establecer vínculos, el valor que tienen los rituales, la banalidad del poder, y un secreto que es como la consigna de oro de todo el libro: “lo esencial es invisible a los ojos…” y por eso “hay que buscar con el corazón”.

Ana Luisa: Muy bonito…

Karen: Yo he aplicado eso para mi vida… “Lo más importante es invisible”. Y quizá la autenticidad de los niños radica en esa forma de ver el mundo a partir de lo que siente su corazón…

Ana Luisa: Las famosas corazonadas…

Karen: Algo así. Pero el libro, querida Luisa, pone el acento también en la importancia de explorar en todos los sentidos… que no nos privemos de sentarnos a mirar una puesta de sol, que tengamos la paciencia para aspirar las flores y comprender, así no seamos pequeños, que “es preciso soportar dos o tres orugas si queremos conocer las mariposas”.

Ana Luisa: De acuerdo, no hay felicidad en la vida sin algunas lágrimas en el camino…

Karen: Me encanta en clase proponerles a mis estudiantes un juego sobre a quién desean domesticar…

Ana Luisa: ¿Una mascota?

Karen: No. A alguien de la clase o a algún conocido…  Es que en el libro se habla de eso, de lo vital que resulta “crear lazos”, de entender el sentido de los ritos cuando entramos en contacto con otra persona… O, mejor dicho, de lo que hay detrás de la expresión, “cultivar una amistad”.

Ana Luisa: Con todas esas cosas que me dices, voy a tener que comprar dos libros, uno para Nelly y otro para mí…

Karen: Será un excelente regalo navideño…

Ana Luisa: ¿Y es costosito?

Karen: Hasta donde sé, hay ediciones buenas y no tan caras… Yo conseguí una para mis clases que tiene ilustraciones desplegables… Es preciosa.

Ana Luisa: ¿Qué haría yo sin amigas como tú?

Karen: Eso digo yo, qué sería de mi vida sin una amistad como la tuya de tantos años… Eso es como un regalo de la vida. Los amigos son los hermanos elegidos. Y yo te considero mi hermana del alma.

Ana Luisa: No me digas esas cosas, porque tú sabes que soy muy llorona…

Karen: Ay, Luisa, pienso que nuestra amistad sigue intacta porque tanto tú como yo hemos cuidado esta relación; porque al igual que El Principito con su rosa, hemos sabido proteger nuestra fragilidad.

Ana Luisa: Ya me hiciste llorar…

Karen: No, señora… Estamos en Navidad. Por eso, te mando un abrazo fuerte, así sea por este medio, mientras llega el tiempo de encontrarnos cara a cara…

Ana Luisa: Es lo que más deseo, y muy pronto. Saludos a todos… Cuídate mucho.

Karen: Igual tú. Y no dejes de mirar las estrellas…

 

Curso intensivo de lectura crítica

19 lunes Ago 2019

Posted by Fernando Vásquez Rodríguez in Diálogos

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Rafal Olbinski

Ilustración de Rafal Olbinski.

Carolina: Pachito, qué gusto verte…

Francisco: El gusto es mío. ¿Cómo van tus cosas?

Carolina: Bien. Luchando con esos muchachos. Muy apáticos para todo. Ni sé ya qué inventarme para motivarlos a leer…

Francisco: Sí, no es fácil.

Carolina: Están entregados a toda hora al bendito celular.

Francisco: ¿Y qué estrategias de lectura estás empleando?

Carolina: Lo normal, Pachito, lo normal. Las de mi área, las que trae el libro de texto y otras que por ahí he encontrado en internet.

Francisco: Pero, ¿les das alguna guía de lectura?

Carolina: A veces.

Francisco: A mí me ha ayudado mucho motivarlos antes de mandarlos a hacer la lectura. Les doy una “degustación” de lo que van a encontrar… Les leo en clase apartados y les hago mis glosas.

Carolina: ¿Glosas?

Francisco: Sí. Mis comentarios al margen. Las relaciones que hago del texto con mi materia, con otras asignaturas o con aspectos socioculturales.

Carolina: A ti te queda fácil porque es español, ¿pero a mí, en biología?

Francisco: Yo creo que puede hacerse lo mismo: leerles apartados de lo que más tarde van a leer resulta una estrategia de animación a la lectura muy eficaz. Además, tiene uno la oportunidad de mostrarles los vínculos con la materia, con su propia cotidianidad o con el mundo en que viven.

Carolina: ¿Eso lo haces siempre?

Francisco: Sí. También les hablo del autor del texto, le doy rostro a ese nombre para que dejen de hablar del señor de las fotocopias… Llevo a la clase, cuando es posible, entrevistas o busco información interesante sobre el autor.

Carolina: ¡Chévere!

Francisco: Otra cosa que hago es llevar un cuadro de contextualización de la obra en cuestión. Pongo al autor y la obra en un escenario histórico. Por ejemplo, ahora que estamos trabajando María de Jorge Isaacs, miro con mis estudiantes qué pasaba en esa época en Colombia, en América Latina, en Europa. Me gusta contextualizar las lecturas para que los alumnos tengan un panorama de la época o de las circunstancias sociopolíticas en las que aparece cada obra.

Carolina: ¿Y no te gastas mucho tiempo en eso?

Francisco: Sí. Pero se logran mejores resultados al final. Lo que me interesa es provocarlos, incitarlos, darles elementos para que no entren a la lectura sin miradores, sin focos que los ayuden a aclarar esos textos.

Carolina: Yo a veces los mando a buscar en internet.

Francisco: Eso está muy bien, pero es necesario guiar esa búsqueda para garantizar que el resultado valga la pena.

Carolina: Razón tienes, porque la mayoría de las veces ellos la consideran una tarea adicional; por eso poco la hacen o la cumplen sin entender nada.

Francisco: Yo prefiero hacer eso en la clase. Es lo que llamo la prelectura… ¿Sabes otra cosa que hago y que me ha resultado provechosa?

Carolina: ¿Qué?

Francisco: Llevo fotos de esos autores. En una presentación en power point pongo retratos o ilustraciones que he escaneado o bajado de internet con el fin de darle una identidad visual a ese personaje. Me gusta compartir con mis estudiantes esa especie de álbum del autor en diferentes momentos o etapas de su vida. Mostrarlo como parte de una época, un mobiliario, una forma de vestir.

Carolina: Interesante… Me decías que esa es la etapa de la prelectura, ¿no?

Francisco: Sí. Luego, ya en clase, me he ideado otras estrategias… Por ejemplo, inicio la clase invitando a leer los subrayados del texto. Les pido que mencionen cuáles fueron esas ideas fuerza que subrayaron…

Carolina: ¿Ideas fuerza?

Francisco: Sí. Es que antes de mandar a leer yo les he explicado varias habilidades básicas de los buenos lectores: el subrayado, la glosa, el resumen y la esquematización…

Carolina: Cuenta, a ver si aprendo para ponerlo en práctica. Aprovechemos esta media hora de descanso.

Francisco: Vale. Les enseño la importancia de subrayar al menos con dos colores. Les digo que uno, cuando subraya, discrimina la información; la tamiza, la pasa por diferentes filtros con el fin de entender lo que hay en esa mole de palabras. Y es ahí cuando les hablo de las ideas fuerza, de esas ideas que subrayamos del texto bien porque nos llaman la atención, bien porque son bastante novedosas, cuestionadoras o porque uno no acaba de entender. Entonces, cuando comienzo la clase empiezo por ahí: que cada uno vaya leyendo las ideas fuerza que subrayó y, entre todos, miramos si hay coincidencias en los subrayados o quién tiene una idea que sólo él marcó. Este es el tiempo para discutir sobre esas ideas, y para que yo amplíe o profundice sobre ellas.

Carolina: ¿Haces eso siempre al inicio de la clase?

Francisco: Algunas veces. Tú bien sabes que una de las cualidades de un buen maestro es variar sus estrategias de enseñanza…

Carolina: ¿Y después qué?

Francisco: Enseguida, aunque no siempre es lo mismo, les pido que se reúnan por parejas y traten de compartir esas ideas fuerza, que cotejen, comparen y hallen subrayados comunes. La idea es que detecten dónde ha hecho sentido el texto, dónde ha resonado en su mente. Luego, en un plenario, miramos cuáles fueron esas ideas fuerza compartidas por la mayoría del salón. De igual modo nos detenemos a analizar ideas fuerza que fueron subrayadas por unos pocos. Discutimos, miramos los pros y los contras de esos subrayados. En ese momento entro a reforzar, a enriquecer con mis explicaciones esos apartados del texto.

Carolina: Me gusta eso de combinar la lectura individual con la lectura compartida.

Francisco: Esto ayuda de manera considerable no solo al acto mismo de leer, sino para el aprendizaje.

Carolina: Muy bueno, Pachito, sigue contándome.

Francisco: Otras veces, cambio la estrategia y les pido que hagan un esquema de la estructura del texto, que saquen en limpio la arquitectura de esa lectura. Para ello les he explicado antes algunos recursos como el mapa de ideas o el mapa conceptual.

Carolina: Yo a veces empleo los mapas conceptuales, pero para explicar en clase.

Francisco: A mí me parecen útiles para dar cuenta de un texto. Aunque creo que la mayoría de mis alumnos prefieren hacer mapas de ideas en los que distinguen y relacionan las partes de la lectura.

Carolina: Sí, esa es una de las técnicas para aprender a aprender.

Francisco: Te decía que les pido ese esquema de la lectura y los ponemos en “galería”. Enseguida vamos pasando por cada uno de esos “cuadros” apreciando coincidencias, recurrencias, aspectos semejantes o detectando diferencias. Analizamos las presencias o las omisiones más notorias. Terminado este momento, en plenaria busco que todos entiendan la relación entre las partes y el todo. Que no caigan en el error de sacar conclusiones apresuradas de la lectura por haberse quedado observando únicamente un pedazo; que puedan tener una mirada amplia para apreciar la totalidad del texto. Mejor dicho, que descubran cómo es la lógica interna del texto; que observen cómo hay un engranaje oculto que soporta las piezas.

Carolina: ¿Y todos lo logran?

Francisco: Unos más que otros, eso es lo frecuente. Sin embargo, aquellos que no se habían percatado de algo, al verlo repetido en sus compañeros, tienden a irlo incorporando en sus cabezas. Otros, tienen comprensiones que antes no habían hecho.

Carolina: ¿Todas esas estrategias han sido fruto de tu larga experiencia como maestro?

Francisco: En parte sí y en parte no…

Carolina: ¿Cómo así?

Francisco: Lo que pasa es que tuve la oportunidad de asistir a un curso intensivo sobre lectura crítica, y allí nos dieron varias de estas pistas…

Carolina: ¿Y eso cuándo fue?

Francisco: A finales del año pasado. Fue un curso organizado por el equipo de Formación docente de la Secretaría de educación.

Carolina: Ah, ya recuerdo. Lo que pasa es que yo no pude asistir porque justo en esa semana estuve muy enferma con una de esas gripas que lo tiran a uno a la cama.

Francisco: Pues te perdiste de un curso interesantísimo. Allí estuvimos varios del colegio y fue muy alentador encontrarnos con estrategias didácticas útiles para incentivar, mejorar y cualificar los procesos de lectura crítica en nuestras aulas.

Carolina: Lástima. Pero, cuéntame otras cosas de ese curso en los pocos minutos que nos quedan de descanso.

Francisco: Hubo otros asuntos que me llamaron la atención. Uno que ya venía haciendo, pero que ahora entendí mejor sus beneficios. Se trata de siempre combinar la lectura con la escritura. El de pedirles a los estudiantes a la par de la lectura una reseña, un comentario, una opinión sobre lo que leyeron. Pero no largos textos, sino escrituras cortas. Y aprendí una técnica que no conocía: el contrapunto.

Carolina: ¿Pero eso no es como para profesores de música?

Francisco: No. Contrapuntear en el sentido de replicar, de responder a lo que se ha leído.

Carolina: Explícame un poquito más…

Francisco: La idea es, según le entendí al conferencista, que cada estudiante elija una idea fuerza o un párrafo que le haya llamado fuertemente la atención por cualquier motivo y a ese pedazo le haga el contrapunto. El contrapunto puede hacerse empleando diferentes técnicas: ampliando lo que allí se dice, minimizando los alcances del texto elegido, contrastando, derivando o transponiendo la información a un contexto diferente al referenciado. Lo central de esta técnica de lectura crítica es poner la voz del texto en concierto con la propia voz del estudiante. Que se atreva a debatir con los textos que lee, que opine algo en favor o en contra, que replique, que contraste, que no sea un pasivo usuario de la información.

Carolina: ¡Que novedosa esa propuesta!

Francisco: Y el conferencista dijo también que el contrapunto era una buena estrategia para combatir el “copy paste”, tan habitual hoy en nuestros estudiantes.

Carolina: Pero, para una inexperta en el tema como yo, ¿en qué consiste la lectura crítica?

Francisco: Es una manera de leer en la que el texto siempre hay que leerlo con sus contextos.

Carolina: ¿Es decir…?

Francisco: Un texto hay que ponerlo a conversar con la época, con el autor, con otros textos… No es únicamente una lectura literal.

Carolina: ¿Y qué más?

Francisco: Es una lectura que lleva a establecer relaciones, a tender puentes, a ver la parte con el todo, a mirar el texto como lo que en verdad es: un tejido. A encontrar cosas que están debajo de lo evidente, a sacar a la luz lo que está latente o disimulado.

Carolina: Ya entiendo.

Francisco: Es una lectura que obliga al lector a estar alerta, a no ser pasivo ni sumiso ante lo que lee. El lector crítico interroga, le hace muchas preguntas al texto. Ve sus fisuras, sus intersticios, sus entrelíneas. Es un experto en hacer inferencias…

Carolina: ¿En sacar conclusiones e implicaciones de lo que lee?

Francisco: Sí. Alguien que usa la deducción y la inducción para formular hipótesis plausibles, para elaborar presunciones a partir de datos aparentemente marginales o secundarios.

Carolina: ¿Y cuál es la finalidad de leer así?

Francisco: Aprender a ser sujetos críticos, a no tragar entero, a sospechar, a poner entre paréntesis, a no ser ingenuos. Si mal no recuerdo el conferencista habló de eso: de que la lectura crítica contribuía a adquirir una mirada perspicaz para no dejarse engatusar de los mensajes que a diario circulan por los medios de comunicación.

Carolina: Ah, o sea que la lectura crítica no es únicamente de textos escritos…

Francisco: Efectivamente. Se hace lectura crítica de los medios masivos, de la publicidad, de las prácticas sociales, de la moda, del consumo. Un lector crítico es como un vigía de la cultura, un lector que puede entrever formas de manipulación.

Carolina: Eso me recuerda las ideas de Paulo Freire.

Francisco: Sí. Tiene mucho que ver con los planteamientos de él. Por eso formar lectores críticos es, de alguna manera, formar ciudadanos aptos para deliberar, argumentar, defender sus derechos, tener una postura política, en el sentido de sentirse parte de una sociedad.

Carolina: Insisto, Pachito, que eso te funciona muy bien con el área de español, ¿pero a las otras áreas será que les opera?

Francisco: Yo creo que sí. Enseñar a leer críticamente es una tarea de todas las áreas. Eso depende de la manera como enfoquemos didácticamente nuestras asignaturas. Si enseñamos a los alumnos y alumnas a problematizar, a cuestionar, a mirar el envés de las cosas; si hacemos realidad la fuerza de la pregunta en los procesos de enseñanza, si eso hacemos, muy seguramente todas las áreas estarán favoreciendo la lectura crítica.

Carolina: Visto así, cada maestro puede contribuir a formar en este modo de leer.

Francisco: Además, si nuestras clases favorecen el debate, el panel, el foro, entonces nuestros estudiantes irán fortaleciendo las habilidades de sospechar, de no creerse todo lo que les dicen o ser tan ingenuos como para quedarse en la superficie de los mensajes. Y mi querida Carolina, de cara al mundo globalizado que nos tocó en suerte, hay que enseñar a digerir, a rumiar la información que consumimos.

Carolina: Mejor dicho, a ejercitar las neuronas.

Francisco: Así parece. Un lector crítico reflexiona, medita, examina las cosas más de una vez. Por eso es tan importante la relectura. Ese fue otro punto en el que insistió el conferencista: si no se relee no se pueden detectar los motivos recurrentes o ligar las pistas que están diseminadas a lo largo del texto.

Carolina: Como decía mi mamá, pura suspicacia…

Francisco: Sí. Un lector crítico debe hacer conjeturas, desconfiar, tener un espíritu escéptico, ser inquieto  intelectualmente. Recelar de lo dado por hecho o que parece incuestionable.

Carolina: No veo tan fácil esa tarea con estas nuevas generaciones que son fácilmente seducidas por la moda y el consumismo.

Francisco: Ahí está el reto de los maestros… Esa es una de nuestras labores más importantes hoy en las aulas: enseñarles a usar la sagacidad contra la tontería, convertirlos en detectives de la información circulante. Ayudarles a que aprendan a valorar, a sopesar las opiniones de la gente y de lo que ven en la televisión o bajan de internet. Que analicen, que desarrollen en suma su capacidad de juicio.

Carolina: Pachito, me tienes que seguir contando. Te dejo. Tengo clase con 10 A y no quiero llegar tarde.

Francisco: Listo. Cuando tengas un tiempo te presto mis apuntes y te facilito un material que nos dieron en el curso.

Carolina: Gracias. Me interesa. Si te parece nos encontramos a la hora del almuerzo, en la cafetería.

Francisco: De acuerdo. Más tardecito nos vemos… Y ojalá tengas suerte con tus estudiantes para conjurarles la peste macondiana de la apatía.

Carolina: Que así sea…

Té chai y mendacidad

18 domingo Feb 2018

Posted by Fernando Vásquez Rodríguez in Diálogos

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Ilustración de John Holcroft

Ilustración de John Holcroft.

Milena: Te he visto muy concentrado en estos días.

Juan José: Ando investigando sobre la mentira.

Milena: ¿Y eso?

Juan José: Es tal la avalancha de calumnias, de embustes que uno escucha en estas épocas electorales, que me ha entrado la curiosidad  por desentrañar este modo de actuar de los políticos.

Milena: Eso ha sido de siempre así…

Juan José: Es posible. Pero hoy se ha vuelto un arma habitual de descrédito, un recurso cotidiano para mancillar un nombre o poner astutamente a dudar a los electores sobre qué es verdad de todo lo que dicen sobre alguien…

Milena: Mi padre se sorprendía de que la gente sabiendo todo ese cúmulo de patrañas, de promesas falsas, sabiendo eso, votaran por esos personajes.

Juan José: Me cuesta aceptarlo pero, según leí, el pueblo no soporta la verdad; y que por eso es mejor venderle algo de ilusión, de fantasías para soliviar su pobreza o sus múltiples necesidades. Mejor el sueño que la realidad.

Milena: Doloroso pensar que es así, aunque hay muchos intereses de por medio. Tal vez lo que secundan a los mentirosos es porque conocen la doble faz de estos politiqueros. Saben que ese discurso promesero es puro barniz, porque en el fondo hay lucros esperándolos, fraudes dispuestos a sus apetitos personales.

Juan José: Una de las cosas que me ha llamado la atención de esta pesquisa es el rompimiento de la confianza, de los vínculos, que trae consigo la mentira.

Milena: Sí, es muy difícil confiar en alguien si esa persona nos miente. Uno queda en la incertidumbre, andando como a tientas en las relaciones.

Juan José: Y poco futuro puede construirse… Al mentirle a alguien paralizamos el presente. El engaño tiene el mismo veneno de la mirada de Medusa.

Milena: Eso me parece una idea sugestiva…

Juan José: Debe ser porque te encanta todo lo de mitología. ¿Sabías que hay un personaje relacionado con esto de la mentira en la mitología griega?

Milena: No… ¿quién?

Juan José: Casandra.

Milena: Cuéntame…

Juan José: El relato, en síntesis, es la historia de una ninfa hermosa que cautivó a Apolo; ella le pidió en contraprestación de su amor, el don de la profecía; Apolo se lo concedió. Sin embargo, una vez obtenido este poder, Casandra le negó sus favores al dios. Apolo le impuso este castigo: podría leer el futuro pero con la desgracia de que nadie creyera en tales vaticinios.

Milena: Interesante. Otra vez la negación del futuro, ¿no?

Juan José: Casandra les advirtió a los troyanos que el caballo de madera era una trampa, que el rapto de Helena iba a traer enormes desgracias, pero nadie creyó en sus profecías. Ese es el problema: una vez la mentira instaura sus dominios es difícil que el porvenir tenga lazos con lo creíble, con lo verdadero.

Milena: ¿Y qué otras cosas has encontrado en tu investigación?

Juan José: Tantas, que este té chai no va alcanzarnos para contártelas.

Milena: Al menos empezamos a deshacer el ovillo…

Juan José: Un aspecto más es que la mentira necesita de otras mentiras para mantenerse en pie. No es posible que una mentira se sostenga sola. Para justificarla o darle cierta credibilidad es necesario un coro de mentiras secundarias que le den consistencia.

Milena: Por eso dicen que el mentiroso debe tener buena memoria…

Juan José: Así es. Pero lo que me llama la atención es el lastre que esto provoca. Un mentiroso acumula falsedades, teje engaños, urde falacias de tal forma que lo que parece una defensa termina siendo su encierro, su cadena. Lo que en un momento era protección, con el tiempo, es su propia indefensión.

Milena: Más rápido cae un mentiroso que un cojo, afirma el refrán.

Juan José: Es como un círculo vicioso: el mentiroso miente para defenderse pero ese mismo escudo se transforma en un cilicio torturante…

Milena: Ahora que lo dices, me parece que el mentiroso se parece mucho a Sísifo. Una y otra vez lleva sus mentiras a cuestas, las carga hasta la cima de la verdad, pero no puede alcanzarla nunca, y, entonces, debe volver al inicio, con otra mentira, a ver si con ella ahora sí conquista su cometido. No deja de ser una forma de castigo…

Juan José: En lo que coinciden varios autores es en que la mendacidad fractura o fisura la confianza.

Milena: No cabe duda…

Juan José: Yo tengo la idea de que la piel de la confianza es frágil, de que es un ser que demanda mucho cuidado para no estropearlo. Y creo que esa piel se va haciendo más fuerte en la medida en que la nutrimos con la verdad.

Milena: Algo poética la manera de entender el asunto…

Juan José: Fíjate y verás que es así. Las relaciones se hacen más fuertes si las lubrica la sinceridad, la franqueza. Entre más veracidad, más fuertes los lazos, más hondos y permanentes los vínculos.

Milena: Hasta razón tienes. Y la lógica contraria sería igualmente válida: las relaciones serán más raquíticas, menos resistentes, si aumenta la mentira, el recelo, la prevención.

Juan José: Además, Mile, nos olvidamos de que el mentir, especialmente, cuando hay afectos de por medio, provoca sufrimiento en otro ser humano.

Milena: Lo sé, uno ha escuchado tantas historias…

Juan José: Hay mucho de egoísmo en el mentiroso o, por lo menos, una falta de consideración sobre sus semejantes. El mendaz ignora  el sentimiento de otredad.

Milena: Quizá, por eso mismo, nuestra época tan egoísta, tan poco solidaria, favorece y rinde culto a la mentira.

Juan José: Porque así el sufrimiento de la otra persona no aparezca mientras exista el encantamiento elaborado por la mentira, lo cierto es que cuando todo se devele, cuando el engaño sea descubierto, el dolor será más hondo, más demoledor. Los mentirosos, aunque no lo sepan, son dilatadores del sufrimiento ajeno.

Milena: ¿No crees, entonces, en las mentiras por amor? Hay personas que piensan que es mejor vivir engañadas… que prefieren, precisamente no saber, para no sufrir…

Juan José: Si viviéramos en un eterno presente, eso sería posible. Pero estamos hechos de tiempo, de memoria. ¿De qué sirve ocultarle la verdad, al ser que decimos amar, si al final las evidencias de la realidad lo llevarán a conocerla? Eso es como la muerte…

Milena: ¿Cómo así?

Juan José: Pues, sí, tarde o temprano moriremos. Esa es una realidad de puño. ¿Para qué mentirnos esa verdad? A pesar de que no quisiéramos, aunque nos neguemos a aceptarlo, alguna vez llegaremos a ese término. ¿No sería mejor, por lo mismo, asumir la vida desde esa certidumbre? De pronto al aceptar dicha verdad de lo que somos nos lleve a otorgar otro sentido a nuestra existencia, a jerarquizar de otra forma nuestras actuaciones, a asumir la libertad de otra manera. 

Milena: ¿No será que los seres humanos se niegan a aceptar esa condición finita y por eso necesitan de la mentira?

Juan José: Es probable. Credos e ideologías han acicalado este destino del ser humano. Pero considero que no podemos dejarnos engatusar por la idealización de la vida o por una metafísica a partir de la cual falsificamos nuestra condición mortal. Seríamos una farsa caminante.

Milena: Bueno. Te pusiste filosófico…

Juan José: Tú me picas la lengua… ¿o será por el jengibre del té?

Milena: A mí me parece que uno no aguanta toda la verdad… Se requieren dosis, tacto para decir esas verdades hondas y complejas…

Juan José: De acuerdo, pero eso no es lo mismo que ocultarla o convertirnos en falsarios de oficio. A mí me gusta mucho citar ese verso de Emily Dickinson: “Di toda la verdad, pero dila sesgada…” Y el sesgo tiene que ver con el tacto, con el cuidado con el otro. Con preservar su dignidad, a pesar de cualquier cosa.

Milena: Y ya que hablas de poesía, no son los literatos unos hacedores de engaños con palabras…

Juan José: Así parece. Pero ese engaño es para revelarles a los demás, precisamente, una verdad. Es una mentira que, al ser descubierta, lo que trae en su médula es la revelación de una verdad.

Milena: Sin embargo, al fin y al cabo, es un engaño…

Juan José: Pero con una diferencia de las otras mentiras de las que veníamos hablando. En la literatura, por ejemplo, esa mentira es un engaño acordado. El autor y el lector hacen ese pacto. Por eso el goce y no el sufrimiento, por eso la alegría y no la tristeza de saberse burlado…

Milena: Escuchándote pienso que para enfrentar la verdad se requiere valor, y la gente, en general, tiene mucho miedo.

Juan José: Totalmente de acuerdo. El exceso de miedo nos falsifica, nos quita la autenticidad, nos enmascara el cuerpo y el alma. De pronto, un pueblo amedrentado prefiere las mentiras a las verdades; por eso los políticos más astutos –y hay uno en particular que tú y yo conocemos– son los que saben administrar ese temor, inocularle a la gente ese flagelo para que se traguen enteras todas sus mentiras. El miedo nos hace cómplices de falsedades, de calumnias, de odios infundados…

Milena: Y si a eso le sumamos lo que hacen los medios masivos de comunicación o la ligereza de las actuales redes sociales, pues el miedo parece ser parte del ambiente…

Juan José: No cabe duda. Estamos en un campo de batalla de embustes y chismes, de engañifas y verdades a medias…  Por ello, con mayor razón necesitamos tener criterio para seleccionar la almendra de la pajilla vacía.

Milena: Hay mala fe en todos esos que prometen y luego no cumplen o en los que ilusionan y después se arrepienten de sus compromisos…

Juan José: Yo percibo un afán de dominio en el que miente. Con esos engaños lo que se busca es someter al otro, bien porque  se saca provecho de su ingenuidad o porque esa persona no alcanza a entrever que le están manipulando sus sentimientos. Pero eso no sucede solamente en la política. También en las relaciones humanas, el que se entrega o abre sus brazos sin malicia, de alguna forma se expone a que le hagan pedazos sus más íntimos anhelos…

Milena: Por lo que observo en nuestro mundo globalizado, las gentes simulan y disimulan demasiado. Hay exceso de apariencia y un absoluto abandono de la autenticidad.

Juan José: Ese es un estigma que a muchos envenena. Eso y el autoengaño, que es para mí la peor de las mentiras, porque convierte a las personas en remedos de sí mismos, en títeres de madera de sus propios embustes.

Milena: Me dejaste iniciada con el tema. Tienes por ahí una recomendación bibliográfica para continuar conversando en la distancia…

Juan José: ¿Has leído a El libro de los ejemplos del conde Lucanor?

Milena: No…

Juan José: Es un libro del siglo XIV. Hay allí un cuento, que bien parece un apólogo, titulado “Lo que sucedió al árbol de la mentira”, te lo recomiendo…

Milena: Lo buscaré, a ver si me sumo a tus indagaciones sobre la mentira…

Juan José: Me cuentas lo que te sugiere ese cuento…

Milena: Ya nos encontraremos muy pronto, te lo aseguro.

Juan José: Espero que no sea una mentira piadosa.

Milena: Claro que no. Después de esta conversación, me cuidaré de no prometer cosas que no puedo cumplir…

Entrevista a La Lectura

20 sábado Ene 2018

Posted by Fernando Vásquez Rodríguez in Diálogos

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Georgy Kurasov.

“Mujer leyendo con naranja”, pintura del ruso Georgy Kurasov.

Encontré a La Lectura envolviendo regalos, en una de las librerías al norte de Bogotá. Me aceptó esta entrevista contagiada quizá por el espíritu navideño que, según ella, tanto la beneficiaba. Hacia el mediodía compartimos un capuchino en una cafetería situada en el patio interior de la librería. De manera afable contestó a mis interrogantes. Aunque sigue siendo joven, es una mujer madura; su vestuario es más clásico que moderno, usa zapatos de tacón mediano que combinan muy bien con una pañoleta de seda china. La montura de sus lentes tiene visos dorados.

—Una primera pregunta, apenas obvia por lo que estamos viendo en estos tiempos, ¿cree usted que se está leyendo menos que hace unos siglos?

—Es posible. Hay una pereza y una apatía por leer en buena parte de las nuevas generaciones que ha mermado el interés por mis servicios. Usted sabe que no soy fácil para ofrecer mis favores; quien me requiere necesita concentración, paciencia y un interés continuado.

­—¿Las nuevas tecnologías la han desplazado?

—Un poco, si se refiere a acceder a mí en el formato libro. Pero las gentes me siguen utilizando en otros medios y soportes; bien parece que aún no hay alguien que me substituya cabalmente. Pienso que estas nuevas tecnologías me han convertido en algo muy operativo, muy pragmático. Cuánto extraño a esas personas que me dedicaban su tiempo con total devoción. ¡Qué dicha era tener tantos adoradores de tiempo completo!

—¿No habrá influido la familia? Es evidente que padres y madres no leen frente a sus hijos por andar engolosinados con la televisión.

—Sí. Esa es una buena razón. Son contados los hogares en los que mi presencia sea central para la crianza o como parte de un proceso formativo. Lo común es que no logre encarnar en hábitos ni que me consideren un artículo de primera necesidad.

—¿Y la escuela?

—La escuela ha sido mi aliada, mi gran defensora, mi más querido benefactor durante siglos. ¡Qué sería de mí sin las aulas, sin el apoyo incondicional de los maestros y maestras! Yo me siento a gusto allí.  Los escenarios educativos son un lugar propicio para desplegar mis alas; son un vivero, un hábitat ideal para que echen raíces mis posibilidades, mis riquísimos frutos. Yo les debo tanto a los maestros, ellos son los que me recomiendan, los que me sacan de anaqueles claustrofóbicos o de vetustas bibliotecas. Por ellos permanezco en la memoria de los más pequeños y a pesar de la desidia de los estudiantes tengo un encuentro, así sea intermitente, con ellos.

—Noto que son las generaciones mayores las que más velan por su continuidad.

—No crea. Hay unos cuantos jóvenes que me buscan con asiduidad. La curiosidad y el placer son un buen aliciente para no abandonarme. A veces creo que mi adeptos y seguidores con seres excepcionales o no tan comunes. Más bien son espíritus sensibles, inquietos, preocupados por el sentido del mundo y de la vida. Claro, también están los que anhelan poblar su ocio de aventuras o de fantásticas situaciones para escapar de un mundo cada vez más repetitivo y desesperanzador.

—A propósito de esto, ¿qué consejos le daría usted a alguien que a pesar de intentarlo, se priva de conocer sus favores?

—Le diría que halle su “nicho” de interés, que encuentre un tema, un motivo que lo inquiete y, desde allí, que se anime a buscar un libro, una revista, un sitio en internet que esté conectado con dicha zona de su gusto. Hecho esto, que por mera curiosidad visite una librería, que se deje incitar por ese ambiente. Y que en medio de todas esas voces mudas, indague por algún texto relacionado con su tema. Que lo compre y lo lleve a su casa como una provocación. Después viene lo difícil: que lo empiece a leer y logre terminarlo. Para ello le aconsejaría que no intente llegar al final de una vez; que vaya por partes, dosificando, luchando con el sueño y con la televisión. Es más: que se desconecte de ese aparato unos minutos y los trueque por mi compañía. Le diría, además, que hable con los amigos y amigas de aquello que va encontrando durante nuestras citas silenciosas.

—Parece retadora la invitación…

—Yo ofrezco manjares que merece la pena conocerlos. Aunque pueda parecer al inicio un tanto exigente, pertenezco a las abanderadas y defensoras de que lo demasiado fácil empobrece el espíritu.

—Por qué no nos comparte algunos de sus más grandes beneficios…

—Lo intentaré, aunque debo confesarle que no es fácil hablar de mí con tanta vanidad. No obstante, enumero seis de los que parecen mis mejores atributos: Primero: soy la posibilidad para que las personas vayan del pasado al futuro sin moverse de su casa. Mi piel es un infinito mar o un camino interminable. Segundo: soy un alimento para desarrollar la imaginación y, según sé, contribuyo a que la vejez no deteriore tan fácilmente el cerebro de las personas. Mis fluidos mantienen viva la red eléctrica de los cerebros humanos. Tercero: soy una compañía especial para las almas solitarias, para los amantes de la interioridad, para los que los atenaza la enfermedad o están constreñidos por muros inexpugnables. Presto mis brazos o mis ojos o mis manos para que el esclavo tenga alas, para que el solitario se sienta acompañado y para que el abandonado recupere la atención necesaria para sobrevivir. Cuarto: soy una magnífica cómplice de sentimientos, de pasiones, de proyectos y sueños. Me encanta contribuir para que los labios se junten, las promesas tomen cuerpo y los afectos hallen la palabra justa para convertirse en confesión o testimonio. Me gusta ser la celestina de los vínculos entre las personas. Quinto: soy una moneda valiosa para el diálogo entre los seres humanos. Por momentos sirvo para el trueque de asuntos cotidianos y, en otras ocasiones, soy en sí misma motivo de encuentros, charlas, tertulias y pláticas… Por eso tengo gran afecto por el vino, la bohemia, por los cafés y los sitios reservados. Sexto: soy, además, maestra silenciosa. Enseño, guío, muestro cosas y asuntos tan variados como complejos. Por mi sangre corre el deseo genuino de educar, y me llena de absoluta alegría ver cómo el ignorante se hace un poco menos rudo y el más necio adquiere para sí un poco de sabiduría.

—Escuchando todos esos beneficios, resulta extraño que haya personas que se priven de conocerla, o de apropiar esos favores.

—A lo mejor es porque no tuvieron buenos iniciadores, o porque el culto a la frivolidad de este tiempo hace que mis beneficios parezcan cosas densas o de gran esfuerzo… o quizá sea porque viven demasiado en función de la prisa, porque están tan obsesionados por la utilidad inmediata que se privan de beneficios de más larga duración.

—Y sobre esas campañas de los gobiernos para motivar a conocerla, sobre los planes estatales para fomentar su presencia, ¿qué piensa?

—En mucho ayudan. Especialmente a aquellos que por diferentes motivos han estado lejos de mis brazos. Estoy muy agradecida con esas voces  que impulsan un encuentro con mi mundo. Por supuesto, a nadie se lo puede obligar; ni ayuda mucho la imposición. Siempre he creído que mi mayor aliada es la libertad, el acto libre por escogerme sin que haya castigos u obligaciones morales. Al final de cuentas, el vínculo que ofrezco nace como una relación amorosa.

—Algunos han escrito que usted  mantiene una relación cercana con la muerte, que permite el diálogo con los ya fallecidos.

— Es cierto, gracias a mí hablan los que ya no tienen sangre en sus venas. Mis ojos son como la barca de Caronte que pone en comunión dos mundos. Y lejos de preocuparme por esta filiación con los difuntos debo decirle que me enorgullece en cada una de mis actuaciones recuperar para los vivos aquellas voces consumidas por el polvo y el olvido. Por eso creo que al desplegar mis ojos y mi memoria lo que hago es un homenaje a esas voces que merecen salvaguardar de la recordación.

—Y otros han dicho que si uno frecuenta demasiado sus favores se enloquece…

—Si por locura entienden lo que le pasó a mi devoto amigo Don Quijote, hay que decir que sí. Pero fíjese que su locura consistía en salir al mundo a resolver entuertos y luchar por los más desvalidos, en defender su amor de malandrines y en restaurar la edad de oro de la poesía. Si a eso llevan mis encantos, pues bienvenida sea la locura.

—Ha hablado de devotos, de sus adoradores excelsos, ¿qué rasgos tienen o deben tener?

—Ah, esos cómplices perfectos, que los hay, necesitan antes de cualquier cosa, visitarme todos los días. Algunos lo hacen como alondras en la mañana y otros prefieren, al igual que los búhos, visitarme durante las noches. Este es un rasgo esencial de mis adoradores: cortejarme todos los días. El otro aspecto que mis devotos admiradores poseen es una buena memoria para retener lo que mis ojos les confían. Mi amante ideal guarda mis palabras como si fueran tesoros. No sabe lo que disfruto comprobar la manera en que mis confesiones se convierten en frases memorables en la boca de mis fervorosos seguidores. Me parece que esas personas son fieles hasta el punto de volver a mí varias veces. Bueno, ese podría ser otro rasgo: disfruto enormemente que mis adoradores recorran de nuevo mi piel, que me redescubran, que repasen mi ser como si fueran caminos inexplorados. En este punto, soy una convencida de que solo los ritos dan trascendencia a las cosas que hacemos.

—No puedo dejar de preguntarle por esa otra señora admirable, La Escritura, ¿cómo son sus relaciones?

—Usted sabe que ella es una hermana para mí. Gracias a sus cuidados crecí saludable y por ella he multiplicado mis alcances. Nos vemos a cada rato, intercambiamos informaciones diversas y nos enorgullecemos de lo mucho que hemos conseguido juntas. Desde luego, ella es más seca, más silenciosa, más fría, si usted quiere, hasta que entra en diálogo conmigo; entonces, da gusto observarla en su locuacidad, en su manera de contar anécdotas, en su forma de cantarle a la vida, al mundo, al universo. Por momentos calla, hace una larga pausa, me mira expectante, y vuelve a narrarme eventos o aventuras de hace mucho tiempo. Cuando está en ese estado, me pide que la acompañe un poco más, que no deje de estar pendiente de sus ademanes y sus signos acompasados. Ella es mi hermana mayor, y la necesito como a mis propios ojos.

—Como sé que debe volver a su trabajo, déjeme terminar este diálogo haciéndole tres preguntas. La primera, ¿por qué la pintan a usted asociada con las alas?

—Tal vez porque disipo la pesadez de los espíritus. O porque yo misma soy pura imaginación. Y ahora que lo pienso mejor, me figuran alada por lo que tengo de evanescente o incorpórea; porque soy como un viento refrescante o porque mi ser está hecho de la misma materia que los ideales o los sueños.

—La segunda, que fue la que tuve la tentación de hacerle al principio: ¿por qué el libro sigue siendo su mejor carta de presentación, su heraldo irremplazable?

—Me toca usted un asunto del cual podríamos gastar muchas horas conversando. Pero, para no impacientar a los clientes que desde hace rato me miran ansiosos, le diré que los libros son una especie de medios para comunicarme; son el ropaje que mejor me sienta. Un espacio en el que respiro con facilidad y me hace desplegar toda mi energía. A veces pienso que por ellos me he hecho más cercana a hombres y mujeres, a niños y jóvenes; gracias a ellos tuve rostro y fisonomía reconocible. Los libros son mi soporte, mi sangre, mi herencia. Y aunque actualmente hay otros adalides electrónicos, me sigue gustando mucho esa forma rectangular hecha de papel y tinta. Me encanta vestirme con esas manchas, con ese atuendo artesanalmente encuadernado.

—Por qué no me regala, como cierre de esta entrevista, una frase que podamos convertir en consigna para invitar a otros a conocerla y disfrutarla.

 —No es una frase propia, sino de un pensador que fue un adorador incansable de mis goces, René Descartes: “La lectura de todos los buenos libros es como una conversación con los mejores ingenios de los pasados siglos que los han compuesto”. Como ve, mi forma de ser ha sido y sigue siendo una invitación a conversar.

 

Cuestión de calidad

08 domingo Oct 2017

Posted by Fernando Vásquez Rodríguez in Diálogos

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Calidad

Mauricio: Te noto con cara de preocupación. ¿O son suposiciones mías?

Edith: Esa bendita tesis para el ensayo…

Mauricio: ¿Tú también andas desvelada como yo?

Edith: Y piense y piense, pero no se me ocurre nada.

Mauricio: Yo ando igual, aunque ahí voy como teniendo algunas luces sobre el tema de la calidad educativa.

Edith: Te invito a un cafecito y me compartes lo que llevas hecho a ver si eso me sirve de motivación para mi ensayo.

Mauricio: Vale.

Edith: Estuve recordando lo que nos dijo el maestro sobre la tesis. Que debía ser medianamente original o al menos llamativa, interesante.

Mauricio: Sí, sí. Y que debía formularse en una frase con un tono afirmativo, que no fuera una pregunta, sino una oración en la que uno tomara postura frente al tema.

Edith: Todo eso lo he tenido presente y he releído varios de sus textos y de los ejemplos consignados en su libro Las claves del ensayo.

Mauricio: A mí ese libro me ha ayudado mucho…

Edith: ¿Qué vas a tomar?

Mauricio: ¿Tengo alternativas?

Edith: Por ser mi salvador en esta tarea, tienes derecho a elegir.

Mauricio: Bueno. Entonces, un capuchino.

Edith: Pues ya que me provocaste… Que sean dos…

Mauricio: Yo me he dedicado a poner en práctica el ejercicio que hicimos sobre los aforismos. Todos los días he dedicado un tiempo a pensar en qué es la calidad. A ver si de esa manera se me ocurre algo sobre la calidad educativa.

Edith: ¿Y qué has concluido?

Mauricio: Pues, no tanto como quisiera, pero me ha servido el ejercicio en la libretica de notas para ir perfilando mi tesis.

Edith: Cuéntame en detalle a ver si te imito…

Mauricio: Por ejemplo, me puse a pensar en la calidad de la ropa. Uno dice que es de calidad porque los materiales empleados son los mejores, y eso hace que la ropa dure. No como esas prendas chinas de hoy, que son de muy mala calidad. Al emplear materias primas ordinarias, pues el resultado no es el mejor.

Edith: ¿Con o sin azúcar?

Mauricio: Con una bolsita. Gracias.

Edith: Pero no son solo los materiales, pienso yo. Porque influye de igual modo el diseño de la ropa. Hay diseños de calidad, ropa de marca. La marca es un signo de calidad.

Mauricio: Sí, pero no siempre. Hay ropa que aunque no es de marca, es de muy buena calidad.

Edith: No obstante, casi siempre hay una relación entre la calidad y el precio. Las cosas muy baratas no son de buena calidad.

Mauricio: Depende. Yo he conseguido prendas baraticas que duran mucho. No tienen marca, pero son, como dicen, para toda la vida.

Edith: Mira, allí hay una mesa desocupada.

Mauricio: Eso es un milagro en esta cafetería.

Edith: Lo del precio alto en todo caso dice algo de la calidad de las cosas. Un carro barato, como el que consiguió mi hermano Cristóbal, ha sido una estafa, no hace sino llevarlo  cada rato al taller.

Mauricio: Es posible. Las grandes empresas tienen, según he leído, control de calidad. Si no hay alguien que haga ese control, pues cualquier cosa sale al mercado.

Edith: Sí. Vi la otra tarde un programa por tv cable, creo se llama Megafábricas, en el que mostraban cómo se fabrica un carro Ferrari, y de todos los controles que tienen en cada etapa del proceso. Hay inspectores para que la pintura no tenga ni un rasguño, para que cada tornillo esté donde tiene que estar. Cuidan excesivamente los detalles.

Mauricio: Ese punto me parece fundamental. Para que las cosas sean de calidad requieren  un cuidado en todos los detalles. Volviendo a la ropa, pienso en los acabados, en la terminación de los ojales, en el botón de repuesto… Todo eso influye al final para que una prenda sea reconocida de buena calidad.

Edith: De acuerdo. Son varias cosas las que se combinan para lograr el sello de calidad.

Mauricio: Y ahora que lo digo, ese reconocimiento va pasando de boca en boca, y por eso la gente recomienda esa marca o ese tipo de prendas. Hay cosas que uno compra por el reconocimiento que la misma gente les da.

Edith: Sí, uno va como a la segura.

Mauricio: Yo creo que por eso hay instituciones que certifican la calidad. Y obtener esa distinción, pues le da prestigio al producto.

Edith: Por eso fue que yo elegí esta Maestría. Por ser una de las tres maestrías en educación acreditadas de alta calidad en el país.

Mauricio: Esa razón influyó de igual manera en mi opción por esta universidad. Es decir, me inscribí en una Maestría y una universidad acreditadas de alta calidad.

Edith: Y mirándolo bien valió la pena… aquí todo está organizado, todo está programado, los maestros son excelentes, el plan de estudios, el proyecto de investigación tiene tutores idóneos…

Mauricio: Ahora que lo dices, fíjate que no todas las universidades ni todas las maestrías tienen esa distinción. Funcionan, cumplen con el registro de ley, pero no tienen ese “plus”, esos rasgos adicionales que las diferencia o las distingue de la mayoría.

Edith: Se diferencian del común… y son pocas las excelentes.

Mauricio: Esa parece ser otra clave de la calidad: es escasa. O al menos eso me parece.

Edith: De pronto la calidad es como algo deseable, una especie de ideal…

Mauricio: Sabes que ese es un buen punto. Porque en la medida en que se logra un nivel de calidad, siempre habrá otro peldaño, algún asunto por mejorar. Me parece que la calidad es como una meta siempre lejana.

Edith: Una aspiración.

Mauricio: Sí. Es luchar para alcanzar esa distinción. Y a pesar de que las cosas se hagan muy bien, siempre es posible perfeccionarse en algo, cualificar un proceso, un acabado.

Edith: En ese programa que vi sobre la Ferrari cada operario está especializado. No es cualquiera el que pinta, el que pone las puertas… son empleados con mucha experiencia.

Mauricio: Ese parece ser otro punto, el de la experiencia. Recuerdo un comentarista de ciclismo, Julio Arrastía Bricca, que decía precisamente eso: “la experiencia no se improvisa”.

Edith: Se requiere trayectoria… práctica. Dominio en el oficio.

Mauricio: Parece que no se puede lograr la calidad de cualquier forma. No es un asunto de improvisación o de suerte. Me he fijado que la planeación, la gestión, juega un papel fundamental en esto de la calidad. Al igual que la especialización en las tareas.

Edith: Considero que es muy importante, de igual forma, la persona que lidera una empresa, una institución, un programa.

Mauricio: Claro. Quizá el que dirige sea quien mejor debe entender el asunto de la calidad. Los buenos líderes deberían velar para que no baje el nivel, para que su organización no flaquee o se hagan las cosas de cualquier manera.

Edith: Entonces, todo termina dependiendo de las personas.

Mauricio: No cabe duda. Son los seres humanos los que le imprimen a sus acciones ese sello de calidad. Mi padre me decía eso a cada rato: “no se trata de hacer las cosas a las patadas. Si va a hacer algo, hágalo bien. Un Martínez, se distingue por eso”.

Edith: Pienso que a esta cafetería le falta, entonces, alguien que haga control de calidad de este capuchino. ¿No?

Mauricio: Pensé que era yo el que estaba hoy muy exigente, porque en verdad estaba muy regularcito el café.

Edith: A lo mejor el café no era de calidad.

Mauricio: Eso es seguro, el mejor siempre es de exportación. El de consumo interno es pura “pasilla”.

Edith: Pero tú, con todo lo que me has dicho, ya tienes la tesis de tu ensayo casi terminada.

Mauricio: Sin embargo, no he hallado la mejor manera de redactarla. No me gusta del todo como sale.

Edith: Le estás haciendo control de calidad a la escritura.

Mauricio: Sabes que sí. Y aunque parezca poco, ahora pienso más en cada palabra que utilizo, y leo y releo cada línea redactada antes de la nueva que voy a incluir. Me ocupo en serio de la tarea, más allá del cumplimiento…

Edith: Estás siguiendo al pie de la letra las indicaciones del maestro.

Mauricio: Sí. Ese ha sido mi propósito. Uno logra mejorar en algo si tiene buenos ejemplos, ¿no? De pronto esa es otra clave de la calidad: contar con personas idóneas que transmitan un saber, un oficio, un arte. Porque si esas personas no son las más competentes, las más cualificadas, o no saben lo que en verdad deben enseñar, pues el resultado es deplorable.

Edith: Y uno, por más que no quiera, poca calidad tendrá en sus productos.

Mauricio: O necesitará hacer un recorrido muy largo, darse golpes con la inexperiencia, y tener una fuerza de voluntad a toda prueba.

Edith: ¿Y qué otras cosas has pensado?

Mauricio: He reflexionado sobre lo que dice la gente, aquello de que la cantidad no es necesariamente sinónimo de calidad. A veces pocas cosas son suficientes para lograr un alto índice de calidad. Por eso las empresas se especializan. Tal vez la calidad consista en una cuidadosa selección de los elementos necesarios para algo. Piensa no más en la cocina, los chefs afirman que lo más importante son los productos de calidad que compran para sus recetas.

Edith: Y hablan de tener a la mano unos útiles de calidad. Un excelente cuchillo para ellos es definitivo.

Mauricio: Claro. Por eso el maestro habló en clase de las herramientas del escritor. Yo pienso que por no tener unos buenos útiles de estudio es que no alcanzamos producciones de calidad.

Edith: De eso me he dado cuenta.

Mauricio: Si supieras lo que me ha servido el Diccionario de ideas afines del que nos habló el maestro. Allí encontré que calidad se relaciona con perfección pero de igual modo con un tipo de rango…

Edith: He sido un poco desaplicada y no le he puesto la suficiente atención a esa bibliografía entregada en clase.

Mauricio: Te lo cuento porque a mí esa fuente de consulta me ha ayudado cantidades…

Edith: Oye, ha sido provechoso este tiempo. Gracias por compartirme tus procesos de pensamiento.

Mauricio: No. Gracias a ti por el capuchino, que parecía elaborado con café chino.

Edith: Espero pronto ver en el blog del maestro tu primer párrafo aprobado.

Mauricio: Confío en que pase ese control de calidad. Lograr un “excelente” sigue siendo mi mayor aspiración.

Edith: Yo con un bien, me sentiría satisfecha.

Mauricio: Es mejor ponerse metas bien altas, así como les pedía el Papa Francisco a los jóvenes, en su reciente visita a Bogotá.

Edith: Sabes que sí, aunque para mí escribir es un reto tenaz. No sabes la cantidad de tiempo que empleo en cada una de esas tareas del Nivelatorio.

Mauricio: Claro, no se alcanza la calidad si uno no le invierte tiempo… Si no dispone suficientes minutos para perfeccionarse en algo.

Edith: Tiempo es lo que no tengo. Ya es jueves y tenemos plazo hasta el sábado, ¿no?

Mauricio: Sí.

Edith: Entonces chao, salgo para tutoría. Y ojalá esta noche me visite la inspiración.

Mauricio: Suerte. Saludes a las Musas…

Escribirle al coronel de García Márquez

03 domingo Sep 2017

Posted by Fernando Vásquez Rodríguez in Diálogos

≈ 4 comentarios

García Márquez

García Márquez: “es una novela cuyo estilo parece el de un guión cinematográfico”.

Germán: Acabo de terminar el ensayo que nos pidieron en el seminario de “Autores colombianos” sobre El coronel no tiene quien le escriba, de Gabriel García Márquez. La lectura de esa novela y lo que investigué al respecto me lleva a una conclusión: es una obra magistral.

Rodolfo: Igual me pasó a mí. La figura del coronel está tan bien lograda. Es un personaje digno, de la misma naturaleza de aquel otro viejo memorable, ese pescador de Hemingway, quien sabía que perder una batalla no es perder definitivamente la guerra.

Germán: Considero que es una de las mejores novelas de García Márquez. Y los once borradores empleados llevan a una calidad y una economía en la prosa excepcionales; es una escritura meditada, precisa.

Rodolfo: Indagué que García Márquez la terminó a principios de 1957 y, luego, fue publicada en la revista Mito en 1958.

Germán: Lo esencial de la novela es ver cómo este hombre, agobiado por la espera de una carta, por el estreñimiento, por el hambre y la miseria, sin embargo, es capaz de sacar de esas mismas circunstancias la energía suficiente para hacer prevalecer lo más suyo, lo más íntimo. Según leí, en uno de los críticos de García Márquez, Donald Shaw, el coronel es el único personaje de Gabito que al encontrar su propia esencia no muere o se retira del mundo.

Rodolfo: Y el ambiente de la historia es otra de las claves para haberlo logrado. El pueblo triste y solitario del coronel, la gallera, el clima de la violencia, las secuelas de la guerra civil, esa guerra en la que todo excombatiente abría los brazos o apretaba los dientes, ansioso por ver llegar una pensión de veterano.

Germán: Me llamó la atención lo que piensa otro de los estudiosos de esta obra, Ariel Dorfman, él dice que el coronel es un hombre enfrentado a una masa que lo quiere manejar, a una cotidianidad que busca subyugarlo, y él, para no de dejarse dominar por esa realidad externa, asume el ideal, impone la burbuja de su propia persona. El coronel es un hombre que desde su interior entabla una lucha con la sociedad que intenta aniquilarlo.

Rodolfo: Un autor que encontré, Juan Manuel Ramos, afirma que el coronel es el símbolo de una espera colectiva de un pueblo amordazo y maltrecho, y en la que un gallo simboliza la oposición frente a un estado represivo.

Germán: El mismo Donald Shaw afirma que el coronel sintetiza el proceso de concienciación de un viejo combatiente, agobiado por el asesinato de su hijo, por la pobreza y por la enfermedad de su mujer, y quien descubre en el gallo de pelea de su hijo muerto, un símbolo de fidelidad a la vida y de resistencia a la opresión. Es decir, el coronel simboliza una forma de recobrar la conciencia clara de una vida miserable.

Rodolfo: Vargas Llosa comenta que el coronel es un clásico personaje de la novela tradicional, es decir, un rebelde inconsciente que aspira a un mundo limpio, a una vida auténtica. Pero la conducta del coronel se traduce en idealismo abstracto, él cree posible lo imposible, tiene fe en la eficacia de lo ineficaz, afirma con terquedad y casi con locura la existencia de algo que no existe en su mundo: la justicia, el respeto a la palabra empeñada, la vigencia de la ley, el funcionamiento de la administración. El coronel, siguiendo a Vargas Llosa, se situaría en la búsqueda demoníaca de valores auténticos llevada a cabo por un héroe en un mundo degradado.

Germán: El coronel cumpliría a cabalidad, según eso, el esquema trágico señalado por Lukács.

Rodolfo: Así parece.

Germán: Yo pienso que todas estas interpretaciones contribuyen a entender el significado profundo de esta corta novela. García Márquez confesó que el coronel tipifica, como otros personajes suyos, la soledad límite de un hombre. La soledad de un  hombre quien, con su mujer y su gallo, esperan cada viernes una pensión que nunca llega. Esa imagen brotó, según Gabito, al ver un hombre esperando una lancha en el mercado de Barranquilla con una especie de silenciosa zozobra.

Rodolfo: A mí me parece que el coronel, además de representar un tipo especial de hombre enfrentado a la avalancha de la pobreza  y la miseria, fuera de ser él una respuesta revolucionaria a un orden de violencia, además de convertirse en adalid de un pueblo amordazado, fuera de todo eso, es un ejemplo de dignidad humana. El coronel es de esa clase de hombres que aunque tengan la flora intestinal deshecha, sin embargo, son capaces de silbar y reír ayudados por una ilusión, llámese gallo, ruleta o golpe de suerte. El coronel es uno de esos hombres que, a sabiendas de la hipoteca de su casa, puede arriesgarlo todo a una carta, a un espuelazo, a un recuerdo memorable.

Germán: El coronel parece decirnos con Unamuno, “la vida es esperanza que se inmola y vivé así, inmolándose en espera”. El coronel repite con Heráclito, “si no se espera, no se dará con lo inesperado”. El coronel entona otra vez las palabras de Machado: “vivir es devorar tiempo; esperar; y por muy trascendente que quiera ser nuestra espera, siempre será espera de seguir esperando”.

Rodolfo: El coronel sabe que aunque la ilusión no se come, ella misma alimenta. Y sabe también que la pobreza genera la creencia o la fe en el milagro. El coronel se afianza en la vida, en la cosa mejor que se ha inventado; a veces miente, pero porque sabe que nunca es demasiado tarde para nada, ni siquiera para poner en su sitio la ilusión y diferenciarla de la mera realidad. El coronel, en síntesis, es el hombre de confiadas e inocentes expectativas, el hombre de la esperanza que llega a asumir el presente fascinante, sobresaltado y amargo del azar.

Germán: García Márquez en varias entrevistas habló de ese niño prodigio envejecido, loco y cuerdo a la vez, conmovedor y humano, maravilloso y tragicómico. Luis Harss escribió que el coronel no solo tiene una personalidad, sino un alma.

Rodolfo: Es digna de elogiar la elaboración, la hechura de la novela. El coronel no tiene quien le escriba es un ejemplo de ahorro, de precisión lingüística, una purificación del lenguaje literario. Vargas Llosa comenta que ese estilo objetivo y transparente es funcional porque se adecúa totalmente a su materia y, por eso, el lector tiene todo el tiempo la impresión de que la historia del coronel sólo podía ser contada así, con esas mismas palabras. Economía descriptiva, diálogos breves y sentenciosos, precisión maniática en la designación del objeto, fuerza significativa de las imágenes.

Germán: Otra característica de la novela es el manejo del humor, que bien pudiera ser concebido como un espacio de cinismo o compensación ante la desgracia. La risa, el humor del coronel, es como un martillo que demuele la lógica de su mujer y hace trizas la pena y la amargura. El humor es una envoltura que disimula los rasgos de la realidad, y nos permite acercarnos al coronel sin sentir absoluta lástima o total desconfianza. Los apuntes humorísticos del coronel logran sacarlo de su cotidianidad amarga, logran distanciarlo del mundo. Su humor garantiza su dignidad.

Rodolfo: El coronel, además, se ubica en el gran mito de Macondo. Macondo que es el lugar donde el pasado fue enterrado sin ser exorcizado, y ha vuelto como un remordimiento para convertirse en una pesadilla colectiva. Nadie duerme bien en Macondo. Hay guerrillas en el monte; el médico del pueblo distribuye volantes clandestinos; el peluquero, chismoso prototípico, trabaja bajo un cartel que dice: prohibido hablar de política; el cura está ciego y sordo: la sastrería es un nido de sedición. Macondo, tedioso y doliente, está en vísperas del holocausto. Luis Harss dice que García Márquez capta y fija en el momento de la espera. Nada ha sucedido todavía, pero de alguna manera ya ha sucedido todo.

Germán: Macondo y la fiebre del banano. El olor del banano que descompone los intestinos, el olor del banano que hizo huir al coronel de Macondo.

Rodolfo: Todo esto confirma que El coronel no tiene quien le escriba es una pequeña obra maestra que todos deberíamos leer o releer. Una novela para recordarnos que a pesar de la pobreza o la mala fortuna no podemos perder la propia dignidad.

Bibliografía esencial

Earle, Peter (editor). García Márquez. Madrid: Taurus ediciones, 1982.

Franco, Jean. Historia de la literatura hispanoamericana. México: Editorial Joaquín Mortiz, 1980.

Fuentes, Carlos. La nueva novela hispanoamericana. México: Editorial Joaquín Mortiz, 1980.

García Márquez, Gabriel. “El coronel no tiene quien le escriba”, en Mito (revista bimestral de cultura). Año IV, mayo-junio de 1958, Nro. 19.

García Márquez, Gabriel. El olor de la guayaba. Conversaciones con Plinio Apuleyo Mendoza. Bogotá: editorial La Oveja Negra, 1982.

Harss, Luis. Los nuestros. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1978.

Loveluck, Juan. (edit.). Novelistas hispanoamericanos de hoy. Madrid: Taurus editores, 1976.

Ortega, Julio. La contemplación y la fiesta. Caracas: Monte Ávila editores, 1979.

Roy, Joaquín (comp.). Narrativa crítica de nuestra América. Madrid: Editora Castalia, 1978.

Shaw, Donald. Nueva narrativa hispanoamericana. Madrid: Ediciones Cátedra, 1983.

Vargas Llosa, Mario. García Márquez: historia de un deicidio. Caracas: Monte Ávila editores, 1971.

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