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Fernando Vásquez Rodríguez

~ Escribir y pensar

Fernando Vásquez Rodríguez

Publicaciones de la categoría: Soliloquios

Soliloquio de una Directora de Departamento

23 lunes Sep 2019

Posted by Fernando Vásquez Rodríguez in Soliloquios

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Mujer multiescritora

Sé que debo empezar a redactar ese informe de gestión del Departamento que dirijo, pero no sé por dónde empezar. El jefe me dijo que era muy sencillo: poner por escrito, de forma clara, qué hice, cómo lo hice y qué logré. Pero eso, que parece tan fácil decirlo no es igual cuando uno ya va a redactarlo. Y lo que he leído sobre escritura de informes, con tantas clases que hay, tampoco me ha ayudado mucho. Lo que sí tengo claro es que hacer un informe es comunicarles a otras personas, que no vivieron como yo determinada experiencia, las peripecias del viaje. Obvio, no solo las peripecias. En todo caso, lo que he sacado en limpio por ahora es que un informe tiene tres partes: una introducción, un desarrollo y una conclusión. Sin embargo, el jefe me recordó incluir mis recomendaciones. Entonces, ese es como el cuarto elemento del informe que debo presentar el viernes de esta semana. Tengo dudas. Comprendo que debo ser objetiva y no ponerme a ofrecer un testimonio narrativo o lanzarme a decir cualquier cosa. Le pregunté a un amigo que estudia literatura y él me dijo que los informes eran una modalidad de los textos expositivos, con un toque de los informativos. Que era una tipología textual que tiene aspectos de las dos, porque no solo da cuenta de lo hecho, sino que presenta y explica, con tablas y gráficos, si es necesario, lo realizado. Eso me ayudó un poco, pero también me complicó la tarea. En fin, sé que cuando empiece a escribir este informe tendré que recopilar información, mirar mi cuaderno de notas, volver a revisar los archivos y pedirle alguna información a cada miembro de mi equipo… Como quien dice, me toca recopilar datos, acopiar evidencias, y sobre todo, sopesar los resultados de este año. Tiempo es lo que me va a faltar. Lástima, esta institución no tiene un modelo para hacer estos informes. O si lo hay, yo no lo conozco. Otras colegas me han dicho que ya hay un formato estándar circulando en internet, pero me preocupa que no sea ese el indicado. Además, entiendo que por ahora cada jefe es libre de elegir el modelo a seguir… Lo que sí ya definí, y eso lo constaté por otras compañeras de otras áreas que ya lo presentaron, es que no debe ser muy extenso, por ahí entre 10 o 15 páginas, que debe llevar un índice y, al final, incluir anexos, si lo considero conveniente. Lo que me ha puesto a cavilar es que este informe de gestión se ha juntado con el otro informe de investigación que debo presentar al final de este semestre, en el posgrado de administración que estoy terminando. Como que los dioses se han juntado para desesperarme y confundirme. En la universidad sí hay un formato bien detallado para este propósito, y en ciertos apartados se parece a este otro informe que estoy preparando. Lo que cambia es que contiene más secciones o están más discriminados los diferentes aspectos. Recuerdo que allí se habla de antecedentes y del esquema de fundamentos y de los objetivos y de la metodología y los instrumentos empleados… y, por supuesto, de las conclusiones. Y eso sí, dicen que debemos presentarlo siguiendo las normas APA, y que mucho cuidado con la citación y con la bibliografía… Bueno, pero como allá tienen un formato, será más o menos fácil salir con algo decente. Pero ahora, lo que me angustia es por dónde empezar este informe de gestión. Porque con todo lo que hemos realizado en el año, vergüenza me diera no mostrar algo de calidad. De pronto por ahí está la clave, tengo que seleccionar de todas esas cosas las que en verdad fueron significativas o relevantes para mi Departamento. No contaré, entonces, lo que habitualmente hago o mi labor rutinaria de atender llamadas, enviar correspondencia y asistir a reuniones. Bueno, como este Departamento en el último semestre sufrió una reorganización estratégica, creo que deberé en la introducción del informe decirlo, y explicar el por qué. Me parece que de todos los proyectos en curso, según sea su etapa de desarrollo, tendré que decir también hasta dónde hemos llegado y qué hemos conseguido… Se me ocurre que le debo pedir a Juan Carlos, el de sistemas, que me ayude con unos gráficos para ver el avance entre el año pasado y el presente… Ojalá Stella, mi secretaria, haya tenido el cuidado de guardar todas las actas de las diferentes reuniones que tuvimos en el Comité quincenal del departamento… Qué lío de cosas, y todas al mismo tiempo. Pero ni modo, lo que más me angustia y me aumenta la gastritis es qué voy a poner en las recomendaciones. Sé que eso es lo fundamental para el jefe. Ahí está la más importante, porque según me enteré por el correo de las brujas, con base en esas recomendaciones es que él toma decisiones para el siguiente período. Como quien dice… de eso depende mi permanencia y de los otros que trabajan conmigo… Y una sin poder embellecer los resultados, porque todo en este informe debe estar soportado en evidencias… Así que, a correr, y ojalá la inspiración me ayude en los dos días que me quedan para entregarlo.  

Eros y Psique

25 domingo Mar 2018

Posted by Fernando Vásquez Rodríguez in Soliloquios

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Eros y Psique Antonio Canova jpg

«Eros y Psique» de Antonio Canova.

Psique: ¿Y por qué no puedo ver tu rostro?, ¿por qué debo aceptar solo palparte en la oscuridad?

Eros: ¿Y por qué es tan importante verme a la luz del sol? ¿Te haría más feliz de lo que eres?

Psique: Creo que sí. Me gustaría no solo adivinarte sino reconocerte en verdad. ¿Eres un hombre, un dios, una bestia?

Eros: ¿No te ha dicho tu corazón lo que soy?, ¿y tus manos y tus labios no han entrevisto mis facciones? Yo aún sin verte conozco el brillo de tu mirada y la grandiosidad de tu sonrisa.

Psique: Sí, yo también te percibo. Pero no sé por qué no puedo estar contigo todo el tiempo; ¿por qué debo conformarme con estos encuentros nocturnos? Odio el amanecer que te aleja de mis brazos.

Eros: Yo siento, en cambio, que sigues en mí, que el día es una eterna noche. No dejo de adorarte, así no te tenga cerca o no pueda oler tu piel.

Psique: A mí, por el contrario, me gustaría compartir esta felicidad con todo el mundo, que estos peñascos, que el viento mismo, los pájaros y los bosques supieran la alegría que me producen tus palabras, tus besos, tu ternura, tus manos cariñosas.

Eros: ¿Para qué?, ¿qué ganarías con ello? ¿Aumentaría lo que sientes?, ¿cambiaría la intensidad de tus sentimientos?

Psique: No sé. Además, ¿por qué mis hermanas no pueden conocerte? Qué bueno sería que mis padres y toda mi familia supieran de ti. Me encantaría decirles a todos que soy infinitamente feliz…

Eros: ¿Lo necesitas en verdad? ¿Tan importante son los demás para rubricar lo que tu cuerpo sabe?

Psique: Es un dilema: cuando llegas, cuando me abrazas, cuando me confundo con tu ser nada importa. Eso parece suficiente. Me colmas, me llenas. Soy como una diosa del Olimpo. Pero apenas te vas, apenas presiento tu partida, todo ese espacio que llenabas se convierte en un hueco, en un vacío que me entristece. Entonces, lo que era plenitud ya no es más que ansiedad, lo que me colmaba se transforma en carencia dolorosa. Ese es mi drama, la tragedia que desde la cuna me anunciaron los dioses. ¿Puedes ayudarme?

Eros: No tengo sino la certeza de lo que siento por ti. Bendigo el día en que con mis propias flechas herí mis manos. Yo que era tu victimario me convertí en tu cuidador.

Psique: A veces creo que lo que me duele son tus constantes ausencias. ¿No puedes quedarte todo el tiempo conmigo, ¿por qué ese afán de huir de mí cuando viene la aurora?

Eros: ¿Y si no te gustara mi rostro a plena luz, ¿si la claridad develara mi monstruosidad? En muchas ocasiones el exceso de resplandor nos enceguece. Mi forma genuina es ésta: aparecer y desaparecer, al menos para tus ojos exteriores, porque si has escuchado mis palabras, siempre estaré ahí, en tu mente, en tus recuerdos, en tu memoria.

Psique: Recordarte es hermoso pero por momentos no es suficiente. Yo creo que mi condición me lleva a tener la certeza total de lo que eres. Me urge que la penumbra se complete con la claridad.

Eros: ¿Te gusta la rotundidad, los absolutos, la perfección?

Psique: Sí.

Eros: Yo, a diferencia de ti, convierto cada instante en toda la eternidad. Y tus recuerdos, en lugar de dolerme, acrecientan mi amor y mi deseo por volver a verte. Entre más me alejo más te añoro, entre más me distancio de tu lado más presente estás en mis pensamientos.

Psique: Quizá eso sea así porque eres un ser alado. He palpado con mis manos la suavidad de tus alas. Al inicio no supe bien qué eran, pero comprendí que son tu protección. Tal vez por eso no necesitas como yo la permanente presencia. Yo soy alguien condenada al temor de la soledad. Tu ausencia es una cárcel así esté en este hermoso palacio.

Eros: Puedes tener razón. Aunque yo pienso que tú, aun teniéndolo todo, siempre encontrarás algo que te falte.

Psique: ¿Eso es un reproche?

Eros: No. Señalo que tus pensamientos son más ambiciosos que tu propia piel.

Psique: Soy mujer…

Eros: ¿Un hijo colmaría ese vacío infinito?

Psique: Es probable.

Eros: Pues has de saber que dentro de ti ya hay una semilla bienhechora.

Psique: Lo sabes, antes que yo, ¡imposible! Pero, si eso es cierto, con mayor razón deberían conocerlo mis hermanas. ¿Cómo privar a los demás de esta futura felicidad?

Eros: Ahora soy yo quien no te entiende. ¿Para qué ese afán de que los otros confirmen tu dicha?

Psique: ¿Pero a ti no te parece necesario compartir toda esta alegría?

Eros: No. Eso es invocar la envidia de los hombres. Cuando los demás perciben un exceso de felicidad en alguien, inmediatamente traman ardides para traerle la tristeza.

Psique: ¿Debo, entonces, conformarme con una felicidad de manera secreta?

Eros: Íntima.

Psique: Pero al actuar así, bien pareciera que estoy haciendo algo prohibido. Es como si me sintiera culpable de mi propia felicidad.

Eros: Piensas de esa manera porque tienes la eternidad como meta. Yo, a diferencia de ti, hago eternas las horas que paso contigo.

Psique: Ahora que lo dices, creo que es verdad. A mí si me importa mucho saber o tener la claridad de los finales.

Eros: Ese es un misterio que ni mi padre puede saberlo. Fíjate en tus hermanas, aunque ya están casadas y gozan de una presunta felicidad, lo cierto es que añoran lo que tú tienes. Por eso no debes escucharlas, ¿para qué dejar indefenso tu corazón a las consejas y los pareceres ajenos?

Psique: ¿A ti no te importa el punto de llegada?

Eros: Quizá lo importante es el mapa… Eso es lo que garantiza el viaje, la aventura…

Psique: Pero el mapa es importante si uno quiere ir a un lugar específico…

Eros: El mapa orienta, pero nunca sabremos bien lo que acaecerá en la travesía.

Psique: No sé…, tal vez yo vivo de imposibles.

Eros: O te privas de lo posible por añorar esos imposibles.

Psique: Así soy, ¿será que esa es mi tragedia?

Eros: Solo los que no se conforman con las imperfecciones que la vida les regala andan en la permanente búsqueda de lo perfecto.

Psique: Según eso, ¿debo conformarme con las pocas horas que nos quedan antes de que el sol te ahuyente de mi lado?

Eros: Conformarse parece poca cosa, si no entendemos la gratuidad de lo que la vida nos ofrece. La diosa fortuna dispensa favores que algunos leen como sus desgracias. Pienso ahora en la suerte que tuve al ser elegido por mi madre para provocarte un castigo. Fíjate, yo que debía ser tu verdugo ahora soy tu cautivo. Entonces, conformarme contigo es saborear la dicha de ese azar bienaventurado. Nunca quise tenerte, pero al recibir ese regalo lo tomo como si fuera otra ambrosía celestial.

Psique: Tus palabras me confunden. Sí, soy feliz, no puedo negarlo, pero el solo pensar en que el alba me quitará tu voz, me llena de infinita tristeza.

Eros: Quieres la claridad y la temes a la vez, ¿te has dado cuenta?

Psique: Tal vez yo sea una contradicción. Pero, ¿aun así te gusto?

Eros: Íntegra, toda. La belleza que veo en ti no necesita claridades; mis sentidos te pintan mejor que mi inteligencia. Aun en esta penumbra, al tocarte, mis manos crean un espejo y puedo contemplarte. ¡Eres hermosa!

Psique: Calla. Cúbreme con tus alas y procura que todas mis dudas caigan en un profundo sueño. Al menos por hoy, has que los minutos que nos restan sean una eterna noche.

Eros: Así sea, mi mariposa. Deja que la ensoñación te permita gozar del milagro de este amor.

Psique: ¡No te vayas!

Eros: Todavía sigo aquí…

Hechizo de la escritura

05 martes Ene 2016

Posted by fernandovasquezrodriguez in Soliloquios

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"El joyero" del pintor francés Guillaume Seignac.

«El joyero» del pintor francés Guillaume Seignac.

Tanta necesidad de ti, de tus socorridas y calurosas manos. Tanto afán por compartir tus ingeniosas maneras de aproximarte al mundo y a las personas. Porque hay algo mágico en tu forma de proceder, una alquimia de andar siempre recreando lo que miras o tocas;  y de tanto estar a tu lado, como que se me ha pegado ese anhelo de pintar de nuevo las estrellas o de delinear otra vez el corazón de las personas. Digamos que por vivir muchos años a tu lado, ya tengo otra perspectiva de los seres, las cosas, la existencia. Tus ojos hacen parte ya de mis ojos y mi sensibilidad está atada a tu exacerbado cuerpo de signos. Ya no te considero extranjera o, mejor, deseo no ser un extraño ante tu presencia. Aunque, a veces me asalta el temor de no ser digno de tus exigencias o tus demandas de tiempo. Porque he descubierto que parte de tu esencia es la de ser una fiera salvaje, de esas que acechan a su presa, y que la derriban cuando ella menos lo espera. Y así no te vea, ansío que estés vigilándome entre el alto pasto de las sabanas tropicales. En esas ocasiones me gusta saberme un cervatillo para tu olfato de sedienta leona. Eso es lo que anhelo. Pero también he comprobado que te gusta mimetizarte y hacerme creer que desapareciste de mi campo de visión; yo sé que estás por ahí, confundida en el paisaje, pero lo único que veo es la blancura del papel o la sequedad de mis ideas. Me parece que ese es uno de tus juegos predilectos: el de embaucarme con tus silencios y tu piel manchada. Te diviertes viéndome dar tumbos e ir de un lado a otro en pos de algún indicio o huella de tu caminar invisible. Ahora yo me parezco al torpe cazador que no sabe seguir un rastro de baba o que le son incomprensibles los vestigios que tus pies de gacela han dejado entre las piedras o el sinuoso viajar de una corriente de agua. Muy en tu interior te sonríes de mi torpeza para oliscar el aire y adivinar tu recorrido. Como el olfato me es esquivo, puedes andar desnuda y sudorosa, en plena libertad. Creo que si no fuera por tu compasión me dejarías divagar en esta selva de cosas no dichas y mundos impensados. No obstante, y ese es también parte de tu hechizo, cuando me ves agotado y desorientado, empiezas a hacerte visible o le das a mi inteligencia las luces suficientes para ver tus pies de animal escurridizo en medio de la penumbra. He dicho inteligencia, pero lo que exiges a toda prueba es imaginación. Si no convoco a esas fuerzas hechas de rizomas y raíces múltiples, si me obstino en ver las cosas como son y no como podrían ser, lo más seguro es que vuelva a enceguecerme en tu búsqueda. Es la imaginación el lente o el filtro que permite develar tu forma intermitente, tu presencia ambigua y resbaladiza. De igual modo sé que reclamas, antes de hacerte tangible, que yo haga libaciones o que pronuncie las oraciones a la diosa de la memoria. Sin esas plegarias mis ruegos quedarían en el vagabundeo. Precisamente, ahora, cuando te invoco una vez más, a la par que rezo, acompaño esas palabras con la ventura del ritmo: “¡Oh, tú, diosa benigna, diosa de los creadores, deja que tus voces infinitas resuenen en mis oídos; convierte el pasado en un canto interminable y haz que cada nombre tenga la dureza del mármol. Oh, tú diosa de bondad, diosa del pulso firme, dale la llave a mi mente para que en todo laberinto de palabras encuentre la salida y pueda descifrar los mensajes escondidos en la oscuridad del silencio…” Así que, protegido por esa oración a Mnemosine, ya percibo la levedad en mis manos y evidencio un puente entre mi cerebro y mis dedos. Y apareces en todo tu esplendor. Veo tus saltos y tu fugacidad. Hasta puedo percatarme de tus escarceos y gambetas. Mi cuerpo va a tu encuentro. Ya no me siento cazador ni presa. Te reconozco compañera de viaje, cómplice de empresas fantásticas, brazo solidario en medio de la soledad. Dentro de mí reina la felicidad o una alegría inexplicable. Tú lo sabes porque aumentas los platos en la mesa y me ofreces nuevas bebidas, deleitosas, exóticas, embriagadoras. Y yo me veo como un sibarita apurando cada licor y degustando cada bocado de alimento. Ya no sé qué tomar primero o cuál es el alimento más sabroso. Tus ojos de compañera se dedican a mirarme por atrás de mis pensamientos; por momentos te confundo con mis ojos. Tu cercanía es tanta que ya no puedo verte afuera; eres parte de mí, me habitas. ¡Escritura!

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