Con el ánimo de compartir a los lectores una muestra de mi nuevo libro El quehacer docente, editado por la Universidad de La Salle, he hecho un recorrido por la obra entresacando apartados que espero sirvan de provocación o invitación a su lectura.
“La didáctica nos pone de cara a los problemas del aprendizaje, a las estrategias de pensamiento que un educador moviliza, a las técnicas necesarias para aprender y estudiar, al papel determinante de los contextos al momento de aprender, a las variadas y complejas propiedades de la comunicación y la interacción humana. El educador imbuido de didáctica comienza a sospechar que la suficiencia en un campo del conocimiento sea la condición fundamental para poder enseñarlo; mejor aún, comienza a entender que lo más importante no es saber demasiado, sino contar con las estrategias y el tacto necesario para que otros puedan aprenderlo”. (p.p. 15-16).
*
“El que hace una guía no se pone en la aptitud del que mucho sabe, sino del que se desplaza hasta el sitial del que ignora y quiere aprender”. (p. 19).
*
“Creo que buena parte de nuestro fracaso educativo, y más tratándose de la lectura y la escritura, se debe precisamente a ese descuido: el de suponer que nuestros estudiantes ya saben esas cosas, que no es necesario enseñarles a hacer un resumen, que ellos ya saben glosar una cita o que eso de redactar una definición es una tarea escolar de muy baja dificultad. Ya sabemos que tales supuestos son falsos. En este sentido, el saber didáctico debe ser como un faro para nuestras labores cotidianas o como una auditoría cuando pongamos este tipo de tareas a nuestros estudiantes”. (p. 37).
*
“En cuanto mediación, el portafolio opera desde una demanda del acabar de completarse, de tratar de llenar fisuras, vacíos, baches, intersticios que van quedando o apareciendo en tal pesquisa. Digamos, de una vez, que cuando se elabora un portafolio hay que convertirse en detective de nuestra propia historia, de nuestro propio oficio o de nuestras propias obras”. (p. 41).
*
“Quien describe se parece mucho a un cazador. No solo porque define con anterioridad la presa que desea cazar, sino también porque debe seguir sus huellas o sus indicios, sin perder nunca el rastro de lo que busca. Una buena descripción, entonces, pertenece al arte de la cinegética”. (p. 49).
*
“Aunque en el taller se producen cosas, esos mismos productos no están totalmente terminados. El coordinador del taller invita con su ejemplo a que otros inicien o se animen a comenzar su propia obra, pero el fin último, la tarea definitiva nunca se concluye. Porque cada quien debe enfrentar en soledad el reverberar de las enseñanzas del maestro, ejercitarse día tras día en el dominio de las herramientas, pulir y pulimentar muchas veces lo que a primera vista parece bien hecho”. (p. 53).
*
“Las ciudades exigen, por lo mismo, un lector semiótico capaz de develar sus secretos; sus entradas y salidas, sus leyendas y sus mitologías; sus sistemas de señales y sus laberínticas redes, donde todo circula y fluye respondiendo a ciertas lógicas de la planeación o a determinadas fuerzas del desplazamiento forzado o la búsqueda de mejor fortuna. Necesitamos lectores plurales, lectores críticos, lectores propositivos. Lectores capaces no solo de habitar las ciudades, sino también competentes para dotarlas de sentido, para redibujarlas con la escritura de la participación, para convertirlas en verdaderos textos vivos de lectura”. (p. 80).
*
“La escritura es un continuará. Porque siempre es posible la nueva corrección, porque pasado el tiempo nos percatamos de otras falencias o consideramos innecesario un término que en un primer momento nos pareció una reiteración contundente. Pero, además, porque el escritor va cambiando, porque va cosechado nuevas experiencias, porque tiene más oficio de escritura a sus espaldas. El trabajo de corregir la escritura es otra de las tareas de Sísifo. Tal vez por eso, y la frase si mal no recuerdo es del maestro Alfonso Reyes, nos lanzamos a publicar. Para no seguir haciendo copias. Aunque permanece la posibilidad de la segunda edición. Recordemos que para un escritor auténtico, el libro impreso es, de alguna manera, una copia bastante limpia pero no por ello cerrada a la admisión de nuevas correcciones”. (p. 82).
*
“Lo importante es que cuando lea un texto ponga a trabajar también su pensamiento. Atrévase a poner en discusión una idea, a sostener un punto de vista opuesto, a desarmar los elementos de una afirmación; debata, reflexione, tome distancia; agregue cosas, aplíquelas a su contexto más inmediato, halle relaciones inéditas”. (p. 88).
*
“De allí que en la fiesta o en el seminario lo importante sea mantenerse activo, atento, aprovechando cualquier oportunidad, sacando el mayor partido de todos los eventos imaginables. Y sin tener miedo a las incertidumbres, sin afanarse por las certezas. Porque una fiesta y un seminario también participan de ese “espíritu de aventura” en el que importa más el recorrido que el final. Más el viaje que la meta”. (p. 93).
*
“La convivencia hay que aprenderla, fomentarla, propiciarla. No es un logro de buenas voluntades o de políticas demagógicas. La convivencia es una tarea que nos reta y nos compromete a todos y en todos los escenarios donde nos movemos, desde la familia, la escuela, hasta nuestro trabajo o nuestra ciudad… Quizá hoy más que nunca, en países como el nuestro, convivir se ha vuelto una tarea de primer orden porque de los resultados de ese proyecto depende, en gran medida, nuestra sobrevivencia”. (p. 111).
*
“Concluyamos llamando la atención sobre otro aspecto del comentario: el hecho de ser un género o un tipo de discurso encaminado a orientar la opinión. Si habláramos en términos aristotélicos, sería una modalidad del género epidíctico. Censurar, elogiar, vituperar, ensalzar. Género para cualificar el gusto, o para acabar de gustar una obra, o para resaltar o menospreciar la belleza, o para enjuiciar las virtudes artísticas o intelectuales. Género, en últimas, que apunta a educar socialmente, a servir de punto de referencia. Por tanto, responsabilidad, criterio, moderación, prudencia, le son imprescindibles. Pongamos punto final diciendo: el comentario es el género de la opinión propia que anhela convertirse en opinión pública.” (p.p. 114-115).
*
“Escribir es aprender a conocer la escurridiza piel de las palabras. Escribir es aprender a tratar con ellas, a frecuentar sus formas, sus caprichos. Quien se lanza a la escritura debe pasar largos amancebamientos con las palabras. Porque las palabras dicen a pesar de nosotros, porque abren la boca cuando no deben y entran a la alcoba blanca de las cuartillas cuando no se las llama. Las palabras tienen cuerpo y espíritu, son temperamentales y con humores bastante disímiles. En todo caso, cuando escribimos tenemos que habérnoslas con ellas, salirles al paso, enfrentarlas, ponerlas en su sitio; aunque a veces, por su mismo capricho, debemos hacer todo lo contrario: acariciarlas, apenas tocarlas con la mano, escuchar su caminar de hada, respetar su silencio. Tratar con las palabras: a veces, como jinetes sobre potros cerreros, para amansarlas; otras, cual narcisos nocturnos, para dejarnos seducir por el misterio de sus aguas”. (p. 127).
*
“La elección del canon posibilita ese juego de atracciones y alejamientos, de ortodoxias y deslindes, de lecturas y relecturas sobre determinadas obras. Esa es otra bondad de hacer visible un canon: la de convocar a la comunidad docente alrededor de ciertas obras que actúan como un fuego atemporal tanto para despertar las ideas de otros como para favorecer la propia producción de conocimiento”. (p. 130).
*
“Además de ser un lugar informal de aprendizaje, la tertulia es también un ambiente para conocer formas de pensar de otras personas, para renovar afectos extraviados en el tiempo y para rubricar, con colegas de oficio o profesión, inquietudes o búsquedas semejantes. La tertulia nos recuerda el símbolo profundo de compartir la mesa: ese acto de participar conjuntamente de un pan de la palabra tan valioso para nuestro espíritu como para calmar en parte el apetito insaciable de nuestra curiosidad”. (p. 132).
*
“Y al repasar sus hojas, al mirarnos en esa “pantalla reflexiva y autocrítica”, podemos mejorar nuestras debilidades, o seguirle la pista a alguna propuesta innovadora, o empezar a revalorar ciertas didácticas o descubrir talentos sepultados por la rutina. Con el diario de campo, el investigador se transforma en investigado”. (p. 165).
*
“La categorización es una etapa de abstracción de la información, un proceso de pensamiento creativo. Las categorías son constructos de la mente que, aunque parten de la información clasificada, no son exactamente iguales a ella. Las categorías ya son transformaciones de la información, una codificación de mayor complejidad”. (p. 171).
*
“El insumo de la literatura parece ser el detonante o la piedra de toque para que los investigadores de las ciencias sociales y humanas salgan de los estrechos márgenes de los informes de investigación estandarizados y exploren en otras propuestas menos excluyentes y más acordes a los problemas relacionados con investigar las complejas manifestaciones de la condición humana”. (p. 231).
*
“Lo importante en esto de “compartir experiencias”, más que demostrar qué tan potente es nuestra artillería intelectual o qué tan novedosos pueden ser nuestros planteamientos, es atrevernos a poner sobre la mesa nuestras mayores inquietudes o alguna iniciativa que nos ha dado resultado. Tal vez de esa manera, desde la reflexión permanente sobre nuestra tarea formadora, logremos animar a otros directivos e investigadores universitarios a reinventar lo que hacen cotidianamente”. (p. 242).
*
“Decía atrás que, al publicar, nos ponemos en manos de los lectores. Eso es cierto. Nuestra escritura, desde este momento, ya le pertenece a otros. Es pública. Y si antes podíamos esconderla detrás del anonimato o del sospechoso silencio, ahora ya no tenemos escudo para hacerlo. Nuestros escritos, desde el momento en que los publicamos, circulan libres y están sujetos a las mil interpretaciones de aquellos que les concedan la bondad de leerlos. Recordémoslo: el autor ya no se pertenece a sí mismo. La nueva ciudadanía trae consigo ese precio: es la comunidad académica, la plaza pública de la intelectualidad, la que desde ahora regula las peripecias o el devenir de nuestro nombre”. (p.p. 244-245).
*
“Termino estas reflexiones señalando el papel fundamental, insustituible, de padres de familia y maestros en esta labor de acompañar a nuestros jóvenes. Tal vez por momentos nos parezcan “bichos raros”, de pronto no comprendamos algunas de sus actitudes o no compartamos determinados gustos pero, a pesar de ello, no podemos olvidar que están en camino, que son seres en tránsito, que sus afanes y sus “irrespetos” son los propios de quienes van o están en la búsqueda permanente. Pero si claudicamos en esta tarea de acompañamiento, si quitamos nuestro abrazo de apoyo, si les negamos una palabra de confianza y fortaleza, muy seguramente, estaremos atizando los motivos de su desesperanza y su soledad; si nos desentendemos de ellos o los ignoramos, bien poca será nuestra ayuda en ese colaborarles a desenredar las claves del mundo que les ha tocado en suerte y a descubrir el sentido de su propia existencia”. (p.p. 253-254).
*
“Los modelos de enseñanza deben cumplir con al menos tres condiciones: adaptables al contexto, oportunos a la situación de aprendizaje y variados en su puesta en escena. Ni son estructuras inmodificables, ni pueden inocularse indistintamente. Cada uno tiene su público idóneo y su momento para que rinda los mayores beneficios. Y el buen maestro, el magíster, es el que puede darles elasticidad, variarlos, combinarlos, innovar en alguna de sus características, ponerlos a prueba, someterlos a investigación. El magíster vuelve los modelos una caja de herramientas: es decir, según la necesidad del que aprende, así el útil empleado para enseñarle. Tal vez en esa sabiduría para elegir el modelo de enseñanza más apropiado y en el tacto para hacerlo circular en el aula es donde radique la experticia de los verdaderos maestros”. (p. 260).
*
“Déjenme cerrar estas palabras invitándolos a continuar reflexionando sobre el sentido de la profesión docente. Porque es resignificando y renovando la práctica pedagógica, y manteniéndonos alertas para no sucumbir a la rutina o la dejadez, como lograremos dignificar nuestro oficio y darle a la discreta tarea de ser maestro el alcance que tiene para el desarrollo de los seres humanos y muy especialmente para prefigurar el futuro de una sociedad”. (p. 266).
depilacion laser en torrejon de ardoz dijo:
He leido vuestro post con mucha atecion y me ha parecido didactico ademas de bien redactado. No dejeis de cuidar este blog es bueno.
Saludos
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Óscar, gracias por tu comentario.
javiera dijo:
hola Profesor Fernando
como vi usted habla sobre el quehacer pedagógico, le quería preguntar si usted tiene alguna definición sobre el quehacer pedagógico que es, bueno ya tengo una idea de lo que puede ser pero necesito que alguien haya estudiando mas a fondo con respecto al tema me pueda decir en verdad que es, ya he buscado en muchas partes pero aun asi no me siento segura de lo que es, bueno espero pueda tener una respuesta de ante mano muchas gracias, cariños.
saludos cordiales.
fernandovasquezrodriguez dijo:
Javiera, gracias por tu comentario. Me gusta hablar más del quehacer docente que del quehacer pedagógico. La docencia es una combinación de saberes y de prácticas; una profesión encaminada a lograr mediar la enseñanza con el aprendizaje.
Cecilia Bustamante dijo:
Maestro Fernando:
Gracias por su generosa y exquisita degustación.
En este semestre me he encontrado muchas veces con el problema de descifrar algo que he escrito algunos días, horas o semanas antes porque ignoro lo más elemental del arte de escribir y se puede decir que no es por lo que escribo sino por el cómo lo escribo. Gracias a sus orientaciones guía y ejercicios he aprendido que el estilo de la escritura y la oralidad añaden precisión, elegancia, claridad y armonía al texto que se expone, pero llevarlo a la práctica “qué difícil es” no sé cuánto tiempo pueda tomar este proceso. Agradecimiento infinito por su espléndida ayuda.
fernandovasquezrodriguez dijo:
Cecilia, gracias por tu comentario. Me produce una enorme alegría el saber que mis escritos han contribuido en algo a tu propia formación.
john. dijo:
Buenos días profesor Fernando,
Leí cada uno de los apartados de su nuevo libro, y no pude evitar sentir en cada uno de ellos una invitación: a hacer mejor las cosas, a mejorar cada vez más, para que el espacio de mis clases se convierta en el pretexto que permita hacer de la lectura y la escritura la motivación esencial cuando de aprender se trata.
Gracias por compartir su escritura y con ella sus innumerables lecturas, pues pensar la lectura sin la escritura es simplemente imposible, por fortuna.
Saludos.
fernandovasquezrodriguez dijo:
John, gracias por tu comentario. Ese es uno de los propósitos esenciales del libro, ayudar a otros colegas a cualificar su labor de maestros.