Ya he dedicado otras páginas a explicar, paso a paso, la redacción de contrapuntos. Pero como sigo encontrándome con estudiantes que piden una ayuda adicional para “entender con más claridad” esta modalidad de escritura, he optado en esta ocasión por seguir la vía del ejemplo comentado. Es como hacer, en directo, un ejercicio metacognitivo para mostrar a otros el detrás de cámaras de un producto intelectual.

La cita que he elegido hace parte de un pequeño texto de Philippe Meirieu, el lúcido pedagogo francés, que lleva como título Frankenstein educador, y fue publicado por la editorial Laertes, de Barcelona, en 1998. No sobra decir que es una cita autónoma (se puede leer independientemente, tiene sentido en sí misma) y con la suficiente fuerza de pensamiento (rica y sugerente en ideas) como para ameritar la emergencia del contrapunto. Sin más, este es el fragmento de texto que servirá de piedra de toque para el ejercicio: 

“Renunciar a enseñar determinadas cosas a determinadas personas no sólo significa inscribirse en un proceso de selección y exclusión; significa también confesar que lo que se enseña ‘no vale para todos’, es decir, en último término, que no conlleva ninguna universalidad y pierde toda legitimidad para ser enseñado en el marco del ‘contrato cultural común’ en que se basa la unidad posible de los hombres”. (p. 136).

Lo que sigue, en consecuencia, es ir mostrando cada una de las siete técnicas para redactar el contrapunto. Recomiendo, en cada caso, atender a la reflexión que lo antecede y leer tanto el texto base como el texto resultante. Recuérdese que el buen contrapunto debe, en lo posible, mantener el tono y la extensión de la cita soporte. Es un doble esfuerzo: armonizar no sólo con la línea melódica de las ideas sino con la forma semántica de presentarlas.

1. Derivar: Antes de redactar el contrapunto releo la cita muchas veces. Noto que Meirieu aboga por una enseñanza universal, sin exclusiones. Y lo hace porque eso sería una forma de omisión y una renuncia a esa herencia cultural que a todos nos pertenece. La relectura me lleva a tomar, para mi derivación, el ramificar el aspecto de la exclusión. Para ello necesito un conector lógico de los propios para inferir o deducir un razonamiento, demos por caso: “como se ve”, “así las cosas”, “de ahí se infiere que”, “de todo ello”… Así quedaría entonces mi contrapunto:

“Renunciar a enseñar determinadas cosas a determinadas personas no sólo significa inscribirse en un proceso de selección y exclusión; significa también confesar que lo que se enseña ‘no vale para todos’, es decir, en último término, que no conlleva ninguna universalidad y pierde toda legitimidad para ser enseñado en el marco del ‘contrato cultural común’ en que se basa la unidad posible de los hombres”. En consecuencia, el negarnos a enseñar ciertos contenidos porque consideramos que un grupo de estudiantes –dado su bajo nivel intelectual o su extracción humilde– no los necesitan o no los van a comprender es perpetuar, sin saberlo, las desigualdades de origen social o económico. Es sumar a la carencia evidente de los bienes materiales la negación al acceso de los bienes de la cultura.

2. Amplificar: La cita de Meirieu, desde luego, menciona algunas implicaciones de esa “renuncia a enseñar determinadas cosas a determinadas personas”. Bien podríamos agregar otras consecuencias o referir otras pérdidas de tal abandono. Para este ejercicio me ha parecido conveniente sumar el aspecto de la desmemoria. Para tal fin me serán útiles conectores de los propios para adicionar ideas, demos por caso: “a esto se añade”, “además”, “otra cosa”… Así quedaría entonces mi contrapunto:

“Renunciar a enseñar determinadas cosas a determinadas personas no sólo significa inscribirse en un proceso de selección y exclusión; significa también confesar que lo que se enseña ‘no vale para todos’, es decir, en último término, que no conlleva ninguna universalidad y pierde toda legitimidad para ser enseñado en el marco del ‘contrato cultural común’ en que se basa la unidad posible de los hombres”. Por lo demás, el claudicar a dejar a algunos estudiantes sin ciertos conocimientos de carácter universal es contribuir peligrosamente a la desmemoria sobre asuntos que a todo ser humano deberían interesarle. Hay una herencia de saberes que ya son patrimonio de la humanidad y que no pueden caer en el olvido por diferencias de raza, lengua, religión o ideología.

3. Transponer: Lo que dice Meirieu del campo educativo podríamos trasladarlo al ambiente familiar. También allí los padres excluyen o renuncian a enseñar determinados saberes que han sido ganancias de toda una cultura. Como en los casos anteriores, necesitaré de conexiones que señalen una semejanza, una relación o una similitud, tales como: “Algo parecido ocurre con”, “bastante similar parece”, “del mismo modo”, “Igualmente”. En consecuencia mi contrapunto sería el siguiente:

“Renunciar a enseñar determinadas cosas a determinadas personas no sólo significa inscribirse en un proceso de selección y exclusión; significa también confesar que lo que se enseña ‘no vale para todos’, es decir, en último término, que no conlleva ninguna universalidad y pierde toda legitimidad para ser enseñado en el marco del ‘contrato cultural común’ en que se basa la unidad posible de los hombres”. Del mismo modo, si los padres familia se despreocupan por enseñar determinados rituales y creencias estarán dejando por fuera a sus hijos de un legado asociado a las tradiciones, y las formas de ser y convivir. Olvidan los progenitores que aunque la crianza se gesta en espacios particulares sólo se desarrolla en ambientes comunitarios.

4. Disminuir: A pesar de estar de acuerdo con Meirieu bien podemos mermar o menguar los alcances de la cita. Para ello, volviendo a leer su planteamiento, queda la posibilidad de introducir el elemento de la pertinencia de enseñar ciertos saberes a determinadas personas, en ciertos contextos. La idea sería mostrar que si bien es valioso el aprender saberes universales, en algunas ocasiones, hay que priorizar aquellos que son necesarios para determinado momento histórico. Los marcadores textuales más idóneos serían aquellos que hacen una advertencia o explicitan una condición, verbigracia: “Aun así”, “es prudente advertir que”, “no hay que olvidar que”, “y, sin embargo”. El resultado del nuevo contrapunto es éste: 

“Renunciar a enseñar determinadas cosas a determinadas personas no sólo significa inscribirse en un proceso de selección y exclusión; significa también confesar que lo que se enseña ‘no vale para todos’, es decir, en último término, que no conlleva ninguna universalidad y pierde toda legitimidad para ser enseñado en el marco del ‘contrato cultural común’ en que se basa la unidad posible de los hombres”. Conviene observar, sin embargo que, en algunos momentos históricos, bien por razones de fuerza social o de necesidad vital, se hace prioritario dejar de lado la enseñanza de determinados saberes por otros que son definitivos para la identidad y la permanencia de determinadas comunidades. Cuando esto sucede, lo que está en juego no es la permanencia de la humanidad sino la pervivencia de un pueblo, una etnia o un grupo social específico.  

5. Replicar: Esta modalidad de contrapunto, no hay que olvidarlo, consiste en hallar argumentos en contra de lo expuesto en la cita. O rebatir o contradecir el texto del autor elegido como referencia. Para la ocasión bastaría ser más enfáticos en la disminución anteriormente explicada o lanzarnos a pensar cuáles son los puntos débiles del fragmento de Meirieu. No es fácil a primera vista contradecir algo que, a todas luces, resulta razonable. Sin embargo, y pensando en la multiculturalidad y la diversidad de obras, saberes y manifestaciones de conocimiento, bien podríamos objetar al autor francés. Echaré mano de los saberes populares, de esos saberes no necesariamente reconocidos por la gran cultura; de igual modo haré uso de las manifestaciones artísticas marginales que no son avaladas por una élite o un grupo hegemónico. Los conectores necesarios serán, entonces, del tenor: “por el contrario”, “no parece correcto”, “a diferencia de”, “no comparto que”… Veamos, pues, al resultado de un contrapunto por réplica:

“Renunciar a enseñar determinadas cosas a determinadas personas no sólo significa inscribirse en un proceso de selección y exclusión; significa también confesar que lo que se enseña ‘no vale para todos’, es decir, en último término, que no conlleva ninguna universalidad y pierde toda legitimidad para ser enseñado en el marco del ‘contrato cultural común’ en que se basa la unidad posible de los hombres”. No pienso que esa renuncia, expuesta por Meirieu, sea excluyente o que prive a ciertas comunidades de la herencia universal. Se sabe que detrás de esos conocimientos hay intereses y una hegemonía de clase que deja por fuera otros saberes que no cumplen ciertos estándares o cánones establecidos. Por lo mismo, negarse a impartir la “cultura universal” es afirmar la sabiduría popular, el conocimiento marginal o de vanguardia que siempre está en las márgenes y se niega a ser universalizado.

6. Contrastar: No sobra recordar que el contraste busca, esencialmente, comparar algo para resaltar cualidades discordantes. O, lo que es lo mismo, establecer una relación para resaltar diferencias. Vistas así las cosas el contraste podría centrarse en establecer una comparación entre los saberes universales que son más incluyentes y los conocimientos especializados que necesariamente excluyen a la mayoría de las personas. Los conectores que tendremos a la mano podrían ser: “contrástese ahora”, “a veces, en cambio”, “cosa distinta es”. Y para ilustrar lo dicho, véase el contrapunto que sigue:  

“Renunciar a enseñar determinadas cosas a determinadas personas no sólo significa inscribirse en un proceso de selección y exclusión; significa también confesar que lo que se enseña ‘no vale para todos’, es decir, en último término, que no conlleva ninguna universalidad y pierde toda legitimidad para ser enseñado en el marco del ‘contrato cultural común’ en que se basa la unidad posible de los hombres”. No cabe duda: entre más el educador seleccione o especialice su parcela del saber menor será el número de interesados en su clase. Ese es el reto: para lograr mayoritariamente la motivación de los aprendices en los saberes especializados es necesario que el maestro amplíe su mirada y la vincule con los saberes universales que son, en últimas, los que guardan relación con los intereses particulares de los aprendices.

7. Analizar: Ahora de lo que se trata es de retomar un aspecto de la cita, un elemento, para desmenuzarlo o someterlo al ojo perspicaz. Revisado el texto en cuestión considero que lo de la “selección” ha sido poco explorado en los anteriores contrapuntos; así que, me iré por ese camino, escarbando los vericuetos de ese aspecto y mirando hasta dónde el exceso de selección puede llevar a un analfabetismo mayúsculo. Las bisagras lingüísticas que necesitaré corresponderán a las propias del ejercicio explicativo: “aclaremos lo dicho”, “detengámonos en”, “examinemos ahora”, “obsérvese cómo”… Aquí está el resultado:

“Renunciar a enseñar determinadas cosas a determinadas personas no sólo significa inscribirse en un proceso de selección y exclusión; significa también confesar que lo que se enseña ‘no vale para todos’, es decir, en último término, que no conlleva ninguna universalidad y pierde toda legitimidad para ser enseñado en el marco del ‘contrato cultural común’ en que se basa la unidad posible de los hombres”. Ahondemos, por un momento, en la primera parte de lo expuesto por Meirieu. El educador que se niega a enseñar ciertas cosas a determinado grupo de personas es porque, así sea inconscientemente, avala una jerarquía en el saber; porque cree que hay conocimientos superiores sólo enseñables a unos pocos y saberes secundarios aptos para la gran mayoría. Esa convicción pone al conocimiento en la perspectiva de una selección natural darwiniana según la cual sólo los más aptos podrían tener acceso a lo mejor de la cultura.

Ojalá este ejercicio en siete variantes sobre una misma cita haya logrado aclarar las dudas de los que se sentían confundidos y sirva además de impulso a aquellos que aún no han comenzado la tarea de escribir los contrapuntos. Aunque, como siempre sucede con esto de la escritura, sólo la práctica asidua logrará hacer sencillo lo que a primera vista parece imposible de lograr.