Por lo general, los maestros y maestras de español, cuando quieren enseñar las homófonas y los parónimos (aquellas palabras que tienen idéntico sonido, pero distinto significado; o esos términos que, sin tener el mismo sonido, suelen confundirse por ser muy semejantes) lo que utilizan es un listado con las voces respectivas. Pero, sigo creyendo que hay maneras más creativas e interesantes para este fin. Una de esas estrategias es usar la narrativa para que los estudiantes infieran y comprendan las diferencias entre estas palabras aparentemente similares en su pronunciación o en su forma.
El relato que sigue es un ejemplo de cómo conjugar la fuerza interpelativa de la ficción con la prescriptiva de la gramática. El relato puede usarse de dos maneras: como ejemplo ilustrativo y didáctico de este tipo de palabras, y como un incentivo para que los estudiantes construyan otros de manera semejante.
Abigail y Josué, un amor homoparonímico
Abigail ansiaba abrazar a Josué. Su amor la abrasaba hasta la obsesión.
—Dios mío, haz que venga a mi alcoba —suplicaba a gritos la enamorada.
Pero Josué, que era un as de la seducción, prefería escaparse de ella por semanas.
Abigail insistía más de cien veces en sus llamadas. Ella sentía que su sien derecha iba a reventar.
—Estoy en la cima de mi amor —volvía decir para sí Abigail—, yo siento que esta pasión proviene de una sima profunda, de un magma incandescente.
Como no le dio resultado tal recurso, recordó el ejemplo de la fiel Penélope y empezó por las noches a coser un tejido interminable. Y tanto se entregó a esta labor que dejó de cocer sus alimentos.
Cuando ya había perdido toda esperanza, un día apareció Josué. Su presencia la dejó extática. Y así, quieta, estática, en el umbral de la puerta le expresó este reproche:
—He estado grave, enferma del alma. Y no veo que tu mente grabe lo que te digo.
Josué se mantuvo en silencio.
—Si me has visto con un rebozo es para evitar que veas mis labios, porque mi amor ya rebosa la copa.
Josué se dedicó a escuchar el balido de las ovejas lejanas.
—Mi amor por ti será válido en cualquier tiempo.
Josué se detuvo a observar el menudo vello de los brazos de la mujer. Ella volvió a atacarle:
—No hay nada bello para ti en este amor, nada…
—Vaya, vaya… —respondió Josué como para salir de aquella cárcel de palabras.
La mujer sintió ira. Vio tras la valla de su jardín las flores secas e interpretó eso como un mal presagio.
—No cabe duda de mi amor, pero yo misma cavé mi infortunio.
—Mi amor me ha cegado —continúo Abigail— y tus continuos desaires han segado mi ilusión.
A Josué le parecieron hermosas aquellas palabras.
—Por lo que veo para ti ya no soy más que un desecho afectivo —dijo sollozando Abigail.
—Yo nada he deshecho, nada —replicó Josué a manera de disculpa.
—Este amor, como dice en el Cantar de los Cantares, quedará grabado en mi pecho, a pesar de los muchos gravámenes que he tenido que pagar por tu displicencia. Yo he arrostrado esos desaires sin decir nada, a pesar de las muchas ocasiones en la que has arrastrado mi alma sin ninguna compasión.
Abigail continuó. Estaba embelesada.
—Cada ausencia tuya machucaba mi corazón, y tus continuos desaires machacaban mis esperanzas. La hacían trizas. Yo estaba, como una mártir, en oblación permanente. Y por más que ansiaba una llamada o una carta tuya, esas pequeñas abluciones refrescantes jamás llegaron. Qué oquedad padecía y qué hosquedad la tuya, cuánto perjuicio me hiciste, quizá por tus prejuicios o tus aprensiones. Josué, prescríbeme la medicina para olvidarte o proscríbeme al lugar más remoto donde están los condenados del olvido. Provéeme alguna medicina si ya puedes prever nuestro desenlace. Perdóname por recavar en este sentimiento, pero no me cansaré de decírtelo hasta recabar mi propósito. Sé que mis palabras sonarán poco salubres en este momento, pero prefiero eso, a seguir manteniendo esa sensación salobre en mi boca. No pretendo con esto que te digo trastrocar lo que eres, ni menos pedirte trastocar la manera como vives. Perdóname, otra vez. Si puedes absolver mis faltas, me sentiré agradecida; de lo contrario tendré que, como una sedienta esponja, absorber mi propia amargura.
Josué pensó que ese largo discurso de Abigail era una perfecta invectiva, como las de Demóstenes, y que se requería bastante inventiva para decirla de manera improvisada.
—Yo he tenido la mejor actitud —dijo Josué, suavemente.
Abigail, más serena, le contestó con un tono de dolorosa aceptación:
—A lo mejor… pero tal vez no tengas la aptitud de amar abandonándote.
—Entonces, déjame abjurar del modo como te he amado…
—Ya quisiera yo hacer eso posible —respondió Abigail—, pero no soy una maga que pueda adjurar tus sentimientos.
Hubo un largo silencio. Las miradas dejaron de encontrarse. Josué se levantó del sillón y salió de la habitación, alejándose poco a poco. Al pasar por el jardín percibió el espirar dulce de las rosas, mientras que, adentro de la casa, Abigail sentía que su corazón había expirado.
Jesús Olivo dijo:
Buena tarde, maestro.
Hoy hojeando el blog entre líneas me encontré con este escrito y, huelga decir, es precisamente un trabajo que estoy realizando con estudiantes de noveno grado. Aquí le comparto uno, maestro.
Título: Atrapen al Híbrido…
Por: Sofía Roa Rodríguez
Grado: Noveno B
Había una vez, allá en lo más profundo del bosque, un gran árbol de hayas, era tan viejo y alto, que ningún hombre se atrevía a escalar sus robustas ramas. Una vez, en la ciudad de La Haya, ciudad incrustada en Países Bajos, un pueblito, el cual era habitado por muchas nodrizas. Nació un pequeño híbrido, se preguntarán ¿Qué es un híbrido? El híbrido es el cruce de dos especies distintas.
Este niño, Danish, había nacido sano y fuerte, gracias a su Aya, pero al pasar de los años, empezó a preguntarse, por qué era tan distinto a los demás, por qué tenía astas de venado y por qué sus padres no eran así, igual que él. Se cuestionaba todos los días, y todo el día, hasta que lo dejaba en el olvido. Cuando comenzó la escuela, estaba ansioso de conocer a más personas, hay que aclarar, sus padres nunca lo dejaban salir, siempre mantenía en casa, les aterrorizaba que pensamientos podía causar a las demás nodrizas, su hijo. Cuando llegó el día, sus padres estaban un poco preocupados, pero Danish, los convenció de que lo dejaran ir, se despidió y tomó el bus escolar. Él se llevó un saco para poder esconder sus pequeñas astas, llegó a la escuela, y los estudiantes estaban ansiosos de tener un nuevo integrante. Por el contrario, Danish, estaba asustado y se cuestionaba cómo reaccionarían, qué harían sus compañeros si se enteraran de que él era distinto.
Llegó la hora del recreo, y se fue a lo más oscuro del parque, no tenía amigos. Estaba triste, pero, vio un brillo reflejando su cara, escarbó y escarbó y, después de tanto, logra hallar una moneda de oro, desde ahí, esa fue su moneda de la suerte, la llevaba a todos lados con él. Pasaron los días, cuando de repente, se le acercó una niña, ella le preguntó, que, si podían ser amigos. Él le respondió dudoso, sí. Al paso del tiempo, Danish se hizo amigo de todos sus compañeros, gracias a Mary, su amiga. Pero un día, un niño maldadoso le jaló la capucha para poder saber por qué la utilizaba; todos quedaron sorprendidos cuando lo vieron, había un profundo silencio y muchas caras de asombro, todo resultó inesperado, les agradaba Danish, tal y como era, querían saber más de él, al fin, podía ser feliz. Pero no duró mucho, se había causado un gran conflicto en el pueblo, unos estaban a favor del híbrido, otros estaban en contra, pensaban que era una amenaza para sus hijos; de un momento a otro, llegó “La Haya”, una organización que interviene en conflictos, o eso querían parecer.
Se encargaron de calmar todo, cuando se iban a “ir”, vieron a Danish, su verdadero propósito de llegar al pueblo, se quedaron impactados al ver que el chisme era cierto, sí existía un niño mitad venado, mitad hombre; lo persiguieron, con el fin de saber dónde vivía, le informaron al jefe, pero quedó tan impresionado e interesado, que dijo: puede que ahora sí haya determinado mi futuro, he encontrado algo fuera de lo común, será un gran logro para mi empresa. Quizá en este lugar haya más híbridos como él, y así podré volverme rico. Mandó a sus empleados a atrapar al niño, horas más tarde, sus secuaces lo habían conseguido, lo enjaularon y se lo llevaron al jefe. Él dijo: ¡Ah ya! Con que tú eres el propósito de mi visita, a este asqueroso pueblo, por fin te conozco, aunque tú no lo creas, veo millones de billetes dentro de ti, fenómeno, tú serás mi producto millonario ¡Haré experimentos contigo, y me volverás rico!
Continuará…
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Estimado Jesús Olivo, gracias por tu comentario. Me alegra que estemos en sintonía con este tipo de trabajos. Unas felicitaciones enormes a Sofía Roa Rodríguez por su texto.
Luis Carlos Villamil J dijo:
Apreciado Fernando:
Gracias por el ingenioso escrito tan util y prácico, para aprender y también para enseñar las tradicionales complejidades de las homófonas y los parónimos.
Un abrazo,
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Estimado Luis Carlos, gracias por tu comentario. Otro abrazo para ti.
Claudia Bran dijo:
Saludos.
Se me genera una duda: ¿en la segunda línea del texto no corresponde “haz” (Imperativo, verbo hacer)?
Gracias.
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Claudia, gracias por tu comentario. Sí, efectivamente, es el imperativo del verbo hacer. Error de digitación. Ya hice la corrección. Gracias.