Apreciados padres,
Me valgo de esta forma de comunicación porque no ha sido posible reunirme con ustedes personalmente. Sé que a las reuniones de entrega de boletines siempre falta alguno, cuando no los dos. Entonces, y debido a la importancia de su apoyo para esta misión de formar a sus hijos, he acudido a este medio de escritura usado en pasadas épocas con el mismo fervor de los correos electrónicos en la actualidad.
Lo primero es contarles que, hagan lo que hagan, ustedes siempre serán referentes de comportamiento y de actitudes para sus hijos. Por acción o por omisión sus hijos los mirarán para saber cómo comportarse y, por imitación, irán asimilando ciertas actitudes o determinadas conductas. Insisto en que tal referencialidad podrá darse de manera consciente o inconsciente. Y así sea planeada o no siempre estará al frente de sus hijos como si fuera un conjunto de señales para orientar sus vidas.
Otro asunto que deseaba mencionarles es lo fundamental de su labor en lo concerniente a forjar hábitos. Quizás esa ha sido una de las funciones esenciales de la crianza; y debido a la urgencia de las necesidades económicas de hoy se ha ido dejando a la buena de Dios o a las no siempre afortunadas manos de la sociedad de consumo o los medios masivos de información. Les comentaba, y perdonen mi insistencia, que a ustedes les corresponde preparar el terreno de los hábitos para que sea fértil y podamos más tarde los maestros labrar ese terreno con alguna fortuna. Hay tantos hábitos en los que ustedes deberían insistir: los de alimentación y vestido, los de trato y convivencia, los de aseo y ahorro, o esos otros tan necesarios del leer y el estudiar, del aprender a saludar y dar las gracias. Los hábitos son una segunda piel que ustedes deben tejer cada día con su ejemplo y dedicación. Recuerden que los hábitos incorporados son una herencia para toda la vida.
En este mismo sentido, deseo reiterarles la fundamental tarea de acuñar en sus hijos valores y virtudes. Y digo acuñar para subrayar esa especie de impronta en el carácter que tiene una persona cuando ha contado en su crianza con un repertorio de valores, tales como el respeto, la honestidad, la responsabilidad o la solidaridad. Ustedes saben, estimados padres, que los valores actúan como brújulas morales en el futuro actuar de sus hijos; a ellos acudirán cuando se sientan perdidos en una situación existencial o servirán de guías para el convivir y relacionarse con sus semejantes. Esos valores hacen las veces de tutores o mentores cuando ustedes no estén presentes o cuando ya no los acompañen en sus vidas. Y si además, ustedes han tenido la precaución de favorecer determinadas virtudes, entonces a sus hijos les será más fácil conquistar sus metas porque tendrán en sí la disciplina o la constancia, y conseguirán relacionarse mejor con sus semejantes porque sabrán ser menos ostentosos, más prudentes y dignos de confianza. Nada de eso sobra en la crianza de los hijos ni es un asunto secundario.
Aunque me extienda un poco más deseo comentarles que ustedes son cuidadores de los vínculos sociales o de las relaciones interpersonales de sus hijos. Tengan presente que de la inexperiencia y la ingenuidad se aprovechan los timadores y comerciantes del vicio. Las malas costumbres o las vías torcidas abundan por doquier. Por lo mismo, es su deber –con tacto y perspicacia– saber quiénes son los amigos y conocidos de sus hijos, y cuál es el núcleo de amistades por ellos frecuentado. Y no me refiero a una fiscalización excluyente de sus relaciones, sino a un vigilante conocimiento de tales vínculos. Mucho más hoy, cuando los medios virtuales han creado la posibilidad de mantener abiertas las puertas de nuestras casas. Sigue siendo importante insistirles a los hijos que inviten a su casa a esos primeros amigos o convidar a reuniones en las que ustedes puedan apreciar de primera mano aquel grupo de colegio que su hijo o su hija frecuentan tantas horas. Cuidar, en consecuencia, es concebir el espacio de la familia como un escenario de la prevención, del anticiparse a las elecciones equivocadas o a aquellas decisiones que por la inexperiencia pueden arruinar el futuro de una persona.
Considero también que este celo por lo que hacen y por quienes comparten la cotidianidad de sus hijos puede ser un buen motivo para desarrollar en ellos el discernimiento y el buen juicio. Hablar con sus hijos de lo que piensan o de por qué actúan como actúan es otra tarea de primer orden en esto de ser padres. Tengan presente que ustedes animan o no el aprender a reflexionar sobre las experiencias que cada día les acaecen a sus hijos; dediquen un tiempo para escucharlos, para ponerles situaciones reales o hipotéticas que les permitan, poco a poco, descubrir los alcances o las repercusiones de un modo u otro de actuar. Dialogar, por lo mismo, es un taller irreemplazable para alcanzar la madurez en la toma de decisiones y un crisol para aprender a usar la libertad.
Una cosa más me atrevo a recomendarles. La de no perder su lugar de apoyo en el crecimiento de sus hijos. Estar ahí para dar un consejo oportuno; estar ahí para servir de consuelo; estar ahí para dar ánimo o servir de abrazo de apoyo ante la dificultad, es esencial en las peripecias del viaje existencial de las nuevas generaciones. Sucede que hoy, por múltiples razones, casi no se está en el hogar o de poco tiempo se dispone para escuchar atentamente los problemas acuciantes de los hijos. Sin embargo, y eso seguramente ustedes ya solo saben, el consejo o el apoyo moral de un papá o una mamá son cosas que no tienen ningún precio o que nada los puede reemplazar. Tengan en su mente la parábola del hijo pródigo y permítanse estar presentes cuando uno de sus hijos retorne al hogar agobiado por el fracaso, los errores, o con los sentimientos hechos trizas. Abran los brazos y estén dispuestos a comprender y perdonar.
Ya para concluir esta misiva, me gustaría decirles que el fin último de su labor como padres, el objetivo capital de la crianza es llegar a convertir su forma de estar en el mundo y enfrentar la vida en un emblema para sus hijos. Ellos necesitan ver en ustedes el testimonio de que vivir vale la pena y de que, a pesar de los obstáculos o las decepciones, la vida sigue teniendo sentido, que es un don maravilloso al cual hay que sacarle todo el provecho y toda su riqueza. Ustedes, apreciados padres, deben dejarles esa herencia; la forma como vivan su existencia tiene que ser un símbolo o una enseña imperecedera en el tiempo. Tengan presente esto: es en la lejanía cuando mejor se aprecia la escultura tallada año a año con sus manos.
Con todo mi aprecio,
Fernando
Naggie dijo:
Hola.
Su publicación tiene ya cuatro años en línea y hoy buscando una lectura para los padres de mis alumnos de primer año tuve la fortuna de encontrarla, su vigencia es innegable, dado que los padres somos los primeros formadores de nuestros hijos y no hemos logrado tomar conciencia de ello.
Lamentablemente cada año me encuentro con padres de familia que exigen que sus hijos sean tratados como únicos en el grupo, pero lo que es más grave es el hecho de que exigen que les toleremos sus actitudes irrespetuosas y cumplir sus caprichos al por mayor. Pero eso sí, cuando los niños son “corregidos” o invitados a respetar, nosotros los docentes somos los maleducados.
Siento mucha frustración por no poder hacer más que respirar y ser diplomática ante el trato tan injusto de los padres hacia nosotros. Nos han convertido en niñeras dejando de lado nuestro verdadero objetivo en la escuela: orientar el aprendizaje de nuestros alumnos.
Muchas gracias por sus palabras y tomaré su post para compartirlo con los padres de mi grupo.
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Naggie, gracias por tu comentario. Comparto tus apreciaciones.
Johana Aldana dijo:
es una clara presentación sobre como la familia siempre ocupara el primer lugar en el proceso de enseñanza de saberes de los niños. Gracias por permitirme con este escrito recordar el valor de la familia en todos los episodios de un ser humano
fernandovasquezrodriguez dijo:
Johanna, gracias por tu comentario.
francia lozano dijo:
Maestro Fernando, es una excelente reflexión, en un momento donde se considera que es mejor ser amigo que padre, porque así nos acercamos mas a nuestros hijos.
fernandovasquezrodriguez dijo:
Francia, gracias por tu comentario.
SandrA dijo:
muy buena reflexión…..no se nos puede olvidar que la primera y mas importante escuela del ser humano es : la familia.
fernandovasquezrodriguez dijo:
Sandra, gracias por tu comentario.
Elkin Ballesteros G dijo:
Muy pertinente la carta para estos tiempos modernos donde el ser humano se ha olvidado de los valores de educar y formar desde la primera escuela: “la familia”.
fernandovasquezrodriguez dijo:
Elkin, gracias por tu comentario.