Les he solicitado a mis estudiantes de la Maestría en Docencia de la Universidad de la Salle que describan un objeto escolar. La extensión debe oscilar entre cinco y ocho líneas (o entre 80 y 130 palabras). Se trata de un ejercicio de escritura para desarrollar las habilidades de observación, precisión semántica y, especialmente, de reconocimiento del ambiente cotidiano de trabajo. Estas destrezas son definitivas en la etapa de la descripción del problema de investigación y constituyen la columna vertebral del enfoque etnográfico o cuando se elabora un diario de campo.

Aunque ya he recibido y leído los primeros intentos y acercamientos al ejercicio solicitado, noto que hace falta comprender –antes de lanzarse a escribir– qué es en verdad la descripción. En consecuencia, voy a señalar una ruta de lecturas, contenidas en este mismo blog. Espero que sirvan de tutoría permanente y contribuyan a cualificar los textos de mis estudiantes de posgrado.

La primera lectura se titula “Describir: dibujar con palabras”. Recomiendo empezar por dicho documento. Además de señalar lo esencial de la descripción se presentan ejercicios que ilustran lo medular de esta modalidad textual. Releído el ensayo pasaría enseguida a dos barajas de aforismos identificados con el encabezado “Sobre la descripción I” y “Sobre la descripción II”. Los dos grupos de aforismos ofrecen de manera concentrada y esencial un acercamiento a las particularidades del ejercicio que nos interesa. Por ser aforismos hay que leerlos lentamente, rumiándolos en nuestro pensamiento. Pienso que en esos dos textos, a la par que se analiza con hondura el ser de la descripción, se ofrecen recursos para sortear las dificultades al describir. Hechas las anteriores lecturas recomiendo mirar un ensayo denominado “El objeto como signo”.  En él se presentan, en una perspectiva semiótica, los miradores estratégicos o los criterios para desentrañar un objeto. Es una lista de chequeo a tener en cuenta o un abanico de posibilidades para enfocar nuestra mirada.

Con esa reserva de lecturas en nuestra cabeza ahora sí podemos elegir un objeto del ambiente escolar. Sobra decir, que debe provocarnos algún interés o al menos tener la magia de las cosas inquietantes. Con ese objeto al frente, observándolo muchas veces, mirándolo y escudriñándolo por todas sus facetas, procederemos a redactar nuestra descripción. Lo más seguro es que no tendremos a la mano los nombres propios de cada una de las partes, entonces, habrá que indagar o investigar al respecto. Cuando nos faltan los sustantivos indicados tendemos a generalizar o nos vamos por las ramas, o terminamos divagando. ¿Cómo se llama la punta del compás?, ¿cuál es el nombre de la forma de un lápiz?, ¿cómo es conocida la parte que enmarca un portón?, ¿de qué material está hecha una calculadora? , ¿cómo le dicen a las divisiones de un armario? Baste la siguiente ilustración (sobre el compás) para corroborar la importancia de conocer los nombres específicos de las partes de un objeto cuando tenemos la intención de describirlo:

Por lo demás, y en eso profundiza mi ensayo “Describir un objeto”, necesitaremos también mirar cómo el tiempo ha hecho mella en el objeto; o cómo las manos han ido dándole cierta fisonomía particular; o qué tanto lo ha afectado la intemperie o el sol. Y de igual manera deberemos, al momento de presentar la descripción, darle importancia a las medidas, la textura y el color, así como al contexto en que está ubicado el objeto.

Salta a la vista que el ejercicio de describir un objeto escolar nos lleva a volvernos extranjeros para el mundo cotidiano en que trabajamos. Es necesario ver los objetos familiares como si fueran cosas absolutamente novedosas o llenas de maravilla. La descripción, precisamente, busca presentar al lector una realidad distante o ajena para él. Es como si el escritor convirtiera sus palabras en unos ojos capaces de transportar seres ausentes. Y por eso hay que ser cuidadosos en la elección de los términos, y darle al conjunto tanta importancia como a los detalles.

Resta decir que muy seguramente serán necesarias más de dos versiones para alcanzar una descripción de calidad. A veces, porque hay una flagrante desorganización en los elementos o porque en el afán de mencionar el uso dejamos inconclusa una serie de características. En otros casos, será la falta de dominio en la puntuación la que hará que nuestro objeto se presente fracturado o descompuesto. Lo aconsejable, entonces, es afinar la mirada, asediar el objeto desde diferentes perspectivas y empezar a volverse fiel amigo del diccionario, ojalá de aquellos llamados ideológicos, de campos semánticos o de ideas afines.