Ilustración del turco Gurbuz Dogan Eksioglu.

Ilustración del turco Gurbuz Dogan Eksioglu.

El sentido de la vida se va descifrando en la medida en que vivimos la existencia. Cada paso, como lo cantara Antonio Machado, va construyendo el camino.

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Muchas de las respuestas esenciales a las inquietudes sobre el sentido de la vida provienen no del soberbio conocimiento sino de la humilde sabiduría.

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La vida, que es posibilidad, se vuelve acto pleno cuando es tocada por nuestra libertad.

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Cuando el barco de nuestra vida navegue perdido en la oscura altamar, lo mejor es no perder de vista la estrella titilante de algún proyecto.

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Demasiado corazón hace que la vida parezca siempre tormentosa; excesiva razón, convierte el vivir en una absurda comedia. Lo mejor, entonces, es asumir el rol oscilante de los actores dramáticos.

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Si idealizamos el pasado tenderemos a ver la vida con nostalgia; si idealizamos el futuro, será el derrotismo nuestra compañía. Lo prudente, por lo mismo, es asumir la mirada realista del presente.

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Mucho sabe el roble de dureza; pero más la palmera de flexibilidad. La verdadera fortaleza para enfrentar la vida está en el interior y no en la corteza.

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La riqueza de la vida no está en la extensión sino en la intensidad. Por lo tanto, no es la cantidad de años lo que cuenta, sino la calidad de su aprovechamiento.

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Mirada en prospectiva la vida es un proyecto; puesta en retrospectiva, se asemeja a una obra. En consecuencia, vivir es un ejercicio de constante perspectiva.

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Algo le debe la vida a la herencia y otro tanto al azar y la fortuna. Lo demás es voluntad y prudencia.

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A veces queremos que la vida nos regale sus frutos sin haber cultivado alguna iniciativa.

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La forma más fácil de que el balance de nuestra vida no termine en déficit es no acostumbrarnos a la inflación del autoengaño.

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Sin autoestima todo lo que hagamos parecerá poca cosa; sin autocrítica, cualquier acto será tenido por excepcional. Necesitamos lo primero para reconocernos y, lo segundo, para extrañarnos.

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La figura final de nuestra vida dependerá de cómo hemos tallado diariamente ese bloque de mármol. La forma definitiva va configurándose de manera imperceptible.

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Ciertos epitafios son como titulares amarillistas de una vida.

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Para algunos la vida es conquista personal; para otros, entrega a sus semejantes. Sea como fuere, vivir es dotar a la existencia de un propósito.

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Podrá haber consejos, referentes memorables, principios y sugerencias sobre el arte de vivir. Pero nada de eso logrará substituir la experiencia inédita e irrepetible de cada vida.

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Lo que hace excepcional la vida de algunos hombres ilustres es su irrevocable decisión de ser auténticos.

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Lo sabemos desde los estoicos: no es sangre lo que soporta nuestra vida. La sustancia fundamental es el tiempo.

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Si la vida es descubrimiento, lo peor, entonces, es esperar a que ella nos revele sus misterios. La vida reclama a sus visitantes disposición al riesgo y pasión por la aventura.

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Dado que el misterio de la vida puede revelársenos en el último instante de nuestra existencia, podemos suponer que la muerte guarda para sí respuestas fascinantes y extraordinarias. Eso lo han sabido desde siempre todas las religiones.

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Los suicidas sufren del hastío de haber vivido mucho o la angustia de no vivir demasiado.

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Los adoquines con que se construye el camino de la vida están hechos de elecciones y decisiones.

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Antes de ser vivos: nada; después de haber vivido: misterio.

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El optimismo considera la felicidad como una meta; el pesimismo la ve como un engaño. Dicho de otro modo: o la vida es un regalo o la vida es una cadena.

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Si tuviéramos el discernimiento necesario para conocer nuestras posibilidades y nuestras limitaciones sabríamos conducir mejor las riendas de nuestra vida. Adquiriríamos, sin duda, la difícil cualidad de la sensatez.

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Se podrá crear artificialmente la vida en el laboratorio; pero las probetas no lograrán jamás clonar los genes de la libertad.

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A los que afirman que el sentido de la vida no está en esta tierra habría que sugerirles menos teleología y más humildad.

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Los problemas cotidianos son el relieve de la vida. Sin ellos existir sería un viaje demasiado predecible y monótono. Por eso, los hombres con experiencia son especialistas en geomorfología.

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Si hay una fórmula rápida que pueda ser el secreto para alcanzar una vida exitosa esa receta consiste en la sosegada perseverancia.

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El gesto melancólico de algunos filósofos pesimistas sobre la vida corresponde a su dolencia hepática. Los fluidos del hígado siempre son oscuros.

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Los niños no pueden estarse quietos; los viejos, anhelan tranquilidad. El movimiento de la vida empieza en la aceleración y termina en la quietud.