
El rey Jorge, duque de York, y el maestro Lionel Logue, en El discurso del rey.
Formar es una aspiración y una incertidumbre. Soñamos con que podamos enseñar o contribuir en algo para que otro ser alcance algún tipo de desarrollo; nos decepcionamos al ver que a pesar de nuestros esfuerzos ha sido poco lo que hemos logrado. Una fuerza nos impulsa a continuar en nuestra tarea de maestros; otra, nos advierte del alcance limitado de nuestras intenciones.
Formar es una confianza y un recelo. Sin lo primero sería imposible que el padre educara a su hijo o que el maestro enseñara a su discípulo. Lo segundo, apunta a que cada hijo o cada aprendiz apropian de diferente manera lo que ha recibido de sus mayores o su maestro. La confianza nos dice que sí es posible participar de ese proyecto de vida; el recelo nos dice que nuestro aporte siempre será menor de lo que pensamos. Una fuerza dice que seremos recordados; la segunda, hace énfasis en el probable olvido.
Formar es prefijar un plan y sortear el azar. En un lado está la organizada secuenciación de los contenidos o las acciones, la selección de las fuentes, los tiempos fijados para aprender unos saberes o unas habilidades; en otro, el asumir lo inesperado, la irrupción de lo cotidiano y lo coyuntural. Los maestros necesitamos de un norte para no andar a la deriva; pero no podemos obviar las eventualidades y las circunstancias inesperadas de los aprendices.
Formar es presentar una voz propia y reconocer otras enunciaciones. Una vía señala que es prioritario para ser maestro dar testimonio, enunciar una voz personal, tener la voluntad de enseñar; otro camino llama la atención sobre el cuidado de no desconocer otras voces, de entender que el callar hace parte de ese vínculo educativo. Es importante tener algo particular que decir, un modo de significar el mundo y la vida, una singularidad; y también es esencial que haya un espacio propicio para que circulen otras voces, para que el error, la ignorancia o la necedad digan su palabra.
Formar es asentar un lugar y albergar un nomadismo. Aquí está el aula, la institución, los horarios, el currículo, el curso o el programa; allá, el autoaprendizaje, los saberes no formalizados, los amigos, la vida social. Un dictamen establece que los maestros necesitamos de un espacio adecuado y pensado para enseñar; otro, exalta los variados escenarios, la red infinita de lugares a partir de los cuales se puede acceder a la información.
Formar es señalar un presente y avizorar un futuro. El hoy subraya la fuerza del ahora, de lo que los educadores hacemos cada día, clase a clase. El mañana, pone el acento en la maduración de esas enseñanzas. El presente recalca la enseñanza vital, el ejemplo directo, el testimonio flagrante; el futuro recoge la maduración de las lecciones, la decantación de lo aprendido, el terreno labrado para que haya genuinos frutos.
Formar es heredar un conocimiento y también propiciar una sabiduría. Por supuesto, algo hay que legar o transferir: la formación está mediada por un acervo de saberes, técnicas, procedimientos. Mas no es solo ello: también se comunican formas de ser, valoraciones específicas, maneras de actuar o comportarse consigo mismo y con los otros. El primer polo enaltece la tradición, el repositorio de la cultura; el segundo, subraya el carácter, la persona, el ciudadano. Un campo de acción tiene como objetivo las capacidades de pensamiento, el otro considera que su arena es la parte emocional y sensible de las personas.
profejesusolivo dijo:
Tenga usted, maestro, una buena mañana de abril.
La formación habita entre tensiones; siendo esto, en definitiva, lo que permite lograr grandes transformaciones. Dicho brevemente: los contrastes, los conflictos, encuentros y desencuentros son el avance para el cambio. No hay que olvidar que cohabitar entre la tirantez del diario vivir prefigura, al ser humano, lo que tiene que ver con pensarse y pensar lo que hace. Se podría decir que es lo ideal para salir de ese paraíso, de esa zona cómoda, y aventurarse a la consecución de cambios que lo ayuden a ser mejor cada día. Considerando así el asunto es una tarea trascendente que deben asumir los docentes al interior de la escuela, pero también es capital para padres de familia y que decir como ciudadanos del mundo. Lo que debe quedar claro es que no se puede consentir estar nadando en el agua, “de la formación”, y no se sepa, “qué diablos es el agua”, haciendo honor a los peces jóvenes de (wallace, 2005).
Considerado así el asunto, viene otro dilema bien sugestivo para quienes intentan formar a otros, esto en relación con la autoformación. De ella se puede decir que debe ser constante, es una actividad que debe permitir las incertidumbres a despecho de quedarnos anquilosados, impedidos y mucho menos permitirnos quedar maniatados ante el primer atisbo de vaguedad. No se puede, ni siquiera imaginarse, estar pensando en cómo cambiar a otros sin haber pretendido darle forma a nuestro carácter. En últimas, haber hecho una transformación en nuestro entrañable ser, para luego poder trascender nuestras experiencias a otros. “Nadie puede dar a otro lo que no tiene”
Un abrazo fraterno
fernandovasquezrodriguez dijo:
Profejesusolvio, gracias por tu comentario.