Ilustración de Tang Yau Hoong

Ilustración de Tang Yau Hoong.

Estoy convencido de que la escritura de aforismos es una buena escuela del enseñar a pensar. Especialmente, en la educación superior. No sólo porque pone a los estudiantes a reflexionar y dar cuenta de ello en una escritura concisa y cabalmente terminada, sino, además, porque se convierte en un tinglado para ejercitar procesos de pensamiento como la paradoja, la antítesis, la comparación o la ironía.

Bajo esta premisa es que mis estudiantes de posgrado han enfrentado el reto de escribir aforismos. Para una buena parte de ellos ha sido algo totalmente nuevo y, en esa medida, no fácil de realizar. Para otros, se ha convertido en una oportunidad de meditar juiciosamente sobre determinado asunto. Todos han ido comprobando que esos escritos, aparentemente sencillos, requieren de  un largo proceso de reflexión y una paciente labor de pulimento en su armazón lingüística.

Pero lo que me parece más relevante es el asombro de mis estudiantes al hablarles de las estrategias de pensamiento con las cuales es posible escribir estas sucintas frases. Quizá tal extrañeza se debe a que en la formación profesional poco se han enseñado tales útiles de la mente o porque se ha confiado demasiado en la evanescente inspiración. Es probable, también, que el descuido o el desinterés de los maestros de educación básica por desentrañar el potencial creativo y cognitivo de las llamadas figuras literarias (especialmente las de pensamiento), haya producido esta pérdida de recursos expresivos, que fueron elogiados y muy utilizados por la retórica clásica y hoy fuertemente valorados por la neoretórica contemporánea.

Tal evidencia me ha llevado a confirmar otra cosa: es urgente renovar nuestras estrategias didácticas para enseñar las formas de composición escrita. Es decir, mostrar el “detrás de cámaras” de las tipologías textuales; enseñar cómo se arman las piezas de un texto, sus engranajes y mecanismos de funcionamiento. Eso me parece más importante que sólo promover el elogio de una obra o la exaltación de la genialidad de un autor. Y para lograr ese cometido, lo mejor es tratar de ver la tras-escena de un tipo de texto, descubrir sus características, captar su estructura, percibir en detalle cómo es su lógica de producción de sentido.

Esta vía me condujo a invitar a mis estudiantes escribir ocho aforismos centrados en un tema: el perdón. Para ello diseñé una hoja-guía que permitía identificar el tipo de estrategia de pensamiento empleada (símil, antítesis, ironía, paradoja), un ejemplo de referencia a seguir (tomado de un libro sobre aforismos) y una serie de columnas en las que se consignaran las diversas versiones, antes de llegar al texto definitivo. Esta hoja-guía tenía como norte ayudar a los maestrantes a hacer consciente el recurso de pensamiento utilizado para, luego, poder adaptarlo o transferirlo a un tema diferente. De igual modo, el hecho de que los estudiantes dieran cuenta de las versiones era una forma de enseñarles un principio rector del aprender a escribir, según el cual, es tachando y enmendando como se va mejorando un texto, es corrigiendo el mismo escrito varias veces como un mensaje va encontrando su mejor expresión.

El resultado de esta propuesta de trabajo resultó bastante positivo. Al menos cada maestrante apropió la estructura aforística y produjo uno o dos aforismos de calidad, empleando alguna de las cuatro estrategias de pensamiento sugeridas. Y para tener una mejor apreciación del logro (realizado durante una semana) transcribo a continuación varios de los aforismos de los estudiantes de primer semestre de la Maestría en Docencia de la Universidad de La Salle.

Empiezo por destacar el cuidado en la construcción y la profundidad de los aforismos redactados por Blanca Isabel Mora Moreno:

“Tal como un viajero se despoja del peso de su equipaje para descansar, nos es necesario perdonar para alivianar nuestra alma de lo que la atormenta”.

“Perdonar es como mudarse a una casa más pequeña: debes dejar las cosas que no te sirven y llevar las que realmente te son útiles, agradables, beneficiosas”.

“Perdonar se asemeja al júbilo de encontrar un tesoro perdido. Es alegrarse por encontrar de nuevo la tranquilidad de sí mismo”.

“La valentía de pedir perdón trae consigo el temor de aceptar haberse equivocado”.

“Engañosa estratagema maquinan los que son vengativos: perdonan solo para conocer el talón de Aquiles de quienes los han ofendido, y poder tomar venganza”.

Me resultan igualmente interesantes, por las mismas razones, los aforismos de Diana Marcela Pérez:

“Al igual que una vieja cicatriz, el perdón necesita tiempo. El tiempo es el garante para que la herida deje de doler”.

“Perdonar supone bienvenidas y despedidas. Se abre la puerta al prometedor futuro y se le cierra en las narices al necio pasado”.

“Un hombre absolutamente rico cree que perdonar es una ganancia. Para un hombre absolutamente pobre perdonar es un derroche”.

“Sólo ciertos hombres se pueden dar el lujo de no perdonar: los que nunca se equivocan”.

“No perdonar hace de un hombre grande, un ser insignificante. Pedir perdón hace de un hombre mezquino, un grandioso hombre”.

Muy bien concebidos son estos otros aforismos de Kelly Johanna Mejía Sierra:

“Se vive en el encierro hasta que se conoce la libertad del perdón”.

“Para quien no ha perdonado, el pasado es su presente y su futuro”.

“Aquel que no perdona es como un barco viejo encallado en la tierra del padecimiento”.

“Cuán agridulce es el perdón: suave en los labios, ácido en el corazón”.

“Perdonar es perturbar levemente al orgullo”.

“No hay perdón cuando los labios hablan lo que el corazón no siente”.

Resalto, ahora, tres aforismos de gran calidad elaborados por Marianne Jiménez Marín:

“El corazón da razones para que brote el perdón mientras la mente lucha para mantener la ofensa”.

“Nadie implora el perdón con tanta fuerza como quien no ha sabido perdonar”.

“El gesto de piedad para el agresor es como la dádiva que espera el necesitado”.

Cierro este apartado transcribiendo un trío de aforismos, bien logrados, escritos por Claudia Milena Vargas Suárez:

“El que perdona es capaz de mirar su alma a través de un espejo”.

“Para encontrar el perdón hay que pasar por el camino de las sombras”.

“El perdonar es un acto de heroísmo de un pecador”.

Si se miran en conjunto los anteriores aforismos, tanto en su composición como en la idea expuesta, se podrá validar la propuesta didáctica empleada. Desde luego, hay mayor apropiación en unas estrategias de pensamiento que en otras; pero, y eso es lo más significativo, se logró esclarecer el significado, la forma y el proceso de elaboración de este tipo de escritura. Considero, así mismo, que el haber tenido un texto de referencia permitió a los maestrantes emular la puntuación y darle a las frases un tono sentencioso o enfático tan propio de los apotegmas, los proverbios o las máximas. Este ejercicio, finalmente, les permitió a los maestrantes comprobar lo dicho por el perspicaz aforista Joseph Joubert: “la verdadera profundidad viene de las ideas concentradas”.