
Ilustración de Norman Rockwell.
Cuando realicé la investigación sobre cómo escriben los escritores expertos, publicada en mi libro Escritores en su tinta, descubrí que la mayoría de ellos gastaban o empleaban una cantidad de tiempo en la corrección de sus escritos. Además de usar diferentes técnicas para hacerlo, confiaban en que este proceso fuera el aval de su calidad como artesanos de la palabra escrita. No parecen gratuitos dichos testimonios. Corregir es un aspecto tan importante como crear un texto. Parece un aspecto menor o secundario pero, si se analiza bien el asunto, podrá descubrirse su importancia.
La más evidente utilidad de corregir proviene de la misma revisión. Al pasar de nuevo el ojo por lo escrito nos damos cuenta de una omisión involuntaria, nos percatamos de una falta de concordancia o percibimos que estuvo mal puesto un signo de puntuación. Eso es, por decirlo así, el momento de la aduana gramatical o del ojo perspicaz para detectar las incorrecciones del idioma.
Señalemos que la corrección trae otros beneficios, menos evidentes. Por ejemplo: al revisar evidenciamos la coherencia o no del texto. Apreciamos si hay debilidades en su estructura. Esto es así porque al ir escribiendo estamos presos de la inmediatez de la idea o del campo gravitacional del párrafo; pero al corregir la totalidad de lo ya hecho, hay una mirada de conjunto que posibilita apreciar las fisuras o las debilidades en el edificio textual. En este caso, la corrección apunta a mejorar la composición del escrito.
Otra utilidad propia del corregir es la de la precisión semántica. Cuando el escritor repasa lo que hizo tiene la oportunidad de sopesar qué tan puntual es el significado de un término empleado. Es acá cuando el uso del diccionario es irremplazable. Son tan amplios y variados los juegos de lenguaje en los que entra un vocablo que, si no se hace esta comprobación semántica, lo más seguro es el equívoco, la divagación o el sinsentido en una frase. Aquí la corrección obliga al escritor a investigar cuál es el término que mejor se ajusta a su verdadero propósito expresivo.
Un valor adicional de la corrección está determinado por la conciencia de un lector para el que se escribe. El cambio en una palabra o en una frase, el uso de un conector, los giros en la sintaxis, la inclusión de un signo de puntuación, buscan que el posible lector entienda mejor lo que el escritor desea comunicarle. Hay en ello una intención de hermandad entre el que escribe y el que lee. Se corrige para favorecer los vínculos, para acercar a los ojos vivos unas grafías silentes y sin cuerpo. Por eso, el corregir es un desplazamiento del reino autárquico del que escribe al espacio democrático de quien lee.
Cabe decir también que la corrección, especialmente cando se hace durante días o semanas, le da a la escritura añejamiento, maduración. Podría decirse, entonces, que la corrección utiliza el tiempo para ver dónde lo que parecía acertado es un flagrante error, y dónde lo que por ningún motivo queríamos omitir, es lo que debe desecharse para que la prosa fluya o el poema recupere su ritmo. Dejar en salmuera las palabras escritas, ponerlas en el limón del tiempo, es una especie de toma de distancia, un alejamiento del autor para ver sus producto como algo ajeno, extraño o distante. Y, por supuesto, siempre se ven mejor los errores en los demás que en uno mismo.
Desde luego, por lo general resulta tedioso corregir. No es una tarea tan alegre como crear o empezar a componer. Es una labor de esfuerzo, de arar el texto como bueyes incansables. Sin embargo, se empieza a ser un escritor de verdad, cuando se vuelve a revisar, a enmendar, a suprimir, a tachar lo que con tanta devoción se produjo. Ahí está la paradoja del consagrado al oficio de la escritura: la misma fuerza que ha tenido para organizar un texto le debe servir para reorganizarlo de nuevo o eliminarlo para siempre. El cuidado en uno u otro movimiento son igualmente significativos. Y es malo suponer que lo dicho de una manera no puede decirse de mejor forma en otra.
Entendidas así las cosas, la corrección forma parte de la creación; es una refiguración, las enmiendas de una substancia que, en sí misma, pide cambios de piel, variaciones de color o alternativas de sonido. ¿Por qué, entonces, dejar a la escritura sin ese vestido renovador que trae consigo cada corrección?
profejesusolivo dijo:
Un afectuoso saludo, maestro.
La corrección, uno de los procesos más dificultosos para el docente, muy pocas estrategias, por no decir que rara vez se utilizan, hace aún más complejo y complicado dicho proceso. Es un “rompecocos” que a la final, si no se realiza de manera adecuada, son pocos los resultados, o lentos si es que se dan; pero esto puede llegar a cambiar si reconocemos la importancia que tiene posibilitar espacios de corrección y, más aún, de trabajo personalizado o lo hacemos de manera sistemática.
En tal sentido, se podría decir que la re-escritura o corrección de lo escrito es a la precisión del pensamiento; lo que la re-lectura a la comprensión profunda y reflexiva, al pensamiento crítico. Es, en este sentido, que “vale la pena” realizar correcciones, cuantas veces sea necesario, para darle fineza a los pensamientos en la puesta en escena. Lo que en teatro, sería los ensayos y más ensayos, hasta ir perfeccionando la representación. De la misma manera, la corrección cumple con el ejercicio de poda y pulimento, de “darle talla” a la escritura para crear un estilo particular que de finura a la expresión. Lo anterior hace evidenciar, y sobre todo, sacar a la palestra de lo representativo la utilidad de la corrección estratégica, no todo al mismo tiempo. Por el contrario, hay que ir perfeccionando, como en el teatro, un movimiento, un gesto; que para la escritura vendría a ser, la estructura, la idea principal, un acento, una coma o cualquier otro detalle que surja en el paso estratégico de la corrección.
En eso consiste el trabajo pedagógico de un docente, mirar que detalles necesitan ser pulidos primero y luego otro, sin atosigar, porque si no lo que se consigue son efectos adversos, una desidia y un desinterés por la corrección. En otras palabras, poca entendimiento y menos comprensión de la importancia de la corrección de lo escrito.
Un abrazo fraterno y hasta una nueva oportunidad.
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Profejesusolivo, gracias por tu comentario.
Angela Torres Valderrama dijo:
Muy buenos días Maestro Fernando : ilustrativo y motivante su escrito. Conservaré la esperanza y el interés de mejorar mis escritos para seguir navegando en la creación literaria que generalmente poco tiempo dedico … Mil gracias…
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Angela, gracias por tu comentario.