Mark Tansey

“La prueba del ojo inocente” de Mark Tansey.

El relato:

Cada cosa fue dispuesta para la prueba vacuna. Nada podía quedar a la improvisación. La sábana para cubrir el lienzo, el cuaderno de notas, un trapero, por si acaso el mamífero expulsaba alguna materia que molestara a la concurrencia, el ambiente adecuado, la distancia propicia. Todo fue meticulosamente organizado para el experimento. Llegado el momento, los facultativos llevaron la vaca hasta el sitio previsto y, de manera rápida, descubrieron la pintura. Aunque los científicos no detectaron en el animal ningún movimiento o manifestación digna de registrarse, a pesar de no comprobar o invalidar ninguna de sus hipótesis, dejando de lado la tranquila e imperturbable presencia del cuadrúpedo y su actitud de rumiante sumiso, lo que no percibieron estos estudiosos del comportamiento animal fue la sorpresa de la vaca echada junto al árbol de la pintura, y el comentario que le hizo a la colega de pastizal:

—Por fin podemos ver el anunciado cuadro. Toda esta espera para nada extraordinario: una vaca muda y seis médicos ignorantes del arte.

La reflexión:

Los facultativos, los científicos del arte, esperaban que la vaca reconociera en el cuadro a sus congéneres. Pero eso es imposible. La vaca no puede hacerlo porque esos pigmentos o formas no tienen aire, no huelen a pasto, no mugen ni están impregnados de la tierra enriquecida de boñiga. La vaca es ciega para identificar en otra dimensión lo que ella vive en una diferente. La vaca es ciega para ese mundo del lienzo, es analfabeta. Tal vez le sean más familiares los científicos que la detallan con sus ojos extraños. Lo que ve o huele, lo que percibe, seguramente es el movimiento de las manos o los brazos, los cortos pasos que dieron antes y después de observarla largo rato. De resto, de eso que está frente a ella no puede dar mayor razón, como tampoco de la pared que lo soporta y la tela tirada en el piso. Por el contrario, las otras vacas, la echada y en pie junto al árbol, esas sí pueden mirar el esperado cuadro. Ellas ya están en otro lugar, han sido compuestas y ordenadas según la lógica de otro mundo; son seres dotados de otras manera de ver y decir. Esas rumiantes han logrado trascender el mundo de lo inmediato. Y aunque parecen estar quietas, es porque continuamos mirándolas desde este lado, desde el punto de vista de los facultativos, y no desde el lugar contrario. Las otras vacas ya son arte, y pueden por eso mismo,  mirarnos a nosotros con cierta distancia comprensiva o reflexiva. Las vacas del cuadro deberían ser las pacientes más idóneas para el experimento; pero los científicos analistas del arte siguen mirando a la vaca del primer plano, ignorando las otras dos bovinas de atrás.