Leo en el mensaje del Papa Francisco para la 55 jornada mundial de las comunicaciones sociales varias cosas interesantes que merecen un análisis concienzudo, y más en estos tiempos de pandemia en que vivimos.
Un asunto al cual se refiere el Papa Francisco es a la necesidad de que los comunicadores dejen de practicar la “información autorreferencial” y se lancen a “interceptar la verdad de las cosas y la vida concreta de las personas”. Entiendo que es un llamado para no quedarse con los comunicados oficiales de prensa o a replicar noticias de las redes sociales, pero sin la contrastación de fuentes que es uno de los principios básicos del oficio. Y porque se ha ido relegando o abandonando el trabajo de reportería o de cronista es que, al decir el Papa Francisco, “ya no se sabe recoger ni los fenómenos sociales más graves ni las energías positivas que emanan de la base de la sociedad”.
Los comunicadores se han vuelto espectadores de sí mismos y no actores genuinos de una profesión que, en épocas de crisis o de conflictos sociales, sí que es valioso su aporte y su vigilancia continua. Las redes sociales y la avalancha de la tecnología les han hecho creer a los periodistas que no es necesario salir a la calle, a “abrirse al encuentro”, que basta una llamada para construir la noticia. El Papa Francisco los conmina, al igual que el antecedente bíblico, a “ir y ver”, porqué ahí está la clave de su labor y porque así se gana la credibilidad y el respeto de la audiencia o los lectores. “Para poder relatar la verdad de la vida que se hace historia –afirma Francisco– es necesario salir de la cómoda presunción del ‘como es ya sabido’ y ponerse en marcha, ir a ver, estar con las personas, escucharlas, recoger las sugestiones de la realidad, que siempre nos sorprenderá en cualquier aspecto”. Estas recomendaciones son la esencia del periodismo si es que sigue importando la comunicación fidedigna, imparcial y oportuna.
Me gusta esa consigna que el Papa Francisco entrega a los comunicadores de diversos medios: “hay que comunicar encontrando a las personas donde están y como son”. Eso es lo que él denomina una “comunicación auténtica”. No es propagando el odio o sirviendo de eco a los emporios del poder económico o político como los comunicadores podrán elaborar un buen “relato de la realidad”; no será entrando en la lógica de la sociedad del espectáculo y la banalización de la información como los periodistas hallarán su mejor lugar como orientadores de opinión pública y gestores del pensamiento crítico; no es cultivando el “banal narcisismo” que ahora parece ser el punto más alto de la profesión. Lo que se necesita es una voluntad de trabajar con responsabilidad social o volver a lo que fue la esencia del periodismo: “ir más allá donde nadie va”, “permitir que aquel que tenemos de frente nos hable, dejar que su testimonio nos alcance”. Esto requiere fortaleza moral, vigor físico, y un deseo de moverse y salir a ver.
“Hay que abrirse al encuentro”, afirma el Papa Francisco. Hay que ir al “conocimiento directo, nacido de la experiencia”; basta ya de lanzar contenidos sin una aduana ética, sin verificar o sopesar las partes en conflicto; basta ya de disfrazar la genuina información con una práctica inconsciente e insensata de lanzar la piedra y esconder la mano. El Papa Francisco insiste en que los comunicadores deben estar menos aferrados a la novelería y el servilismo acéfalo, y ocuparse más en tener “una mayor capacidad de discernimiento y a un sentido de la responsabilidad más maduro, tanto cuando se difunden, como cuando se reciben los contenidos”. Y agrega algo que, si bien se enfila al trabajo de los periodistas, es un llamado de atención que a todos nos compete: “Todos somos responsables de la comunicación que hacemos, de las informaciones que damos, del control que juntos podemos ejercer sobre las noticias falsas, desenmascarándolas”. Es decir, que no podemos, por ejemplo, mandar o replicar mensajes en las redes sociales sin someterlos a un mínimo ejercicio reflexivo, sin prever el efecto negativo que pueden producir en otras personas; o que en nuestra vida cotidiana debemos “frenar la lengua”, no ser promotores de rumores o entrar en el eco irresponsable de las mentiras sin pruebas o evidencias. Todo eso es lo que implica ser responsables de las comunicaciones que emitimos o recibimos.
El trasfondo ético de este mensaje subraya la comunicación “limpia y honesta”. Por supuesto tal cometido no es únicamente para los comunicadores. Es también una invitación a los educadores, a los padres y madres de familia, a los líderes empresariales o políticos, a todos los que tienen a su cargo grupos de personas o se consideran “influenciadores” sociales. Necesitamos una comunicación que “invite al diálogo” y no tanto al odio y la venganza; una comunicación que busque puntos de confluencia y no tanto la insistencia en las pequeñas diferencias; una comunicación más centrada en la esperanza y la posibilidad de futuro, que no sea como esa –tan abundante hoy– que promueve la incertidumbre, rompe los vínculos sociales y alimenta el derrotismo y la banalidad de la existencia.
Por supuesto no es éste el único mensaje en el que el Papa Francisco ha sugerido o invitado a pensar en la comunicación, sus actores, sus formas, su alcances y responsabilidades. Basta mirar otros mensajes similares de años atrás para tener a la mano un repertorio de consejos que pueden resultar útiles y beneficiosos: “necesitamos valentía para orientar a las personas hacia procesos de reconciliación”; “necesitamos paciencia y discernimiento para redescubrir historias que nos ayuden a no perder el hilo entre las muchas laceraciones de hoy”; “necesitamos resolver las diferencias mediante formas de diálogo que nos permitan crecer en la comprensión y el respeto”. Yo agregaría, en esta misma perspectiva, que los comunicadores profesionales y todos los que a diario usamos la comunicación necesitamos gritar menos y escuchar más, reafirmar las semillas de la vida y no los sensacionalismos de la muerte, ser promotores de mensajes alentadores y no emisarios del desánimo. Seguramente así, y más cuando la zozobra de la pandemia nos circunda, aplacaremos la ansiedad que demuele el espíritu y hallaremos soluciones solidarias para el bienestar común que tanto anhelamos.
Gloria Marlén Rondón dijo:
En el contexto de la pandemia es muy oportuno repensar la importancia de una comunicación ” limpia, y honesta”, sin sensacionalismos que sólo alimentan el miedo, y la desesperanza frente a los miles de contagios y fallecimientos en el mundo.
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Gloria, gracias por tu comentario. Un fuerte y cálido abrazo.
Katherin Rodríguez dijo:
Buenas tardes profe Fernando, cordial saludo. Espero que haya pasado un feliz año junto a su familia. Ante todo, quería consultarte si puedo consultarte unas dudas sobre identificación de analogías para la preparación del concurso docente. Si es así, ¿Qué medio electrónico utiliza? Gracias por su atención. Feliz cierre de mes e inicio de semana.
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Katherin, gracias por tu comentario. Escríbeme a este correo: fernandovasquez487@gmail.com Podemos usar google meet.
Héctor dijo:
Con escasas excepciones, se puede afirmar que los medios de comunicación renunciaron a su propósito esencial, comunicar en forma objetiva buscando que el espectador lograra construir un conocimiento lo más aproximado posible a la verdad.
El término con el que hoy se describe a los medios de comunicación -el cuarto poder-representa fielmente la magnitud de su peso para influir en los asuntos políticos y sociales de las naciones, siendo en el momento su estrategia fundamental desinformar, facilitando de esta forma la propagación del odio, el miedo y la desesperanza; a decir verdad, dicha estrategia les ha resultado altamente efectiva
Coincido con tu observación, los periodistas y los ciudadanos en general, debemos salir a interceptar la verdad, siendo para ello crucial, adoptar el papel de un Sherlock Holmes, motivados a investigar, dudar y cuestionar la fuente información; lo que implica renunciar a la vanidad, la inmediatez y re encontrar en los valores humanos, la lupa con que podremos identificar donde está el engaño.
Gracias querido maestro, tus escritos invitan a la pausa, la reflexión, el pensar serenamente…una forma de crear esperanza sin renunciar a ser naturalmente críticos.
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Héctor, gracias por tu comentario. Rubrico la invitación que haces: “crear esperanza sin renunciar a ser naturalmente críticos”.