El pavo real y el búho
Uno de los primeros en adquirir celular fue el pavo real. El mismo día que lo consiguió no paraba de tomarse selfies a cada minuto. Se fotografiaba al lado de las gallinas más cenicientas, otras con la finca del dueño al fondo y, en la mayoría, exhibía su colorida y enorme cola en diversos ángulos.
Durante varias semanas el pavo real estuvo presumiendo de su nuevo juguete. Varios patos y gallinetas halagaron el dichoso celular y unas cotorras envidiaron la suerte de tener a la mano esa maravilla tecnológica.
El único que no se inmutaba era el búho. Trepado en una rama de pino observaba con sus grandes ojos lo que ocurría a su alrededor. Al pavo real le pareció curioso tal comportamiento y se acercó al árbol mostrando el aparato reluciente.
—¿Y a usted no le interesa mucho tomarse fotos?
—No —repuso el búho de manera despreocupada.
—¿Por asuntos de belleza? —preguntó con ironía el pavo real.
—No. Por prevención y pudor…
El pavo real no entendió muy bien la respuesta y prefirió seguir fotografiándose esta vez en compañía de unos cerdos al lado de la porqueriza.
El búho continuó contemplando la escena. Se acomodó mejor en la rama del árbol mientras decía para sí: “Lástima que esos aparatos no saquen fotos de lo que la gente tiene adentro de su cabeza”.
El arma más letal
Varios animales se juntaron de manera espontánea para conversar sobre la mejor estrategia de cacería.
—La mejor arma para matar —dijo el león— son unos colmillos largos y cortantes.
—No —replicó el tigre—, no hay como unas garras bien afiladas.
Las hienas permanecían a unos pasos y en silencio, observando atentamente aquella conversación.
—Yo pienso que el veneno es lo más efectivo —argumentó una cobra, alzando amenazante su cabeza.
—¿Y dónde me dejan la eficacia de la velocidad? —interpeló al grupo un atlético guepardo.
Las hienas se sonreían, como si conocieran algo secreto para la concurrencia. Entonces el rey de la selva se digirió a ellas, increpándolas de manera desafiante:
—Y ustedes, señoras, ¿qué piensan al respecto?
Una de las hienas se acercó al grupo y, con un tono de voz que parecía un gruñido musitado, les hizo la siguiente confesión:
—Nada hay más cortante, más rápido y más venenoso que la baba pudridora de la mentira y la murmuración.
Los animales miraron a las hienas con cierto asombro y, poco a poco, fueron disolviendo la reunión.
Los buitres, las palomas y la paz
Las palomas insistían en que la paz era fundamental para lograr vivir mejor en toda la comarca.
—Así cada quien está tranquilo y podemos todos ser felices.
Los buitres escuchaban los argumentos de las palomas. El rey gallinazo, a sabiendas del riesgo de esa propuesta para su bienestar, replicó:
—Esos son ideales muy loables…
Las palomas sintieron los ojos amarillos de los buitres sobre sus espaldas.
—Más que loables, necesarios. Miren la cantidad de ciervos muertos aquí y allá en los últimos meses.
El gallinazo alargó el cuello, batió las alas y respondió no sin dejar de mirar a las palomas.
—Por lo que sé, y comprobé con mis certero olfato, eso fue a causa de una peste.
—Nosotras sabemos que no fue por eso —replicó la paloma mirando a lado y lado.
Los buitres callaron. Después se alejaron de las palomas y empezaron a correr para levantar el vuelo.
Mientras ascendían, buscando la mejor corriente de aire, hablaban de que tales propuestas eran las que estaban acabando con sus hermanos.
—Las palomas no entienden que sin la guerra estaríamos acabados.
Y el calvo rey gallinazo graznó con tono sentencioso:
—De carroña vivimos y por la carroña mantenemos nuestro trabajo.
Tica dijo:
Un encanto de fábulas. Completamente veraces y actuales. Mil gracias profesor Rodríguez. Un abracito
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Tica, gracias por tu comentario.
LUIS CARLOS VILLAMIL JIMÉNEZ dijo:
Apreciado Fernando:
Gracias por las sustanciosas fábulas de esta semana. El mensaje es pertinente para el hoy y el ahora: lo que pensamos y sentimos prima sobre lo que aparentamos; la mentira y la murmuración son compañeras de nuestra cultura. Los señores de la guerra dependen de la guerra porque viven y disfrutan del conflicto y la barbarie. Vivir para ver.
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Estimado Luis Carlos, gracias por tu comentario.