Escribir aforismos es un esfuerzo del pensamiento por decir lo esencial. Un medio para que el pensamiento delimite su campo de acción y se concentre en lo medular de un tema o asunto. El aforismo como las buenas fotografías delimita, selecciona, enfoca. Su efectividad depende en gran medida de su recorte.
El otro aspecto del aforismo es del pulimento del lenguaje. Si se quieren escribir aforismos hay que ser un gourmet de las palabras. Sopesarlas, aquilatarlas, mirar su densidad y su alcance. En el aforismo se puede apreciar bien si nuestra relación con el lenguaje es tangencial o de alto trato. El aforismo nos obliga a la precisión semántica, a afinar la puntería con los vocablos elegidos.
Por supuesto, en la hechura del aforismo entran en juego las denominadas, por la retórica clásica, figuras del pensamiento. Es decir, esos juegos de lenguaje al expresar las ideas. Bien sea porque usamos la oposición (antítesis, la paradoja, el oxímoron), o porque al organizar el aforismo echamos mano de alguna alteración o supresión del contenido más evidente (ironía, preterición, reticencia). Tal vínculo del aforismo con la retórica nos advierte de la importancia persuasiva de este tipo de escrito. Digamos que el aforista busca convencer de manera contundente a su lector. Impactarlo, conmoverlo, invitarlo a un cambio de postura o de convicción. El aforista, en este sentido, es un gran provocador o un ingenioso seductor.
No se llega al aforismo de manera inmediata o casual. Por el contrario, se llega al aforismo después de darle muchas vueltas a un asunto o a un tema. La gestación del aforismo es de tiempo largo. Quizá esta condición nos lleve a replantearnos qué tanto meditamos o de qué forma nuestro entendimiento pone a circular todas sus potencialidades. El buen aforista es un rumiante consagrado (de pronto es esa la razón por la cual el aforismo sea tan cercano a los filólogos). Y es un rumiante porque se permite ir de estómago en estómago digiriendo, asimilando, filtrando, desmenuzando pensamientos. El aforismo requiere ser pasado por diversos órganos de purificación o selección.
Resulta interesante analizar las imágenes o las analogías con las que se ha asociado el aforismo: un dardo, un destello, una picada de aguijón, un golpe de luz… Todas esas relaciones dicen del aforismo su fugacidad clarividente, su instantáneo resplandor. Lo propio del aforismo es su aparición súbita, su mordedura instantánea, su efímera claridad. Los buenos aforismos, por lo mismo, pican, espolean; son como la quemazón de la llama de una vela o el corrientazo que de pronto nos paraliza. Los aforismos deben ser filudos como las espinas o las agujas y de un aguijón tan ponzoñoso que obligue al lector a rascarse de manera inmediata.
Pero lo más importante de todo, eso que no debe olvidar en ningún momento el escritor de aforismos, es que su tarea es un ejercicio del pensar crítico. Los aforismos atacan la falsa conciencia, quitan máscaras, ponen en evidencia, sacan a la luz los “trapos al sol” que las personas o la sociedad tratan de esconder. En esta perspectiva, los aforistas cumplen el papel de profetas denunciantes o de bufones que pueden decirle al rey las verdades que nadie se atreve a revelarle. Entonces, si queremos que nuestros aforismos sean de calidad, lo primero que tenemos que hacer es un ajuste de cuentas con nosotros mismos, con nuestros autoengaños o nuestras iniquidades. Y ya con ese primer autoexamen nos quedará más fácil mirar a nuestro prójimo y el mundo que nos rodea. Digámoslo en pocas palabras: el aforista ayuda a los hombres a no perder de vista su compleja, frágil y finita condición.
MiguelMuñoz dijo:
Interesante el tema
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Miguel, gracias por tu comentario.
Edwin Rodríguez Trochez dijo:
Maestro, qué manera tan clara para explicar el aforismo.De hecho en sus pasados escritos, mas específicamente en su aforismo “Del escribir”, que para mí fue la primera vez que me enfrentaba aun texto como estos y que me dejo muchas cuestiones en cuanto a la manera de como componer un texto de este talante. Ahora al leer la exposición y el despliegue de ciertas afirmaciones me esclarece mi mente, más su texto “Elemental, mi querido watson”, Pues en un texto como el aforismo que exige de la retorica, lo elemental o básico, que no presupone facilidad ni sencillez, permite obtener la sustancia de la pechuga de cualquier tema, después de su cocción y sobre todo esa sazón que toma por causa del fogón de leña de nuestro pensamiento que alimentará, fortalecerá y que produce efectos en cualquier persona que lo consuma.
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Edwin, gracias por tu comentario.
Katerine Infante dijo:
La magia de las palabras me sorprende cada día más, el aforismos como reto intelectual de creación abre un nuevo camino, ojalá pueda recorrerlo sin perderme.
” … Se puede guiar a los hombres haciéndolos pensar por sí mismos, pareciendo dudar con ellos, conduciéndolos, como de la mano, sin que se den cuenta.”
Voltaire
fernandovasquezrodriguez dijo:
Katerine, gracias por tu comentario.
Diana Rozo dijo:
El aforismo es como un buen vino, entre más lo escribo y lo medito mejor lo saboreo….. y a propósito de los aforismo me doy cuenta que no es tarea fácil la de escribir, y de tener empapada el alma de singular amor hacia las letras, ellas no fluyen con facilidad y se han acostumbrado a los tediosos ritmos de la cotidianidad.
fernandovasquezrodriguez dijo:
Diana, gracias por tu comentario. El sabor del aforismo se mide por el añejamiento del pensamiento y no por la cantidad de licor que bebamos.
José Peña Moreno dijo:
Ester buen ejercicio me trae embelesado ya que mi tesauro está muy limitado, en léxico que no enmarañe el buen sentido de las frases, pero hay estamos con la mente como un huracán generando torbellinos de ideas unas con sentido y otras inútiles, por ejemplo: El colegio debe ser un taller donde se trabaja, no un circo donde se declama.
Seguiré leyendo, analizando y aprehendiendo del Blog
fernandovasquezrodriguez dijo:
José, gracias por tu comentario. Lo mejor es dejarse arrebatar por ese torbellino de ideas. Y seguir martillándolas hasta que alcancen la forma concisa y afilada, que es todo aforismo.
Rodolfo Alberto López D dijo:
Uno más: la escritura es al pensamiento como la didáctica a la enseñanza.
fernandovasquezrodriguez dijo:
La escritura llama al pensamiento, lo seduce con sus curvilíneos signos; y el pensamiento, se deja llevar por el baile de cadera de las letras. Pero luego, cuando el pensamiento ya está metido dentro de la piel de la escritura, es ella la que le pide a él que no la abandone, que le siga prodigando sus caricias creativas.
Gloria Marlén Rondón dijo:
A propósito de los aforismos como “ejercicio del pensar crítico”:
“Los verdareros maestros
no dan clases, dan lecciones”.
Carl Jung
fernandovasquezrodriguez dijo:
Me gusta mucho este aforismo de un maestro del aforismo, Karl Kraus: “Mi lenguaje es la prostituta universal a la que convierto en virgen”.