Papá noel

El regalo es una extensión del donante. Así que, el mensaje es a la vez el mensajero.

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Lo que guarda en el interior cada regalo es la posibilidad de la sorpresa.

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Envolvemos los regalos para que permanezca brillante la luz de la alegría.

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La envoltura del regalo es tan importante como su contenido: es la seducción previa a la entrega de lo íntimo.

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Los regalos más hermosos, los inolvidables, son aquellos que nunca esperábamos.

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No hay regalo genuino sin una larga búsqueda. El camino al corazón de otro ser humano no va en línea recta.

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Salir a buscar un regalo es una odisea de exploración: aunque tenemos en mente lo que queremos no sabemos con lo que nos vamos a encontrar.

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El gesto preliminar al dar un regalo es un acto de adivinación: el donante presagia los deseos de otro ser humano.

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Aunque el refrán sentencia que “a caballo regalado no se le mira el colmillo”, lo que a veces necesitamos es una silla de montar.

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Quien hace un regalo es un arúspice de la alegría. Todo presente, entonces, es en sí mismo un presagio.

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Ciertos regalos desacertados que recibimos hablan más del donante que del obsequio.

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Humilde función del papel con que se envuelven los regalos: servir de cáscara al fruto de la sorpresa.

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Los “bonos” que ahora pululan en el comercio, aunque facilitan la tarea del que regala, matan la sorpresa inherente a todo regalo.

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A veces no sabemos qué regalarle a alguien porque ansiamos llegar a lo profundo de un ser humano manteniéndonos en los márgenes.

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Los regalos dispuestos alrededor del árbol de navidad se asemejan a niños alrededor de su madre. En ambos casos, es el dar lo que está en el centro.

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Hay regalos que su mayor costo está en la búsqueda, no en el precio.

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Los regalos que mayor satisfacción producen al darlos son aquellos que se ajustan a las manos del necesitado.

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Si el regalado no está dispuesto a recuperar los dones mágicos del niño interior, el obsequio será apenas una mercancía.

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Lo hermoso de las cartas enviadas al niño Dios es que además de tener como destinatario un imposible, se escriben con el fervor de la esperanza.

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La espera en el regalo está hecha de la misma materia con que se elabora la sorpresa.

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En muchas ocasiones el mejor regalo, el más importante, es la sencilla presencia.

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Extraña manera de relacionarse algunas personas con los regalos: los brazos abiertos para recibirlos; los puños cerrados para darlos.

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El camino hacia el regalar pasa por dos aduanas: la de la gratitud y la del desprendimiento.

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La emoción de recibir obsequios es, en la lista de regalos, una felicidad en diferido.

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Hay regalos que maduran como las frutas. La espera hace más jugosa la alegría de recibirlos.

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Aunque el trueque parece ser el objetivo de algunos regalos, lo esencial sigue siendo el don que no espera retribución.

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Las personas que guardan el papel en el que venía envuelto un regalo –con sus dobleces, su tarjeta y su moño– lo que desean conservar inalterable es el momento de aquella sorpresa.

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Entre el momento de la expectativa –siempre ansiosa– y el instante de destapar el regalo, la persona adulta que lo recibe recupera el gesto propio de la infancia.

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Las dedicatorias que acompañan los regalos son, por lo general, aforismos de la gratitud.

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El ritual de entrega de un regalo es tan importante como el contenido del presente. Una falla en la elección del momento puede destruir la magia de la sorpresa.

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Cuando lo esperado no corresponde a lo que nos regalan, la decepción –así sea imperceptible– le quita brillo al esplendor de la sorpresa.

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La satisfacción mayor para el donante del regalo es que el destinatario lo ojee y manipule muchas veces. Los regalos necesitan ser acariciados para que despidan su fragancia más exquisita.

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Las personas que regalan lo que les han regalado cometen el mayor delito contra la gratitud: considerar como dádiva lo que no necesitan.

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A veces recibimos regalos de personas que nunca esperábamos. Esto prueba la existencia inequívoca de la gratuidad.

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El papel vistoso con que se envuelven los regalos participa de la suerte final de las estrellas: brilla mucho más antes de ser tirado a la basura.