Cada año espero con emoción y curiosidad el inicio de la Feria del libro en Bogotá. Es una sensación muy cercana a la espera de una fiesta de sorpresas o la expectativa de las primeras citas de amor.
Por supuesto, a otras personas les sucederá lo mismo; quizá sean diferentes ferias (la del vestido, el calzado, la tecnología…) las que produzcan tal estado de excitación. Pero en mi caso, que soy un amante de los libros, estas dos semanas son un deleite para el espíritu y una oportunidad para encontrarme con colegas de pasión y amigos que hace tiempo no veía.
Ir a la feria ―y en este ritual participan de manera acuciosa mi más cercanos familiares― es todo un acontecimiento. Llegar bien temprano y estar en dicho espacio todo el día, yendo de pabellón en pabellón, inspeccionando las novedades, estando atento a las reimpresiones, y oyendo a los genuinos promotores de los diversos stands, es un plan sin igual para alguien que como yo ha cifrado su destino en mantener viva una conversación con estos amigos silenciosos que atesoro como uno de mis bienes más preciados. Estar entre libros, reencontrarse con antiguas lecturas, ver cómo desaparecen y reaparecen sellos editoriales, todo esto lo vivo a la manera de un suceso interesante y repleto de significación.
El plan se hace mucho más motivador si se comparte con amigos; con amigos cómplices de este gusto por los libros. En ese caso, el ir a la feria permite contagiar a otros de una obra, descubrir una referencia desconocida, ponerse en contacto con una línea de pensamiento o hacer contacto por primera vez con un autor. Los amigos, de igual modo, sazonan los recorridos con anécdotas y asociaciones bibliográficas, además de dar prueba de la complicidad necesaria para no cansarse después de las primeras horas y mantenerse de pie en este paseo por salones superficialmente semejantes.
Porque ese es otro asunto fundamental cuando se va a la Feria. Con el tiempo se va desarrollando un olfato para conocer y distinguir dónde hay una editorial confiable, dónde un sello impreso centrado en textos para niños, y dónde un impresor que cuida cada detalle de sus libros. Por lo mismo, en mi caso, ya sé a donde tengo que ir primero y en qué lugar vale la pena quedarse largo rato. Pero como el plan consiste en recorrer en una ida varios pabellones, hay lugares que demandan volver a visitarlos. Por eso asisto varios días a la Feria del libro; para no irme a perder de una “joyita” escondida en uno de los anaqueles más inferiores u oculta atrás de los libros más visibles en una estantería.
Creo que la Feria del libro es, desde luego, un homenaje al libro; un espacio para reconocer la función primordial de este mediador de la cultura. El libro, recordémoslo aquí, ha permitido la democratización del conocimiento y ha sido un vehículo para que la libertad de pensamiento halle su mejor escenario. Pero, además, la Feria del libro es un homenaje a la lectura; una oportunidad para dejar de ver a la televisión e internet como los únicos medios de esparcimiento, y para que la familia haga un alto en sus posibilidades de ocio y vuelva a considerar el leer como una de las maneras privilegiadas de disfrutar y aprender al mismo tiempo.
Y hablando de libros, en este año me he encontrado con varias sorpresas. Voy a compartir algunas de ellas, no tanto para presumir de mis hallazgos sino como una forma de hacer extensiva a otros mi alegría de bibliómano: Ensayo sobre la dificultad de decir no, del filósofo alemán Klauss Heinrich (me interesó este texto por centrarse en el “no” como forma de la protesta y quizá contagiado por la película homónima del director chileno Pablo Larraín); El médico divino (I) de Karl Kerényi (he sido un seguidor de este estudioso del mito que ahora husmea en los orígenes de Asclepio, sus lugares de culto y su presencia en textos literarios); ¿Adónde van los valores? Coloquios del siglo XXI (una antología de las reflexiones presentadas por intelectuales de diferentes disciplinas, convocados por la UNESCO); Una mosca en la sopa. Memorias de Charles Simic (hice la elección porque he leído sus poemas y porque los textos autobiográficos hacen parte de mis intereses investigativos); Principios de fotografía creativa aplicada del inglés David Präkel (lo eligí debido a mi pasión por la imagen fotográfica y por esa voluntad didáctica de presentar este oficio en condensados principios); Maravillas que son, sombras que fueron. La fotografía en México de Carlos Monsiváis (las razones son semejantes a las del texto anterior pero enriquecidas por mi devoción a la escritura de este cronista insigne de la cotidianidad mexicana); ¡El arte o la vida! El caso Rembrandt de Tzvetan Todorov (el motivo de haber adquirido este libro es doble: en parte porque me gusta la prosa analítica de Todorov, y especialmente por ese pintor tan cercano a mi sensibilidad: Rembrandt)…
Pero volvamos al plan de ir a la Feria del libro. Justo cuando se están disfrutando los libros álbum de editoriales como Barbara Fiori, Faktoria K o Kókinos, caemos en la cuenta de que faltan pocos minutos para las siete de la noche y hay que ir a reclamar las bolsas del paquetero. Así que, después de un día de lentas caminatas, de encuentros bibliográficos y reencuentros personales, salgo de la feria con varias bolsas en las manos. Otros paquetes los llevan entre sus brazos los seres amorosos que me han acompañado. Una nueva expectativa crece con fuerza en mi interior: la de llegar cuanto antes a la casa para degustar con detenimiento las recientes adquisiciones que me esperan agazapadas en las bolsas de plástico.
Fabio Humberto Coronado Padilla dijo:
Fernando: me encantó su texto sobre “Ir a la feria del libro”, tan solo comparto algunas ideas espigadas de uno de los libros que encontré por casualidad en la de este año 2013: “Las ferias del libro. Manual para expositores y visitantes profesionales” de CERLALC:
1. “Una librería gigantesca que posibilita encuentros entre lectores y libros de los más diversos géneros literarios y áreas del conocimiento. Parafraseando a Jorge Luis Borges, cuando un lector entra en una feria del libro es casi como una llegada al paraíso”.
2. “Ese espacio -que durante una o dos semanas al año se puebla de niños y jóvenes, de adultos y de ancianos, de hombres de negocios, de intelectuales y de profesionales del libro- está cumpliendo una función primordial al convocar a todas las audiencias del sector en un mismo momento y en un mismo lugar.La diversidad cultural se enrique con las ferias”.
3. “Hablamos de espacio cultural en sentido simbólico; la cultura como manifestación de creación y reinvención del mundo. En ese sentido, defendamos la feria del libro como una posible expresión de los bienes simbólicos y de los valores culturales de una ciudad, estado, región o nación”.
4. “Toda feria del libro, antes que nada, debe ser un espacio de educación; un ambiente propicio para el aprendizaje, la experimentación, la fruición, la creación y la formación, a través del tacto y del contacto, del hábito y del aliento de la lectura.Una feria del libro es, pues, un espacio de experiencia y de práctica educativa”.
De mi propia cosecha, que se me ocurrió el pasado jueves que la visité, y al ver tantos niños, jóvenes y adultos, que recorrían pabellones, miraban y miraban, ojeaban y hojeaban libros y más libros, pero no comproban ni uno, pensé: “Ve a una feria del libro aunque no tengas dinero para comprar libros, pues el solo mirarlos y contemplarlos te puede mantener al día sobre las tendencias emergentes, hacer el punto sobre los estados del arte, ilustrarte sobre lo que piensa el mundo”, se sale sin bolsas de libros en las manos pero la cabeza es menos ignorante. Y eso ya es un logro extraordinario de las ferias de libro.
fernandovasquezrodriguez dijo:
Fabio, gracias por tu comentario. Sí, de acuerdo: una feria del libro es un espacio de experiencia educativa, un escenario para la interculturalidad, una vitrina para, como dices, apreciar las ideas emergentes. Y aunque volví el domingo pasado, me encontré con otras “joyitas” y otras sorpresas bibliográficas.
Beatriz Vergara dijo:
Que mejor manera de hacer un comentario a este tema en particular, que así:
Caminé como hacía mucho no caminaba… era como volver a recorrer la séptima de aquella época universitaria… tiempos en que caminar significaba: escuchar, mirar, pensar, comentar una película o una obra de teatro. A pesar de los casi 25 años que ya han pasado, la pasión por la literatura, por el olor de los libros nuevos… no ha pasado. ¡El amor por el gusto a los libros que nos unió hace tanto, sigue igual!
Sentarse en uno de los bancos de uno de los tantos estantes de libros de la feria, en compañía de LA NIÑA y llorar junto a ella el final de una historia… Leer poemas para gatos… escuchar del maestro una historia para niños… escoger los mejores títulos para el próximo proyecto de trabajo… mirar las ilustraciones en libros maravillosos e intuir de donde salen las imágenes del blog… y de pronto uno especial: APOLOGÍA DEL LIBRO de Arnoldo Kraus y Vicente Rojo … abrirlo y leer:
“Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevski, estaba prisionero en Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: “¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!”
Que sea hoy, ahora, el momento de decir que el domingo en la feria, permitió un poco ese sentir de Dostoyevski … ver libros, revisarlos al lado del MAESTRO… permite que el alma no muera.
Gracias… gracias por permitirme de manera especial entrar en un ritual tal significativo de tu vida, como el de recorrer la feria.
Beatriz Martha Vergara B
fernandovasquezrodriguez dijo:
Beatriz, gracias por tu comentario. Estás en lo cierto: ir a la feria del libro es para mí un genuino ritual. Y en esa medida compartirlo con alguien como tú es una forma de rubricar la fraternidad de las búsquedas comunes, de los horizontes paralelos.
Diana Marcela Méndez Gómez dijo:
Excelente relato sobre un día en la feria, para mí es grato pero como nos dijiste el viernes, particularmente la mente tiene más referente lo negativo que lo positivo así que inicio con la tristeza que dejo el 2012, único año que no he ido a la feria desde que tengo uso de razón y vivo en la ciudad de Bogotá.
Sin embargo, en el reconocimiento de las cosas positivas, este fue uno de los mejores años de al feria, no sólo porque contaba con el dinero de los intereses de las cesantias como maestra del distrito y lo cual permitía alguna que otra adquisición sino porque al igual que años anteriores, en este mi acompaño mi hijo y gran amor Jairo Felipe “el regalo del cielo que me conectó con el Dios de la vida y con el amor como el vínculo perfecto”. Este año la visita a la feria tiene una gran expectación y particularidad por dos acontecimientos que enmarcan su visita, por un lado el proyecto de investigación de la maestría y los temas del sorteo son casi que un imperativo de búsqueda arqueológica en los diferentes pabellones y editoriales, además mi hijo en esta ocasión esta particularmente apasionado por el tema de la muerte del caudillo Jorge Eliecer Gaitán y aparte de la caricatura de los dos y de la joya con los textos de la expedición botánica en el tiempo de la Nueva Granada, encontrado en el Archivo de Bogotá, junto con los fragmentos de los discursos del caudillo y el encuentro con el Archivo Nacional, fueron los factores más gratificantes para él..
Por mi parte tengo que ser muy agradecida, encontré un texto sobre análisis de texto y algo que se puedo aproximar conceptualmente a la inclusión pero fundamentalmente por la paciencia de mi hijo “aborrescente”, en mi búsqueda continua y por que el médico de cabecera dio un pronóstico acertado: ahora se esta comiendo lo que en sus años de infancia no.
Sin lugar a dudas regresaré pues el encuentro programado por el IDEP y la Normal Superior Montessori, me aportarán en la construcción conceptual de nuestro marco teórico en la investigación.
Te agradezco por recordar y revivir éstos momentos en la feria el día domingo, especialmente porque estoy viendo los frutos en el trabajo lecto-escritor que realicé con mi primer estudiante, mi hijo, y por que ha abierto su corazón en una complicidad de emociones y sentimientos. Convencida del poder del ejemplo y el poder de la modificabilidad.
fernandovasquezrodriguez dijo:
Diana Marcela, gracias por tu comentario. Sí, cada uno va a la Feria del libro con sus propias búsquedas y sus inquietudes temáticas. Esa me parece la otra boleta necesaria para que el asistir sea más provechoso…