Está comiendo pollo. El niño parece concentrado. El mantel es una toalla. El comedor una cama de hospital. Es un niño de raza negra. Las manos son grandes. La foto resalta los muñones de pierna. Es un niño como cortado por la mitad. Las vendas resaltan mucho más la ausencia de los dos miembros. El pie de foto explica la razón: una mina. Deiner come pollo y no mira sus piernas; no recuerda sus piernas; no ve sus piernas. Deiner piensa que no volverá a jugar fútbol, que no podrá ser “jinete”, que no podrá bailar como su hermano. Deiner tiene hambre y rompe con sus dientes, blancos, enteros, perfectos, las presas de pollo. El titular es dramático: “La guerrilla cercenó su sueño”.

—¿ Y qué piensas hacer ahora sin tus piernas?

—Amañarme a una silla de ruedas.

En otra fotografía, de una página interior, Deiner está acompañado de su madre. Virgelina sí mira, demasiado, obsesivamente, la escultura mutilada de su hijo. Sufre, la sorprende —no logra acostumbrarse a ver ese contraste entre el blanco de las vendas y el negro de los muñones— que su hijo no logre vislumbrar la tragedia. Deiner está serio. Otra vez esa mirada perdida.

—Ese día nos fuimos a la loma que se encuentra detrás del pueblo para ver unos caballos. De pronto se oyó un trueno y una yegua cayó muerta. Cuando íbamos llegando, otro trueno mató al hijo de la yegua…

Virgelina vuelve a mirar los pedazos de pierna de su hijo. Está como pegada a esas vendas. No sabe si tocarlas o acariciarlas. Apenas las contempla.

—El papá de Deiner se llamaba Ricardo y conmigo sólo tuvo este hijo. Tuvo otros con su esposa.

—A Ricardo lo mató la guerrilla dizque porque dirigía un grupo de sicarios.

—Yo tuve que volarme de la región porque la guerrilla me buscaba para matarme también. Dejé a Deiner en casa de Elvia, una tía mía, y como pude logré salir a Caucasia en donde me puse a trabajar.

Deiner sigue mirando hacia la lejanía. No habla, no sonríe. Virgelina vuelve a ver las piernas mutiladas de su hijo. No se atreve a tocarlas. Deiner sigue con hambre. Hay demasiada hambre en ese corazón de doce años.