SI OYES CORRER EL AGUA
Si oyes correr el agua en las acequias,
su manso sueño pasar entre penumbras y musgos,
con el apagado sonido de algo
que tiende a demorarse en la sombra vegetal.
Si tienes suerte y preservas ese instante
con el temblor de los helechos que no cesa,
con el atónito limo que se debate
en el cauce inmutable y siempre en viaje.
Si tienes la paciencia del guijarro,
su voz callada, su gris acento sin aristas,
y aguardas hasta que la luz haga su entrada,
es bueno que sepas que allí van a llamarte
con un nombre nunca antes pronunciado.
Toda la ardua armonía del mundo
es probable que entonces te sea revelada,
pero sólo por esta vez.
¿Sabrás, acaso, descifrarla en el rumor del agua
que se evade sin remedio y para siempre?
Álvaro Mutis
En ocasiones, cuando afinamos nuestros sentidos y tenemos la suficiente paciencia para saber aguardar la revelación de ciertas realidades, al ser humano le está permitido acceder a determinadas consonancias del mundo o de la vida. El colombiano Álvaro Mutis dedica uno de sus poemas, “Si oyes correr el agua”, a explorar en estas revelaciones de la armonía del universo.
El poeta se vale del “correr del agua”, de ese “manso sueño” para invitarnos a afinar los sentidos y ponernos alerta y lograr “descifrar” lo que puede revelársenos sólo una vez. Varias actitudes debemos tener en cuenta: la perseverancia, la paciencia, el saber aguardar y una buena dosis de suerte. Pero, ¿qué es eso que se “evade sin remedio” y que solamente aparece en un instante? Álvaro Mutis nos dice que es la “armonía del mundo”. Quizá se refiera a una presencia o a una esencia de la vida, o a un misterio fundamental de la existencia; en todo caso, esa armonía que “pasa entre penumbras” y que “tiende a demorarse en la sombra vegetal” es de apagados sonidos, de voz callada y de apariciones evasivas.
Lo interesante del poeta es que, para darnos una idea de esa armonía del mundo, se valga de algo sencillo como “el correr del agua en las acequias”. Si hemos tenido el cuidado de observar tal fenómeno, seguramente nos habrá sorprendido, como al escritor, lo traslúcido de su andar, su extático sonido, la tranquilidad que irradia. En esa agua que parece demorarse en cada sombra, que impregna de temblor a los helechos, que se desliza sin desdibujar el limo “atónito”, que parece la misma pero es distinta en cada movimiento, Álvaro Mutis centra o da la clave de la armonía del universo. Cabe pensar, entonces, que lo esencial de la vida transcurre sin que nos demos cuenta; que esos misterios o esos secretos fundamentales están de cara a nuestros ojos pero ni siquiera los percibimos.
Tal vez se deba a que nuestras premuras cotidianas o las demandas sociales que hemos aceptado como si fueran necesidades prioritarias nos han enceguecido. O de pronto nos hace falta una escuela del silencio semejante a la de los guijarros que soportan el pasar del agua calladamente. Es posible que nuestro espíritu esté tan lleno de impaciencia, tan ahíto de buscar novedades, que ya no sepamos aguardar el aparecer de la luz. También puede ser a causa de nuestro afán desmedido por atesorar mercancías y bienes materiales como nos hemos vuelto incapaces para la contemplación sin utilidad económica, o nos tornamos disonantes para la sorpresa frente a las concordancias sencillas de la vida.
Sin embargo, si en verdad nos disponemos y perseveramos en este abrirnos para deletrear “el rumor del agua”, muy seguramente descubriremos que el mundo puede hablarnos, que el mutismo de la naturaleza –para continuar con el ejemplo del poeta– es sólo aparente. Que la luz puede llamarnos con un nombre distinto al que responde nuestro rostro. Salta a la vista que si bien necesitamos en un primer momento un estado activo frente al universo, después es importante dejarnos habitar por sus sutiles emanaciones o sus rumorosas y fugaces presencias. Puede que tal estado se parezca mucho al alcanzado por ciertos místicos o sea otra manera de recuperar un equilibrio con la naturaleza de la que formamos parte. Un estado de euritmia existencial.
Desde luego, el poeta deja un margen a la suerte. Parece como si no a todos los seres humanos les fuera fácil ponerse a tono con “la armonía del mundo”. Podemos entender que esa suerte o esa probabilidad dependen de determinados rasgos de nuestra persona, pero también de la confluencia de ciertas condiciones exteriores para que emerja ese llamado. No es sólo voluntad sino también disposición para lo gratuito. Lo que no tiene duda es que esas revelaciones de las esencias del mundo o de la vida se dan en instantes precisos. Lo propio de su existencia es su desaparecer. Por eso, la pregunta final del poeta; por eso, el reto de estar dispuestos para escuchar o entrar en contacto con “lo que se evade sin remedio y para siempre”. Los pacientes afortunados que tal llamado recibieron bien pueden darse el privilegio de haber descubierto cómo armoniza su individualidad pasajera con la música del cosmos infinito.
(De mi libro Vivir de poesía. Poemas para iluminar nuestra existencia, Kimpres, Bogotá, 2012).
Rodolfo Alberto López D dijo:
Creo que el Maestro Mutis ha construido a través de su prosa y su verso toda una hermosa y profunda elegía sobre cómo la vida se nos devela en un instante: ya sea tiempo, agua o muerte. Creo que su búsqueda fue ir tras el rumor en donde todo se revela y se va indefectiblemente. Por eso su obra viene a ser la roca que intentó cifrar la evanescencia de la arena, que es nuestra vida. Tu texto, Fernando, nos permite ir nuevamente al encuentro de uno de los grandes de Colombia que se nos adelantó.
fernandovasquezrodriguez dijo:
Rodolfo, gracias por tu comentario. Me sumo a lo que dices. Lo esencial de la vida no grita, apenas murmura.
Martha Liliana Linares dijo:
Hermoso… el mejor regalo a la memoria de un gran escritor es leerle.
fernandovasquezrodriguez dijo:
Martha Liliana, gracias por tu comentario.