El contrapunto, que tiene su base en la música, pone a conversar dos textos: el texto base o “cantus firmus” (la cita inicial) y el comentario o glosa que es el “contra punctum”, (las notas referidas a esa cita). Desde luego, esa nota derivada, esa nota imitación, corresponde o bien a poner en discusión una idea, o a contrastarla, ampliarla o profundizarla. El contrapunto es un diálogo simultáneo con el texto que vamos leyendo; es una especie de permanente movilidad de la escritura frente a la lectura. Por supuesto, manteniendo la línea melódica del tema o asunto objeto de nuestro interés.

La textura del contrapunto tiene variadas modalidades. La primera es el contrapunto sencillo, en donde a una cita, corresponde una sola nota. También puede darse que la cita inicial sea el resultado de pequeñas citas relacionadas con el mismo asunto (en esta modalidad las citas deben separarse con puntos suspensivos enmarcados entre paréntesis). La otra modalidad es el contrapunto avanzado: en este caso, a una sola cita le corresponden varias notas. Lo importante es que estas notas derivadas mantengan cierta unidad con el tema eje o motivo de nuestra lectura.

Es importante tener presente que la unidad del texto contrapuntístico no la da la coherencia entre las diversas citas o las diversas notas. No se trata de que cada nota mantenga una cohesión y coherencia a la manera de un ensayo argumentativo. Su unidad es vertical y no horizontal. Para decirlo de otra manera, cada cita y cada nota son interdependientes. Cada apartado es autónomo. Pero debe haber entre esas diversas notas una unidad temática, una unidad desde el motivo o el foco de nuestro interés. El contrapunto es fragmentario, pero aspira a que sus partes esbocen un camino o cierta línea de pensamiento (o para seguir con la terminología musical, que no se pierda la melodía).

Agreguemos que el contrapunto puede proceder con intervalos cortos o largos. Es probable en una página encontrar varias citas que nos lleven de una vez a producir diversas notas; y también, que el espacio entre cita y cita sobrepase las dos páginas, en un texto de extensión considerable. Se trata, por lo mismo, de estar atentos a esas ideas, expuestas en una parte o en la totalidad de un párrafo, que despiertan en nosotros –como lectores escritores– la réplica, la transposición, el repunte… el contrapunto. Como puede verse, es una práctica de lectura atenta que deviene en escritura. Una actividad de glosa permanente; una forma de combinar el consumo de información con la producción de conocimiento. Es más: el contrapunto puede ser una buena estrategia para que estudiantes o maestros aprendan a combinar la voz de otros (manifestada en citas) con la propia voz (expresada en notas o comentarios). En esa misma medida, el contrapunto parte de la imitación pero aspira a la creación; a la vez que retoma la tradición, abre un espacio para la innovación. El contrapunto pone las ideas de los otros en incremento o disminución; las convierte, las trastrueca, las invierte, o provoca con ellas y desde ellas variaciones inéditas. Más que la pasiva escucha de una homofonía solitaria, el contrapunto es un intento de cantar polifónicamente con los textos que leemos.

(De mi libro El quehacer docente, Ediciones Unisalle, Bogotá, 2013, pp. 30-31).