Concluyamos este día de la novena de navidad reflexionando sobre el papel de las tradiciones. Hablemos de este tiempo en el que, como si fuera una resonancia mágica, vuelven otra vez ritos, comidas, costumbres, actividades destinadas a una época específica. Y de cara al pesebre o al árbol de navidad, compartiendo una cena o abriendo unos regalos, levantando una copa de vino o ansiosos por empezar el baile, redescubramos la fuerza social de las tradiciones.
Una primera evidencia de la tradición es su poder aglutinador. Las tradiciones son bisagras para el vínculo social. La tradición, a la par que es un tiempo para evocar, también es una época de convocación. Las tradiciones celebran y conmemoran a la vez. Los pueblos necesitan mirar hacia atrás para descubrir sus orígenes o sus hitos fundacionales; es como si el pasado necesitara ser reconocido para darle continuidad al presente. Este acto de retorno y vuelta, en el que la mayoría de los habitantes de un clan o los miembros de una familia se reconocen, es tan importante que amerita celebrarse. Las festividades son el clamor de las tradiciones, son el canto y exaltación de sus raíces. Pero no es una contemplación nostálgica, sino un genuino acto de renovación. Las tradiciones actualizan el pasado, hacen que nos sintamos parte de una historia, nos hacen deudores de un linaje, un credo, un legado simbólico.
La tradición, de igual modo, es una forma de enaltecer o rememorar a los que nos precedieron. Son gestos de agradecimiento. Las tradiciones desean conservar, no dejar perder el caudal de experiencia o los réditos de una cultura. Cuando así nos comportamos es porque queremos exaltar a los mayores, porque consideramos que la vida misma o la historia no empiezan soberbiamente con nosotros. Hay otros que nos precedieron y a ellos les debemos buena parte de lo que somos. Las tradiciones, entonces, son el homenaje a esas figuras o emblemas instauradores. Por eso, reavivar las tradiciones es convertirnos en guardianes de determinadas efemérides, es negarnos a convertir el pasado en olvido, es seguir llevando flores al panteón de nuestros progenitores.
Otro aspecto de las tradiciones, relacionado con el campo ideológico y religioso, es que ellas están ligadas hondamente a la zona sagrada de nuestras creencias. Hay un elemento sensible que baña cada rito o cada frase de la tradición. No es un asunto meramente racional; las tradiciones movilizan el flanco emocional y sentimental de nuestras conductas. Se pone demasiado corazón cuando se entra en el tiempo de las tradiciones. Eso explica, en gran parte, la exaltación, el fervor, las ofrendas, la corriente imantada de las expresiones masivas. Las tradiciones forman parte de nuestros lazos afectivos con el pasado, son el lado visceral de las creencias.
Por supuesto, estas épocas recientes del frenesí por la moda, del consumo rápido y de las mercancías desechables, parecieran desconocer lo que las tradiciones movilizan. Por eso es valioso explicarles a las nuevas generaciones –con nuestro testimonio– lo que se pone en juego cuando se arma un pesebre o se decora un árbol de navidad; vale la pena dialogar con los más jóvenes sobre el sentido de una novena de aguinaldos o la comunicación profunda de un regalo. No hay que permitir que las tradiciones caigan en el terreno inerte del consumismo. Si banalizamos estos rituales quedaremos huérfanos de pasado y, en esa medida, seremos un grupo social muy frágil para entrever el porvenir.
Claudia Patricia Leguizamo. dijo:
No me perdí ninguna de sus reflexiones, además fue un gusto compartirlas con mi familia, gracias. FELIZ NAVIDAD!!
fernandovasquezrodriguez dijo:
Claudia Patricia, gracias por tu comentario. Feliz navidad.
johana A dijo:
Gracias por cada dia de la novena invitarnos a la reflexion. Feliz Navidad
fernandovasquezrodriguez dijo:
Johana, gracias por tu comentario. Feliz navidad.