A pesar de haber publicado varios libros, el tener una nueva obra entre las manos sigue produciéndome una alegría extraordinaria. La emoción corresponde a una variedad de cosas: desde el hecho de ver realizado en físico lo que apenas era un proyecto en el diseño, en los tanteos de color, en la elección del papel, hasta la satisfacción de cumplirle a mi padre la promesa de publicar una obra cada año. Tal júbilo trae consigo, por lo demás, el afán porque el texto llegue cuanto a los lectores, para que sean ellos los que cierren un proceso empezado en los inicios del 2011.
Repasando mi diario noto que el primer ensayo del reciente libro La palabra inesperada lo escribí el 7 de enero. Lo titulé “La mirada desnuda de la poesía”; el segundo texto está fechado dos días después: “El poeta aviva la luz de las cosas”. Los otros ensayos se produjeron con intervalos de uno o dos días, en una época en la que venía preparando otro libro publicado en el 2012, Vivir de poesía, y en la que concluía y entregaba a Editorial Kimpres mi antología poética Ese vuelo de palabras. El orden de los diferentes textos en el libro de este año no corresponde a la secuencia en que se escribieron. El último de los ensayos, “Las palabras que jamás asoman” lo consigné el 31 de enero del 2011, un “épodo” de José Gorostiza servía de epígrafe; el de “Cuando ya no tengamos al poeta” lo elaboré el 25 de ese mismo mes. Me parece oportuno transcribir acá lo que escribí en el diario al cerrar ese proceso: “he leído, como en los años en que estudiaba literatura, muchísima poesía. He revisado libros y he entrado en relación con otros autores que no había estudiado en profundidad. La biblioteca dedicada a la poesía es ahora insuficiente: me ha tocado abrir espacio en algunos estantes de las bibliotecas de otras habitaciones. He comprado varias antologías y he investigado apasionadamente las poéticas de variados escritores de poesía… Todo esto lo ha provocado mi nuevo libro Vivir de poesía. Y aunque mi primera intención era empezar a escribir los textos que acompañarían a cada uno de los cincuenta poemas que ya he seleccionado, lo cierto es que emergió este nuevo proyecto como si fuera una antesala, un escenario reflexivo sobre el hecho poético”.
Así que el nuevo libro ha tenido más de tres años de maduración. El diseño preliminar lo hice en Page Maker el 17 de junio de 2012. Después, el 5 de enero de 2013 convertí el documento a Adobe InDesign, y en ese mismo año las manos de Nancy Cortés contribuyeron a que el libro adquiriera la fisonomía interna que ahora tiene. Lo más demorado no fue la corrección de estilo que me remitió desde Argentina mi querida amiga María Angélica Ospina sino elaborar el índice temático, ahí la colaboración amorosa y diligente de mi Margarita fue definitiva. Compramos un folder de argolla, le colocamos hojas rayadas, conseguimos separadores alfabéticos, y empezamos la tarea. Yo iba mirando cuáles términos podrían crear una constelación de lectura y acceso a la obra. Esa fue una labor lenta pero entretenida. Margarita hacía las veces de amanuense dedicada. Este índice fue revisado en varias oportunidades, debido a que por un cambio en el diseño que afectó la paginación, los números de referencia ya no correspondían al de las páginas. Muchos términos al final los eliminé porque no cumplían la condición de obtener por lo menos dos citaciones en la totalidad de la obra. El otro aspecto demorado fue el diseño de la portada. Ya había decidido desde el comienzo que iba a ser en rojo, pero el cabezote gráfico ideado por mí sufrió modificaciones. Paola Rivera, la diseñadora de la Universidad de La Salle, me dio la idea de mirar en internet texturas en un portal específico y allí encontré una que sugería, en su lenguaje abstracto, mis aproximaciones al poema y la poesía. Con todo esto volví a revisar el libro hacia finales de noviembre de este año. Pedí la ayuda a Estercita Guzmán, la heredera de la experiencia de editorial de Kimpres, para que lograra en un corto tiempo imprimirme el texto. Ella misma me sugirió el tipo de papel: blanco bond bahía. Ese fue el toque definitivo para hacer que el rojo y el gris interno adquieran un mejor contraste.
Se trata de un libro sobre la poesía, sobre esa fuerza íntima a la que está asociado todo proceso creativo; a esa dimensión rítmica de la cual participan también la voz y la música. La poesía, que tiene mucho que ver con nuestra dimensión sensible y con nuestras facultades imaginativas; la poesía, que nació en el canto y que continúa siendo el medio ideal para expresar las heridas y el gozo profundo de los corazones humanos. Pero también es un libro sobre sobre el ser y significado de ese pequeño organismo concentrado de palabras, el poema. Sobre esa criatura hecha de signos que intenta de alguna forma apresar a la poesía. El poema que es testimonio de una lucha con la sinuosidad comunicativa de los términos y, al mismo tiempo, es el esfuerzo de los seres históricos por atrapar el instante. El poema: forma madura de la palabra escrita; trabajo artesanal para desbastar las palabras de su cansancio o su rutinaria manera de andar de boca en boca. El poema, que ha servido y sigue sirviendo para entender mejor el misterio de la vida y las no siempre claras manifestaciones de la existencia humana. Sobre esos dos motivos convergen las páginas de La palabra inesperada.
Tal es lo evidente de la obra. Pero lo que también palpita en el subsuelo del libro es mi aspiración, desde los años de estudiante de literatura en la Universidad Javeriana, de escribir un texto reflexivo sobre la poesía. A Rodolfo y Germán, en las charlas interminables sostenidas en “El Griego”, sazonadas con la risa estridente de Natalia Romero y la sonrisa meditativa de Andrés Díaz, acalorados por el aguardiente y los poemas de Cernuda –leídos siempre en voz alta– y por la descarnada lírica de César Vallejo, les compartía a esos amigos mi intención de algún día parodiar el libro que en aquella época era nuestro consejero mayor: El arco y la lira del mexicano Octavio Paz. Y ese propósito era reiterado horas más tarde en otras mesas de bohemia, en “Arte y cerveza”, y en las caminatas por las calles de una Bogotá nocturna y en los desayunaderos, especialmente el de la calle 42 con Caracas, y proseguía rondándome cuando a altas horas de la madrugada me dedicaba con absoluta devoción a la escritura de mis ensayos que tenían como palestra ese otro sueño común llamado “Trocadero”. Una revista hecha en honor a otro poeta tutelar de aquellos tiempos, el maestro cubano José Lezama Lima. Como puede colegirse, esta obra es la cosecha de varias décadas de asidua lectura de poemas ajenos y, por supuesto, de otras tantas cultivando mi propia parcela de los versos. O para decirlo sin aspavientos, en este libro está la síntesis o el añejamiento de mis ideas sobre el poema y la poesía rumiadas en mi mente por casi 30 años.
Considero que esa aspiración se vio reforzada por mi trabajo posterior en la formación de maestros. Me di cuenta en las muchas charlas sobre didáctica de la literatura que impartía la falta de un texto, escrito de manera cercana, para que los educadores pudieran con sus alumnos incursionar en el ámbito de la poesía. La bibliografía circulante en el mercado era escasa o consistía en obras impregnadas fuertemente de aplicación lingüística o textos con un tufo historicista que ocultaba las características y posibilidades de esta forma de escritura. Así que, el profesor de literatura cuando llegaba al tópico de la poesía en su aula o bien pasaba rápido por ese punto del programa o se contentaba con impartir cierto impresionismo sin sustancia estética. Faltaba un libro que sirviera de mediación o que ofreciera algunas pistas para acercarse de mejor manera a estos pequeños artefactos expresivos. Mis posteriores investigaciones sobre este problema corroboraron aquellas primeras intuiciones. Por eso confío que La palabra inesperada, además de ser un libro interesante y gustoso en su lectura para todo tipo de lectores, sirva de igual manera a todos los neófitos estudiosos de la poesía. Creo que allí están consignados mis propios descubrimientos sobre la lírica y hay un repertorio de aspectos enfocados en la tipología textual del poema a partir de la cual los docentes de literatura podrían desarrollar o enriquecer sus clases.
Pero volvamos al libro. Espero que la lectura de La palabra inesperada sea semejante a la que me compartió María Angélica Ospina, mi correctora de cabecera. Ella me envió, el 3 de agosto de 2013, junto con las revisiones del libro un correo por internet que decía: “Hola Fernando. Antes que nada quería elogiarte este lindo texto, que parece fruto de un profundo proceso de transformación personal y expresiva. Formalmente, manejas elegantemente el estilo corto, lo cual hace muy fluido y agradable el escrito. Pero me parece aun más importante que el libro se eleva a niveles realmente poéticos, no sólo por tratar de poesía, sino porque creo que buena parte de la obra es un extenso poema con apariencia de prosa muy sencilla. Pienso que el texto es verdaderamente valioso. Aporta de manera fácil una notable cantidad de elementos y reflexiones para entender la poesía y la tarea poética para legos y expertos”. Eso es lo que anhelo: que mi libro contribuya a apreciar más y mejor la poesía. Sirva, entonces, el testimonio fraterno de esa primera lectora como un gesto premonitorio o un buen augurio para el futuro de este nuevo libro.
Fanny Duque dijo:
Felicitaciones por este nuevo “hijo”. Es el ejemplo la mejor inspiración para quienes lo admiramos y seguimos. Un caluroso abrazo y de nuevo, mil felicidades. Estoy segura que vendran muchos titulos más.
fernandovasquezrodriguez dijo:
Fanny, gracias por tu comentario.
Cecilia Bustamante dijo:
Apreciado Maestro:
Mi profundo reconocimiento por esa consagración, entrega, constancia y tesón en sus proyectos, aspiraciones, propósitos, ideales y responsabilidades.
El signo más fácilmente reconocible de la alegría es una cálida sonrisa. Por supuesto, la alegría se exterioriza en cada persona de forma diferente. Pondero la manera como la expresó. Qué bueno, que haya tenido en cuenta a aquellas personas que han intervenido en la organización de la obra desde la planificación, pasando por la aclaración técnica, hasta la entrega total del fruto, cabe mencionar, que de una manera muy justa; además, de no ser por un equipo, no saldría tan bien la etapa final que es una fase muy delicada de la que depende la calidad de la obra terminada y la rapidez de la ejecución.
Me alegro con su alegría, pues, a quienes le conocemos y le estimamos, fue capaz de contagiárnosla y podemos estar viviéndola casi como propia; y más, teniendo en cuanta, que en este caso su felicidad, es el premio a un mérito, a la entrega y constancia, es el resultado de una tenaz disciplina, es la satisfacción que surge a partir de la correspondencia entre el trabajo real y las expectativas.
Anhelo, que ojalá muchos lectores aprovechen esta obra y que las próximas las pueda llevar a feliz término, pues conociéndolo un poquito, sé que a mayor satisfacción, mayor compromiso y mayor motivación para seguir escribiendo como bien lo hace.
Espero, que la alegría que hoy lo invade sea en realidad una tendencia vital que ostente para vivir la vida, es decir, que tome a la alegría como un valor sobre el cual se guiarán cada una de sus decisiones, actitudes o pensamientos.
Que siga disfrutando de ese estado de satisfacción, ya que, como muchos psicólogos dicen: “la alegría suma a la calidad de vida de las personas”. Congratulaciones por ese gran producto.
fernandovasquezrodriguez dijo:
Cecilia, gracias por tu comentario.
Adriana dijo:
Quiero felicitarlo a usted y a todos los que hicieron posible esta nueva obra. Será un placer sumergirse en las páginas de La Palabra Inesperada.
fernandovasquezrodriguez dijo:
Adriana, gracias por tu comentario.
ADRIANA BARON GOMEZ dijo:
como diría la poeta Mariasdelamar. Una palabra diaria es como una gota de agua, termina dejando huella de su presencia, siempre que esta caiga en la misma dirección.
Por eso la felicidad es una eterna construcción tejida con los días y el hilo mágico de la espera, que como Penelope van abriendo las puestas y ventanas de nuestra piel…
fernandovasquezrodriguez dijo:
Adriana, gracias por tu comentario.