
Ilustración de Milo Winter.
Señala Carlos García Gual que, en el caso de la fábula, “los animales revelan verdades universales concernientes a la naturaleza humana”. Son las bestias las que mejor ayudan a que las personas nos reconozcamos en aquellos rasgos o características no aceptadas o asumidas. Son esos vicios –escondidos, simulados– de los que se ocupa la fábula de forma indirecta. En esta perspectiva, la fábula cumple una función social en la medida en que pone en evidencia lo que un grupo humano malintencionadamente olvida o deja de considerar digno de valoración. La fábula, mediante ese espejo alegórico, evalúa la conducta de los hombres y advierte sus consecuencias.
Por esto se ha afirmado que la fábula tiene una función didáctica en asuntos relacionados con la moral o el comportamiento social. Su interés primordial, al presentar ejemplos o casos determinados, es la lección que desea comunicarnos. Hay una clara intención de instruir o enunciar un precepto. Son pequeños relatos enfocados a ofrecernos lecciones prácticas, claves morales para ser con otros, convivir o tener ejemplos para comprender las debilidades o vicios de la condición humana. Esas lecciones, que se concentran en la moraleja (epimitio) o en los pequeños textos que abren los relatos (promitio), son expresados de manera enfática, lapidaria, siguiendo el tono de la literatura sapiencial o de los textos con intención edificante.
Aunque debemos advertir que en muchas fábulas es al lector al que le corresponde inducir o deducir lo que está detrás del sucinto relato. La puesta en acción de esa instrucción moral implica comprender el sentido alegórico y figurado; por ello, el fabulista construye su texto invitando al lector a un ejercicio de descubrimiento, de adivinar lo que esconden aquellos diálogos entre animales parlantes. Semejando el mecanismo de la parábola o del chiste de “doble sentido”, la fábula enseña acentuando el tono sugerido: simboliza, elabora una analogía, aboga para que descubramos “la verdad” implícita en aquellas ficciones. No es extraño, entonces, que sea necesario releer algunas fábulas para entender la “lección ética” escondida.
Usando el estilo alusivo, impersonal, la fábula enseña o señala asuntos sobre los cuales los seres humanos somos muy susceptibles o poco aptos para recibir la crítica. Lo hace sin personalizar, sin agredir, sin entrar en la confrontación directa. Más que indicar una prescriptiva explícita o censurar de forma manifiesta, invita al lector a “meditar” o a “reflexionar” sobre sus propias conductas o las de sus semejantes. La lectura de la fábula presupone un acto de autoexamen o de comprensión ajena sobre asuntos “prácticos” como el gobierno de nuestras pasiones, la mejora de nuestros defectos y la vigilancia sobre nuestras bajezas y banalidades. “Aquí está el ejemplo”, señala la fábula; y depende de cada uno sacar sus propias conclusiones. O, para ponerlo en términos más coloquiales, la fábula instruye bajo la lógica de: “al que le caiga el guante que se lo chante”.
Como puede inferirse, la fábula posee un ingrediente crítico útil para la formación del carácter no solo de los más pequeños. A la par que señala una acción inadecuada o destaca las consecuencias de un comportamiento indeseable, deja una reverberación en la mente de los lectores al emplear el humor, la exageración, la sátira, el remedo. “La ironía tiene un rol fundamental en nuestro perfeccionamiento interior”, ha escrito Jan Jakélévitch. Mediante la rápida recordación del verso o apelando a la identificación narrativa, la fábula trae consigo un buen resultado formativo. Ese fue el potencial educativo que vieron escuelas occidentales de filosofía como los cínicos y los estoicos y otras de cuño oriental, como el hinduismo y el budismo.
En todo caso, entre más leemos y releemos fabulistas de diferente tiempo y nación, notamos que la acción presentada por los animales en cada relato es semejante a un pequeño teatro al que asistimos para “purgar”, en el sentido dado por Aristóteles, cierto aspecto de nuestro ser o del convivir con otros. Y al igual que en una tragedia, al acercarnos a esa representación de bestias parlantes, sentiremos temor, porque podemos caer en una situación análoga a la expuesta en la fábula, o tendremos algún tipo de compasión debido a que, al evidenciar un vicio moral en otros, entenderemos la lucha interior por la que pasa el personaje, puesto que nosotros alguna vez lo padecimos o aún hoy seguimos luchando para superarlo.

Ilustración de Gustavo Doré.
El ruiseñor enamorado y la golondrina fugaz
A veces los actos compasivos de amor, cuando son más necesarios para alguien, ponen a uno de los amantes en el dilema de desaparecer o mantenerse. O si no, repárese en la historia del ruiseñor enamorado y la golondrina fugaz.
Un ruiseñor, de canto fuerte y alma sensible, se enamoró de una golondrina. Fue en julio, al regresar las dos aves de uno de sus vuelos migratorios. El ruiseñor, con silbidos expresaba su adoración por la golondrina, también le ayudaba a hacer su nido, le buscaba insectos especiales para su alimentación, y advertía con trinos de los gavilanes que merodeaban a su amada. La golondrina decía también amar al ruiseñor: le prodigaba besos furtivos, respondía con su canto al llamado y con sus gorjeos exaltaba al cantor que la miraba extasiado. Todo parecía ir muy bien. A las dos aves les encantaba volar juntas en el cielo azul y expresar, aunque a la golondrina no tanto, su felicidad al viento. Sin embargo, por causa de una tormenta, el ruiseñor se fracturó una de sus alas. Le pidió, entonces, a su amada que todas las tardes volara cerca al nido. La golondrina dijo que sí. Y por varios días pasó veloz muy cerca de donde estaba el ruiseñor, alegrándolo con esa visita fugaz. Pero empezó a cansarse de ese rito del crepúsculo. En su corazón sintió la tentación del abandono, y lo que era un acto frecuente se volvió escaso, hasta desaparecer. Dicen que el ruiseñor aún sigue esperando el pasar de su amada golondrina y, que por eso, se lo escucha cantar durante horas desde el final de la tarde hasta bien entrada la noche.

Ilustración de Alexander Wells
El zorro y el chacal ventajoso
De tanto deambular por el mismo bosque, un zorro terminó por hacerse amigo de un chacal. El zorro le compartía muchas cosas: el territorio de caza, las presas que conseguía y, en algunas ocasiones, su guarida. Así pasaron muchas estaciones. Pero en un invierno, largo e inclemente, la comida escaseaba y los días pasaban sin que los dos amigos probaran un bocado. Frente a esa situación, decidieron separarse para buscar alimento. El zorro escarbando aquí y allá pudo encontrar una carnuda liebre. La mató y la escondió al lado de una gran roca, cubriéndola con hojas para luego compartirla con su amigo. El chacal encontró una camada de ratones en la cepa de un árbol viejo. Apenas logró entrar a la madriguera de una vez devoró apresuradamente todos los roedores. Terminada la comida, que por el afán le produjo un dolor estomacal, se echó al piso agarrándose la barriga. Así lo encontró el zorro.
—Mi única caza fue un flaco ratón y, con esta hambre, apenas alcanzó para un bocado.
— Entiendo, dijo el zorro, con cierta suspicacia.
—¿Y tú hallaste algo?, preguntó el chacal sobándose el vientre.
El zorro le habló a su amigo de la caza de la liebre, y dónde la tenía escondida para compartirla.
—¡Qué detalle el tuyo! —exclamó el chacal, yendo a paso lento por el dolor en su panza.
— ¡Vamos —repuso el zorro—, la tengo detrás de aquella roca!
El chacal, por todos los ratones ingeridos, apenas podía seguirle el paso al colega. El zorro se adelantó un poco, llegó a la roca, escarbó hasta encontrar la liebre muerta y la puso a la vista. Pasados unos minutos llegó el chacal y encontró al compañero entusiasmado:
— Ven, empieza tú —dijo el zorro.
— No, con este dolor no tengo ganas de nada —repuso el chacal—, sobándose el estómago.
— Si ese es tu deseo… —replicó el zorro, empezando su merienda.
Cuando iba por la mitad volvió a insistirle al amigo:
— Acércate, aquí tienes tu parte.
—No me siento bien —contestó el chacal. —Mejor cómetela toda, que por lo que veo está deliciosa —agregó.
—No te imaginas cuánto —musitó el zorro.
Enseguida, con total fruición terminó de degustar poco a poco la liebre. Satisfecho de aquel banquete, se tendió sobre la hierba. El chacal, dando muestras de indigestión, vio al zorro quedarse dormido en una envidiable placidez.
Bien lo dice el felino refrán: “El amigo ventajoso con el tiempo pierde el alimento más precioso”.
ALBERTO SILVA RIVERA dijo:
Profe Fernando, doy gracias a Dios por haberlo puesto en mi camino: estoy reflexionando hace rato sobre LA EMERGENCIA DEL SUJETO MORAL, y una de las sospechas que tengo es que nos conformamos como tales en el HABITAR de nuestros espacios. ÍNTIMOS, HOGARENOS, LABORALES-PROFESIONALES Y DEMOCRATICOS, en nuestro lenguajear. Pero de todos los más determinantes son los dos primeros y en el primero -el de la MISMIDAD O INTIMIDAD- me hallo cuando leo para mí, cuando me sumerjo en el dialogo de mis amigos, de mis ancestros -y propio de cada uno, un zoologico- y ellos me retan a salir de mi bestialidd. Y en el otro el HOGAREÑO es cuando -como parece que ocurrió en su vida- lenguajeamos con abuelos, tios, primos, que nos sumergen en sus fantasias. Este texto debo rumiarlo mucho más pero en él encuentro un primer atisbo de que estoy en cierto, pues quiero explorar lo de los refranes y aforismos que tan espectacularmente usted trabaja en CUSTODIAR LA VIDA que estoy leyendo despacio.
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Alberto, gracias por tu comentario. Coincido contigo en que en la emergencia del sujeto moral son fundantes los espacios íntimos y hogareños.
profejesusolivo dijo:
Maestro, un saludo muy especial.
Las fábulas permiten al lector trasegar por el camino de la experiencia de lectura, habitando, desde luego, múltiples maneras de existencia en mundos cercanos o lejanos para cada uno. Es decir, con las fábulas el lector habita y se deja habitar, juega papel importante en las transformaciones internas y externas del lector. Es una manera de viajar en la ficción para encontrar la realidad del sujeto. Aveces, el encontrar un animal parlante hace posible una fusión de encuentros y desencuentros consigo mismo. Es una especie de manumisión del sujeto, de querer liberarse de ataduras, que con la confrontación con los relatos de las fábulas hacen posible una vida más llevadera.
Un abrazo fraterno.
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Profejesusolivo, gracias por tu comentario. Otro abrazo para ti.
Francisco Alfonso Pineda Herrera dijo:
Profesor Fernando, es un buen artículo que complementa el anterior. Sería muy provechoso articular talleres para que los docentes aprendieran a trabajar con la fábula en el aula de clase, mostrando sus componentes semióticos, filosóficos y literarios.
Yo lo he realizado con los mitos griegos y la tragedia, mostrando precisamente la catarsis aristotélica, la cultura popular mostrada por Bajtin (la máscara) y sus aplicaciones estéticas (Hegel, Kant, entre otros).
Otra cosa, ya aparte. No pude conseguir su libro Vivir de la poesía, está agotado en la Librería Lerner del centro. En Panamericana tampoco están.
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Francisco Alfonso, gracias por tu comentario. Excelente tus aportes. ¿Podrías pasar por la Universidad de La Salle, sede Chapinero, para llevarte un ejemplar del libro?
Francisco Alfonso Pineda Herrera dijo:
Sí, claro. Me interesa mucho este texto, sobre todo por la acertada interpretación de cada poema que usted hace (exégesis personal). (Lo he leído en la Luis Ángel Arango).
Yo podría pasar por la tarde o noche, ya que trabajo en las mañanas como docente de Lengua Castellana. ¿Qué día podría pasar por él Fernando?
Quedo pendiente.
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Francisco Alfonso, gracias por tu comentario. Te espero, mañana, a las cinco de la tarde. Facultad de Educación,edificio Fundadores, 4 piso.
Noel Alberto Lozano Martínez dijo:
Profesor buenas tardes, interesante documento. Los “animales” y sus voces encantan y convencen, basta un sonido de sus gargantas y estamos atentos. Maestro, es posible que me facilite su correo, quiero proponerlo para un congreso en Ibagué. Gracias.
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Noel Alberto, gracias por tu comentario. Puedes escribirme a esta dirección: fernandovasquez487@gmail.com