Afiche Foro XX

Como reflejos o ecos del reciente Foro Pedagógico (el vigésimo) organizado por la Maestría en Docencia de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de la Salle, y cuyo tema central fue “la lectura crítica y sus estrategias”, he anotado en mi diario los siguientes apuntes:

1. La necesidad imperiosa, especialmente en un mundo hipermediatizado, de alfabetizarnos en la lectura de estas tecnologías. De no ser consumidores pasivos de información, sino activos lectores de las mismas. Tal alfabetización comprende tanto el conocimiento de las especificidades técnicas y del lenguaje particular de cada medio, como avizorar y estar alertas de las implicaciones éticas y políticas de los mensajes emitidos por ellos.

2. Subrayar el hecho de que la lectura crítica es una toma de distancia, un poner entre paréntesis lo que leemos, escuchamos o percibimos en los diversos medios masivos de información. La toma de distancia es un antídoto contra la ingenuidad, el conformismo o la desidia intelectual; es de igual modo una forma de defensa ante la uniformidad ideológica, los engaños seductores del consumo y las falacias de los que abusan del poder. Esto, por supuesto, entraña cierta dificultad: ser un lector crítico es tener la capacidad para autocuestionarse, para decir lo que no es “políticamente correcto” o tener el valor para denunciar lo que a todas luces es una arbitrariedad, una injusticia, una farsa o una flagrante inmoralidad.

3. Tener presente que la formación de lectores críticos es una tarea fundamental de la escuela y de la familia. Hablar y discutir sobre los mensajes que circulan, disponer de estrategias para descomponer y analizar lo que ellos dicen, conversar y debatir en el aula, en la mesa, todo ello debería ser un objetivo de primer orden para cualquier tipo de formadores. Si no se fomenta el ojo avizor, la duda, la disposición hacia la pregunta, el análisis, las nuevas generaciones serán fácilmente manipulables, profundamente fanáticas y con mínimas bases de autonomía.

4. Entender que la lectura crítica es siempre por lo menos el cotejo o la relación de dos aspectos, dos realidades, dos entidades, dos posturas, dos cosmovisiones. Por ejemplo: entre las partes y el todo, entre el texto y el contexto, entre lo dicho y lo oculto, entre el sentido literal y los sentidos latentes, entre las lógicas racionales de la vigilia y esas otras irracionales del sueño. Por eso, los lectores críticos tejen, entrelazan, combinan, comparan significados. Y por eso, también, elaboran cuadros históricos, esquemas comprensivos, campos semánticos, cuadros categoriales. El lector crítico manipula los mensajes como si fuera un relojero de la cultura: desarma y reconstruye, desmonta y recompone, analiza para explicarse y comprende hallando sentidos.

5. El lector crítico, aunque puede tomar cualquier unidad cultural como estudio, su foco de acción más fuerte está en la vida cotidiana. Porque en el día a día, en las rutinas y los quehaceres habituales, es que vamos perdiendo la previsión ideológica, el cuidado ético y la perspicacia para leer el entorno. De allí que las herramientas de la semiótica sean tan valiosas para un lector crítico: esta disciplina fue la clave para aprender a sospechar del entorno, para descubrir cómo operan las ideologías, cómo se imbrican los significantes con los significados. En un aviso publicitario, en la manera de saludar o de vestir, en el modo como interactúa o en la preferencia por un gusto, en todas esas cosas, siempre están los signos presentes. La semiótica los puso al descubierto, y por eso es una herramienta tan útil para los lectores críticos. Cuando las acciones se van tornando inadvertidas los lectores críticos aparecen para provocar un despertar en nuestra conciencia.

6. La formación en la lectura crítica presupone el desarrollo de procesos de pensamiento como la comparación, la inferencia, la disociación, la argumentación, la evaluación de hipótesis, la identificación de falacias, y otras estrategias metacognitivas que ayuden a dar cuenta de cómo pensamos lo que pensamos. Para que esto sea posible, en la escuela o la familia, es prioritario pasar de una enseñanza centrada en temas a una educación articulada desde problemas, en la que la pregunta sea el lubricante esencial del aprendizaje. De igual modo, serán fundamentales las didácticas que favorezcan el diálogo, la discusión, los conversatorios, el panel, el debate. Es muy difícil formar en la lectura crítica si no enseñamos desde los primeros años a analizar lo que otros dicen y aprender a defender argumentadamente las propias opiniones.

7. Aunque parezca obvio, una opción por la lectura crítica es una apuesta por la reflexión permanente. Pero una reflexión fundamentada en un método. Es decir, una guía de pasos o de operaciones analíticas que, además de ser rigurosas, comportan una lógica, una coherencia interna. Quien hace lectura crítica de hondo calado logra sistematizar sus intuiciones, darle densidad a sus sospechas y ofrecer validez a sus conclusiones. Acá es oportuno decir que el papel de la investigación, especialmente la que se promueve en las universidades, es vital para desarrollar modelos y maneras de hacer lectura crítica consistente. Las instituciones universitarias no pueden estar por fuera de la comprensión de la sociedad que tenemos; deben proponer marcos de estudio para responder críticamente al mundo establecido y, en esa misma medida, diseñar estrategias para transformarlo.

8. Detrás de propiciar lectores críticos, como le pensara Paulo Freire, está una opción política. Es decir, la intención de formar ciudadanos capaces de convivir y defender los principios democráticos. Si se es lector crítico, más fuerte será la comprensión de los vínculos sociales, y más genuino el deseo de participar en la dinámica de la sociedad. Los lectores críticos, desde esta perspectiva, son actores sociales comprometidos, activistas defensores de la civilidad y los derechos de las minorías. De igual modo, se sienten corresponsables del futuro de su territorio o del país en que viven. Un lector crítico “toma partido”, “asume una posición”, “lucha por unos ideales”, lo movilizan ciertas utopías.

9. A la frivolidad y la velocidad del mundo hipermediatizado, o a la irresponsable inmediatez del twitter y las redes sociales, la lectura crítica aboga por la “pausas activa” del análisis, por los filtros, por la contrastación de fuentes y por una indagación meditada sobre la circulación de las creencias y la opinión pública. El lector crítico pone un freno a la avalancha de información para sopesar, aquilatar, contrastar y no quedarse con lo que “todo el mundo dice” o lo que está de moda. La lectura crítica fomenta, por lo mismo, la relectura, el cambio de perspectiva, la rumia de los mensajes.

10. Asumir un compromiso con la lectura crítica, bien sea a nivel individual o con alcances más amplios, es una de las metas educativas impostergables de este tiempo y los años venideros. Yuval Nohan Harari la considera una de las lecciones para el siglo XXI: “¿Qué tendríamos que enseñar?”, se pregunta el historiador, y él mismo se responde echando mano de pedagogos expertos: “tendríamos que enseñar las cuatro ‘ces’: pensamiento crítico, comunicación, colaboración y creatividad”. Como se intuye, en un mundo cada vez más saturado de información diversa, en una sociedad altamente proclive al espectáculo, más necesarias serán las habilidades de discriminación, de juicio, de distinción y clarificación, de alternativas para salvaguardar la intimidad y defender lo divergente.