
Ilustración de Simón Prades.
Durante el desarrollo de un proyecto de investigación, y especialmente en las sesiones de tutoría, se deciden y hablan muchas cosas. Algunas de ellas, porque los aprendices de investigación no tienen buenas habilidades para la toma de notas, o no mantienen una atención focalizada, se pierden o se olvidan hasta el punto de que, en un nuevo encuentro, hay que volver a repetirlas o aclararlas. Por eso es indispensable contar con una memoria escrita de esos eventos grupales que permita no solo disponer de un registro de los avances de la investigación, sino agrupar y seleccionar lo que en el calor de la discusión de tutoría resulta acumulativo y desarticulado.
Las relatorías son un medio idóneo para este fin. Por medio de ellas lo discontinuo de un proyecto va adquiriendo la forma de un camino y los participantes toman conciencia de las diversas acciones realizadas o las múltiples lecturas llevadas a cabo. Pero como se trata de un tipo de texto expositivo-informativo, que recoge y reorganiza un ambiente de oralidad, es necesario atender a unas particularidades al momento de redactarlo. Dichas observaciones apuntan a entender mejor lo que implica un trasvase del mundo de la oralidad al mundo de la escritura.
Lo primero es entender que la oralidad es copiosa, repetitiva, divagante. Cuando hablamos lo hacemos motivados y enriquecidos por las emociones y por el estímulo discursivo de la oportunidad. Hablamos de muchas cosas, vamos y volvemos, reiteramos, nos contradecimos, agregamos o dejamos asuntos al azaroso gesto del sobreentendido. De allí que, cuando vamos a transcribir o dar cuenta de esa viveza de la oralidad, antes de cualquier cosa debemos oír o apreciar la totalidad del evento que nos interesa. Si, por ejemplo, al hacer una relatoría nos hemos apoyado en una grabación de audio, tendremos que escuchar toda la sesión para lograr descubrir en medio de ese maremágnum de cosas, cuáles son los ejes articuladores o los pilares que guiaron la discusión. Terminada esa audición de la totalidad, nos quedará más fácil detectar la lógica de las partes o cómo una idea se fue construyendo en diversos momentos de la conversación.
Un segundo consejo proviene de entender que la oralidad emplea muletillas, frases hechas, tópicos del habla que, en un proceso de transcripción o de trasvase a la escritura, no son tan significativas. De igual forma, hay digresiones que obedecen más al impulso de la ocurrencia que a un objetivo claramente definido. Esas son otras intervenciones que deben omitirse al momento de redactar una relatoría. De igual modo son poco relevantes las anécdotas personales, las vicisitudes de la vida cotidiana, a no ser que contengan algo relacionado con el eje articulador de la sesión de investigación. Precisamente, el que elabora una relatoría, tiene que elegir y sopesar lo secundario o marginal de aquello otro que es medular o acrecienta determinado problema.
Un aspecto adicional, que es uno de más difíciles de sortear por el hacedor de relatorías, o por aquellos que transcriben por ejemplo una entrevista, es cómo y dónde poner los signos de puntación. Sabemos que en la oralidad contamos con las manos y la mirada para para ayudarnos a expresar un mensaje, pero cuando deseamos pasar ese mundo gestual al papel, nacen muchos interrogantes. Lo mejor, y esa es otra pista con excelentes resultados, es escuchar todo el turno o la intervención de alguien antes de transcribirla; esa podría ser ya una indicación de que ahí debemos poner un punto seguido. Después analizaremos, dependiendo lo largo o corto de la alocución, si amerita incluir comas o puntos y comas. Para decirlo de otra forma: lo fundamental es detectar las ideas gruesas, los bloques de habla mayores, para luego sí proceder a dividirlos en unidades más pequeñas.
Lo dicho aquí para las sesiones de tutoría de investigación se aplica igual a las reuniones de trabajo o a las juntas de muchas organizaciones en las que, por carecer de relatorías, terminan alargándose o repitiendo lo que en sesiones pasadas ya se debatió o sobre asuntos para los cuales ya se determinaron medidas específicas. Quizá esa desmemoria o ese gusto de “hablar por hablar” no solo lleve a la apatía de los participantes, sino a la sensación de que no se avanza en un proyecto, o que esas reuniones son un encontrarse para perder el tiempo.
Harold Godoy dijo:
Se necesita de todas las herramientas y técnicas para lograr pasar de lo oral a lo escrito. La identificación de ideas y el punto seguido son el eje del ejercicio. Hace un tiempo leí el relato de un náufrago, lo hice después de escuchar estos consejos y descubrí como el texto está tejido en ideas cortas separadas con puntos seguidos. Gran ejercicio para entender lo que menciona Fernando.
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Harold, gracias por tu comentario.
ctobonc dijo:
Gracias, Maestro… Qué importantes observaciones para la escritura y esta tipología textual.
Un abrazo
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Ctobonc, gracias por tu comentario.