Tantos versos dedicados al amor, cuántos poemas para exaltarlo, convocarlo o lamentarse de su pérdida dolorosa en nuestras vidas. Pedro Calderón de la Barca creía que el amor era una “falsa sirena” que “halaga con la boca a quien con la cola mata”; algo semejante pensaba Manuel Machado: el amor es veneno “que envenena y que no mata”; y Rosalía de Castro sabía que el amor es una “inaplicable angustia”, un “hondo dolor del alma”, un “recuerdo que no muere”, un “deseo que no acaba”. Juan Ramón Jiménez escribió que el amor, “saca cantando, con sus brazos frescos, agua del pozo de nuestros corazones”; y Delmira Agustini confesó que el amor “es una flor de fuego deshojada por dos”. Octavio Paz afirmaba que amar es “dejar de ser fantasma con un número a perpetua condenado por un amo sin rostro” y Carlos Castro Saavedra definió este “purgatorio de goces” como “una candela estremecida” que “empuja la noche de la vida hacia la madrugada de la muerte”.
Los poetas y poetisas han intentado definirlo o aproximarse de diferente manera a este sentimiento alado. Jorge Manrique nos regaló varios versos sobre dicho tópico: que el amor era “una porfía forzosa que no se puede vencer”, que “es un placer en que hay dolores” y un “dolor en que hay alegrías”. Así cantaba Manrique en su poema “Diciendo qué cosa es amor”:
Es una cautividad
sin parecer las prisiones;
un robo de libertad
un forzar de voluntad
donde no valen razones.
Pablo Neruda, que tantos versos puso al servicio de este sentimiento, sabía que el amor era “una cuerda dura que nos amarra hiriéndonos”, que “el amor restituye un cristal quebrantado en el fondo del ser”, y reconocía en el otoño de su vida que el amor antiguo “camina en silencio por una eternidad de bocas enterradas”. De igual forma, Pedro Salinas, dedicó gran parte de su obra lírica a desentrañar este “largo adiós que no se acaba”, a comprender esta pasión que “tiene su cima en la resistencia a separarse”, a esa nominación libre de un “tú” que nos saca del anonimato.
Y si bien podríamos extendernos en ejemplos, o en las variadas manifestaciones del amor con sus plenitudes y tristezas, quiero centrarme en esta ocasión en dos poemas que intentan definir esta “libertad encarcelada”, esta “deliciosa mentira”, este “bien arrebatado al cielo”. Empezaré con uno del colombiano Eduardo Cote Lamus que lleva por título, “Esto es amor”:
Esto es amor: llevar en la sangre
el impulso inefable de otra sangre,
buscarse el corazón dentro del pecho
y no encontrarlo hasta palpar su frente,
padecer la ansiedad de ser en otro
como grano de trigo germinando,
es trasladar el mar hasta sus ojos
y sumergirse en ellos hasta el alma,
sentir la eternidad entre las manos
al descubrir a Dios en su mirada,
árbol del bien que las horas traspasa.
Esto es amor: ser uno proyectado.
Subrayo en este poema la idea de que el amor es un impulso en busca de otra sangre, es meternos dentro del propio pecho hasta encontrar la frente de otra persona; es una ansiedad por germinar en otro ser, es trasladarse, salir de sí, con el fin de transformar el mundo y volverlo dádiva o regalo amoroso. Amar, nos dice Cote Lamus, es poder sentir la eternidad entre las manos al descubrir la luz de Dios en la mirada de quien amamos; es ser atravesados por la bondad de ese regalo celeste. Por todas esas cosas que trae o produce este impulso, este sentimiento, es que el amor nos saca del cuarto de lo que somos y nos proyecta hacia otro ser.
El segundo poema que me interesa resaltar es “El amor está en lo que tendemos” del español José Ángel Valente:
El amor está en lo que tendemos
(puentes, palabras).
El amor está en todo lo que izamos
(risas, banderas).
Y en lo que combatimos
(noche, vacío)
por verdadero amor.
El amor está en cuanto levantamos
(torres, promesas).
En cuanto recogemos y sembramos
(hijos, futuro).
Y en las ruinas de lo que abatimos
(desposesión, mentira)
por verdadero amor.
En este caso, el poeta comienza diciéndonos que el amor nace en un apetito de vínculo, en extender los brazos a la par que las palabras. Que el amor inicia en esos puentes lanzados hacia otra persona. Y de igual modo el amor está en esa alegría que ponemos en alto cuando sentimos o recibimos la brisa del amor. Y porque es un viento jubiloso lo izamos al aire, como para decirles a otros que somos seres privilegiados. Pero, además, para lograr que ese amor sea verdadero, tenemos que combatir el vacío y las largas noches solitarias. Por eso nos son tan necesarias las promesas, esas torres del lenguaje en las que ciframos nuestro anhelo de perpetuidad de este sentimiento. El amor, continúa Valente, es también lo que sembramos con otra persona, así sean hijos o proyectos; y si queremos que ese amor sea en verdad genuino, si en eso nos empeñamos, tendremos que abatir o herir mortalmente nuestros egoísmos y nuestros embustes afectivos; porque si aspiramos al verdadero amor, deberemos ser capaces de desposeernos y aniquilar la falsedad. En todas esas acciones se cifra el amor: “tender”, “izar”, “levantar”, “sembrar” y, muy especialmente, “combatir” y “abatir”.
Retomemos nuestro punto inicial: el amor que “parece mentira de poetas, sueño de locos, ídolo de vanos”, ha inspirado a líricos de diferentes tiempos y latitudes; y cada poeta o poetisa ha intentado señalarle algunos rasgos, dejar constancia de su presencia quemante. Dámaso Alonso se preguntaba, por ejemplo, si el amor “¿era limpio cristal o vestisquero destructor?”; Gabriela Mistral intuía que el amor “habla lengua de bronce y habla lengua de ave”… Y Xavier Villaurrutia nos dejó unos indicios de las maneras de manifestarse el amor en nuestras vidas: “es una suspensa y luminosa duda”, es “una cólera secreta, una helada y diabólica soberbia”, es “una sed, la de la llaga que arde sin consumirse ni cerrarse”.
Maria victoria Rojas sierra dijo:
que sentimiento mas hermoso y expresivo como lo es el amor, gracias por compartir un poco de esta maravilla de poemas que nos hace sentir y cree todavía en ello
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
María Victoria, gracias por tu comentario.
Marisol Solórzano Gómez dijo:
Trasladarnos a ese hermoso lenguaje del amor a través de prosas y poemas, nos permite ver una inmensa luz en este tiempo de pandemia… El amor, es el arca que nos lleva a invadir las aguas ilimitadas de la persona amada o nos hace naufragar en los recuerdos de quien ya no está.
Muchas gracias Dr. Fernando, gracias por evocar tan bellos poemas quenos llenan de esperanza ya que amar desde cualquier contexto, es la misión que nos conlleva a la verdadera reconversión. Un abrazo enorme, se le recuerda y quiere…con el alma.
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Marisol, gracias por tu comentario. Subrayo lo que escribes: “el amor es el arca que nos lleva a invadir aguas las aguas ilimitadas de la persona amada o nos hace naufragar en los recuerdos de quien ya no está”.
Gloria Rondón dijo:
Fernando:
Volver sobre los versos de amor en este tiempo de incertidumbre, es un ejercicio que llena mis arterias para seguir viviendo.
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Gloria, gracias por tu comentario. Abrazo revitalizador.
Nidia Romero Pineda dijo:
Siempre es y será un privilegio leerlo, doctor Fernando. Sus escritos me trasladan a los viernes poéticos, donde uno no quería que fueran las 10 pm, porque tendría que esperar 8 días para volver a tan magnos encuentros.
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Nidia, gracias por tu comentario. Abrazo cordial.
LUIS CARLOS VILLAMIL JIMÉNEZ dijo:
Inspirado como siempre, adelante, Fernando.
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Luis Carlos, gracias por tu comentario. Abrazo fraterno.
Claudia Patricia dijo:
Muy interesante las diferentes maneras de definir el amor como los poetas y me gusta mucho el de Eduardo Cote Lamus, pero nadie ha explicado cómo actúa el amor, cuándo sabemos que alguien nos ama . Muchas veces pienso que el amor no existe porque no se puede tocar,es algo que anhela el corazón y el cuerpo. El amor es libre y no tiene porqué ser una posesión de otra persona. Por otro lado pienso que el amor se toca al amar, al hacer el amor pero luego queda un vacío difícil de llenar, materializar el amor no es posible. En conclusión el poeta es el único que puede explicar el amor porque hace posible vivir el amor.
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Claudia Patricia, gracias por tu comentario. Sí, los poetas han intentando darle rostro a esa fuerza ciega que nos lanza flechas sin que las pidamos.