La novela continúa siendo el género narrativo de mayor alcance y complejidad estética. Así como ha evolucionado en sus aspectos formales y de elaboración, también ha ampliado su radio de intertextualidad al incluir a otros géneros como el ensayo, la poesía, la crónica o la reflexión de corte filosófico.
A diferencia de los que creen en la muerte de la novela lo cierto es que este género se renueva y se adapta a las necesidades de la sociedad en la que se produce. Primero, estuvo cercana al mito; después, fue parodia de las leyendas; más tarde se propuso representar la cotidianidad de una nueva clase social, como era la burguesía; y mucho tiempo después, enfiló sus palabras para la crítica de determinados valores o fue un espejo de reconocimiento para ciertos problemas de la época contemporánea. Ese desarrollo de la novela puede verse en sus temas y motivos o, por supuesto, en volver su centro un personaje, un ambiente, un tipo particular de conflicto o el mero placer por la experimentación lingüística o los juegos con el manejo del tiempo y la voz narrativa.
En toda esa evolución los novelistas se han mantenido fieles a una consigna que ya la había entrevisto Henry James: la de representar las peripecias de que está hecha la vida; la de poner al frente –como si fuera una obra de teatro– la representación de la vida humana. Ese ha sido un eje o un punto de confluencia de muchos novelistas; esa la piedra de toque de novelas magistrales como La montaña mágica de Thomas Mann o Ana Karenina de Tolstoi. La novela ha sido un medio para expresar las angustias, las esperanzas, los temores, los sueños de seres que de alguna manera tienen que asumir el precio de sus decisiones, la consecuencia de sus actos. La enfermedad, el amor, la soledad, el poder, la muerte… cada uno de esos temas se ha convertido en materia de investigación o en un pretexto para ahondar en los entresijos de la condición humana. La novela, en consecuencia, ha servido para hacer sociología, psicología, antropología de una comunidad, de una época o sencillamente de un individuo que, de alguna forma, ejemplariza el destino o la condición esencial del género humano.
Carlos Fuentes insistía, retomando a Kundera, en que el punto de confluencia de diferentes novelas era la redefinición del ser humano como problema. O si prefiere, como enigma. Y Vargas Llosa, usando la metáfora del striptease invertido, ha dicho que el escritor de novelas lo que hace es desnudar sus propias culpas, los demonios que lo atormentan y obsesionan para lograr que los lectores tengan acceso al insondable mundo de los hombres. Y el escritor turco Orhan Pamuk de igual modo ha escrito que las novelas son como constelaciones de estrellas “en las que el autor ofrece decenas de miles de pequeñas observaciones sobre la vida; en otras palabras, experiencias vitales basadas en sensaciones personales”. Y el buen novelista, en consecuencia, es el que “es capaz de hablar de nosotros mismos como si fuéramos otra persona, y sobre otros como si estuviéramos en su piel”.
Tal vez de allí provenga el gusto o la afición por leer novelas. A los hombres y mujeres les sigue pareciendo interesante –además de entretenido– tener fotografías o cuadros de palabras en las que puedan reconocer su propia fisonomía o apreciar aquellos rasgos morales no siempre evidentes o estimados. Los lectores de novelas sienten curiosidad por su mismo ser; les siguen pareciendo fascinantes las razones o los motivos de una decisión, los dilemas propios de ejercer la libertad, los riesgos de establecer relaciones con otros semejantes, los vaivenes inherentes de mezclar la voluntad con el azar y la fortuna. El lector de novelas husmea, es un mirón de vidas ajenas, de mundos que aunque ajenos, son cercanos para él precisamente porque están hechos de la misma sustancia con que está constituido su cuerpo y su conciencia.
Rodolfo Alberto López D dijo:
Leyendo y pensando tus recientes textos sobre la novela, la lectura y la escritura, observo cómo éstas vienen a ser un microscopio y un telescopio de la vida propia y de la vida de todos; ellas nos permiten comprender, en el sentido grande y profundo, la condición que nos haibta.
Rodolfo.
fernandovasquezrodriguez dijo:
Rodolfo, gracias por tu comentario. Efectivamente, la novela nos permite acceder a dimensiones complejas de la condición humana. Y aunque sabemos que esas obras son producto de la ficción nos acercamos a ellas como si fueran un testimonio directo de nuestra realidad, como si en esas palabras hubiera un testimonio o un vestigio de las peripecias propias de la existencia de los seres humanos.
adricortazariana dijo:
Las novelas son una de las manifestaciones mas bellas de la literatura. Ninguna película podría entretejer toda la emoción que página tras página se introduce en la piel del lector. Las novelas le cuentan a uno sus mas íntimos secretos, y nos dejan al final de cada capítulo, con la intriga de saber qué sucederá. De la mano de Kundera, de Saramago, Isabel Allende, Cortazar, Orwell, Dostoievsky, y otros más, he pasado horas memorables que incrementan mi deseo de ampliar mi biblioteca. Quisiera aprovechar la oportunidad para que pudieras recomendarme novelas, me encantan. Gracias
fernandovasquezrodriguez dijo:
Adricortazariana, gracias por tu comentario. Dada la riqueza propia de la novelas, la variedad de estilos y temáticas, pues cualquier sugerencia está impregnada de mis propios gustos y mi historia personal. Pero, para empezar las recomendaciones, has tenido la oportunidad de leer Bajo el volcán de Malcolm Lowry…O El cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell (cuatro novelas que a manera de un prisma se iluminan y complejizan, con el escenario de Alejandría de fondo y en el aire la poesía de Cavafis; te sugiero empezar por Justine…).
adricortazariana dijo:
No he tenido la oportunidad de leerlas. te agradezco mucho. Has alimentado mi plan lector!!!
fernandovasquezrodriguez dijo:
Adricortazariana, gracias por tu comentario. Agregaría por lo menos una novela de Thomas Mann, Muerte en Venecia o la Montaña mágica…