Como una forma de seguir motivando a mis estudiantes de posgrado, especialmente a los del primer semestre de la Maestría en Docencia, sobre la importancia y la riqueza de las prácticas de lectura, transcribo mis subrayados al texto “Tesauro de los buenos lectores”, contenido en mi libro Educar con maestría. El poner en alto relieve estos apartados no sólo tiene con fin destacar algunas de mis ideas allí expuestas sino que es un pretexto para invitar a los noveles magísteres a releer el mencionado texto.
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“Los buenos lectores aprenden a leer abductivamente y, por ello, siempre hallan indicios en cualquier parte de los textos. Los buenos lectores ven el libro o la página como un misterio, y cualquiera de sus lecturas se torna en una actividad de permanente sospecha”.
“Para los buenos lectores, la bibliografía es una invitación al abordaje, un llamado al hurto de otras voces, un asalto admitido, un allanamiento preparado con la autorización y el beneplácito del mismo escritor. Los buenos lectores –que por lo general tienen espíritu de astrónomos– son capaces de ver o rastrear esas confluencias, esas influencias, ese juego de atracciones y repulsiones que es toda lectura”.
“Cuando se es un buen lector, la biblioteca deja de ser aquel espacio donde se piden en préstamo los libros, para adquirir otra dimensión más potente y más rica: escenario del diálogo con esas otras voces despertadas por nuestros ojos y nuestro cerebro al entrar en relación con el libro. La biblioteca es como un salón de acústica secreta: si uno afina la atención o la perspicacia muy seguramente podrá escuchar y entrar en relación con la inmensa familia invocada desde las palabras mudas de los libros”.
“Leer como camello implica dejarse habitar por el texto, asumirlo en la dimensión del “como está dicho”, ir palabra a palabra, párrafo a párrafo, sin dar grandes saltos u omitiendo información. Los buenos lectores saben que sin esta “aduana”, sin este asumir el texto en sus ramificaciones o matices, el rendimiento o los resultados del leer comportan pocos dividendos. El camello lector estudia el texto: emplea fichas, hace esquemas, redacta glosas, subraya y discrimina, consulta las fuentes referenciadas, reflexiona y relee. Si no se lee como camello, el texto será siempre un pretexto y el juicio sobre determinada obra no sobrepasará la mera opinión”.
“Los buenos lectores van siempre a la caza de citas. Las citas fascinan a los buenos lectores porque dejan entrever, con sus muy pocas palabras, un mundo desconocido, otras relaciones apenas sugeridas. Las citas conquistan por su discreción discursiva, por su cortada manera de aparecer en una obra. Y tal vez por su misma fragmentación es que invitan a los buenos lectores para que deseen ver todo el cuerpo textual del cual hacen parte”.
“Al leer las obras clásicas lo que hacemos en retomar el legado mayor de las generaciones pretéritas; es ganar tiempo para enfrentar el presente o avizorar el futuro. El lector de obras clásicas es más apto para sobrevivir en tiempos de banalidad y aburrimiento masivo”.
“La lectura no está en los textos; es algo que debe construirse o revelarse a partir de ellos. La lectura, al igual que un iceberg, muestra una mínima parte de significación en la superficie, pero su mayor cuerpo de sentido está oculto bajo el nivel del mar. Tal vez por ello, los buenos lectores son, de alguna manera, criptógrafos”.
“Los diccionarios, para un lector de calidad, son pórticos a ciudades desconocidas, pasaporte de letras para empezar ese viaje que es toda lectura. El buen lector es lector de “thesaurus”, esos diccionarios especializados en donde se puede encontrar el concepto más extraño o la palabra que nunca asoma su nariz por las enciclopedias; o esos otros diccionarios, los etimológicos, encargados de llevarnos a los orígenes, a la genealogía fascinante de las palabras; o los diccionarios ideológicos, que más que ofrecer definiciones lo que proponen son campos de relación o semejanza, prestidigitación sinonímica”.
“Los buenos lectores saben que en los epígrafes pueden estar condensadas las claves para la comprensión de un texto o de un voluminoso libro. Los epígrafes son guiños que el texto nos lanza, llamados para que acudamos a mirar el fondo de su estructura”.
“Al esquematizar, los buenos lectores emplean corchetes, flechas, óvalos y recuadros, conectores de enlace, líneas de convergencia, palabras clave, nodos de información… Todo ello para tomar distancia del texto, para alejarse de él y poder apreciar la figura escondida entre los detalles, aquella armazón de la cual dependen las palabras o los párrafos y que, en una primera lectura, apenas vemos como ruedas sueltas en el engranaje de las páginas”.
“Los buenos lectores anhelan descubrir la estructura porque saben que, hallada esa columna vertebral, resulta más fácil diferenciar la información importante de la secundaria. Los buenos lectores desbastan, echan cincel, quitan capas, despejan todo barniz del edificio informativo para apreciar la “obra negra”, para ver las bases o los soportes, para detectar la calidad de las vigas, para observar la disposición de los pisos o los niveles de los textos”.
“Los buenos lectores indagan en los lazos de familia de las palabras y las conciben como seres vivos que cambian con el pasar del tiempo y el asentamiento en determinado territorio. La etimología es, para los buenos lectores, una forma de intimar con la obra o el texto; una estrategia de interacción o un recurso para “tratar” la información no como una desconocida o extraña, sino como alguien cercana o partícipe de una misma descendencia”.
“Las fichas o las notas son como pequeñas radiografías o instantáneas de interés a la par que avanza la lectura. Los buenos lectores las usan para abrirse paso entre la maraña de signos; las emplean para entresacar o poner en alto relieve una idea, una frase, una cita digna de recordación. Los buenos lectores usan las fichas como una potestad de la escritura para someter a la lectura y lograr con ello que declare sus más preciados secretos”.
“Los buenos lectores, los que saben que leer es un diálogo permanente con la obra, van escribiendo glosas al mismo tiempo que van leyendo. La glosa fija esa etérea figura que tratamos de ir armando en nuestro cerebro a la par que vamos avanzando en la lectura. La glosa es certeza para el entendimiento; refuerzo para el aprendizaje”.
“El gusto por leer se adquiere, se aprende, se madura como los buenos vinos. Los buenos lectores son enólogos. Catadores sibaritas. Los buenos lectores degustan muchos platos de información para ir descubriendo en ellos dónde hay un sabor que los embelesa o un alimento acorde a sus más secretos apetitos”.
“El hábito, en asuntos de la lectura, sí hace al monje. Los buenos lectores adquieren dicho título porque se animan a leer un poco todos los días, porque destinan unos minutos para frecuentar el libro o buscar una revista o adentrarse en los mares de internet. El hábito de leer conduce a descubrir el goce de leer: ese supremo estado de los amantes de la lectura”.
“Los buenos lectores saben que los índices dan visión de totalidad, de conjunto. Los índices son otras pistas para la lectura; quizá las pistas más evidentes y, por lo mismo, menos tomadas en cuenta por los lectores novatos. Los lectores expertos usan los índices como miradores de la geografía de un texto: allí una montaña, más allá un valle, hacia el oriente una ensenada… Después de otear el territorio (porque los índices son lugares de observación en lejanía) el buen lector ahora puede sumergirse en la lectura pues ya tiene claro dónde hay un río, donde está la cordillera o dónde el peñasco objeto de su búsqueda. Los índices economizan esfuerzos y, además, encaminan al viajero”.
“Leer como león es interpelar al texto, hacerle preguntas, confrontarlo desde nuestro propio mundo, desde nuestras otras lecturas. Al leer así, convertimos la lectura en una práctica activa y no en un ejercicio pasivo de nuestra percepción. Los buenos lectores asumen el texto como antagonista, como reto a la inteligencia o como provocación que invita al desciframiento”.
“Los buenos lectores son visitantes asiduos de las librerías: las buscan, ansiando conocer el libro citado por el autor que están leyendo; las recorren, revisando de nuevo los anaqueles en busca de alguna “joya” escondida; las husmean, indagando entre las novedades alguna reciente obra digna de su interés. La librería es para los buenos lectores una fiesta, un ágora, una congregación jalonada siempre por el ansia de seguir leyendo, por el deseo de conversar sobre lo ya leído, o por el vicio mismo de encontrar nuevas cosas para leer”.
“Los buenos lectores andan entre libros, se rodean de ellos; los buscan en todas partes; se duelen cuando encuentran uno mutilado; se afanan cuando no tienen dinero para adquirirlos; se regocijan cuando recuperan alguno que habían perdido. Y los libros, como perros fieles, crecen y se multiplican al lado de sus amos, conformando zigurats multicolores, o acomodándose unos junto a otros en los entrepaños de una biblioteca. Los buenos lectores son los ángeles custodios de los libros”.
“Los buenos lectores cuentan por lo menos con varios métodos de lectura. Desde los más simples (encontrar las ideas principales y las secundarias), hasta los más complejos (identificar las transformaciones o establecer una configuración simbólica). Los buenos lectores saben que cada obra reclama un método especial; que cada tipología textual exige un método acorde a sus características. Que no se puede aplicar el mismo protocolo a todos los textos o todos los libros”.
“Los buenos lectores, cuando leen como niños, se dejan asombrar por aquello que tienen ante sus ojos; se extasían ante una tesis o una idea; se maravillan ante la estructura textual o con el tejido de filigrana hecho línea a línea, párrafo a párrafo. Los lectores niños asumen el texto como algo inédito o inesperado y, por lo mismo, merman sus precomprensiones, para lograr abandonarse al despuntar de la información, a ese retoñar de las palabras cuando son tocadas por la luz de la mirada”.
“Los buenos lectores, aunque pueden leer a cualquier hora, prefieren hacerlo durante la noche porque sienten que en esa quietud o merma en la actividad del mundo exterior, hay una oportunidad para atrapar las silentes voces de las palabras. La noche es, para los buenos lectores, una aliada de la concentración. Y tal recogimiento es indispensable para que la lectura emerja plena y cabal como Venus de las aguas”.
“Los buenos lectores, antes de dedicarse a la arqueología de la información, empiezan por ser agrimensores de los textos”.
“Los buenos lectores, antes de cualquier cosa, se toman un tiempo para mirar con esmero la portada, el índice o la tabla de contenido, el prólogo o la introducción, la fecha de edición, la editorial, la traducción, si es que es un libro editado originalmente en otro idioma. Los buenos lectores revisan y meditan, sobrevuelan el texto, para tomar confianza y así poder luego entrar a las intimidades de la información”.
“Los buenos lectores están felizmente enfermos de tanto leer: una revista en la peluquería, un periódico de vieja fecha, un cómic desgastado y sin algunas páginas, los avisos callejeros, la letra menuda de los contratos y los tiquetes aéreos, los portales infinitos de la web… en fin, nada queda por fuera del ojo acucioso de los buenos lectores”.
“A los buenos lectores les gusta releer porque saben que cada lectura siempre será distinta; porque el ojo que lee no es un ojo mecánico sino un ojo preñado de mundo e historicidad; de experiencias, sentimientos y memoria”.
“Al resumir descubrimos la intencionalidad o el propósito substancial de un texto. Nos quedamos con lo indispensable, con lo necesario, con lo intrínseco de una obra. Los buenos lectores escriben resúmenes porque al igual que los perfumistas, aman destilar esencias”.
“Los buenos lectores no se atragantan, ni se preocupan por “acabar” los textos o las obras. Su modo de leer es más lento, con una intencionada preocupación por la masticación, por dar cuenta de lo que pasa entre una idea y otra, por triturar con las muelas de su entendimiento lo que van recogiendo indiscriminadamente con sus ojos. Rumiar es el modo como los buenos lectores asimilan lo leído”.
“Los buenos lectores buscan el sentido pero siempre desde el yunque del texto. Eso demanda dos movimientos: uno, muy centrado en lo dicho, llamémoslo literal; otro, más descentrado, nombrémoslo analógico. O si se quiere, un recorrido lector preocupado por explicar el texto y otro, centrado en tratar de comprenderlo”.
“Los símbolos significan en red, eso lo saben los buenos lectores. Entonces, cuando se encuentran con ellos proceden de manera transversal, nunca directa. Los símbolos aluden, insinúan, avisan de algo, pero dejando un amplio espacio para la interpretación. Los símbolos se comportan como los antiguos oráculos: apenas señalan, o dictan sus vaticinios de manera cifrada, casi oscura”.
“Los buenos lectores van discerniendo, seleccionando, separando las ideas. Cuando leen lo que en verdad hacen es tamizar la información; pasarla por muchos filtros. Por eso es clave usar varios colores para tal tarea: uno, centrado en la continuidad e interés del texto; otro, enfocado a poner en alto una pesquisa particular o un motivo especial que orienta nuestra lectura. En todo caso, los buenos lectores no se contentan con resaltar todo el texto con un mismo color. Los buenos lectores más que juntar, dividen; más que igualar, discriminan”.
“Los buenos lectores convierten los títulos en informantes o delatores del territorio textual que pretenden conquistar; los buenos lectores exprimen los títulos hasta sacarles el jugo de la anticipación de los significados; los buenos lectores meditan los títulos como si estuvieran resolviendo la fórmula de un oráculo”.
“A diferencias de sus congéneres, los buenos lectores en vacaciones es cuando más tienen trabajo. El negocio de los buenos lectores se multiplica en estos días. Y mientras sus semejantes andan desocupados, ellos no paran de ponerse al día con un texto que tenían abandonado o empezando esa obra que desde hace muchos años han querido leer. Las vacaciones son la primavera de los buenos lectores”.
“Los buenos lectores piensan que la Web es una caja de herramientas de primera mano, pero que dependiendo de la pericia del navegante puede convertirse en un canto de Sirenas, en un engaño de parecer muy informado. Los buenos lectores saben que la calidad de una lectura no depende sólo de la cantidad de información que se acumule, sino de la discriminación que se haga de ella, del criterio que se tenga para poder saber cuál es la más pertinente, la más necesaria, y cuál es puro fárrago con apariencia de actualidad”.
“Los buenos lectores no son defensores de las fotocopias (grises y monótonas substitutas de los libros), entre otras cosas porque andan como náufragas en el mundo de la información, porque son muñones sin figura, retazos sin puntos cardinales. Es la obra completa lo que subyuga a los buenos lectores: la obra que tiene índice y tabla de contenido y notas y referencias; la obra que conserva esas primeras páginas que son como su registro de nacimiento; la obra completa, la que se deja apreciar de principio a fin, así no vayamos a leer sino uno de sus capítulos”.
“El buen lector mira el bosque pero sin perder el árbol, y sabe que la interpretación de un texto requiere tener ojo de garza y, al mismo tiempo, ojo de águila. Los buenos lectores pueden explicar los detalles y también tienen la facilidad para saltar a la comprensión del conjunto. Los buenos lectores oscilan, son anfibios, nómadas. Así como pueden excavar hasta el fondo de una palabra, con el mismo ahínco pueden alejarse para apreciar la forma oculta en el conjunto”.
Ulpiano Ulloa Fernández dijo:
Profesor Fernando:
¡Cuántas características debe tener un buen lector!…, y cuantas bondades se obtienen, si se logran apropiar.
Al leer sus subrayados al texto “Tesauro de los buenos lectores”, evidencio cuántas falencias tengo, respecto del vasto mundo de las letras. Deber ser ese el motivo para que también dude tanto a la hora de escribir. Y esto suena lógico, pues creo que de la lectura resulta el soporte de tipo conceptual y el argumento contrastado de lo que se va a escribir, y, nada mejor para ello que la misma lectura en profundidad.
Hecha ésta reflexión, aflora en mí un impulso por nutrirme de autores y abordar la exploración en lo que a la lectura respecta. Creo que su motivación está surtiendo efecto.
Muchas gracias.
fernandovasquezrodriguez dijo:
Ulpiano, gracias por tu comentario. Es natural tener esas dudas a la hora de escribir. No te desanimes. Como en tantas cosas de la vida, basta hacer un acto, un gesto, y eso te permitirá llegar a la otra orilla.
Fredy Alberto Murillo Gonzalez dijo:
Fernando la semana pasada publique tres comentarios y hoy no tengo la certeza si fueron o no leidos, lo que traté de expresar sobre el tesauro de los buenos lectores, es que me encantó ver en este texto la poesía de la lectura, el maravilloso mundo del intelecto, la convergencia entre lo imaginario y lo insondable, el placer y el gozo de las palabras exactas, citando a italo calvino, lo posible, paso a paso y pista a pista.
fernandovasquezrodriguez dijo:
Fredy, gracias por tu comentario. Esa era una de mis aspiraciones al escribir el texto: aunar lo intelectivo con lo imaginario.
Giovani Garzon dijo:
Fernando, buenas tardes,
Al terminar de leer esta parte de tu libro, comencé a escudriñar en mi interior y luego de darle vueltas, me ubico en un metamorfosis: de Niño a ¿león? Pero escasea mi melena, ¿camello?… esperemos a ver que resulta.
Lo que sí es claro son las múltiples acercamientos que se pueden realizar frente a lectura y los grandes retos que se tiene para llegar a ser un buen lector y ahilado a esto podemos mejorar nuestras cualidades como escritores.
Estoy seguro que llego el momento de salir de confort que genera la lectura “corriente” y generar un análisis más profundo y estructural.
Fue grato iniciar con el “Tesauro de los buenos lectores”, puesto que genera ese cosquilleo similar al de la primera cita, al momento previo del beso con el primer amor o por qué no, de instantes antes de la entrevista para ingresar a la Maestría.
Gracias
fernandovasquezrodriguez dijo:
Giovanni, gracias por tu comentario. Ojalá crezca la melena… O, de pronto, lo importante es adquirir la paciencia del camello…
Dolly Giselle Tenjo Camacho dijo:
Buenas tardes Fernando!
Leer el tesauro ha sido la puerta para reencontrarme con la lectura, las ansias del conocimiento y a las ganas de ser mejor profesional.
fernandovasquezrodriguez dijo:
Dolly Giselle, gracias por tu comentario. Qué grato saber eso.
Diego Beltrán Alvarado dijo:
Hola Fernando:
Luego de rumiar el tesauro y releerlo un poco me di cuenta que un hábito perdido ha sido la visita a las librerías, creo que me he perdido de esa delicia por un buen tiempo, por un lado por la accesibilidad que la Internet a generado, haciendo que los “libros” estén próximos, e incluso poder ojear algunas de sus páginas, sus índices, y tengo que admitirlo, deleitarme con las imágenes; y por otro lado porque -hay que aceptarlo- los costos de los libros más deseados están cada vez más por las nubes. (Se que no es una excusa)
En ese sentido considero que un buen re-acercamiento a las librerías son aquellas que manejan libros, mal llamados, de segunda, que permiten encontrar tesoros escondidos bajo pilares de otros libros y manejan costos asequibles.
Debo admitir que ha sido un placer leerlo, escudriñar su biografía, descubrir sus pasiones y entender que ser “maestro” realmente es un trabajo arduo y que con esta maestría espero aproximar a mi realidad.
¡Buen día!
fernandovasquezrodriguez dijo:
Diego, gracias por tu comentario. Muy pertinente tu reflexión sobre las librerías. Confío en que esta maestría sea una oportunidad para que recuperes ciertos hábitos perdidos.
Beatriz Vergara dijo:
Yo no estoy en su maestría Maestro, sin embargo, leer su blog y tener sus obras me hacen sentir parte de ella… Creo que todo esto es una gran invitación para animar a maestras como yo a hacer la MAESTRÍA… porque si con solo abrir el blog me sumerjo en ese mundo académico que usted lidera… no me imagino como sería estar nadando a su lado. Pronto maestro, pronto.
fernandovasquezrodriguez dijo:
Beatriz, gracias por tu comentario. La invitación a que entres a hacer tu maestría sigue en pie.