Por supuesto, en el primer párrafo tiene que estar de manera explícita la tesis. Ni tan escueta ni tan ampulosa. Debe ser clara, sugerente, ojalá llamativa para el lector. Recuerde que el primer párrafo da el tono del ensayo, es la clave a partir de la cual va a desarrollarse el escrito. Tres líneas pueden ser suficientes para esta tarea.

El segundo párrafo –al menos en esta oportunidad– da inicio a la argumentación. Aquí es donde el ensayista lanza su primer argumento para apuntalar o darle fuerza a su tesis. Podríamos empezar, entonces, con un argumento de autoridad. Es el momento para echar mano de la bibliografía o de las fuentes que hemos consultado y que pueden avalar la tesis. Es aconsejable no presentar lacónicamente la cita sino ofrecerle un escenario de entrada y una apropiación o un vínculo con lo medular de nuestro ensayo. Los argumentos de autoridad deben referenciarse a pie de página (o siguiendo otra norma de citación acordada por el docente o por la revista en la que deseamos publicar nuestro ensayo).

El tercer párrafo podría acudir a otro tipo de argumento: por ejemplo, uno por analogía. Buscaremos, en consecuencia, una relación que nos permita reforzar la tesis, un campo de realidad similar a partir del cual lo que venimos argumentando logre otro nivel de comprensión. Vale la pena decir que esta analogía debe estar amarrada a la tesis objeto de nuestro ensayo y debe articularse con el párrafo anterior. No es un apartado suelto o sin ilación. Por ende, el uso de los conectores lógicos es fundamental.

Llegamos así a nuestro cuarto párrafo. Por ser el último, necesita ser tan contundente como el primero. En este caso lo que haremos es rubricar, ampliar o proyectar la tesis de nuestro ensayo. No es un resumen. Se parece más a una refrendación o una visión integral de nuestra línea argumentativa. Con este párrafo el lector debe quedar convencido de lo que le presentamos al inicio del ensayo. A veces, el último párrafo abre lo dicho hacia nuevas dimensiones o prefigura el nacimiento de otro escrito.

Dos recomendaciones adicionales pueden ser de utilidad para lograr un ensayo de calidad en una página. Lo primero, es pensar bastante las ideas con las cuales se teje el escrito. Nada de palabrería gratuita, nada de verborrea inútil. Recuerde que lo medular del ensayo estriba en el aquilatamiento de las ideas. Lo segundo, es atender con detalle a la coherencia entre los diversos párrafos; estar atentos para que no queden desvertebrados o desconectados de la tesis. Por lo mismo, hay que leer varias veces el pequeño texto para que sea una genuina filigrana de escritura.

Escribir una página parece un reto menor pero, tratándose del ensayo, se convierte en un excelente motivo para comprobar qué tanto somos capaces de levantar una tesis y mantenerla argumentativamente en vilo a lo largo de cuatro párrafos.