Obra del artista japonés Akinobu Izumi.

Obra del artista japonés Akinobu Izumi.

Colega: ¿Y cómo va en ese posgrado?

Maestrante: Leyendo y escribiendo, todos los días.

Colega: Como exigente esa Universidad, ¿no?

Maestrante: Sí. Aunque eso es precisamente lo que me gusta. Hay que trabajar duro pero son muchas las ganancias.

Colega: ¿Y en qué anda esta semana?

Maestrante: Escribiendo tres aforismos.

Colega: ¿Y eso qué es?

Maestrante: Según entendí, el aforismo es un escrito corto sobre un tema, pero meditado y pulido en cada palabra.

Colega: Corto pero sustancioso…

Maestrante: Sí. Pero lo interesante fue lo que nos dijo el maestro sobre esta tarea. Que era para ejercitar el pensar. Que uno no pensaba de manera natural. Por el contrario, había que aprender a hacerlo.

Colega: Pues raro eso, porque yo no he escrito esos aforismos y hasta donde sé no estoy loco.

Maestrante: No. El asunto no es estar cuerdo o loco, sino ejercitar los procesos propios del pensamiento.

Colega: ¿Cuáles?, si se puede saber…

Maestrante: Me acuerdo de tres en los que insistió el profesor: el contraste, la inferencia, la deducción.

Colega: Eso está bien raro… A mí me parece que uno nace con uso de razón.

Maestrante: Más bien, uno poco usa la razón.

Colega: Pero así, y todo, uno ha sobrevivido.

Maestrante: Yo creo que la clave la dio el maestro hacia el final de la clase. Dijo algo sobre producir ideas; que se trataba de crear cosas con nuestro pensamiento.

Colega: No entiendo…

Maestrante: Por ejemplo, qué ideas tenemos nosotros sobre el miedo, por qué sentimos miedo, a qué se debe eso, será que todos sufrimos los mismos temores…  Desde cuándo empieza una persona a tener miedo; uno nace con miedo o eso se aprende…

Colega: Como quien dice se trata de hacer hartas preguntas.

Maestrante: Más bien de dar unas respuestas. Que uno, ejercitando el pensamiento, diga en pocas palabras algo original sobre lo que piensa de ese tema o asunto.

Colega: ¿No se vale, entonces, mirar en internet?

Maestrante: Esa parece no ser la finalidad de la tarea. El maestro fue enfático: lo importante es que cada uno medite y reflexione sobre el tema y, luego, escriba tres aforismos.

Colega: Yo lo veo como difícil. ¿Y ya tiene alguno?

Maestrante: Estoy en eso. El profesor nos mostró un ejemplo hecho por él en el que mediante muchas versiones, logró escribir uno sobre la escritura. Mostró como siete intentos. En una versión le cambiaba una palabra; en otra, reacomodaba el orden de los términos; en uno más, variaba la puntuación.

Colega: ¿Y todo ese trabajo para producir tres liniecitas?

Maestrante: Sí. Pero viera lo bonito que al final quedaron expresadas. Es como si fuera un texto cincelado. Ni sobraba ni faltaba nada. Estaban las palabras necesarias. Además, lo que ahí se decía lo ponía a uno a reflexionar.

Colega: Entonces, eso es como escribir frases célebres…

Maestrante: Más o menos. Hay que organizar bien las ideas y elegir las palabras precisas, para después tejerlas como si fuera una filigrana…

Colega: Ah, al igual que hacen los joyeros con los aretes…

Maestrante: Sí. Con mucho cuidado; tejiendo hilo por hilo hasta lograr una joya.

Colega: O sea que además de magister usted va a volverse joyero…

Maestrante: Póngase serio y ayúdeme a pensar.

Colega: Bueno. ¿Ya tiene alguno en mente?

Maestrante: Vengo pensando en un aforismo sobre el silencio, que fue el tema elegido por el maestro…

Colega: Eso sí me parece interesante… Por fin usted va a aprender a mantener la boca callada.

Maestrante: Deje la tomadera de pelo… A ver, ¿usted qué piensa del silencio?

Colega: Es quedarse callado. No decir nada…

Maestrante: ¿Y cuando uno está solo en la casa, sin música ni televisión?

Colega: Pues es porque la familia se fue de vacaciones…

Maestrante: Yo he pensado que el silencio no es solo no hablar. También hay lugares silenciosos y espíritus silenciosos…

Colega: Como mi tía Purificación, que era una alma de Dios.

Maestrante: Y hablando con un amigo, que es profesor de música, me dijo que el silencio era una de las claves de la composición…

Colega: Y yo leí hace poco en la prensa que a varios testigos de un delito sobre dineros calientes los silenciaron…

Maestrante: O sea que el silencio puede ser una búsqueda o un castigo. Algo querido o algo no deseado.

Colega: Yo he descubierto que, cuando tenemos discusiones con mi mujer, la mejor estrategia es no contestarle nada. La dejo que hable y hable hasta que se canse.

Maestrante: Analice, entonces, que el silencio puede ser un arma de defensa…

Colega: O una técnica para enamorar… A veces uno haciendo silencio busca hacerse interesante o misterioso para otra persona.

Maestrante: Sabe que sí. Y fíjese que hoy en día casi no hay tiempo ni espacios para el silencio. Toda la gente vive en perpetua algarabía. Es como si le tuviéramos miedo a quedarnos en silencio.

Colega: Yo me acuerdo, cuando hice unos retiros espirituales, lo que me costó estar esos tres días en silencio.

Maestrante: Sí. Cuesta en esta época enfrentarse al silencio. Desconectarse, como dicen.

Colega: O de pronto es porque como la gente ya poco cree en Dios pues parece innecesario el silencio.

Maestrante: O porque las personas temen estar solas y no quieren encontrarse consigo mismas…

Colega: Nos estamos volviendo como filósofos, ¿no? ¿De eso se trata el ejercicio de escribir aforismos?

Maestrante: Yo creo que en cierta forma sí. En pensar y meditar sobre un asunto. En dejar de ser obvios o quedarnos con lo que todo el mundo dice o cree. Es buscar, como insistió el maestro, relaciones no evidentes.

Colega: Romperse la cabeza. Mejor dicho, hacer un sudoku con palabras…

Maestrante: Así parece. Yo llevo ya varios días dándole vueltas al tema. Mirándolo de un lado y del otro; analizando los pros y contras. Y escribiendo esas ideas así todavía estén muy en borrador. Porque después viene el trabajo con la elección de los términos.

Colega: No le siento envidia, aunque me parece retadora esa tarea.

Maestrante: Y me he obligado a no mirar nada en internet ni buscar libros al respecto. Cómo no voy a ser capaz de producir algo yo mismo, usando mis propias neuronas.

Colega: Vergüenza le diera. ¿Y cuántos aforismos tiene que hacer?

Maestrante: Tres, ya le había dicho.

Colega: Venga le dicto uno, para que no diga que no le colaboro: “el silencio es bueno para concentrarse”. ¿Qué le parece?

Maestrante: Pues es un enunciado poco novedoso. Es una afirmación a la que le falta sabor y profundidad…

Colega: Era apenas calentando motores. Va esta: “En donde más hay silencio es en las iglesias”. Profundo, ¿no?

Maestrante: Como igual al anterior. Yo lo cambiaría un poco… “En donde hay más silencio es cerca de Dios”.

Colega: O qué tal: “Para estar cerca de Dios se necesita silencio”. Apunte ese para que lo presente como propio. Hoy me cogió inspirado.

Maestrante: Pero sigue faltando algo. Ya tenemos como la primera parte del aforismo. Nos falta la segunda. O este podría ser el final y nos faltaría el inicio…

Colega: Yo, mejor, lo dejo. Tengo que ir a recoger los hijos que salen del colegio. Los dos niños que, usted sabe, no son ángeles sino un par de demonios.

Maestrante: ¡Eso es! Ahí está la clave. Gracias por la ayuda.

Colega: ¿Qué pasó?

Maestrante: No. Es que me parece que por ahí puede ir el aforismo. En contrastar lo de Dios con el demonio… Algo así como: “Para estar cerca del diablo se requieren palabras pero para acercarse a Dios se necesita silencio”.

Colega: ¿Y ya está?

Maestrante: Falta pulirlo y ver si la puntuación es la correcta.

Colega: Bueno. Me debe una. Cuando presente la tarea deme los créditos, ¿no?

Maestrante: Se le tendrá en cuenta para los cumpleaños o para la Navidad…

Colega: Promesas de cumbiambera, hojas que se lleva el viento… Chao, lo dejo….

Maestrante: Saludos a los dos demonios… Y a la diabla mayor.