Maestra y alumno

Por inculcar permanentemente unos valores y fortalecer determinadas virtudes, a diferencia de una sociedad que cada vez más desconoce la importancia de una axiología y una ética para garantizar la convivencia.

Por ayudar cotidianamente en la formación de niños y niñas, a sabiendas de que los padres de familia han claudicado en las responsabilidades propias de la crianza.

Por transmitir un gusto por el estudio y una tenacidad para alcanzar el conocimiento, no obstante el entreguismo de las nuevas generaciones al entretenimiento fugaz y el facilismo hacia el saber.

Por promover el trabajo colaborativo en el aula, en contraposición a una época proclive al individualismo y los sectarismos discriminatorios.

Por seguir exaltando el cumplimiento de normas y el seguimiento de reglas, yendo en contra de una sociedad corrupta en la que proliferan la adquisición fraudulenta de la riqueza y el culto a la trampa para el beneficio personal.

Por mantener la vigencia de algunas tradiciones y rituales, en medio de un mundo emborrachado por la novedad, el esnobismo foráneo y el desprecio al pasado.

Por cuidar y llenar de cariño vidas ajenas, a despecho de ambientes familiares en los que abundan el maltrato y la desatención en los vínculos afectivos.

Por buscar en los espacios de enseñanza diversas formas de resolver pacíficamente los conflictos mediante el diálogo y la concertación, rechazando las salidas inmediatas de la fuerza y los procedimientos violentos.

Por descubrir capacidades inéditas y promover talentos insospechados en los más jóvenes, dejando de lado los modelos estandarizados del logro escolar y la uniformidad en los perfiles profesionales.

Por propiciar en las nuevas generaciones una mirada crítica y un ojo perspicaz, al contrario de una sociedad cada vez más encantada por los medios masivos de información y el espejismo de la sociedad de consumo.

Por enseñar a cada estudiante el cultivo de la interioridad, en vez de sucumbir al culto de lo superficial y la frivolidad dictada por la subcultura del espectáculo.

Por atreverse a corregir comportamientos inadecuados y salvaguardar el respeto a acuerdos y normas, en contravía de una sociedad en la que impera la impunidad frente a los delitos y el poco acatamiento a las leyes.

Por incitar a los adolescentes a emprender retadoras aventuras, oponiéndose al actual apego de la juventud al sedentarismo y el conformismo con lo establecido.

Por insistir en que los buenos resultados son el fruto del trabajo denodado y honesto, a pesar de que el mundo de hoy publicite la vía del dinero fácil y el éxito a cualquier precio.

Por ser un mediador de esperanza y un incitador de utopías, dejando de lado derrotismos personales y predestinaciones de todo tipo.

Por no perder la fe en la posibilidad de cualificar y mejorar las capacidades humanas, ignorando el pesimismo de los desmoralizados y la desesperación de los impacientes.

Por todas estas cosas, feliz día, maestro.