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Felicitación Original de Cartero en Navidad. Época Alfonso XIII.

Es tal el regocijo que produce la navidad en nuestros espíritus que deseamos compartir ese estado con familiares, amigos, viejos conocidos y colegas de trabajo. Para ello empleamos tarjetas de felicitación y ahora mensajes a través de nuestros celulares y correo electrónico. Pueden ser frases divertidas, ingeniosas o consignas teñidas de trascendencia. Son saludos para compartir ese sentimiento de alborozo, cortas fórmulas para extender bienestar o un augurio de prosperidad.

Considero que tal práctica vale la pena mantenerla y fortalecerla. Primero, porque es un gesto comunicativo para ofrecer bienestar y no tanto de propagar negativamente las malas noticias. Es una especie de red de optimismo y de confluencia positiva de los astros. Segundo, porque nos obliga a pasar revista a aquellos seres que consideramos merecedores de nuestro mensaje. Esto nos hace recordar a personas a las que seguimos debiéndoles muchas cosas; en ese sentido, cada postal es como un reencuentro con nombres significativos en nuestro derrotero existencial. Tercero, porque los mensajes navideños invitan también a elegir un motivo, una ilustración y un mensaje específico acorde a las particularidades del destinatario.

Y ya que lo menciono, valdría revisar o cambiar esas tarjetas o esos “memes” que al ser tan virales ya no tienen rostro ni persona definida. Tendríamos que ser más originales, diseñar o escribir nuestras propias notas, enfocadas a delinear la fisonomía moral de un individuo, de atinar a describir algo de esos rasgos que diferencian a las personas y que las hacen únicas. Porque ahí está la clave de estas felicitaciones o saludos de navidad: las mejores son aquellas que retratan bien a un individuo o se sintonizan con un aspecto particular de su carácter. Esa es la difícil tarea de redactar esas pequeñas dedicatorias o esos mensajes sentenciosos: que lleguen al centro del corazón de un ser humano.

Pienso que estas postales son otra modalidad de regalo. Un regalo especialmente hecho de escritura. Lo que está en el fondo es redactar el texto mejor elaborado, bien pensado, reescrito y afinado para que diga lo que en verdad deseamos expresar. Por lo demás, las tarjetas de felicitación anhelan, por su belleza, por la calidad o la sutileza del lenguaje, ser guardadas. Son como páginas únicas de una historia personal o hacen parte de nuestro baúl de los recuerdos. Como quien dice: damos estas tarjetas para que perdure lo que allí se augura, ofrecemos esos parabienes para que al releerlos, renazca como un ave fénix lo que se desea. Podríamos decir que son amuletos de la buena fortuna o talismanes, consignas para que continúe el alborozo.

Bien miradas las cosas, estos mensajes de felicitación cumplen en navidad la función de un santo y seña para participar o estar en sintonía con el espíritu de las fiestas decembrinas. Son la forma de saludar cuando lo que anhelamos es el goce común, el bienestar de todos. Al recibir esas postales somos partícipes de una dicha ajena que, al hacerlo, empieza a encarnar en nosotros; luego, como si fuera una cadena de favores, necesitamos hacerla extensiva a otras personas. Esas felicitaciones, miradas en la lógica de lo imaginario, son los buenos días para entrar a la fiesta decembrina.

Por todo lo anterior, si aún no hemos enviado esas felicitaciones de participación de la alegría, si hemos sido demasiados olvidadizos o abiertamente desagradecidos, lo mejor es dedicar un tiempo para escribir ese mensaje, para sorprender al antiguo compañero de aventura con una nota que recuerde su brazo incansable y su fortaleza para no dejarnos en el camino; o redactar un breve reconocimiento a esos cómplices afectivos a los que les debemos no solamente momentos de placer, sino algunos hitos fundantes de nuestra historia. Todo eso lo podemos ofrecer en las modernas tarjetas virtuales o en las ya clásicas postales de papel. Los destinatarios sonreirán cuando las reciban y sabrán que otros seres los siguen guardando en su corazón a pesar de la distancia, y que, a través de esa escritura sucinta, casi cabalística, pueden acceder a la arrebatadora felicidad.