
Pintura de Margarita Sikorskaia.
Al abrazar juntamos los pechos, pero, especialmente, estrechamos los corazones.
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El niño que levanta los brazos buscando a su madre es un signo de hambre afectiva. Los abrazos, a cierta edad, son como otra leche nutricia.
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A pesar de que el abrazo es un salir de sí hacia otro, también es un acto de apertura del propio ser. No se puede abrazar a alguien si no dejamos espacio en nuestro pecho.
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En ciertos vados de tristeza o de hondo sufrimiento esperamos con ansias los abrazos de determinadas personas. El dolor es selectivo para sus sanaciones.
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Los abrazos hablan en silencio. Es un lenguaje mudo, como son las expresiones primarias de nuestra esencia. Abrazar es el primer signo de la tribu.
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De todos los abrazos, hay unos que nos sorprenden por ser inesperados. La gratuidad usa el abrazo para hacer sus apariciones.
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Los amantes en la intimidad buscan los labios para acentuar su unión y los abrazos para posponer las separaciones.
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El abrazo del padre al hijo pródigo es más el gesto del amor compasivo que del perdón esperado.
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Los reencuentros rubrican su júbilo con abrazos. Así debe ser: cuando el azar nos toca exige gestos y no palabras.
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¿Cómo sabemos si alguien en verdad nos perdona? Al sentir en su abrazo la resonancia sincera del olvido.
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Abrazo: rodeo que hace el cariño para llegar al corazón ajeno.
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Extraña forma la de proceder de los abrazos: ofrecen curación, si ser medicamentos; impulsan el espíritu, sin ser una fuerza física. Son lazos afectivos permanentes hechos de estrujamientos discontinuos.
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Los abrazos apasionados buscar exacerbar el deseo, pero, si ahondan más allá, acaban por despertar la ternura.
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Hermoso sería que en el prometido Paraíso estuvieran los seres que hemos amado y nos recibieran con sus abrazos como un gesto de bienvenida a la eternidad.
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La gratitud usa los abrazos como un santo y seña de la recordación. Quien es agradecido mantiene siempre los brazos abiertos.
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Ilustración de Ron Mazellan.
Ofrecemos abrazos para despedir a los que queremos y damos abrazos para recibir a los que amamos. El abrazo es el pasaporte del viajar del corazón.
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El enemigo que abrazamos deja de ser un agravio para el alma. Quien abraza renuncia a la soledad amarga del resentimiento.
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¿Por qué la reconciliación necesita refrendarse con un abrazo? Porque el perdón requiere al cuerpo como testigo.
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El sufrimiento ajeno tiene la virtud de alargarnos los brazos y ensanchar nuestro pecho. Ser compasivos es extender nuestro abrazo hasta cobijar al desvalido.
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Hay abrazos que abrasan y dejan, al igual que las ascuas, una promesa de fuego al menor contacto.
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Es probable que Judas haya sido un ser negado para el abrazo; es posible que su corazón sufriera la incapacidad de abrirse confiadamente al milagro.
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El que abraza alarga tanto o más sus brazos de acuerdo al tamaño de su necesidad.
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Hay espíritus pusilánimes para abrazar porque temen a la censura o al ridículo. Olvidan que el abrazo está regulado por las incontrolables fuerzas de la emoción y no por la previsible etiqueta de las costumbres.
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La primera puerta abierta de la hospitalidad es el abrazo.
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En la proxémica de los afectos dar la mano es convertir al extraño en conocido; abrazar, transformar el conocido en alguien íntimo. Así debe ser: saludamos por cortesía, pero abrazamos por convicción.
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Los amantes desnudos fundidos en un abrazo simbolizan la fantasía mayor del clímax amoroso: abarcar desde adentro la fuga del alma.
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En la intemperie de la desdicha o en las borrascas de la adversidad, no hay mejor protección que cubrirse de abrazos.
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La madre es la primera maestra del abrazo. Los osos de peluche son los tutores silenciosos en esta escuela protectora del cariño.
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Las verdaderas condolencias en un sepelio se dan en silencio. El genuino pésame consiste en un abrazo.
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Los largos y efusivos abrazos entre familiares después de una larga ausencia muestran que los lazos de la sangre se avivan más cuando se interrumpe su fluir cotidiano. La probable pérdida estrecha los vínculos.
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Morir en los brazos de un ser que amamos y nos ama parece ser el mejor puente hacia lo desconocido. Aunque, a veces, esos mismos abrazos sean los causantes de las más largas agonías.
Fanny dijo:
Igual que un beso en la frente, abrazar es el acto de mayor complicidad e intimidad que tienen las almas. Que delicia volver a leerlo profe.
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Fanny, gracias por tu comentario.
Marisol dijo:
Abrazar a alguien, es dar la llave de la puerta del alma y permitirse tocarla.
Es una apertura a la necesidad de encontrar paz, tras sentir cerca el respiro el otro, asumir la gran responsabilidad de tener tan cercano a quien te ofrece lo mejor de sí, a través de un abrazo, ya que con un abrazo, te entrega el alma. Bendiciones por siempre y para siempre. Gracias por la generosidad de sus escritos, que nos conllevan a atrapar palabras, para convertirlas en palabras, estas a su vez en frase, que poco a poco se van construyendo en ensayos, versos, crónicas…
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Marisol, gracias por tu comentario. Subrayo lo de: abrazar es “asumir la gran responsabilidad de tener tan cercano a quien te ofrece lo mejor de sí”.