En las correcciones a los textos producidos por los participantes en los cursos de Redacción que imparto he notado en buena parte de ellos un problema frecuente y es el empleo excesivo de incisos. Tal forma de construir los párrafos torna la prosa lenta, difusa, y es una de las causas de la pérdida de claridad y la digresión sin norte. Valdría la pena retomar algunos ejemplos para analizarlos y lograr sacar conclusiones útiles en esta siempre inacabada labor de aprender a escribir.
Transcribo unos primeros textos, tomados de una de las ponencias redactadas durante un curso. Estos escritos ya han pasado por el cedazo de al menos tres o cuatro correcciones:
a) Esto es, los lectores hoy pueden recurrir a textos físicos, audio e hipermediales, lo que se ha convertido, para ellos, en una gama de posibilidades frente a sus gustos.
b) En este segundo aspecto, la práctica de la lectura, bien sea por necesidad o por gusto, requiere de una consciente disposición desde donde se pueda intercambiar, con profundidad, con autores y textos
c) Puesto que la enseñanza-aprendizaje es un proceso, es obvio que, también, en este ámbito, la pausa implica tener en cuenta simbologías y acciones alrededor de la lectura.
En el primer caso, uno puede notar que la idea inicial, la de “los lectores hoy pueden recurrir a textos físicos, audio e hipermediales”, termina desdibujada por la intromisión de una segunda idea: “una gama de posibilidades frente a sus gustos”. Pero lo que hace más sinuosa la redacción es la inclusión de incisos como: “lo que se ha convertido” y “para ellos”. Al intercalar esos pedazos de texto, lo que sucede es que se pierde el foco preliminar de la idea; se fractura el orden natural del discurso. Podríamos sugerir una alternativa de solución:
Los lectores hoy pueden recurrir a textos físicos, audio e hipermediales y convertirlos en una gama de posibilidades frente a sus gustos.
Analicemos el caso siguiente. Hay dos incisos que desvían la idea de base: “bien sea por necesidad o por gusto” y “con profundidad”. Lo que no debía tener obstrucciones es el planteamiento de que “la práctica de la lectura requiere de una consciente disposición desde donde se pueda intercambiar con autores y textos”. Hay otras falencias en la redacción, pero lo que me interesa es mostrar cómo se diluye una idea por culpa del uso excesivo de intercalaciones como las mencionadas. Sería más limpio y más claro para el lector una frase como la siguiente:
En este segundo aspecto, la práctica de la lectura requiere de una consciente disposición para intercambiar significados con los autores o los textos.
Los dos incisos, si es que tienen una relevancia para el autor, podrían formar parte de una segunda idea o condesarse en un adverbio u otra expresión que cualifiquen o adjetiven, pero sin obstruir la fluidez del pensamiento:
En este segundo aspecto, la necesidad o el gusto de la práctica de lectura requiere de una consciente disposición para intercambiar en profundidad significados con los autores o los textos.
Detengámonos en el tercer fragmento. Lo primero que notamos es la abundancia de comas que son un indicio del excesivo uso de incisos. La idea con la que se empieza es fracturada hacia la mitad por “aclaraciones” que en lugar de hacerla más transparente para el lector, lo que logra es el efecto contrario: confundirlo o alejarlo del sentido propuesto. Una posible salida a tales falencias estaría en suprimir dichos incisos y eliminar unas comas innecesarias:
Puesto que la enseñanza-aprendizaje es un proceso, es obvio que la pausa implica tener en cuenta simbologías y acciones alrededor de la lectura.
Lo que me interesa señalar con estos ejemplos es que el abuso de los incisos oscurece la prosa y diluye el propósito comunicativo de nuestras ideas. Quizá por el deseo del escritor de decirlo todo en unas líneas, o por la falta de usar conectores lógicos adecuados o porque no tiene el tino para saber usar los signos de puntuación es que termina interpolando palabras o frases en una oración. También resulta oportuno decir que esto sucede porque se redacta el texto como van saliendo las ideas de la cabeza, sin un plan previo, y el resultado es una prosa atiborrada en la que la última palabra de una línea tiende a ramificarse en direcciones opuestas al tronco preliminar de una frase. Frente a este problema la relectura de lo que se va escribiendo es fundamental. De igual modo, resulta de gran ayuda emplear las posibilidades de la sintaxis, de organizar de otra manera los diversos elementos de una oración.
Tomemos ahora un segundo grupo de ejemplos con el fin de corroborar lo expuesto y, al mismo tiempo, ofrecer alternativas de solución:
a) Así, desde el diálogo con la vida, y volviendo a lo ya señalado por Larrosa, podríamos afirmar que la biblioteca, más que un espacio, es algo que sucede al sujeto.
b) Esta es, de este modo, un llamado a poner entre paréntesis las necesarias estadísticas, para escuchar en la voz del sujeto esos impactos que la biblioteca ha generado desde la perspectiva de la información, formación y creación, de su autonomía como sujeto libre.
En el apartado “a” salta a la vista la construcción quebrada de la frase. Hay cinco comas seguidas que opacan la figura de la idea. Si se hubieran usado las rayas se habrían economizado al menos dos de ellas. Pero más allá de este otro tipo de recursos para redactar, lo que deseo destacar es una manera de construcción intermitente, llena de interrupciones que conduce a la dispersión del lector. Bastaría hacer unos pequeños cambios para recuperar la continuidad de la idea:
Así, desde el diálogo con la vida, podríamos afirmar que la biblioteca es algo que sucede al sujeto (Larrosa, 2002).
O intentar meter al autor citado dentro del mismo desarrollo expositivo:
Así, desde el diálogo con la vida, podríamos afirmar con Jorge Larrosa que la biblioteca es algo que sucede al sujeto.
También cabría hacer otros ajustes, si es vital para nuestro planteamiento incluir lo del espacio:
Así, desde el diálogo con la vida, podríamos afirmar con Jorge Larrosa que la biblioteca más que un espacio es algo que sucede al sujeto”
Si nos detenemos en el ejemplo “b” podemos inferir varias cosas. La primera de ellas es que se empleó al empezar un doble conector que entorpece el movimiento del discurso. La segunda, que hay puestas comas innecesarias y, tercero, que faltó tejer mejor el argumento. De igual modo se presenta una repetición del término “sujeto” que poca variedad lexical le ofrece al párrafo. Sería suficiente para remediar estos fallos hacer unas ligeras correcciones:
Este es un llamado a poner entre paréntesis las necesarias estadísticas para escuchar en la voz del usuario esos impactos que la biblioteca ha generado en la información, formación y creación de su autonomía como sujeto libre.
De los cinco ejemplos puestos en consideración es válido sacar algunas conclusiones. Para empezar, que el uso excesivo de incisos le resta velocidad y precisión a la prosa. Otro resultado es que la abundancia indiscriminada de dichas intercalaciones puede llevar a un estilo en el que prime la digresión y no la concisión. De igual forma, si se abusa de esta desviación en el discurso, lo más probable es que el lector pierda el hilo de una exposición o la secuencia lógica de un argumento. Por todo ello, si se van a usar incisos en una frase es prioritario saber cuándo es pertinente hacerlo o cuándo resulta innecesario aglomerar esas pequeñas informaciones. Sea como fuere, es mejor conservar en la escritura la fluidez y la claridad, que apostarle a una redacción cortada, suelta y plagada de explicaciones superfluas.
Y si, por diversos motivos, es imperativo intercalar explicaciones dentro de un período deberíamos tener en mente los diversos recursos con que contamos en español. Desde la coma, hasta el paréntesis y la raya. Digo esto para evitar párrafos inundados de comas, y en los que escasea el punto seguido y el punto y coma. Si se sabe sopesar el peso de la información que se intercala en una idea se podrá elegir con tino el uso de uno u otro signo. Considero que la raya es una gran aliada cuando notamos que empiezan a multiplicarse las comas; siempre y cuando la aclaración que hagamos no sea tan extensa como para convertirse en otra idea demasiado alejada de su fuente. También ayuda a solucionar la prosa fracturada por la proliferación de incisos emplear frases no tan largas y sacarle provecho a la función de amarre de los conectores lógicos. En resumen, aprender a escribir es un permanente esfuerzo para limpiar a la prosa de ripios, dar el suficiente ritmo a la frase mediante el uso apropiado de los signos de puntuación y saber cohesionar las ideas en un apartado. Entre menos vueltas y recovecos le demos a un asunto más directa y ágil será nuestra escritura, más claras resultarán las ideas, y más contundente la fuerza comunicativa de su mensaje.
Héctor dijo:
No tenía idea qué una simple raya pudiera facilitar – y de qué manera, el arte de escribir; que interesante artículo, muchas gracias maestro.
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Héctor, gracias por tu comentario.