Leo en la revista “In” de LAN, de octubre de 2012, la Carta de bienvenida firmada por Ignacio Cueto Plaza, titulada “¿Ventana o pasillo?”, y me parecen llamativas las diferencias que el autor plantea entre una y otra elección. Aquí está el texto:
A partir de lo leído, yo me considero un pasajero pasillo. Y aunque comparto muchos de los motivos expuestos por el directivo de LAN Airlines, deseo subrayar algunas razones para elegir este tipo de asiento.
Primero, porque me parece más rápida la evacuación, porque no dependo de la voluntad de otros a la hora de decidir salir al pequeño pasillo del avión. En el caso de la ventana uno siempre depende del temperamento, la educación o el capricho de los otros pasajeros. El estar cerca al pasillo nos evita pedir permiso, molestar al vecino. El pasajero pasillo es, de alguna forma, más solitario. No quiere causar molestias a otros. Es un viajero más autónomo.
Segundo, porque ser pasajero de pasillo es como sentirse menos constreñido por la estructura del avión. Aunque se tenga al lado una ventana, es la misma razón por la que no me gusta dormir hacia el rincón o de cara a la pared de la alcoba. Al pasajero pasillo no le agrada estar limitado u oprimido. O, para ponerlo en otros términos, el que se sienta en un pasillo tiene una profunda necesidad de libertad, de más espacio para moverse.
Debo confesar que en mi juventud y recién empezaba a viajar en avión, me gustaba más ubicarme en la ventana. Ahora, con el tiempo y el título de pasajero frecuente, pues me he convertido en un amante del pasillo. Quizá porque la edad nos va llevando a preocuparnos menos en observar para afuera y más en mirar hacia adentro de nosotros mismos. Esa es una posible explicación. O puede ser que de tanto ver se comienza en verdad a mirar.
Tercero, el pasajero pasillo tiene un sentido de alerta o de previsión mayor que el pasajero ventana. He notado que muchas personas buscan la ventana porque desean dormir o “desconectarse” por unos minutos u horas del entorno. Al pasajero pasillo, en cambio, le gusta mantener ese vínculo con lo que lo rodea; no desea apartarse completamente de la realidad. Puede que en esta predilección haya motivos inconscientes relacionados con “saberse seguro” o que sea una forma de expresar el realismo por encima de ensoñaciones momentáneas. En todo caso, el que se sienta cerca al pasillo es porque confía en que ese camino lo comunique más rápidamente con la salida. Quizá el encierro propio del avión sea lo que lleve a elegir una u otra opción: el que se ubica en la ventana es porque ha dado por descontado la pérdida en el laberinto; los que se sientan en el pasillo es porque confían en que el hilo de Ariadna los saque de ese dédalo de aluminio. Los pasajeros pasillo tienen en su alma el espíritu de Teseo.
Edwin Rodríguez Trochez dijo:
No he tenido mucha experiencia viajando, pero por suerte se me ha asignado un par de veces el puesto de las compuertas de emergencia al lado de la ventana. Me encanta ese lugar porque me fascina ver afuera, así sean nubes. A demás por mis largas piernas y otra ventaja, facilita la salida. Es alucinante para mí ver la maqueta de la ciudad desde el cielo. Ese momento para mí es mágico. Me divierte mucho observar las maniobras del avión y sentir el vértigo del aterrizaje, ese vacío en las entrañas, que genera una sensación extrema.
Aún recuerdo en mi única salida internacional, ya regresando de una provincia de Argentina hacia Buenos Aires, al despegar el avión, veo en el horizonte como el campo se divide cual casillas de ajedrez. La inmensa llanura de Bahía Blanca marcada simétricamente coloreada por diferentes tonalidades de pastos me hizo una huella en la memoria, porque nunca había visto una tierra sin montañas y marcada de esa manera. Vislumbré ese hermoso paisaje hasta que el avión ascendió a las nubes y en ellas encontré un perfecto momento para rodar en mi mente algunas experiencias del viaje. Gracias Maestro.
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Edwin, gracias por tu comentario.
Ariadna dijo:
Hace unas semanas en un viaje internacional tuve alguna de estas sensaciones que describes y me siento identificada con el pasajero de ventana, aun quiero mirar hacia afuera más que hacia adentro, solo que como a ti no me gusta el rincón de la cama. En ese viaje tuve que ir acompañada por alguien del trabajo. Me incomodó muchísimo que me ubicara no en la ventana, ni en el pasillo, sino en el centro. Esa es una postura nueva. Quizá quien decide ir en el centro, por voluntad propia, está en la pequeña intercesión entre el ser autónomo y ser dependiente, puede ser como el pequeño que requiere de cuidado de ambos costados. De este modo ante una emergencia será salvaguardado por uno, o los dos acompañantes.
Pero observo, como lo vivencié en este vuelo que refiero, que estar en el pasillo es estar constreñido también por ambos lados. o bien incomodas a los dos vecinos, o bien te reduces a un movimiento mínimo, casi imperceptible, lo que hace largamente incómodo el trayecto. Las personas en esta postura, ni independiente, ni autónomo, suelen generar malestar en varios espacios, son indecisas, inestables creería que hasta pusilánimes, en lo personal detesto las personas que no tienen postura, que se dejan llevar, prefiero definitivamente ser radical.
Estar en el centro definitivamente es lo más incómodo, ser y no ser, estar y no estar.
Me encanta tu escritura!
fernandovasquezrodriguez dijo:
Ariadna, sí, de acuerdo: el pasajero del centro que parece estar en el justo medio lo que en verdad vive es una doble imposibilidad: ni tiene acceso a la ventana como tampoco al pasillo; es un pasajero del conato, de las medias tintas, de lo indefinido. En las pocas ocasiones que me ha tocado este asiento me he sentido “estripado”, asediado, fiscalizado. El pasajero del centro es un rehén…