Celebrar año nuevo

Las fiestas navideñas, que tanto reiteran la alegría y el compartir en familia, tienen un momento culmen en la noche del 31 de diciembre. Es la fecha para despedir un año y darle la bienvenida a otro. Dicho ambiente de fiesta se ha ido consagrando en temas musicales, en canciones que con el pasar de los años se vuelven hitos de festejo y de recordación imborrable. En cada país hay orquestas, grupos musicales o cantantes insignes asociados a esta celebración. En Colombia, por ejemplo, Rodolfo Aicardi es uno de ellos. “Cantares de navidad”, un tema original del puertorriqueño Benito de Jesús, sirvió y sirve de telón de apertura y de cierre a las fiestas decembrinas. Entre la alegría y la tristeza el año nuevo aparece como un regalo floral sacado de algún jardín cultivado por el tiempo.

¿Y con quién se desea celebrar el año nuevo?: con el ser que amamos, con los parientes más cercanos, con los amigos de toda la vida… Con todo ellos queremos recibir el primer día del año, abrazarnos en signo de fraternidad y unión perentoria. No en vano tratamos de que toda la familia esté reunida; aún aquellos parientes más lejanos anhelamos que estén presentes. El brindis de año nuevo rubrica los lazos de la sangre o ese otro vínculo de los afectos elegidos. Mucho de ese sentimiento está contenido en la canción emblema de fin de año, “La víspera de año nuevo”, compuesta por Tobías Enrique Pumarejo y popularizada por Guillermo Buitrago. Al escuchar este tema surge en nosotros el afán de reiterarles a las personas de nuestro núcleo afectivo los deseos por su salud y prosperidad, por la mayor felicidad en el año que comienza. ¡El inicio de año nuevo es una fecha para felicitar en cuerpo y alma!

Algo de nostalgia trae esta celebración. Porque a la par que se festeja lo nuevo, el año que comienza, también se da gracias por lo vivido, por el otro año de vida que hemos logrado llevar hasta el final. A veces se celebra el 31 de diciembre, simbolizando en la quema de muñecos, el acabose de un hecho nefasto, de una enfermedad que nos tuvo recluidos y postrados, o el dolor por la pérdida de un ser querido; y en otros casos, se festeja en este día un logro personal destacado, un buen negocio, una meta que parecía imposible de alcanzar, un giro favorable de la fortuna. Damos gracias al año viejo porque alguien a bien tuvo regalarnos su amor o su ternura, porque sacamos adelante un proyecto, porque salimos avante de situaciones dolorosas o adversas. Precisamente, Crescencio Salcedo interpretó ese sentimiento de gratitud hacia el año que nos deja y que es, al menos en nuestro país, otro hito musical de fin de año: “Yo no olvido el año viejo”. La voz de Tony Camargo y la Orquesta de Rafael de Paz le dieron a esta canción el tono perfecto de la añoranza vuelta agradecimiento.

Pero el eje fundamental de celebrar el último día del año es la exaltación de lo porvenir. Si hay algo medular en esta fiesta decembrina en la que abunda la comida, las bebidas, el baile, es el augurio porque el futuro nos sea grato, favorable o placentero. De alguna manera al brindar por un año nuevo lleno de salud y prosperidad lo que estamos declarando es que anhelamos renacer. Y si hubo algo que nos hizo sentir frágiles o desdichados, si las cosas no salieron del todo como quisimos, al levantar las copas, al mirar hacia el cielo cómo explotan en luces multicolores los juegos pirotécnicos, lo que hacemos en verdad es direccionar de nuevo nuestra voluntad o reconducir el rumbo de nuestro espíritu para vientos favorables, tierras prósperas o un tranquilo estado de bienestar. Al gritar, ¡feliz año!, lo que decimos es que aún sentimos en el corazón el palpitar vigoroso por nuevas aventuras o que estamos dispuestos a sembrar otra vez la parcela de nuevos proyectos. La BiIlo’s Caracas Boys supo concretar muy bien esta emoción de renacimiento que trae consigo el inicio de empezar otro tiempo: “Año nuevo, vida nueva”.