
Paulo Freire: luchador por una escuela democrática.
Para continuar con la lectura en común del libro de Paulo Freire, Cartas a quien pretende enseñar (Siglo XXI, México, 2010), voy a compartir parte de mis reflexiones, resignificaciones o aplicaciones derivadas de la “Primera carta: enseñar-aprender. Lectura del mundo-lectura de la palabra”.
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Coincido con Freire en que al enseñar no sólo aprendemos de lo mismo que enseñamos, sino de la manera como los estudiantes aprenden lo que tratamos de enseñarles. Dicho aprendizaje es de un segundo orden, porque tiene como referente el estudio previo del maestro. El docente cuando enseña un saber no sólo pone entre paréntesis lo que sabe; también confronta qué tanto de lo que sabe debe sufrir modificaciones o ajustes para poder ser enseñado. El saber del maestro, entonces, se va modificando en la medida en que se va enseñando. Y cada nuevo aprendizaje se convierte en un motivo de reconfiguración o readaptación de su enseñanza.
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Gran importancia le da Freire a los materiales de estudio. Los útiles, entre ellos los diccionarios (etimológico, filosófico, de sinónimos y antónimos) ayudan a una mejor comprensión de lo que se está leyendo. Cada vez confirmo más que esas fuentes de consulta deben estar a la mano, son auxiliares indispensables para aclarar un concepto, percibir el matiz de una idea, recuperar el sentido olvidado de un término. Y, además, son indispensables al momento de escribir: contribuyen a la precisión semántica, nos dan luces sobre distinciones conceptuales, son palancas potentes para que las ideas cobren más consistencia argumentativa. De alguna forma, el tipo de útiles prefigura una forma de aprender y una manera de escribir. Y si esa caja de herramientas es escasa o desactualizada, pues limitados serán también los resultados o el producto elaborado.
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Ya llevo muchos años practicando lo que Freire sugiere en esta carta: “escribir algo por lo menos tres veces por semana”. En mi caso ya es un hábito. Todas las mañanas o en algún espacio del día o la noche dispongo un tiempo para escribir en mi agenda de notas o en alguna de las libretas que tengo para este fin (me gustan los block para taquigrafía de Office Depot). Poseo también un “Despertario” (un cuadernillo en papel extraopaco, anillado, hecho en España) en el que atrapo esos productos que el inconsciente me regala después de las cinco horas de sueño. Por supuesto, al tener esas ideas registradas o presas en el papel, me es fácil más tarde, bien sea el mismo día o pasada una semana, volver a ellas para “someterlas a una evaluación crítica”. Este blog se ha ido convirtiendo en otro dispositivo estratégico para mantener viva la escritura, ya que me he impuesto subir por lo menos un texto cada semana. Compruebo, de igual modo, que buena parte de mi tarea como maestro la he ido diseñando o ajustando para obligarme a reflexionar y registrar una temática, un problema, con el fin de no desarticular el oficio de enseñar con el oficio de escribir.
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Subrayo la importancia y la manera de enfocar el estudio desarrollada por Freire. No es un asunto menor, ni una actividad sin hondas repercusiones en la profesión docente. Freire considera que el estudio siempre implicar “leer el mundo” y, al hacerlo, necesitamos tomar distancia del sentido común, de la inmediatez de lo sensorial y emocional. Estudiar es un “quehacer crítico” mediante el cual “creamos y recreamos” una práctica, una situación, un concepto. Pienso que, en esta perspectiva, el estudio es un trabajo intelectual, como le gustaba calificarlo a Jean Guitton. Una labor que demanda aprender a utilizar ciertos útiles, valerse de estrategias idóneas para tal fin, disponer la mente y el espíritu para aprehender un nuevo conocimiento o una nueva experiencia intelectual. El estudio es el medio como los docentes permanecen vigentes, un recurso para salir de las actividades repetitivas y el conformismo desalentador.
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Freire nos invita a no comportarnos como “burócratas de la mente”, sino a convertirnos en “constructores de caminos de curiosidad”. ¡Basta ya de conformarnos con lo que dominamos y repetimos cada año!, ¡dejémonos habitar por la autorreflexión!, ¡permitámonos dudar sobre lo que hacemos cada día! Tal advertencia tiene mucho que ver con otro asunto de mayor calado: es urgente que los maestros dejen de ser replicantes de información ajena y enfrenten creativamente sur rol de ser productores de conocimiento. El caldo de cultivo para tal labor está en su mismo trabajo: ¡analicemos críticamente nuestra práctica docente!, nos insiste Freire. Ahí hay una veta para la creatividad y la innovación educativa.
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En ese juego entre la “lectura del mundo” (el contexto), y la “lectura de la palabra” (el texto), en esa toma de distancia, es que se produce la “generalización”. Freire afirma que para leer el mundo “no es suficiente la experiencia sensorial”. Hay que ir un poco más allá; es necesario asumir la exigencia que comporta darle al pensamiento unas categorías, unas codificaciones mediante las cuales podamos “desocultar la teoría que se encuentra en la práctica”. Los maestros no podemos seguir explicando la complejidad de lo real por vía de la anécdota y el trabajo empírico. Claro, tampoco se trata de invalidar ese conocimiento. Pero, hay que ser capaces de abstraer, de hallar categorías mayores que permitan comprender lo particular. Hay que salir de los “pequeños mundos” para adquirir una visión mayor. El giro lingüístico que usa Freire es bastante acertado: “hay que luchar para hacerse la oportunidad de conocer”. Una vez tenida esa segunda comprensión, podemos volver a la lectura del mundo para verlo con otros ojos y descubrir lo que en una primera mirada estaba oculto o pasaba inadvertido.
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No cabe duda de que leer y escribir son prácticas constitutivas del estudio. La lectura parece una preparación o un carburante para escribir. Freire comenta que la lectura exige paciencia, que es un trabajo desafiante y nos pide persistencia. No es un fruto que ofrezca sus dulces a la primera mordida. Tampoco debemos desistir de leer cuando los textos son difíciles o nos exigen una preparación para desentrañar los “conceptos abstractos”. Leemos y estudiamos, afirma Freire, para “reconocer las relaciones entre los objetos”, “para aclarar algunos procesos”, para mantener “la responsabilidad ética y política de estar siempre preparándonos”. La escritura aparece entonces como un testimonio o una evidencia de ese acto de estudiar: es la recreación, es la relectura en grafías, es el resultado de la discusión entre lo vivido y lo reflexionado. Se escribe para mostrar a sí mismo, primero, y a otros, después, la relación dialéctica entre la conciencia y el mundo.
Paola Andrea Ramos Guillen dijo:
Ser maestros nos convoca a tener una “Pasión por Conocer” a poseer una coherencia entre el discurso y la práctica, a estrechar con nuestros estudiantes una relación de parentesco, que nos permita valorarlos, desde todos sus ámbitos, integralmente, y asi golpear intensamente y positivamente en sus vidas.
Todos estamos llamados a ser maestros activos y no pasivos, sumisos, estamos llamados a ser agentes de cambio y la diferencia la comenzamos en nuestras aulas de clase, generando acciones de participación, con personas críticas y penantes de su realidad.
Por eso en un ejercicio propio de l clase como lo es leer y escribir, se debe tener siempre presente conjugar: lenguaje- pensamiento- realidad; y de allí potenciar la capacidad creadora de cada persona que tenga una incidencia tanto individual, grupal y social.
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Paola Andrea, gracias por tu comentario.
ANA PATRICIA SANCHEZ MARTINEZ dijo:
Esta gran experiencia de retomar la vida como estudiante,después de tantos años de estar como maestra frente a estudiantes inquietos que buscan respuesta, no solo a dudas académicas sino de su propia existencia; reafirma en mi profesión, la infinita responsabilidad de prepararme continuamente en mi saber y diariamente en mi creatividad y flexibilización de la enseñanza, cada estudiante es diferente y cada grupo nos exige diversas dinámicas, nunca una clase será igual ni resultará como fue planeada en un principio, el maestro debe prepararse, pero también debe estar dispuesto a la improvización según las inquietudes, fortalezas y debilidades de cada grupo.
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Ana Patricia, gracias por tu comentario.
profejesusolivo dijo:
Reflexiones de la primera carta
Paulo Freire, Cartas a quien pretende enseñar
Enseñar a aprender: lectura del mundo lectura de la palabra
Una vez recorrido el material de lectura de la primera carta quiero centrarme un poco en reflexionar, sobre mi acción y en la acción, de mi profesión como docente. Para muchos personajes de distintas profesiones el recibir un título les otorga la potestad de decir, a campo abierto, por fin descanso de tanto leer. Considero que es un craso error reducir el pensar a tan baja escala. El estudio debe ser permanente sin importar cuál sea la profesión. Para el caso particular de la profesión docente el estudiar es un continuo aprendizaje. No se concibe un “enseñar sin el aprender” el sujeto que enseña debe tener la predisposición “disponible para repensar lo pensado” y esto implica un estudio constante. Un acto de leer como mostración de lo que enseña sin dejar de lado el escribir. Si un docente es un aprendiz, además de enseñar, está en la línea de lo planteado por Polya, el docente o quien enseña debe “saber lo que va a enseñar” y, por supuesto, “saber un poco más”. En este sentido “el acto de estudiar siempre implica el de leer”.
Con lo anteriormente mencionado, se evidencia que un docente no puede descuidar el estudio. No por el “el hecho de que enseñar enseña al educador a transmitir un cierto contenido no debe significar en modo alguno que el educador se aventure a enseñar sin la competencia necesaria para hacerlo, ni lo autoriza a enseñar lo que no sabe.” Es claro y contundente la afirmación de Freire. Es una responsabilidad ética, que poco se evidencia en contextos educativos, uno como docente desconoce o, mejor aún, se descuida del saber, deja a un lado el estudio fuerte y constante. Y así pretendemos que nuestros estudiantes hagan lo que predicamos en el aula y que muy pocas veces, por decir casi nada, le mostramos al estudiante elementos con los que puede guiarse. Peor aún, somos consumidores de textos y escritos de otros, y no utilizamos el buen sentido de lo verdaderamente didáctico “el saber – hacer” Cabe subrayar que desde estas premisas es que me he propuesto escribir, muy de acuerdo a las recomendaciones de Freire, escribir, al menos unas cuantas líneas todos los días, en las noches después de leer un poco, a eso de las 10:30 a 11:00 de la noche, algo se me ocurre y lo garabateo en un cuaderno que dispuse para tal efecto. En las mañanas, al despertar el alba, 4:20 AM, leo otro tanto, cosas diferentes a lo de los compromisos de obligatoriedad con la universidad. Este ejercicio lo realizo hasta las 5:30 de la mañana, puesto que de ahí me dispongo para ir al colegio.
“Nadie escribe si no escribe, del mismo modo que nadie nada si no nada” Esta consigna es la que me ha quedado retumbando al unísono en mis adentros. Creo entender ahora que no hay nada mejor que enseñar con el ejemplo, enseño procesos de lectura y escritura, por tanto intento mostrar a mis estudiantes algo de lo que escribo. Esa es una apuesta, como compromiso ético, ya hace más de un año que lo vengo haciendo con cierta rigurosidad. Enseñar con el ejemplo, ¿verdad maestro? Eso lo he venido aprendiendo de mi maestro. Por eso no me canso de dar gracias por haberme podido encontrar, con un gran ser humano, maestro y escritor de inigualables virtudes.
Gracias, a mi maestro.
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Profejesusolivo, gracias por tu comentario. Tú eres un vivo ejemplo de cómo la persistencia y el asumir reflexivamente el quehacer docente lleva a descubrir talentos insospechados.
Maribel SANCHEZ PEREZ dijo:
Leyendo y releyendo la Primera carta, hay coincidencias con mi labor. Dice Freire “.. la curiosidad casi virgen de los alumnos están cargados de sugerencias, de preguntas, que el educador no había notado antes”, y definitivamente el encuentro diario con mis niños me permite evaluar mi quehacer en cuanto a que sus inquietudes muchas veces pueden ir más allá de las múltiples posibilidades de respuesta que pueda tener. Ellos ven el mundo de una manera diferente pues lo están concibiendo y yo ya estoy viciada con lo que conozco. Aquí empieza mi proceso de aprendizaje y hacer un lectura diferente del mundo.
Leyendo a Freire y ahora el blog, analizo mis dificultades en el proceso de comprensión al leer, y es que me he limitado a hacerlo sin escribir. No solo la lectura debe ser un hábito sino el escribir debe serlo también, pues pretender que mis estudiantes sean autónomos al leer y escribir implica que vean un modelo, implica que me prepare, que me forme y que alimente mis reflexiones con otras herramientas que enriquezcan mis ideas tanto en forma como en fondo.
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Maribel, gracias por tu comentario.
Alejandra Briceño dijo:
Interesante ver como propone en su texto la labor docente es placentera y exigente, en la que se reúne una preparación física, emocional y afectiva, un compromiso de querer, pero de querer bien no sólo a los pequeñitos (en mi caso) sino al mismo proceso insistir antes que desistir. Enseñar no es replicar es muchas veces ser ejemplo, actualizarse, prepararse capacitarse estar a la Vanguardia, no dejarse llevar por la corriente.
Fernando Vásquez Rodríguez dijo:
Alejandra, gracias por tu comentario.